“Tengo un pensamiento que se me repite una y otra vez, no la puedo controlar. Cuando menos me lo espero, da igual que la situación tenga que ver o no, me aparece, me atrapa y se queda en mi cabeza minutos, horas. Me hace sufrir, me da miedo, me altera. Y lo peor de todo, pienso que si sigo así me voy a volver loca. Creo que tener estas ideas no es normal, que se me va a ir la cabeza porque un día no lo podré controlar. Llego a pensar que son señales de algo malo que va a suceder y ahora me están bloqueando todo el día. No puedo concentrarme a la hora de trabajar, estoy en el sillón viendo una película y ni la disfruto. Estoy cansada de mis pensamientos”.
Esta breve descripción pude ser la de cientos de miles de personas que se quedan atrapadas en sus pensamientos. Podemos ponerles el adjetivo de obsesivos, negativos, catastrofistas, inútiles, rumiantes, lo que cada uno elija ponerles. Lo cierto es que generan altos niveles de angustia y sensación de descontrol. Muchos de ellos, dado que vaticinan desgracias, producen miedo y terror a que se cumpla lo ideado. La temática es amplísima: enfermedades, muertes, pérdida del trabajo o de la pareja, miedo a sufrir, a que le pase algo a los hijos, a tu padres, a ser engañado, a salir a la calle y que te marees, que te dé un infarto o cualquier otra cosa.