PlenaMente

25 feb 2017

El valor de la discreción y la prudencia

Por: Patricia Ramírez

La persona prudente
El gran problema de la indiscreción es que no tiene vuelta atrás. Las palabras no se las lleva el viento, y lo dicho, aunque pidas disculpas, dicho queda. Cuesta ganarse la confianza de la gente, cuesta ser alguien en el que poder confiar, pero bastan unas solas palabras para echar por la borda toda la reputación. Una frase o una conducta imprudente acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de ti.

Ser prudente supone guardar confidencialidad con la información de otras personas, con la tuya propia o tener cuidado de no lastimar a otros con comentarios que puedan ser hirientes. Ser prudente es estar en tu sitio con discreción. La prudencia está estrecha y directamente relacionada con la capacidad de valorar las consecuencias de nuestros actos y comentarios. La persona que consigue comportarse con prudencia realiza un análisis del impacto que puede tener lo que diga o lo que haga. Por el contrario, la persona imprudente no mide, no evalúa, no tiene en cuenta las consecuencias de lo que comparte. Y esto hoy en día, con la exposición a la que estamos sometidos, es un peligro. Puede arruinar una idea profesional, dejarte en ridículo, perder un trabajo, perder amigos…

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Personas que no tienen ansiedad 2
La emoción de la ansiedad es una respuesta que todos llevamos en nuestro código genético. Todos, absolutamente todos, desencadenamos esta respuesta de lucha, huida o paralización ante lo que consideramos una amenaza. Existe una parte de la población que tiene una mayor vulnerabilidad a sufrir ansiedad, pero todos podemos aprender a gestionarla. Una de las claves para tener la ansiedad a raya está en aquello a lo que otorgamos poder de amenaza.

Nuestro cuerpo diseñó la respuesta de ansiedad para ponernos a salvo de peligros reales, peligros que amenazaban nuestra integridad y nuestra vida. Por ello, ante la interpretación de un peligro, real o infundado, nuestro cuerpo se agita de una forma tremendamente incómoda, altera el pulso, acelera el corazón, libera adrenalina, nos da vigorosidad, ganas de correr, palidecemos, nos entran ganas de hacer pipí, sentimos que nos falta el aire o se nos cierra el estómago. La reacción está justificada en el caso de tener que poner a salvo nuestra vida. Pero la reacción no está justificada cuando la amenaza es perder a la pareja, fantasear con la idea de que nuestros hijos tendrán un accidente en el autobús escolar, la idea de poder enfermar en un futuro y tener un cáncer galopante, de perder el trabajo o no encontrarlo. Hemos terminando mal utilizando un recurso que nos ponía a salvo. Ahora lo desencadenamos ante situaciones incómodas, que generan incertidumbre, pero que requieren otro tipo de soluciones, no la de alterarse.

Personas que no tienen ansiedad
Las personas que habitualmente viven sin la incomodidad de la ansiedad, ¿cómo piensan, sienten y actúan?

Tienen recursos para afrontar situaciones. Peligros, alrededor, tenemos todos. Pero hay personas, que llegada la ocasión, se ven capaces de afrontarlos. Ya sea por su experiencia con el pesado, por su capacidad de análisis o por su perseverancia. Ven los peligros como retos, no como algo que vaya a dejarlos en el camino.

No anticipan y fantasean con lo peor que puede pasar. Si todos practicáramos este dramático ejercicio mental, anticipar todo lo malo que puede ocurrir y en el peor de los escenarios, todos terminaríamos desencadenando el miedo y la ansiedad. Muchas personas creen que obsesionarse con el futuro desolador de alguna manera lo previene, pero no es así. En todo caso, lo potencia. Porque aquello para lo que te preparas terminando enfocando tu mente en ello. Y al final terminas viendo y encontrando lo que temes.

