La bailarina italiana más famosa de la actualidad es Eleonora Abbagnato (Palermo, 1978), que ha hecho una sólida carrera en la Ópera de París, donde ha sido este 29 de marzo pasado nominada “danseuse étoile”, la máxima categoría a que pueda aspirar un artista en ese conjunto. Su carrera es claramente una muestra de tesón y de constancia. En todo el siglo XX (y lo que va del XXI), es la primera vez que una bailarina italiana obtiene estos laureles en el Palacio Garnier. Haciendo justicia, hubo un hombre italiano, Serge Peretti (Venecia, 1910 – París 1997) que también obtuvo esta categoría en el siglo XX cuando contaba 20 años y que se formó en la escuela de la Ópera misma. La lista de las italianas legendarias en la Ópera de París es tan larga como compleja y arranca con Maria Taglioni (que nació en Suecia pero fue entrenada en los rigores de la escuela italiana por su padre). Se decía en el apogeo del romanticismo: “Milán las entrena y París las disfruta”. Era verdad. Y ahí están en ese elenco memorial Carlotta Grissi (la primera Giselle), Sofia Fuoco (que triunfó también en Madrid), Fanny Cerrito, Carolina Rosatti, Guglielmina Salvioni, Angelina Fioretti, Giuseppina Bozzacchi que murió a los 17 años el mismo día de su cumpleaños y tras ser la primera Swanilda en “Coppélia”), Claudina Cucchi, Caterina Beretta, Carlotta Zambelli, Emma Sandrini (que debutó siendo niña en Barcelona), Amina Boschetti (a la Baudelaire le escribió un poema)… Eleonora Abbagnato comenzó a estudiar ballet con Marisa Benassai en su ciudad natal. Benassai (que dejó el cuerpo de baile del Teatro Massimo de Palermo y escogió la didáctica por la cerrazón de su familia a que hiciera carrera como bailarina) me contaba hace poco su ideario ético como maestra: no retener el talento (cosa tan habitual en las escuelas privadas), sino hacerlo volar y desarrollarse. Es así que llevó a Eleonora con 12 años a Montecarlo con Marika Bessobrasova y después se la mostró a Roland Petit, que se quedó tan encantado, que le preparó el rol de Bella Durmiente niña de su versión de este clásico. Y de ahí a la escuela de la Ópera de París, donde poco a poco, sin cejar un día feriado, ha llegado donde ha llegado. La nominación, cosas del destino, le llegó después de hacer la “Carmen” de Petit precisamente. En la temporada que viene, la Abbagnato volverá a ser “Carmen” en la ópera palermitana, pero en la versión de Amedeo Amodio. Lo supe de su propia voz en el Teatro de Verdura de Palermo la semana pasada, donde casi 2000 personas la aplaudieron orgullosamente en pie y a coro en la última gala del verano. Hace un tiempo, Eleonora pidió un año sabático en París y volvió a Italia, para encargarse como responsable durante una temporada de la programación y la dirección de la danza en el Teatro Petruzzelli de Bari. Escarmentada y con nuevos bríos, regresó a su puesto y a su carrera. Entonces dijo: “No dejaría París por nada, me lo ha dado todo”. Antes, en el remoto siglo XIX, Fioretti y Bozzacchi también se habían formado en la escuela parisiense. La fotografía que escojo para ilustrar este artículo es cortesía y parte de un vídeo de Vasco Rossi.
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