El éxito, tal y como lo entendemos, está sobrevalorado. Todo el mundo busca las claves del éxito: tener poder, dinero, relevancia, “me gustas”, ser bello, joven y delgado, tener una profesión de la que sentirse orgulloso, hacer deporte y algunas exigencias más.
Pero no hay gloria sin pérdida. Y tenemos miedo a perder. No a perder un partido o una competición, que también, sino a perder la pareja, el trabajo, la salud, la racha, el control. Nos aferramos a lo tangible e intangible como si nuestro valor dependiera de lo que poseemos. Lo que poseemos no nos identifica. Es importante diferenciar entre lo que tenemos y lo que somos. Si lo que tienes te define, será doloroso perderlo. Si consigues sentirte y “ser” a pesar de tus pérdidas, entonces podrás andar ligero de equipaje sin tener complejos, sin machacar tu autoestima, sin que te resientas, frustres o sufras.
Uno de los motivos por el que nos dan miedo las pérdidas es porque nos da estabilidad y seguridad lo que nos rodea. Pero qué fue primero, ¿el huevo o la gallina? Cuando tienes un sueño como es tener una pareja, tener hijos, un trabajo estable, vivir cerca de tus padres porque adoras la familia; cuando creces ya con esas exigencias o creencias de que son ellas las que te darán la felicidad, cuando las pierdes, también pierdes la emoción que te generaban: seguridad. Entonces, ¿es bueno soñar, tener expectativas, deseos, luchar por el proyecto de vida que deseamos? Sí, por supuesto. Tener ese proyecto de vida genera motivación, permite enfocarnos en nuestras prioridades, alejarnos de lo que resta y vivir una vida en coherencia con nuestros valores y con lo que deseamos. Pero lo ideal sería vivir y enfocarnos en ese proyecto con flexibilidad y sin miedo a estropearlo o perderlo. Porque los proyectos son eso, solo proyectos. Son sustituibles, modificables, eliminables, incluso, perdibles. Y tú sigues siendo maravilloso tal y como eres, con tu proyecto perdido o con tu proyecto logrado. Porque tus derrotas no te define. Lo que te define es el valor con el que te vuelves a levantar, el valor con el que vuelves a ilusionarte con una nueva meta, la creencia de que serás capaz, de que es posible tener segundas, terceras y muchas oportunidades más. Es posible tener un fracaso en un proyecto pero no significa fracasar como persona.
Tenemos que conseguir que tú seas tu pilar, tu seguridad, lo que te da estabilidad. De esta manera podrás perder a tu pareja, podrás dejarla ir si no te ama sin sentir que no eres merecedor de amor y que nadie te querrá nunca más; podrás perder un trabajo sin que interpretes que eres un mal profesional y que ahora quién te va a contratar; podrás perder un amigo sin rumiar en qué te has equivocado tú como si fueras el único responsable de esa pérdida de amistad; tu hijo podrá suspender un examen sin que te sientas mal padre o mala madre por no haberle hecho los deberes y asumir las responsabilidades que tenía que haber asumido él. Podrás vivir ligero de juicios de valor y prejuicios que condicionan la imagen que tienes de ti y el valor que te das. Eres valioso. Repite conmigo “tengo valor, soy una persona valiosa, por ser como soy, no por tener lo que tengo”.
Para trabajar las pérdidas puedes empezar a:
Perder o desprenderte de cosas, ideas, manías, personas. ¿Cuántas cosas acumulas por miedo a la nostalgia, a si lo necesitas el año que viene, al “por si acaso”? Puedes desprenderte de ropa que otra persona le dará un uso mejor, de cosas que te sobran y ocupan espacio, de personas que te dañan y a las que sigues el juego por miedo a no decepcionar. Elige una lista de 10 pérdidas y empieza mañana mismo. Acompaña cada pérdida con “no te necesito, mi vida sin ti, tiene sentido”.
Hablar de tus fracasos sin justificarte. Las personas que se sienten seguras son capaces de hablar de sus derrotas y fracasos sin tener que razonarlos. Simplemente, suceden. Los fracasos suceden. Podemos sacar conclusiones y aprendizajes, pero no podemos sufrirlos más allá de lo razonable. Llama a alguien, habla con tus hijos, pareja, familia y cuéntales de forma graciosa, con desparpajo y descaro, ese fracaso del que te avergüenzas. “¿Sabes que tardé 4 convocatorias en sacarme el carné de conducir teórico? Sí, sí, con toda mi parsimonia.”
Trabajar tu interior. ¿Qué te hace valiosa como persona? ¿Será tu honestidad, tu integridad, tu entrega en la amistad, tu valor para tomar decisiones, tu amabilidad y servicialidad, tu serenidad, tu paciencia? Trata cada día de apuntar en un diario un valor que te hace grande, piensa en situaciones en las que te has comportado así, cómo han reaccionado los demás, a qué te ha llevado. Recréate en tus virtudes y no en tus posesiones.
Aprender a vivir con menos. Trata de vivir con la filosofía del consumo responsable. ¿De verdad que necesitas ese nuevo jersey, esa laca de uñas, ese reloj? Hoy en día hay tantas baratijas que compramos sin pensar, total, son 3 €, no es dinero. Pero al final terminamos gastando y sintiéndonos bien momentáneamente con esa nueva adquisición. Trata de invertir esos tres euros en un café con una buena amiga y recréate en la experiencia.
Ya verás qué sensación de libertad da no tener que comprar, no tener que identificarte con una marca, no tener que fingir para ser algo a través de lo que tienes.