No pierden el tiempo atendiendo lo que no controlan y se centran en lo que es útil. La mayoría de nuestros miedos no son situaciones, personas o acciones que podamos controlar, es decir, no dependen de nosotros. Son decisiones o situaciones que dependen de la decisión de otros, del destino o de la genética. Y a aun así la gente se enreda con ello. La gente que no sufre ansiedad, ignora este tipo de situaciones centrando la atención en el presente. Un simple “gracias mente por recordarme que el autobús se puede caer por un precipicio”, “gracias mente por avisarme de que algún día de algún año puedo sufrir un cáncer”, sin más. Esto será suficiente para que la mente no dé valor a esa idea, a la que, por mucho que quieras analizar, jamás controlarás. Lo peor que puedes hacer es prestarle atención, rumiar, juzgar y buscar argumentos que te relajen frente a tu miedo. Eso solo la potenciará.

Aprenden a vivir con riesgo. Las reglas del juego de la vida implican riesgos, aventuras e indecisiones. No sé en qué momento alguien inventó que para ser felices y estar tranquilos todo a nuestros alrededor, dependa o no de nosotros, tuviera que estar bajo absoluto control. Hay que aprender a convivir con “lo que tenga que ser, será” para muchas de las situaciones.

Utilizan el humor para gestionar momentos complicados. La vida es graciosa, pero nos empeñamos en ver el lado más dramático. Reírse de los miedos nos confiere control. La risa es una respuesta antagonista con la respuesta de ansiedad. No es frivolizar, es elegir el grado de importancia que tiene algo inútil en tu vida. Nada más.

Se enfocan más en las soluciones que en la propia catástrofe. La persona que vive relajada continuamente está pensando en qué soluciones tienen sus problemas, no en cómo les va a limitar la vida. Imagina un trabajador autónomo que pierde parte de sus clientes. En lugar de pasarlo mal pensando que ahora le costará llegar a final de mes, invertirá ese esfuerzo y energía en buscar ideas para generar otros clientes y mercados posibles.

Practican técnicas que les ayudan a gestionar sus emociones: meditación, relajación, respiración o visualización. La respuesta de ansiedad viene por la activación del sistema nervioso simpático. También participa la amígdala, nuestro centro neurálgico del miedo. Estos ejercicios permiten serenarnos y relajarnos, creando respuestas antagonistas que reducen el nivel de activación del sistema nervioso.

No tienen la percepción de que viven en mundo amenazante o peligroso, dejando así de personalizar todo lo que ocurre alrededor. No mantienen continuamente conversaciones tóxicas o negativas, ni con ellos, ni con su entorno.

Confían en los demás y en la ayuda que puedan prestarles. No se ven solos ante el peligro. Además de responsabilizarse de sus vidas y de sus emociones, saben que cuentan con una red social, familiar, de apoyo que podrán atenderles si sufren algún percance o si necesitan algún tipo de ayuda. Sentirte protegido y apoyado por los demás es una manera de sentirte seguro.

Llevan una vida equilibrada con hábitos de vida saludables. Descansan, practican deporte y comen de forma sana. El sueño repara nuestro organismo mientras dormimos. El ejercicio físico ayuda a mantener el sistema nervioso controlado, libera endorfinas y dopamina y permite que nos sintamos mucho mejor. Y la alimentación es nuestra gasolina. Si estos pilares los tienes desordenados, difícilmente, por mucho que te relajes o pienses en positivo, puedas encontrarte interiormente sano.

La persona serena no tiene una vía serena a su favor, lo que tienes es una actitud relajada ante la vida. Vive con menos prisa y menos amenazas que los que sí sufren ansiedad.

18 feb 2017

El sufrimiento del malpensado

Por: Patricia Ramírez

Fiarte de la gente malpensado
El sufrimiento y la justificación del malpensado

Ser malpensado tiene un motivo racional: prevenirte de quien pueda herirte. Pero también acarrea mucho sufrimiento. Las personas que esperan cosas negativas de los demás, como traiciones, infidelidades o deslealtades, sufren más y no siempre se protegen mejor. Y también hacen sufrir al otro.

