Hace unas semanas hablaba de la importancia de educar jugando e iniciaba así una serie de artículos para fomentarlo. Educar jugando implica para muchos padres salir de su zona confortable. Dejar de hacer lo que hemos visto en nuestro entorno y de cómo fuimos educados para poner la creatividad e imaginación al servicio de la educación de nuestros hijos o de los alumnos.
Una de las ventajas de educar jugando es que es poco previsible para los niños y adolescentes. Y para ellos, todo lo novedoso, es atractivo. Educar jugando también nos permite ser reflexivos. Dado que tenemos que pensar qué hacer, cómo inculcar un valor, de qué manera llegar, fomenta la reflexión. Muchas veces, educando o corrigiendo, nos salta la vena irascible, actuamos como hemos visto en el pasado, sin medir las consecuencias, sin pensar si existe una alternativa mejor. Así que ser creativo requiere tiempo, y con el tiempo, se templan las emociones.
Jugando a comer mejor
La hora de la comida puede convertirse en un infierno para los padres. Niños que cierran la boca, que pierden el tiempo apartando del plato lo que no les gusta, padres repitiendo una y otra vez “come, por favor, come” cada vez en un tono más alto. Un momento placentero puede convertirse en un estresor para padres e hijos. Y todos terminan perdiendo los papeles, los mayores porque se desesperan, gritan y amenazan con lo que después no cumplen: te comerás las lentejas de merienda, no te levantas hasta que no acabes, no verás la tele si no comes rápido, y un largo etcétera de promesas incumplidas que enseñan al niño que la amenaza de los padres tiene un valor igual a cero. Y los pequeños porque se ponen nerviosos, lloran y gritan con tal de conseguir el objetivo.
Además de las directrices comunes que damos los psicólogos y que puedes encontrar en cualquier artículo sobre niños y conducta de comer, te propongo ser creativo y convertir el momento de la comida en algo distinto. Me llegó a la consulta una vez el caso de una niña de 8 años que se comportaba en la mesa de forma desesperante. Sus padres describieron el momento de comer como muy estresante y dijeron que su hija les sacaba de quicio, que era maleducada, impertinente y que lo habían probado todo con ella. Siempre les digo a mis pacientes que probar todo no siempre significa probar lo correcto.
En la consulta teníamos una cocina en la que habitualmente nos quedábamos a comer. Así que cogí un plato, cubiertos y una servilleta y le pregunté a la niña por su personaje de dibujos favorito. Me dijo que la que más le gustaba era Bella, de la Bella y la Bestia. “Ah – exclamé - nada más verte entrar por la consulta me di cuenta de que tú también eres una princesa”.
Le pregunté si sabía cómo comían las princesas o cómo comía Bella y que por favor me imitara a una princesa comiendo. Me dijo que las princesas para comer eran “muy finas”. Y, estirando su espalda, se acercó a la mesa y empezó a comer con ademanes distinguidos. Simplemente la observé y le dije que me encantaba verla comer así, que era un gusto. Sus padres estaban presentes y, como en muchas otras situaciones, no dijeron lo correcto: “Si, si, aquí es muy fácil, ya verás qué pronto se olvida de ser princesa cuando llegue a casa”. Le pedí a la niña que esperara en la sala de espera y hablé con ellos. Les comenté lo importante que era para la educación de nuestros hijos esperar cosas positivas de ellos, y que si la primera vez que inicia un cambio, aunque fuese parte del entrenamiento, no lo reforzaban, la niña entendería que no es importante para sus padres y seguiría en la misma línea. El comentario correcto por parte de sus padres hubiera sido: “Menuda princesa tenemos en casa, me siento feliz cuando te veo comer tan tranquila y con estos modales, me ha encantado que nos enseñes lo bien que sabes hacerlo”. Seguramente su hija se hubiera sentido admirada, elogiada y querida por portarse como los padres desean que lo haga. Así que les pedí que a partir de ahora tuvieron cuidado y que por favor reforzaran cualquier pequeño cambio, por ridículo que les pareciera a ellos.
Le pedí por favor a la niña que tratara de comportarse cada día en la mesa como lo hace su princesa favorita. Y que si tenía dudas respecto a algún comportamiento concreto en la mesa, que les preguntara a sus padres. Y a sus padres, que tuvieran paciencia, que empezábamos un cambio y esto suponía partir de cero y no de la tensión que arrastraban desde hace años. Sobre todo les pedí que jugaran con ella. Que todo es más divertido cuando se juega. Le prometí a la niña regalarle un plato de oro si conseguía durante dos semanas comer como una princesa.
A las dos semanas volvieron. Lo primero que me dijo su padre, con una sonrisa, fue “estoy cansado de tener que arrimarla a la mesa”. Cada día me dice “retírame la silla papá y arrímame a la mesa, como a las princesas”. Yo había comprado un plato en Zara Home con el borde dorado que le regalé después de su progreso.
Este caso fue muy sencillo y hubo poquito más que corregir. No siempre el juego es tan fácil, pero siempre será más divertido y relajado que corregir comportamientos a la antigua usanza. Es más, en este caso no había funcionado durante años.
Ni a todas las niñas les gustan las princesas, ni es un ejemplo que sirva para los niños. Pero la idea es elegir un modelo de conducta con el que tus hijos se identifiquen y que se comporte como tú necesitas que se porte tu hijo.
Imitar es un juego de niños, así como hacer teatro, disfrazarnos o jugar a adivinar películas a través de la mímica. Pero además, imitar, es un tipo de aprendizaje que se llama aprendizaje vicario, de Bandura, a través del que aprendemos por imitación.
Este es un ejemplo más de ideas creativas que pueden ayudarte a educar. Será todo más relajado para ti y para tus hijos.
Hay 3 Comentarios
Es muy importante enseñar a los niños a sentarse a la hora de la comida con sus padre y hermanos, si los tienen, para mi eso es fundamental en la educación del niño; una vez en la mesa pienso que, si el niño no es muy comedor, hay que ponerle poquita comida en el plato y decirle que la pruebe, para que se vaya acostumbrando a los sabores, si se negara, se le puede decir que sólo un bocado o dos, u casi seguro que acepta y más o menos ocurriría lo mismo en el segundo plato y en el postre; para mi es fundamental que el niño no se levante de la mesa y andemos detrás de él por la casa para que vaya comiendo, con lo que coma, aunque sea poco, va saboreando y luego podemos darle algo más en la merienda, si le gusta asi irá aprendiendo a comer poco a poco; otra cosa son los niños hiperactivos, eso ya son los especialistas los que saben como hay que educarlos para que coman bien.
Publicado por: Inés | 28/07/2016 13:40:27
Para educar primero hay que investigar, probar y compartir. Ayudanos a poder completar una web de lugares donde comer sea un placer y se pueda disfrutar mientras se aprende. http://www.capitanfood.com
Publicado por: Capitanfood | 27/07/2016 9:52:41
Muy importante, esencial para educar es el ejemplo que demos:
https://dametresminutos.wordpress.com/2015/06/10/teresa-y-tu-por-ejemplo/
Publicado por: José Iribas | 27/07/2016 9:13:20