Imagen: Corbis
Recuerdo una vez que un jugador, de esos con solera, liderazgo y veteranía, de los que a todos nos gusta tener en nuestro equipo, me dijo “menudo tema has tocado hoy en la charla, ojalá ganemos, que si no…”. El tema eran las supersticiones y su impacto en la percepción de la suerte.
Manías, supersticiones, invocar a la suerte, el “por si acaso”, nadie quiere llamarlo por su nombre, porque a priori ser supersticioso es estar vendido a no se sabe qué y carece de valor científico. Las supersticiones más comunes son: tocar madera, buscar tréboles de 4 hojas, el gato negro, el número 13 o el 7, romper un espejo, colgar la herradura detrás de la puerta, derramar sal, apagar las velas de un soplido, no dejar el bolso en el suelo, soplar las pestañas para pedir un deseo, llevar una pata de conejo, pasar por debajo de una escalera, dejar las tijeras abiertas o cruzar los dedos. No hay un solo dato riguroso y científico que relacione directamente una superstición con la magia de modificar el destino para bien de uno. Pero a pesar de esto, más del 70 % de la gente dice tocar madera. El mismo premio Nobel de Física Niehls Bohr tenía colgada una herradura en la puerta de su casa. Él se declaraba no supersticioso y cuando le preguntaban por la incongruencia de tener la herradura, contestaba “me han dicho que funciona igual, creas en ello o no”.