El engaño forma parte de nuestras costumbres. Engaños pasivos y engaños intencionados. Y no me refiero solo el fraude del que te cuela un billete de diez euros falso cuando te paga o del que te dice que no puede hacerte un favor porque tiene que visitar a su madre en el hospital cuando ni siquiera la madre está enferma. La falta a la verdad, a la sinceridad y a la información contrastada y rigurosa es un mal común en nuestra sociedad. Vivimos en mundo hiperinformado, pero no documentado. La gente opina sobre lo que sabe y lo que desconoce. Muchos afirman ideas, teorías, paradigmas sin base científica alguna. Las postulan como verdades absolutas y el común de los mortales, con menos conocimiento que ellos o ansioso y vulnerable de encontrar solución a su peso, su altura, su calvicie, su depresión, su colesterol, sus problemas de pareja, le sigue como quien sigue al profeta.

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15 feb 2017

No todo es actitud

Por: Patricia Ramírez

No todo es actitud
Son miles de mensajes los que rondan por las redes sociales incitando a la gente a ser feliz, a vivir mejor, a no sufrir, a hacer lo que les plazca, a vivir pasiones y a disfrutar profundamente de la vida. A priori, el mensaje parece genial. Pero para muchos puede provocar el efecto contrario. Porque no es cierto que todo sea actitud, que todo dependa de nosotros, que podamos cambiar la suerte cada vez que queramos y que si nos ponemos al límite, todos los objetivos y sueños están a nuestro alcance.

Muchas son las personas a las que este tipo de frases motivantes les lleva a sentirse fracasadas, ¡¡¡porque ellas no son capaces!!! O por sus miedos, o por su déficit en habilidades sociales, o porque sinceramente tienen limitaciones, o físicas, o intelectuales o menos cantidad de dopamina, serotonina o cualquier otro neurotransmisor o porque su cerebro no está configurado de la misma manera que el de una persona más valiente y atrevida. Así que dejar todo el éxito en manos de la actitud es una faena para muchos. Cuando lo hacemos, olvidamos el peso de la genética, que lo tiene, el peso de las circunstancias que nos rodean, que lo tiene, el peso de la educación recibida y el lastre que para algunos ha supuesto, que lo tiene, y muchos otros factores que también intervienen. No todo es actitud. Incluso la suerte, la buena y la mala, también juega sus bazas.

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Comer de forma serena
Y como tal estado mental, hay que estar preparado entrenándose para conseguirlo. Comer es un acto que podríamos disfrutar. Comer podría ser un acto elegido, tanto el momento, la cantidad como el contenido. Comer podría ser una actividad que realizáramos con serenidad.

Pero… la experiencia en la consulta me demuestra que comer para muchos es engullir. Es un momento de premio o de castigo. Un momento estresante, rápido, de duda, que lleva al remordimiento – “¿Por qué  me comí las galletas?” -, a la culpa y a los juicios de valor – “no tengo control ninguno, no soy capaz de cumplir con lo que me propongo, doy asco de lo gordo que estoy”. Comer puede llegar a ser una lucha contra uno mismo, una forma de sufrir durante décadas, un estilo negativo de vida.

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08 feb 2017

¿Sufres tecnoestrés?

Por: Patricia Ramírez

Tecnoestrés
El término fue acuñado en 1997, es decir, ¡¡HACE 20 AÑOS!!, por Larry Rosen y Michelle Weil y se define como la adicción psicológica a la tecnología.  Hace 20 años no teníamos WhatsApp, Tuiter, Instagram. Ni mucho menos estábamos tan conectados como lo estamos ahora. La dependencia y consecuente adicción en este momento es mayor y se inicia a edades más tempranas.

Cuando uno es adicto a algo, ya sea sustancia, móvil o likes de una foto, dependes de ello. Es decir, su estado emocional, su tranquilidad, su paz, su nerviosismo, su rabia, su frustración e incertidumbre, dependen del tiempo que está en contacto y el uso que hace de lo que le produce dependencia.

