Acerca del ballet "El Corsario" (y V)

Por: | 24 de abril de 2014

La fotoPodemos concluir que las cinco versiones de “El Corsario” que conviven hoy en activo por teatros de todo el mundo son las de Pyort Gusev (San Petersburgo1904-1987); Konstantin Sergueyev (San Petersburgo, 1910-1992); Yuri Grigorovich (Leningrado 1927), Annie Marie Holmes (Mission City, Canadá, 1942), aclarando que Holmes versiona casi a la letra a la lectura Sergueyev de 1973] y Yuri Burlaka (Moscú, 1968). Llamo la atención sobre Burlaka, que la hizo en Bolshoi, como ya dije, con el concurso y la ayuda de Ratmanski, y cuya extensión amplia en casi un tercio a la duración estándar moderna. Son muy interesantes a la vez sus propuestas corales, reconstruidas en un itentod e aproximación textual al pasado decimonónico. Me queda posicionarme sobre el pas de deux del esclavo Alí y Medora. No hay un consenso alrededor de si fue Alexander Checrigin el primero en bailar sus variaciones y que estas sean las transmitidas a Vajtlan Chabukiani, pues el primero estaba activo en Moscú mientras las cosas se cocinaban de otro modo en Leningrado contemporáneamente. Checrigin estaba en la línea del nuevo “choreodrama” con ligazón ideológica (en 1930 hizo en ballet narrativo su propia versión de “Fuenteovejuna”, titulado “Los comediantes o Una muchacha de Castilla” con música de Reinhold Glière), y esa aspiración de renovación dramática era la que primaba también en 1925 en Járkov, la segunda ciudad en importancia de Ucrania donde el ballet estatal soviético impulsaba los nuevos productos artísticos. Allí “El Corsario” sirvió para un experimento: meter la coreografía tradicional en el contenedor constructivista de vanguardia. En la parte masculina, el pas de deux progresivamente los bailarines han hecho lo que mejor les acomodaba convirtiéndolo en una calistenia de tinte heroico pero que a veces, las más, resulta excesivo. Cuando encontré a Chabukiani en Tbilisi en 1988 entre otros afilados comentarios (apenas andaba unos pasos con dos bastones por la artrosis, pero tenía la cabeza como un reloj suizo y aún corregía a los meritorios del conservatorio) me dijo que el error progresivo que había degenerado el rol del esclavo era convertirlo en “un paso a dos de amor”, cuando es en origen un “paso a tres de servidumbre y sumisión”. Con eso queda dicho todo, y lo mejor, a nadie le interesa una vez estás en la butaca y sale un bailarín con los bombachos azules y la pluma en la cabeza. Es Agripina Vaganova quien en 1931 hace una revisión de “El Corsario” completo para el Teatro Kirov e incluye el pas de deux tal como se lo perfila hasta hoy, y bailaban Dudinskaia y Chabukiani; Sergueyev (y esto sí nos interesa mucho) registró aquel montaje con detalles y lo reflejó años después en su ballet. Tanto en lo estético como en lo coréutico, el resto de las cosas de este paso a dos de éxito es pura circunstancia; más importante me parece volver sobre “El jardín animado” y su estructura musical-coreográfica, en su trascendencia y para eso, hay que referirse a la reposición filológica de Burlaka. Naturalmente, y como pueden colegir los lectores, podría seguir cinco entregas más con el tema de “El Corsario”, pero voy a dejar lo aquí por ahora, en la idea de que sea un boceto organizado de utilidad tanto para el balletómano como para el estudioso, tanto para el bailarín como para el coreógrafo, e incluso para el espectador, ilustrado o no, que se interese por rebuscar en las entretelas de lo que pasa en el escenario, en lo que ha pasado antes más allá de las telas pintadas, los reflectores y los aplausos cegadores. En la fotografía, figurín constructivista de Anatol Petritski para el traje de Medora, en el revival presentado por el Ballet Estatal Soviético de Járkov en 1925.

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Por Pies

Sobre el blog

Un espacio para la reflexión y la crítica de la danza y el ballet. Su historia y avatar en el mundo global, los cambios estéticos y los nombres propios en una escena universal y dinámica. Ballet clásico, moderno y contemporáneo; danza actual y teatro-danza; ballet flamenco y danza española; festivales, teatros y compañías, diseños, música y tendencias; los grandes coreógrafos junto al talento emergente. La DANZA es una y así debe glosarse y ser estudiada desde todos sus ángulos, como verdadera materia de cultura.

Sobre el autor

Roger Salas

es el crítico de danza y ballet del periódico EL PAÍS desde hace 28 años, con una breve pausa cuando participó en la aventura de la revista "EL GLOBO"; nació en Holguín (Cuba) en 1950, estudió piano y presume de autodidacta. Emigró a Europa en 1982 y ha publicado dos libros de cuentos, una novela y varios ensayos sobre ballet, ciencia coréutica y danza española. Roger cree, como dijera Maya Plisetskaia un día, que "la danza salvará al mundo".

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