Es una buena ocasión la esperada visita del English National Ballet [ENB] a los Teatros del Canal de Madrid con su nueva producción de “El Corsario” y su directora y primera bailarina al frente, Tamara Rojo, para acercarnos panorámicamente a este título, que si bien se ha vuelto popular en nuestro tiempo a través de su manido, recurrente “pas de deux”, encierra una jugosa y dinámica historia, como siempre sucede con los grandes ballets de repertorio, repleta de anécdotas, nombres señeros y circunstancias que son parte de la historia misma de la danza. En esta entrega y las sucesivas, intentaré razonar sobre ciertos aspectos en los que esta obra es paradigmática de un tipo de lo que pudiéramos llamar “ballet-contenedor” (pero no cajón de sastre), siendo así que en su estilo, sobre todo por las épocas en que se gestó y cristalizó, pueden rastrearse los momentos bisagra, los cambios técnicos y estéticos que van desde el tardo-romanticismo al academicismo, y después, ya en los tiempos de las revisiones, a otras tendencias de reposición, algunas más creativas o filológicas que otras, que de todo hay de manera conviviente en el mundo global de hoy. Será necesario hacer primero un retrato de la primera intérprete de Medora, la italiana Carolina Rosati (etoile de la Ópera de París y discípula de Carlo Blasis), como es vital dibujar los antecedentes a la propia obra tanto en el ámbito literario (el poema homónimo de Lord Byron) como operístico (la ópera “Il Corsaro” de Verdi) y en el teatro musical de ballets, y llegar a la gran importancia que tiene en la historia del ballet británico (cuando, si se quiere, todavía no existía el ballet inglés como tal). Después, hacer síntesis de lo que nos ha llegado hasta hoy, ya en lo musical como en lo coréutico. Andan en activo por el globo al menos cinco versiones distintas de “El Corsario”, pero en todas hay una única genética aún reconocible, y existen al menos cuatro libros ingleses que son de gran ayuda para esta labor de disección: de Cyril W. Beaumont sus “Complete Book of Ballets” [trabajo a diario aún con la edición de 1938] y “A History of Ballet in Rusia 1613-1881”; y de Ivor Guest dos títulos (aunque se pueden citar varios más): “The Ballet of the Second Empire” [1953] y la hasta hoy definitiva biografía de Jules Perrot [1984]. Alexander Demidov en su pormenorizado estudio sobre “El Corsario” incluye, con lógica y rigor, la monumental obra de Vera Krasovskaya (“El Corsario es tratado en los tomos I y III), pero como no leo ruso, aquí mis fuentes son indirectas y siempre me ha sido de ayuda consultar los “Anales de ‘El Corsario”, publicados por David Vaughan en Ballet Review del otoño de 1987. Es interesante que Rojo se decidiera por “El Corsario” para su primer gran trabajo de producción propia al frente del ENB, y es como si hubiera atendido a la prehistoria de su compañía (hoy poco atendida), a sus tiempos fundacionales (entonces se llamaba London Festival Ballet), cuando sí había en sus fundadores y componentes una cierta voluntad pasional por el historicismo, cuando la cercanía con las trazas decimonónicas no eran algo tan lejano. En la ilustración, Carolina Rosati como Medora en la producción original de Joseph Mazilier de 1856, es una litografía de Alexander Lacauchie.
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