¿Por qué produce adicción la tecnología? Son varios los motivos. En el momento en el que realizas una actividad que te activa, que te da placer, de la que esperas una respuesta, como puede ser la contestación a un mensaje, a un correo, la superación de un nivel de un juego, tu cerebro pone en marcha el sistema de recompensa. Y a través de un neurotransmisor que es la dopamina, te enganchas. La dopamina te hace sentir bien y es la responsable del placer que se libera cuando estás en contacto con el juego, con las drogas, el azúcar o con la tecnología, entre otros. El sistema de recompensa y su dopamina están ideados de forma brillante para asegurar nuestra supervivencia. Cuanto más apetitoso es un alimento, cuanto más placer tenemos con el sexo, más nos apetece repetirlo, y así, sobrevivimos.

Otro motivo es la autoestima, que también depende de la tecnología. Millones de personas sienten que cobran valor cuantos más “me gustas” reciban. Buscan agradar y ser reconocidos a través de sus redes sociales. Se vanaglorian del número de followers que tienen, y convierten el arte de subir fotos y el tipo de fotos en todo un estudio de doctorado. No lo hacen porque en este momento les apetezca. Lo hacen porque es el momento de más tráfico, porque saben que en ese momento la gente está más atenta o porque llevan tiempo sin colgar una foto y creen que es la ocasión para despertar el interés. Cuando reciben crítica positiva y elogios, se sienten fuertes y poderosos. Pero también ocurre lo contario cuando no se sienten aceptados o criticados. Y esto es tan válido para los adolescentes como para muchas otras personas aparentemente maduras.

Las nuevas tecnologías también cubren una necesidad humana, la curiosidad. Nos gusta saber y explorar. Las redes sociales e internet permiten tener información en cualquier momento y en milisegundos. “Oye, te has enterado de…” - “Por supuesto que sí”. De hecho, nada de lo que ahora cuentes es sorpresivo, todo el mundo está al día de todo y de todos. Yo, que soy muy despistada, un año me enteré el 31 de diciembre, en el resumen de final de año que hacía Canal Plus, del accidente de Carlos Sainz a 500 metros de la meta. Recuerdo que estaba enferma y mis amigos salieron a tomar algo. Cuando llegaron al medio día les conté la noticia como si fuera la bomba y ellos no daban crédito de que no me hubiera enterado en su momento. “No sabéis lo que le ha pasado a Carlos Sainz llegando a la meta…”. Entre mis amigos fue la gran risa. Esta situación ahora no podría volver a vivirla. Es imposible que no me entere ahora de algo. Estamos inundados de información. Lo quieras o no, te enteras. La tecnología ha anulado mi capacidad de ser despistada. En cambio, era súper cuidadosa con todos los cumpleaños de la gente, de mis amigos, familia, de los futbolistas con los que he trabajado. Y me encantaba felicitarlos el día de su cumple, era algo especial para mí. Ahora ya no lo hago, encuentro que no tiene mérito alguno. Ya no necesitas recordarlo, basta con que abras el Tuiter o el Instagram y ahí salen todas las felicitaciones.

Nos enganchamos también a la inmediatez, a la prisa, pensando así que vivimos más, que nos adelantamos y que ganamos tiempo. Pero lo que ganamos es estrés.

Otra variable adictiva es el contacto con la gente. Los amigos nos hacen sentir bien, nos hacen sentir parte de algo. A través de la tecnología es muy fácil tener miles de amigos. Aunque en la vida real no lleguen ni a categoría de conocidos. Yo me he sorprendido de oír hablar a personas sobre otros seguidores que tienen en las redes y al hablar con esos seguidores decirme que apenas los conocen. La gente se está creyendo que tiene amigos de verdad y lo peor es que se comportan como si lo fueran. Comparten intimidades, imprudencias, hablan del otro sin siquiera preguntar si al otro le gustaría estar en ese tema de conversación. Y otro dato importante: mucha gente se cree algo por ser amiga de Fulanito o Menganito. Las amistades se trabajan, se cuecen, se alimentan, se viven, se discute, se achucha, se besan, se apoyan, pero no se frivolizan por las redes sociales. Siento deciros que no tenéis miles de amigos, tenéis miles de personas a las que les agrada compartir cosas con vosotros, a las que les gusta lo que cuelgas, a las que puedes inspirar o reírte con ellos, pero no son amigos como tal. Si crees que ellos son tus amigos terminarás un día por esperar cosas que no te van a poder dar y con ello sentirte tremendamente vacío. Y ojo, que gracias a las redes sociales sí es cierto que hay personas que se han conocido a un nivel más personal y esto ha permitido fomentar y entablar una relación que puede acabar en amistad, pero esto es otro tema.

