
Mucho tiene que ver Toni Fabre (Nantes, 1964) con el ballet español del último cuarto de siglo. Tony llegó a la Compañía Nacional de Danza en 1991 seleccionado por Nacho Duato por su calidad como intérprete y se mantuvo vinculado a ella por 16 años, primero como bailarín principal invitado y luego como director de la CND2, la compañía joven que Duato creó a imagen y semejanza de la que es su escuela matriz, la de La Haya y el Nederlands Dans Theater (NDT).
Pero Fabre, que se había formado en el Conservatorio de Nantes, tenía ya una sólida experiencia escénica en el terreno del ballet, y consultando su trayectoria me encuentro con su paso por el Ballet de Karlsruhe (1981-1983) donde trabaja con Germinal Casado, que lo impulsa a ir al Ballet del Siglo XX de Maurice Béjart, y en esa estadía de 1983 a 1989 tras una parada en Lieja conoce y traba una sólida amistad con Carmen Roche, relación que dura hasta el presente y que ha dado frutos. De Bruselas, Tony marchó al Sadler’s Wells y de ahí al Ballet de Basilea. Después Madrid, donde empezó a coreografiar. En 2000 hizo para la CND2 “Holberg Suite” y aún hoy está en el repertorio activo del conjunto titular español.
Con el Fabre coreógrafo se puede empezar a hablar de algo esencialmente productivo en lo coréutico de la etapa Duato al frente de la CND. Toni fue el primero, pero hay otros artistas bailarines de aquella época que han desarrollado su fase de creadores, por citar algunos, Nicolo Fonte, Catherine Habasque, Francisco Lorenzo y Jean-Philippe Dury. Son ramas del “árbol Duato” aunque luego cada uno escogiera su propia senda estética. Modestamente, y sin que se entienda como una comparación literal, algo parecido pasó con el “árbol Cranko” en Stuttgart en los tiempos que estaban en sus filas Mats Ek, Jiri Kilian, John Neumeier y William Forsythe, por solo citar cuatro que hicieron allí sus primeros pinitos coreográficos. Han pasado 40 vertiginosos años. Hoy esos nombres son los ejes estéticos de ballet contemporáneo.
A su escala, repito, y localmente, Duato produjo su árbol y la huella estética es evidente. Fabre tiene a su favor su carácter y su manera de ser. En junio de 1993, cuando ya la CND estaba inmersa en su diametral cambio de rumbo, no sé muy bien cómo convencí a África Guzmán y a Tony Fabre para que bailaran el pas de deux de “Raymonda” en el Teatro de La Maestranza de Sevilla en una gala de homenaje a Marius Petipa, que además tenía carácter benéfico para recoger fondos para la lucha contra el sida. Ambos bailaron espléndidamente y es la última ocasión en que ví a África con tutú y corona y a Toni con chaqueta de príncipe. Ahora ambos van por el mundo remontando las obras de Duato y Fabre ha creado piezas propias para el Tulsa Ballet (“Sea Through”, 2009) y el Béjart Ballet Lausanne (“Empreintes”, 2012), entre otros. La fotografía es de Michael Slobodian y se publica por cortesía de la CND.
Hay 0 Comentarios