Actualmente tenemos en el panorama activo del ballet al menos unas cinco o seis versiones del “El Corsario”; en realidad, no son tan diferentes entre sí, aunque varían medularmente en cuanto a la intención, al punto objetivo de qué se le quiere dar al espectador contemporáneo. Y tal como sucedía en el siglo XIX, sigue pasando en el XXI, los criterios están polarizados en dos focos: Moscú y San Petersburgo. En Moscú la verdad es que este título se ausentó un tiempo de la cartelera del Bolshoi, pero sin embargo los moscovitas vieron a partir de 1931 la versión de Vladimir Bourmeister, que un año antes había llegado a la dirección del Teatro Stanislawski y Demirovich-Danchenko; fue allí su primera gran apuesta de recuperación de la “herencia zarista”. No se pierda de vista que eran tiempos turbulentos de purga y profunda remodelación de la cultura a través de lo pautado por la estética maxista-leninista, y todavía en 1930 se discutía si se debía mantener la opulencia imperial de aquellas obras o redirigirlas hacia una estética y filiación más ortodoxa. Bourmeister, que luego hizo también su “Lago de los cisnes” (1953) con sentido y uso filológico de la partitura de Chaicovski, había vivido en directo la versión de Gorski del “Corsario” en el Bolshoi y acentuó los valores dramáticos, pero desechó los añadidos musicales extemporáneos a Petipa. En 1955, Gusev viaja a Leningrado y pone esta versión algo retocada en el libreto (junto al historiador Yuri Sloninski) en el Ballet del Teatro Mali (hoy de nuevo Teatro Mijailovski de San petersburgo), la segunda compañía de la ciudad. ‘Mali’ en ruso significa “Pequeño”, pero la compañía fundada en 1915 tenía un centenar de bailarines y dos orquestas. Oleg Vinogradov la vio y cuando ya es director del Kirov llama a Gusev para que ponga su versión en 1987 y sustituya la anterior de Konstantin Sergueyev de 1973. En Moscú, Yuri Grigorovich llamó a Sergueyev en 1992 al Bolshoi y estrena su “Corsario” en la capital con un nuevo arreglo orquestal del Alexander Sotnikov, pero apenas dos años después, el febrero de 1994, Grigorovich la sustituye por la suya propia llevando la estructura a su tono y estilo personal, que está en cartel hasta que en 2007 Yuri Burlaka pone la suya encargada por el entonces director del ballet Alexei Ratsmanski. La producción costó más de 1.5 millones de dólares, siendo lo más caro producido en ballet en Rusia hasta ese momento. Burlaka, que es un reconstructor minucioso, casi diríamos un arqueólogo del ballet, se apoya en las notaciones de otro Sergueyev anterior (Nicolas Grigorievich) en sistema Stepanov (un trabajo monumental sobre 21 títulos del repertorio histórico del Mariinski que se conservan en parte en la Biblioteca Harvard), y había montado esta versión en el ballet de la Ópera de Berlín (encargada por Malakov); casi a la vez el Ballet de la Opera de Munich en 2006 también hizo su “Corsario” anunciando que su única referencia era la versión Petipa de 1899. En Norteamérica Kevin McKenzie, director del American Ballet Theatre de Nueva York pide a Anne Marie Holmes en 1998 que monte un “Corsario” basado en la de Kostantin Sergueyev de 1973. En la grabación de 1999 de este montaje, que tuvo un sonoro triunfo mediático, aparecen dos españoles: Ángel Corella (El esclavo) y Joaquín de Luz (Birbanto); el reparto estaba encabezado por Vladimir Malakov (Lankendem), Ethan Stiefel (Conrad), Julie Kent (Medora) y Paloma Herrera (Gulnara) junto a los españoles mencionados. Anne Marie Holmes (Mission City, 1943) era una solista destacada del Ballet de Winnipeg (Canadá) y en 1962 junto a su marido y partenaire David Holmes (Vancouver, 1928) es la primera pareja de artistas canadienses invitados a Leningrado a perfeccionarse y actuar, donde trabajan bajo la tutela de Konstantin Sergueyev. Así, David estudió con Alexander Pushkin (el mítico maestro de Soloviev, Nureyev y Barishnikov) y Anne Marie estudió con Natalia Dudinskaia (la esposa de Sergueyev y ex primera bailarina del Kirov) y estuvieron en total un año trabajando en la Venecia del Norte; al regresar pasaron por las filas del London Festival Ballet [hoy English National Ballet] durante dos temporadas y fue precisamente entonces cuando se les vio bailar en una gira por España donde su gran atracción era dos “raros pas de deux rusos”: “Aguas primaverales” y “El Corsario”. Años después, Holmes volvió a Leningrado y siguió trabajando con Dudinskaia y Sergueiev y en 1967 compartió escenario allí con Alla Sizova y Natalia Makarova; quien mejor contó todo esto fue la crítico Ann Barzel, y así queda clara esa conexión rusa de Holmes. Como bien expresa Demidov, “El Corsario” tuvo un segundo nacimiento (y una nueva dia) en Rusia, siendo un ballet, en origen, francés, tal como es cierto que después de la revolución bolchevique de 1917 no ha faltado del repertorio. En nuestro tiempo, se ha impuesto una estética en esta obra que parte de la escenografía de Teymuraz Murvanidze y del vestuario de Galina Solovyova, que fueron los artistas plásticos escogidos por Sergueyev en 1973 en el Kirov de Leningrado y donde apenas queda nada del tardorromanticismo precedente de los tiempos de Perrot y Petipa, que habían ignorado deliberadamente cualquier ideario o mensaje filosófico contenido en el poema de Lord Byron y se centraron por una parte en la acción dramática y aventurera, o por otra, en el reglado académico de los grandes grupos corales, cuya muestra mayor es precisamente el cuadro llamado “El jardín animado”, un ballet dentro del ballet, una abstracción de conjunto que preconiza al ballet monumental balanchiniano. Y en estas mismas fechas, en el verano de 1975, Vaslav Orlikovski con el Ballet de Zagreb hace un “Corsario” para el festival veraniego de Bregenz que insiste en la importancia de “El jardín animado” recordando que hay una base mitológica: el Jardín de Flora, algo a lo que no era ajena la intención base de Petipa. En la fotografía la primera bailarina del Mariinski Sofia Gumerova en la escena de “El bosque animado” según la coreografía de Gusev.
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