Podemos saber que una persona sufre tecnoestrés cuando necesita continuamente tener el último modelo de móvil u ordenador, cuando tiene la necesidad de estar todo el rato conectado a la tecnología, cuando le interfiere con su trabajo, sus amigos o con su vida social, cuando siente malestar si no consulta continuamente el correo, los mensajes o las redes sociales. Estas personas terminan comportándose, sobre todo los jóvenes, con irascibilidad, impulsividad y asilándose del mundo real.

Como toda adicción o dependencia, necesita un tratamiento. Aquí te facilito algunas pautas:

1.Establecer normas en casa, para todos los miembros de la familia, basadas en el consumo razonable de la tecnología. Decidir en qué horas habrá momentos de desconexión tecnológica, como son las horas de convivencia en la comida, cena, desayuno, las horas de estudio, el momento en el que se descansa conjuntamente en el sillón o en la cama.

2.Apagar el teléfono a partir de una hora de tal forma que no estés siempre disponible. Hay personas que están obsesionadas con su trabajo y creen que si no cogen la llamada de un cliente a las once de la noche, lo perderán. Sinceramente, ese es un cliente que deberías perder por iniciativa propia. Decide cuál es tu momento de descanso y comunica a la gente que a partir de esa hora tu teléfono permanecerá apagado.

3.Los mensajes y correos entran en el teléfono cuando la persona los manda y la cobertura lo permite, pero contestarlos es algo que tú decides cuándo. No estás obligado a contestar de forma inmediata. Cuanto antes acostumbres a tu círculo a que eres tú el que decides los tiempos de reacción, antes te sentirás libre.

4.Acostúmbrate a tener el teléfono en silencio en reuniones o comidas. El sonido de los teléfonos suele ser bastante incómodo para todo el mundo y te desconcentra de lo que estás haciendo, incluso aunque no lo consultas.

5.Dado que el teléfono y las nuevas tecnologías fomentan el cerebro multitarea, entrena tu atención para estar en el presente. Haz una cosa a la vez, apúntate todo lo pendiente, organiza tu tiempo y practica alguna técnica de meditación.

6.Realiza actividades que compensen la ansiedad que pueda generarte estos cambios: ejercicio físico, comer de forma saludable, practicar una afición, escuchar música, una técnica de relajación muscular, yoga o quedar con gente.

7.Sé un modelo de conducta de lo que deseas para ti. Si quieres que te presten atención durante una conversación, sé el primero en hacerlo con los demás. Mira a los ojos, practica la escucha activa, pregunta a la persona. Nadie desea compartir su conversación contigo y con tu móvil. Recuerda, tres son multitud.

Y en el caso de que no puedas desengancharte por tu cuenta, piensa en consultar con un profesional. No te justifiques con que es trabajo, con que es importante o con que es solo un minuto. Estas excusas ya son indicio de que no controlas la situación. Hay excepciones, por supuesto, pero la mayoría no lo son. 

04 feb 2017

¿Cansado de pensar de más, de darle vueltas a todo?

Por: Patricia Ramírez

10 Consejos para pensar menos
Hay gente sencilla a nivel cognitivo y otra más compleja. Hay gente que piensa mucho y otra que no da vueltas a las cosas. ¿Pensar mucho es negativo? Si hablamos en términos de sufrimiento, seguramente aumenta la probabilidad. Pensar mucho, refiriéndonos con ello a darle vueltas a las preocupaciones una y otra vez, rumiar, querer controlar, anticiparnos, predecir o buscar soluciones de forma descontrolada, puede hacerte dudar y genera ansiedad. Por el contrario, un pensamiento relajado, que acepta la incertidumbre, que fluye, permite vivir con más serenidad.

