La culpa es un sentimiento que nos destroza y nos hace sentir miserables. Vivimos en una cultura en la que necesitamos flagelarnos como forma de responsabilizarnos de nuestras equivocaciones. La culpa, como todas las emociones, tiene un sentido: hacernos sentir incómodos, reflexionar y comprobar qué podemos hacer por reparar el daño y evitar que nuestro error pueda repetirse. Este sentimiento, controlado, es reparador y nos ayuda a aprender. Pero, ¿qué ocurre cuando sentimos culpa más tiempo de lo necesario, cuando nos limita la vida personal, profesional y nos termina machando la autoestima? Pues que el sentimiento pierde su funcionalidad. Nos genera más sufrimiento que aprendizaje.
En este caso tendremos que aprender a controlar la situación y trabajar el autoperdón. Según Nathaniel Branden, autor de los libros “Los seis pilares de la autoestima” y “Cómo mejorar tu autoestima”, el autoperdón requiere de 5 pasos que te acompaño a continuación con alguna herramientas para que puedas ponerlos en práctica.
1- Reconoce tu equivocación y hazte responsable de ella. No ha sido alguien que te ha puesto nervioso, eres tú el que has gritado. Mientras sigas echando balones fuera, no podrás cambiar nada de tu conducta. Con el fin de protegernos y no sentirnos mal, muchas veces las personas buscan en el exterior la excusa, el motivo que justifique por qué hicieron algo que no está bien. Pero interpretando de esta manera, terminas por ver los estresores fuera y te contemplas como una mera marionetas de lo que ocurre alrededor. Sí es cierto que los problemas, el tráfico, el ritmo de vida, una enfermedad, la traición de un amigo, pueden cambiar tu estado anímico. Pero aun así sigues siendo libre de elegir la manera de responder a estos estresores.
Consejo: Busca siempre estar sereno antes de reaccionar. Mide las consecuencias de tus actos. Si utilizas tu sistema reflexivo, el nivel de errores será menor. Y si a pesar de eso te sientes mal por alguna actuación, simplemente asúmelo. No dejas de ser mejor persona por haberle fallado a alguien o por haberte equivocado.
2 - Explora las razones que te llevaron a comportarse así: ¿por qué lo hiciste, qué te empujó? Este análisis no te exculpa ni te libera de haberlo hecho mal, pero te permite tener información para trabajar la compasión contigo. Seguro que es lo que harías con algún amigo que te estuviera contando este problema.
Consejo: No busques meter el dedo en la herida, ni darle vueltas al “qué hice”. Solo estar preparado, para que llegada la ocasión, no lo repites. Esto significa tener alternativas de comportamiento preparadas en la recámara para actuar de forma que te sientas orgullo la próxima vez.
3 - Si has herido, ofendido a alguien, habla con la persona y reconoce tu responsabilidad. Trata de ser comprensivo con la persona, de entender cómo se siente, cómo le ha afectado y las consecuencias de tus actos.
Consejo: Escucha, no te defiendas, no te justifiques; la persona no necesita entenderte a ti. Lo que necesita es que seas comprensivo con ella y seas capaz de ponerte en su lugar.
4 - Repara el daño en la medida que sea posible. Si tu hijo ha perdido el balón de un amigo, pídele que lo reponga, que entregue el suyo, que le compre otro (si no tiene dinero trata de intercambiar un trabajo para la comunidad del hogar a cambio de comprarle tú el balón). Acostúmbrales o acostúmbrate tú a escribir una nota a mano, personalizada, con afecto, en la que se pida perdón con palabras amables. Ten un detalle con la persona.
5 - Elabora un plan firme y con compromiso para que no vuelva a ocurrir. Anticípate antes de que ocurra. Las experiencias nos forman y educan. Nos dicen qué no queremos que vuelva a repetirse. No vale simplemente con pensar que no lo volverás a realizar. Necesitas entrenar otra alternativa.
Consejo: Imagina que eres de los que se exasperan conduciendo y que te has prometido mantener la calma cada vez que cojas el coche. A partir de ahora, haya tráfico o no, tengas prisa o no, entrena tu comportamiento alternativo: pon música, utiliza palabras que te relajen, como calma, tranquilo, disfruta; cuando te metas en un atasco concéntrate en ese programa de radio que te hace gracia y acepta que esto es lo que hay. Trabaja esta alternativa estés nervioso o no. Ponte alguna nota pegada en el salpicadero que recuerde mantener la calma. Trata de que sea algo gracioso y no una nota en tono de reproche. Nos cuesta menos seguir órdenes positivas que las amenazas.
Recuerda tener compasión contigo. Ser compasivo no es ser dejado y aceptar todo lo que venga. Es una manera amable de tratarte, de perdonarte, sin dejar de tener el propósito de mejorar aquellos comportamientos que no te gustan de ti. Pasarlo mal y sentirte culpable, puede ser la vía para el cambio, no un sufrimiento gratuito.