El término fue acuñado en 1997, es decir, ¡¡HACE 20 AÑOS!!, por Larry Rosen y Michelle Weil y se define como la adicción psicológica a la tecnología. Hace 20 años no teníamos WhatsApp, Tuiter, Instagram. Ni mucho menos estábamos tan conectados como lo estamos ahora. La dependencia y consecuente adicción en este momento es mayor y se inicia a edades más tempranas.
Cuando uno es adicto a algo, ya sea sustancia, móvil o likes de una foto, dependes de ello. Es decir, su estado emocional, su tranquilidad, su paz, su nerviosismo, su rabia, su frustración e incertidumbre, dependen del tiempo que está en contacto y el uso que hace de lo que le produce dependencia.
¿Por qué produce adicción la tecnología? Son varios los motivos. En el momento en el que realizas una actividad que te activa, que te da placer, de la que esperas una respuesta, como puede ser la contestación a un mensaje, a un correo, la superación de un nivel de un juego, tu cerebro pone en marcha el sistema de recompensa. Y a través de un neurotransmisor que es la dopamina, te enganchas. La dopamina te hace sentir bien y es la responsable del placer que se libera cuando estás en contacto con el juego, con las drogas, el azúcar o con la tecnología, entre otros. El sistema de recompensa y su dopamina están ideados de forma brillante para asegurar nuestra supervivencia. Cuanto más apetitoso es un alimento, cuanto más placer tenemos con el sexo, más nos apetece repetirlo, y así, sobrevivimos.
Otro motivo es la autoestima, que también depende de la tecnología. Millones de personas sienten que cobran valor cuantos más “me gustas” reciban. Buscan agradar y ser reconocidos a través de sus redes sociales. Se vanaglorian del número de followers que tienen, y convierten el arte de subir fotos y el tipo de fotos en todo un estudio de doctorado. No lo hacen porque en este momento les apetezca. Lo hacen porque es el momento de más tráfico, porque saben que en ese momento la gente está más atenta o porque llevan tiempo sin colgar una foto y creen que es la ocasión para despertar el interés. Cuando reciben crítica positiva y elogios, se sienten fuertes y poderosos. Pero también ocurre lo contario cuando no se sienten aceptados o criticados. Y esto es tan válido para los adolescentes como para muchas otras personas aparentemente maduras.
Las nuevas tecnologías también cubren una necesidad humana, la curiosidad. Nos gusta saber y explorar. Las redes sociales e internet permiten tener información en cualquier momento y en milisegundos. “Oye, te has enterado de…” - “Por supuesto que sí”. De hecho, nada de lo que ahora cuentes es sorpresivo, todo el mundo está al día de todo y de todos. Yo, que soy muy despistada, un año me enteré el 31 de diciembre, en el resumen de final de año que hacía Canal Plus, del accidente de Carlos Sainz a 500 metros de la meta. Recuerdo que estaba enferma y mis amigos salieron a tomar algo. Cuando llegaron al medio día les conté la noticia como si fuera la bomba y ellos no daban crédito de que no me hubiera enterado en su momento. “No sabéis lo que le ha pasado a Carlos Sainz llegando a la meta…”. Entre mis amigos fue la gran risa. Esta situación ahora no podría volver a vivirla. Es imposible que no me entere ahora de algo. Estamos inundados de información. Lo quieras o no, te enteras. La tecnología ha anulado mi capacidad de ser despistada. En cambio, era súper cuidadosa con todos los cumpleaños de la gente, de mis amigos, familia, de los futbolistas con los que he trabajado. Y me encantaba felicitarlos el día de su cumple, era algo especial para mí. Ahora ya no lo hago, encuentro que no tiene mérito alguno. Ya no necesitas recordarlo, basta con que abras el Tuiter o el Instagram y ahí salen todas las felicitaciones.
Nos enganchamos también a la inmediatez, a la prisa, pensando así que vivimos más, que nos adelantamos y que ganamos tiempo. Pero lo que ganamos es estrés.
