En el segundo acto también con el tiempo ha habido multitud de olvidos, cambios de tono y recuperaciones, desde el carácter “demi-caráctere” de las willis (originalmente eran venidas de Siria y de Persia, exotismo que está después también en la versión primera de “Las Sílfides” [o “Chopiniana”, que es el mismo ballet] de Mijail Fokin, donde las bailarinas no iban unificadas en largos tutús blancos de carácter romántico, sino caracterizadas como venidas (y estilizadas) de Oriente, de India, de España, hasta el mecanismo de hacerlas volar sobre un cable en escena (en Rusia se sigue practicando esta “magia teatral”) o emerger del subsuelo de las tumbas. Al principio de este segundo acto, en los preliminares, unos campesinos juegan a los dados en el suelo; la capa de uno de ellos hace de tapete, y está claro que se trata de un conocido símbolo. Varios estudios apuntan y hay referencias a ello en Gautier mismo, de que se trata un esfuerzo de Coralli “por santificar” a toda costa a la Giselle muerta (quem luego al defender a Albrecht frente a la Reina de las Willis, extenderá los brazos en cruz. El juego de dados de los legionarios romanos en el Gólgota que se relata en los Evangelios inspiró a Coralli para acercar el sacrificio por amor de Giselle al del Mesías y convertirlo, cómo no, en algo puro, en redención (el traje de Giselle del segundo acto no siempre ha sido totalmente blanco, sino que llevaba el rojo de la sangre –el sacrificio- en el corpiño y sus alas eran de ojos de pavo-real, un animal que representa la mala fortuna). Varios grabados con la iluminación de colores de la época lo precisan. También la famosa “Fuga” de las Willis en conjunto (no se trata de una huída, sino de una forma musical), ha sido repetidamente usada y desechada a voluntad; la redacción coreográfica actual se debe a Mijail Fokin y tiene más de creatividad propia que de la acción de un repertorista nato. Asimismo, hay una formación en círculos concéntricos de las Willis alrededor de Myrtha, su reina y jefa de operaciones nocturnas. Esta figura, que sí está datada de antiguo como de Coralli (y que se repite secuencialmente en la obra de acuerdo al metro musical), se sabe que es su evocación de la fuerte impresión que le causó la visita que hizo al monumento neolítico de Stonehenge, en las afueras de Sallisbury (Inglaterra), que se compone de hileras circulares y concéntricas de monolitos pétreos. En los tiempos de Coralli se contaban leyendas de la conexión del monumento con las druidas (hoy desmentida) y eso le inspiró la llamada “Adoración al sol”, como la parte ritualizante, mortal y pagana, de las Willis, organizadas en torno a un rito de circularidad. Es “Giselle” finalmente un ballet de locura y perdón; un tratado sucinto de los efectos del bien sobre el mal, de lo blanco sobre lo oscuro, de la luz sobre las sombras. Giselle conmueve porque perdona desde la muerte y de paso salva a Albrecht de un merecido castigo. Una vez más Albrecht iba a ser el Don Giovanni (primero del ballet de Gluck y de Angliolini, y después de la ópera de Da Ponte y Mozart) que es castigado al final por las Furias (o la estatua animada del Comendador: representan lo mismo) que lo arrastran al fuego eterno por sus actuar casquivano de conquistador, pero Giselle le exonera y le advierte el camino del amanecer, que simbólicamente es el de la vida y del perdón (salir del bosque). (continuará…)
Hay 1 Comentarios
Deliciosa amplitud de detalles respecto a la figura de Gisselle. Nadie nunca me había comentado estas similitudes con el Mesías, pero es muy interesante. Respecto al ámbito de la willis , es amplia la creencia de que son lazos entre el infierno y la vida.Buen artículo, gracias.
Publicado por: Ballet Live | 22/04/2013 14:51:33