El accidente de avión del equipo de fútbol Chapecoense nos ha sobrecogido a todos. Los que hemos viajado en estos vuelos chárter de equipos de fútbol y sabemos qué se cocina ahí dentro, hemos empatizado muchísimo con la tragedia. Desde el momento en el que despegas rumbo a tu meta, solo hay ánimo, fuerza, buen rollo, deseos de ganar, bromas, sueños, compañerismo. Al que le da miedo a volar lo distraen con tal de que no lo pase mal; los periodistas tratan de hacer piña y tener buen rollo con la plantilla y se suele respirar complicidad. Muchos de nosotros hemos vivido esos momentos y están cargados de emociones positivas, de disfrute, de ilusión y de compañerismo. Y no te puedes imaginar cómo es el vuelo de vuelta cuando ganas. Es todo lo descrito, pero al cuadrado. Emociones que no se olvidan y un enorme sentimiento de pertenencia.
Momentos que no se olvidan como tampoco se olvidará nunca la tragedia de ver cómo todo un primer equipo desaparece. Sin tiempo de despedirse, sin tiempo de prepararse, sin cumplir los sueños de chavales que estaban llenos de vida y talento. De repente todo, todo se desvanece. Atrás quedan hijos, madres, embarazos, padres que pierden al orgullo de sus casas, al chaval del que hablaban cada lunes con sus amigos. Atrás quedan compañeros lesionados que no pudieron viajar con emociones encontradas de rabia, amargura pero también de felicidad plena por no haber volado. Quedan conversaciones a medias, perdones y disculpas que no se dieron, reconocimientos que se dejaron para más adelante, bromas que no se gastaron, agradecimientos infinitos para los que uno cree que siempre hay tiempo. Quedaron carpetas abiertas que ahora dificultarán el duelo.
El duelo es un proceso natural que todos atravesamos cuando perdemos a un ser querido. Incluso cuando perdemos algo muy importante como es el trabajo, la relación de pareja o la mascota. El duelo se manifiesta a través de una serie de etapas cargadas de emociones que atraviesa desde la negación hasta la aceptación y finalmente, el poder empezar de nuevo sin la persona perdida. El duelo, en circunstancias normales de pérdida, como es la muerte por enfermedad o por vejez, puede durar entre seis meses y dos años. Pero dado que el dolor es difícil de medir, tampoco podemos medir las reacciones de las personas. Sí es cierto que la manera de vivirlo y gestionarlo va a depender de una serie de factores como lo esperable que fuese la muerte, la edad de la persona, lo trágico o la fatalidad del desenlace, incluso influyen los estresores y circunstancias personales que el familiar estuviera atravesando. Como ves, ninguno de los factores favorece un duelo fácil para sus allegados: ni era una muerte predecible, ni estaban en edad de morir, ni fue un proceso natural, sino todo lo contrario, algo dramático. Y si además le sumas el motivo del vuelo, la participación de un equipo modesto en una final de fútbol, que ya de por sí estaba cargado de emociones, todavía lo dificulta más.
En casos de crisis, los psicólogos cuentan con protocolos para ayudar a los familiares y a las víctimas. No es el momento de pedir a nadie que esté bien, sino de dejar llorar, hablar, desahogarse. No hay un patrón de cómo es el comportamiento sano en estos momentos. Hay persona que entran en una fase de shock, que se quedan mudas, otras que lloran de forma desconsolada, otras que verbalizan que no está pasando y que no es verdad lo que ha ocurrido, otras que necesitan medicación para poder conciliar unas horas de sueño. Es importante buscar ayuda que pueda facilitar la expresión de emociones y que ayude a canalizar cada momento, a comprender lo incomprensible y que permita darles algo de consuelo.
Consuela hablar con el grupo de personas que atraviesan las mismas fases que tú. Los familiares tienen la impresión de que son los únicos capaces de empatizar de verdad y sentir lo mismo. Desahogarse entre ellos es un consuelo. Algunos pueden sentir culpa (“por qué le animé a que fichara por este equipo”), soledad tremenda (“se me va el amor de mi vida”) y un sentimiento de desesperación profundo con un proyecto de vida truncado.
Tragedias ocurren todos los días, es cierto: accidentes laborales, accidentes de tráfico, peleas y agresiones. Pero cuando ocurre de esta manera, a un grupo de chavales jóvenes que perseguían un sueño, empatizamos hasta lo insospechado. Desde el futbolista que continuamente está viajando hasta cualquier madre o padre que podría verse identificado con los padres de los fallecidos.
Decimos que la vida es un regalo, que la vida es maravillosa, pero qué difícil es encajar en estos momentos esa parte injusta de la vida. Esa que, sin previo aviso, te arrebata el sueño, la vida y deja a cientos de personas desconsoladas intentando entender lo que es incomprensible. El club Chapecoense dejó este vídeo homenaje a sus eternos campeones. Descansen en paz.
Hay 1 Comentarios
Nose como la vida puede ser tan linda y ala vez tan cruel, en el momento mas felices te da una sorpresa y te arrebata un ser querido, uno debe ser fuerte y no de caer
Buen post
Publicado por: hoteles en cali | 18/12/2017 16:24:39