Los motivos de por qué algunas personas piensan de más pueden ser diversos:

-Sentirse inseguros. Estas personas tratan de que no se les escape valorar todos los peligros, las alternativas o las posibles soluciones. Quieren dar en el clavo y no fallar. Y como no siempre la solución es evidente, piensan, repiensan y vuelven a pensar. Le dan tantas vueltas a la toma de decisiones, que lo que en un principio les parecía bien termina por generar dudas.

-Querer tener el control absoluto. El control nos da seguridad, pero la vida tiene su parte de incertidumbre y de misterio. Muchas son las situaciones que se escapan a lo que podemos controlar. Y cuando empiezas a pensar en todo lo que te preocupa pero no depende de ti, puedes terminar dándole vueltas a la pescadilla que se muerde la cola pero sin encontrar soluciones.

-Tener un trastorno obsesivo. Te lleva a querer razonarlo todo de forma incontrolada, le das vueltas a la ideas una y otra vez, tratas de comprobarlo todo y en muchos casos, terminas realizando rituales (como ordenar de forma excesiva, tocar madera) que reducen momentáneamente la ansiedad de lo que te preocupa, pero que al rato vuelve a resurgir.

-El cerebro multitarea. La idea de que eres más eficaz cuando abarcas varios temas a la vez te lleva a tener la mente en varios temas pero a no estar atento y concentrado con ninguno.

Estos diez consejos pueden ayudarte a calmar la mente:

Anota lo que tengas pendiente de hacer. No abuses de tu memoria. Con ello obligas a tu cerebro a que esté pendiente de información que se puede perder y que de ser así, te ocasionaría un trastorno. Cando haces listas o anotas las cosas, te relajas sabiendo que ya no se te va a olvidar la información.

Distánciate. Como explica Russ Harris en su libro La trampa de la felicidad, existen preocupaciones de las que no podemos ocuparnos porque su solución no depende de nosotros en ese momento. Así que prestar atención a esas preocupaciones hará que solo se repitan más y nos hagan sufrir. Trata de no hablar con esas ideas, da las gracias a tu mente y lleva tu atención al momento presente. Con una sola vez que practiques este ejercicio no será suficiente para que puedas coger el hábito de distanciarte de tus ideas. Lo ideal es convertirlo en una filosofía de vida.

Haz ejercicio. Cuando la cabeza empiece a centrifugar, ponte la ropa de deporte y sal a correr, a caminar o baila dónde estés. El ejercicio calma la mente y permite pensar con más serenidad.

Medita diariamente. La meditación te ayudará a trabajar tu atención, a poder estar presente en lo que haces sin dejar que la tormenta de pensamientos se apodere de ti. Los pensamientos no podemos evitarlos, pero si podemos aprender a no prestarles la atención que demandan.

Aprende a decidir con un margen de error. No pasa nada. La mayoría de las veces te puedes equivocar y no pasa nada. Entiendo que no tengas ese margen de error si eres el responsable en la NASA de lanzar el próximo cohete al espacio. Pero la mayoría de los que se agobian con su pensamiento se pierden tomando decisiones hasta con la ropa que van a ponerse, si llaman a Fulanito o no lo llaman o si van a tal evento o no lo hacen. Suelen ser decisiones banales que de equivocarte no suponen un gran riesgo en tu vida.

Tú no eres tus pensamientos, tú eres tus acciones. Si los pensamientos te invaden, piensa que en gran parte permanecen en tu mente gracias al valor que les das. Te hacen dudar, te dicen que no vales, que fallarás, te hablan del “y si…”y tú los escuchas como si fueran verdades absolutas. Y entonces sufres, razonas, haces juicios de valor, te defiendes de ti mismo. Cuando tengas pensamientos de este tipo, obsérvalos, deja de hablar con ellos y piensa que no te definen, no dicen nada de ti.