Otra variable adictiva es el contacto con la gente. Los amigos nos hacen sentir bien, nos hacen sentir parte de algo. A través de la tecnología es muy fácil tener miles de amigos. Aunque en la vida real no lleguen ni a categoría de conocidos. Yo me he sorprendido de oír hablar a personas sobre otros seguidores que tienen en las redes y al hablar con esos seguidores decirme que apenas los conocen. La gente se está creyendo que tiene amigos de verdad y lo peor es que se comportan como si lo fueran. Comparten intimidades, imprudencias, hablan del otro sin siquiera preguntar si al otro le gustaría estar en ese tema de conversación. Y otro dato importante: mucha gente se cree algo por ser amiga de Fulanito o Menganito. Las amistades se trabajan, se cuecen, se alimentan, se viven, se discute, se achucha, se besan, se apoyan, pero no se frivolizan por las redes sociales. Siento deciros que no tenéis miles de amigos, tenéis miles de personas a las que les agrada compartir cosas con vosotros, a las que les gusta lo que cuelgas, a las que puedes inspirar o reírte con ellos, pero no son amigos como tal. Si crees que ellos son tus amigos terminarás un día por esperar cosas que no te van a poder dar y con ello sentirte tremendamente vacío. Y ojo, que gracias a las redes sociales sí es cierto que hay personas que se han conocido a un nivel más personal y esto ha permitido fomentar y entablar una relación que puede acabar en amistad, pero esto es otro tema.
Podemos saber que una persona sufre tecnoestrés cuando necesita continuamente tener el último modelo de móvil u ordenador, cuando tiene la necesidad de estar todo el rato conectado a la tecnología, cuando le interfiere con su trabajo, sus amigos o con su vida social, cuando siente malestar si no consulta continuamente el correo, los mensajes o las redes sociales. Estas personas terminan comportándose, sobre todo los jóvenes, con irascibilidad, impulsividad y asilándose del mundo real.
Como toda adicción o dependencia, necesita un tratamiento. Aquí te facilito algunas pautas:
1.Establecer normas en casa, para todos los miembros de la familia, basadas en el consumo razonable de la tecnología. Decidir en qué horas habrá momentos de desconexión tecnológica, como son las horas de convivencia en la comida, cena, desayuno, las horas de estudio, el momento en el que se descansa conjuntamente en el sillón o en la cama.
2.Apagar el teléfono a partir de una hora de tal forma que no estés siempre disponible. Hay personas que están obsesionadas con su trabajo y creen que si no cogen la llamada de un cliente a las once de la noche, lo perderán. Sinceramente, ese es un cliente que deberías perder por iniciativa propia. Decide cuál es tu momento de descanso y comunica a la gente que a partir de esa hora tu teléfono permanecerá apagado.
3.Los mensajes y correos entran en el teléfono cuando la persona los manda y la cobertura lo permite, pero contestarlos es algo que tú decides cuándo. No estás obligado a contestar de forma inmediata. Cuanto antes acostumbres a tu círculo a que eres tú el que decides los tiempos de reacción, antes te sentirás libre.
4.Acostúmbrate a tener el teléfono en silencio en reuniones o comidas. El sonido de los teléfonos suele ser bastante incómodo para todo el mundo y te desconcentra de lo que estás haciendo, incluso aunque no lo consultas.
5.Dado que el teléfono y las nuevas tecnologías fomentan el cerebro multitarea, entrena tu atención para estar en el presente. Haz una cosa a la vez, apúntate todo lo pendiente, organiza tu tiempo y practica alguna técnica de meditación.
6.Realiza actividades que compensen la ansiedad que pueda generarte estos cambios: ejercicio físico, comer de forma saludable, practicar una afición, escuchar música, una técnica de relajación muscular, yoga o quedar con gente.
7.Sé un modelo de conducta de lo que deseas para ti. Si quieres que te presten atención durante una conversación, sé el primero en hacerlo con los demás. Mira a los ojos, practica la escucha activa, pregunta a la persona. Nadie desea compartir su conversación contigo y con tu móvil. Recuerda, tres son multitud.
Y en el caso de que no puedas desengancharte por tu cuenta, piensa en consultar con un profesional. No te justifiques con que es trabajo, con que es importante o con que es solo un minuto. Estas excusas ya son indicio de que no controlas la situación. Hay excepciones, por supuesto, pero la mayoría no lo son.