Acerca del ballet "El Corsario" (II)

Por: | 20 de abril de 2014

Carolina-rosatiEl ballet pantomímico “El Corsario”, dividido en 3 actos y 5 escenas se estrenó en el Teatro Imperial de La Ópera de París el 23 de enero de 1856, con coreografía de Joseph Mazilier y libreto del propio Mazilier al alimón con Herry Vernot de Saint George, la música era de Adolph Adam, en la que sería su última gran composición antes de morir en mayo de ese mismo año. Su principal protagonista fue Carolina Rosati (como Medora, una joven muchacha griega), a la que se unía una serie de esclavas (moldava, italiana, francesa, inglesa y española) que luego hacían sus danzas características respectivas. En esta primera versión también tenían mucha importancia personajes como el jefe de los eunucos del harem del Pachá Seyd así como Zulmea, la sultana favorita (juego exótico y cortesano que recupera Fokin en “Scheredzade”). Jugaban su papel Birbanto, la esclava principal Gulnara e Isaac Lanquedem, factótum del bazar y del mercado de esclavos de Adrianópolis. El ballet se basa muy someramente en el poema homónimo de Lord Byron y en una moda preexistente en la propia escena de ballet europea. El poema “The Corsair” (con algo de autobiográfico) había sido publicado en 1814, inspirado por el gusto del bardo cojo por las islas griegas, los piratas y la lectura temprana de “Las mil y una noches”. Lord Byron tuvo una hija natural (a la que puso Medora) con su hermanastra en una complicada relación incestuosa. Como si el poema fuera premonitorio, Byron vivió también un naufragio en goleta en 1822 y pisó Adrianópolis. El primer ballet inspirado por el poema de Byron y titulado “Il Corsaro” lo creó Giovanni Galzerani en el Teatro alla Scala de Milán en 1826 con música de varios autores, entre los que estaba el propio coreógrafo que también era compositor. El rol de Merania [Medora] lo encarna Celeste Viganò y Gulnara lo creó Antonia Pallerini; después organizó dos producciones en 1830 en el Teatro San Carlo de Nápoles y en 1842, de nuevo La Scala de Milán, esta última permaneció en cartel varios años. El tema caló hondo: Berlioz compuso su obertura “Le Corsaire” en 1844. Según cuenta en sus memorias (publicadas en 1904 por el editor Enrico Voghera en Roma) la ballerina Claudina Cucchi (en francés: Cuoqui), en su etapa de debutante en La Scala ensayaba la Gulnara de Galzenari cuando llegó Verdi para el estreno de “I Vespri Siciliani”, prometiéndole escribirla una variación para ella (en la “Primavera”). El 29 de junio de 1837 se había estrenado en el King’s Theatre de Londres un segundo ballet titulado “Le Corsaire” hecho por dos franceses: coreografía de François Decombe Albert y música de Robert Nicolas Charles de Bochsa (prolífico maestro y director que fue el arpista personal de Napoleón I y tuvo tiempo de escribir un “Requiem” para su propio funeral en Sidney). Esta versión tenía dos actos y el rol de Medora lo estrenó Herminia Elssler (prima de Fanny Elssler); Pauline Duvernay fue Gulnara y el propio Albert encarnó Conrad. Tuvo gran éxito y el 30 de septiembre de 1844 el propio Albert lo repone en el Theatre Royal Drury Lane con Clara Webster como Medora, Adeline Dumilâtre en Gulnara y de nuevo Albert en el corsario Conrad. Esta vez la versión ya había sido ampliada a tres actos. Las críticas en el Times de octubre hablaron de los ‘pas de deux’ y los “lifts” [cargadas] virtuosos. Cuatro años después, en 1848 Verdi estrena en el Teatro Grande de Trieste su ópera “Il Corsaro”, basada también en el poema de Lord Byron y que tiene dos “dance arias” (marcha del coro en el acto I y vals Nº 13 en el acto III) entendiendo que no se bailaban, sino que poseían ‘tempo di danza’. En esta rara ópera verdiana el barco y la tormenta estaban presentes. “Il Corsaro” de Verdi se repuso en Milán y Turín en 1852 y en Venecia en 1853: el tema de Lord Byron estaba de moda otra vez. Mazilier estrenó en 1853 también en París “Jovita o Los Bucaneros”, que se desarrollaba entre el mar Caribe y unas plantaciones mexicanas “en la cordillera”. Carolina Rosati fue también la protagonista (Jovita Cavallines) y había grutas y raptos, personajes de apellidos como Altamirano o Zubillaga, esclavas y negros. Volviendo al estreno de “Le Corsaire” de Mazilier, su premiere se hizo en honor del emperador Napoleón III y de la Emperatriz (que pagó parte de la costosa producción). “La France Musicale” escribió que eran maravillosos los efectos de rayos en la tormenta mientras el barco era batido por gigantescas olas. Los elogios a Rosati fueron superlativos, lo mismo que al Conrad del mimo italiano Domenico Segarelli (aún Conrad no bailaba). Casi a la vez, la moda londinense era otra bien distinta. Los largos ballets-pantomima se cortaban en “ballet-divertissements”, hasta que al empresario Benjamin Lumley (director del Her Majesty’s Theatre e inventor del concepto de las galas de ballet) le llegan las noticias del éxito parisiense de Le Corsaire” y decide ponerlo entero, con Carolina Rosati en Medora; de todo ello da cuenta en su libro “Reminiscences of the Opera” (Londres, 1864; reimpreso en Nueva York en 1976). El estreno fue el 8 de julio de 1856, apenas seis meses después del estreno mundial de París. Y aquí la prensa volvió a elogiar las escenas del barco y la tormenta y hasta piropearon la música de Adam. The Sunday Times elogió el cuerpo de baile y el crítico de The Times escribió que nunca había visto olas así en un teatro. Y así se consagró la Rosati ante el público británico.

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Estupendo trabajo. Serio. Fruto del conocimiento.

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Por Pies

Sobre el blog

Un espacio para la reflexión y la crítica de la danza y el ballet. Su historia y avatar en el mundo global, los cambios estéticos y los nombres propios en una escena universal y dinámica. Ballet clásico, moderno y contemporáneo; danza actual y teatro-danza; ballet flamenco y danza española; festivales, teatros y compañías, diseños, música y tendencias; los grandes coreógrafos junto al talento emergente. La DANZA es una y así debe glosarse y ser estudiada desde todos sus ángulos, como verdadera materia de cultura.

Sobre el autor

Roger Salas

es el crítico de danza y ballet del periódico EL PAÍS desde hace 28 años, con una breve pausa cuando participó en la aventura de la revista "EL GLOBO"; nació en Holguín (Cuba) en 1950, estudió piano y presume de autodidacta. Emigró a Europa en 1982 y ha publicado dos libros de cuentos, una novela y varios ensayos sobre ballet, ciencia coréutica y danza española. Roger cree, como dijera Maya Plisetskaia un día, que "la danza salvará al mundo".

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