Anota lo que te preocupa. Ten a mano una lista de preocupaciones, de tal manera que le puedas dedicar diez minutos al día para pensar en ello. Pero no más, diez minutos. Lo que no puedes permitir es dedicarle esos diez minutos mientras estás comiendo y disfrutando, trabajando, estando con amigos. Tú decides cuando pensar en tus preocupaciones y el tiempo que les vas a regalar.

Pide otro punto de vista. Es bueno contar con la perspectiva de otras personas, nos pueden dar consejos, abrir los ojos o flexibilizar y relativizar la preocupación.

Busca distracciones. Cualquier actividad que atrape tu atención puede ser un buen sustituto de la tormenta que te tiene ahora enganchado: un juego en el móvil, ordenar cajones, hacer el menú de la semana, escribir, leer, ver la tele, salir a pasear.

Estate en el presente. Una tarea a la vez. Aprende a trabajar, relacionarte y disfrutar de tu tiempo de ocio estando en el aquí y en el ahora. Conéctate con el momento, con la mente, el cuerpo y los sentidos.

Pensar es genial. Permite tener control, anticipar, planificar. Pensar es un lujo, pero decide cuándo y cuánto te va a hacer sufrir.

01 feb 2017

¡Cómo levantarse de la cama a la primera!

Por: Patricia Ramírez

Levantarte a la primera
Hay personas que se ponen hasta tres alarmas por la mañana a intervalos de cinco minutos. Y ni por esas. Les cuesta muchísimo dar el primer paso: incorporar el tronco, bajar las piernas de la cama, coger un minimísimo impulso, y despegar el trasero del colchón. Este ejercicio, a priori tan sencillo, suele ser de máxima dificultad para los que odian madrugar. En cambio hay otro grupo de personas, en los que me incluyo, que escuchan la alarma del teléfono y pegan un respingo, como si les tiraran con una cuerda de lo alto de la cabeza. Dan un bote, se incorporan y luego, reaccionan, ¡ah, estoy de pie! Reconozco que, en este reparto, pertenezco al grupo de los suertudos. No sufrir por levantarte de la cama tiene muchas ventajas: dejas de postergar y aprovechas adecuadamente el tiempo, te levantas con mejor humor y no conviertes la experiencia de lunes a viernes en una tortura. A los del grupo de levantarnos a la primera los denominaré grupo muelle, porque parezca que rebotamos de la cama. No nos rechifla madrugar y seguramente desearíamos retozar un ratito más, pero hemos convertido levantarnos a la primera en un hábito.

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Sobre el blog

“Las personas felices lo son, no porque tengan más que los demás, sino porque centran su atención en lo importante”. La visión que tenemos del mundo, de nuestro entorno, condiciona nuestro bienestar y con ello la implicación, el compromiso y la actitud que tenemos con nosotros y con los demás. Hay personas que esperan el momento perfecto para dar un paso. Pero el momento perfecto está tan solicitado, que el día que aparezca, habrá que repartirlo entre demasiados. Con este blog te invito a entrenar tus emociones, tus pensamientos y tu actitud. Te invito a responsabilizarte de lo que ocurre alrededor para que no condicione tus decisiones. Tenemos un derecho maravilloso que es elegir. Elige tu modo de conducta, elige lo que quieras ser, elige cómo quieres vivir y sentir.

Sobre el autor

Patricia Ramírez

Licenciada en Psicología, Máster en psicología clínica y de la salud y doctorada en el Departamento de personalidad, evaluación y tratamiento psicológico de la Universidad de Granada, Patricia Ramírez es experta en psicología deportiva (campo en el que ha asesorado a equipos de fútbol como el Real Betis, el RCD Mallorca o el CB Granada) y trabajo en equipo. Colabora en varios medios de comunicación (TVE, El País semanal, Marca…).

Es autora de Así lideras, así compites (Conecta, 2015), ¿Por qué ellos sueñan con ser futbolistas y ellas princesas? (Espasa, 2014), Autoayúdate (Espasa, 2013), Entrénate para la vida (Espasa, 2012), Gestión y Control del Estrés, con Zoraida Rodríguez Vílchez (Conzepto, 2008).

http://www.patriciaramirezloeffler.com/

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