En 1966, el único ser humano que había escuchado a Velvet Underground en toda Inglaterra se llamaba David Bowie. Había sido mod, pop, psicodélico, pero a pesar de su determinación, la fortuna se negaba a sonreírle. Tras un viaje a Estados Unidos para promocionarle allí, su manager le trajo el acetato de un disco todavía inédito que le había dado el mismísimo Andy Warhol. Cuando Bowie escuchó The Velvet Underground & Nico, se quedó atónito y cayó rendido ante la audacia de Lou Reed y su grupo.