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El señor de los ruidillos

Por: | 27 de febrero de 2012

Uno. Justamente ahora, en este momento, trabajo en casa completando unos textos que debo entregar en los próximos días. Intento abstraerme del contexto. Veo que no es posible. El entorno me invade.

Por un lado, unos operarios abrillantan el suelo de mi escalera, de mi rellano, con esa máquina deslizante que pule. Por otro, las brigadas municipales de jardinería podan los árboles de mi calle con un entusiasmo Lamatanzadetexasenvidiable: con entusiasmo y con motosierras la mar de eficaces.

Es lo que toca, ¿no? Antes de que llegue la primavera, la primavera valenciana, los expertos hacen estas cosas para bien de la botánica y de la ciudadanía.

Además del estrépito, del que no me aísla el doble vidrio de mis ventanas, tengo que soportar los trabajos de sastrería de una familia vecina. Si no me equivoco, en esa casa realizan unas primorosas tareas con tela de fallera.

Cosidos, pespuntes, bordados, remates, no sé. El caso es que mis vecinos tienen una máquina que produce un ruido industrial (iba a decir infernal).  A mi alrededor, todo tiembla.

Digo todo esto y parezco un cascarrabias. Me veo a mí mismo como una réplica menor de Javier Marías, siempre quejoso del ruido municipal y espeso. O me veo como una copia desdibujada de aquel personaje que interpretaba Antonio Muñoz Molina en Ataque verbal (2000), la película de Miguel Albaladejo con guión del propio director y de Elvira Lindo.

Digo Elvira Lindo, hablo de cine, y no puedo dejar de mencionar la columna tan sabia que dedicaba al cine español el pasado domingo.  Digo cine y no puedo dejar de pensar en The Artist (2011), el film del que todos hablan y la cinta en la que nadie habla: una historia que tanto me gustó y sobre la que vuelvo en mi blog personal. Sólo hay ruidos, muy eventualmente.

Dos. Ayer, hubo palabras y hubo convocatorias. Una invitación, la Crida, para acudir a las Fallas. Tenía intención de  ir. Con afán antropológico, eso sí. Finalmente no acudí y bien que lo lamento.

CridaporMonicaTorresElPaisLa última vez que estuve en la convocatoria fallera fue  en 1977. Recuerdo que era domingo, claro, y que un amigo y yo acabábamos de salir del cine Xerea. El cine Xerea. Era una Sala de Arte y Ensayo. Qué cosas.

¿Qué habíamos visto? El desencanto (1976), de Jaime Chávarri. Marchábamos impresionados, cabizbajos, aturdidos tras la historia de la familia Panero, tan leonesa. Nos sorprendían esa exhibición, ese impudor. Íbamos reflexivos, con dieciséis o diecisiete años a cuestas. Nos estábamos interrogando como individuos.

De repente nos tropezamos con aquello, con la Crida o, como entonces se decía, la Cridà. Fue una nueva impresión: igualmente ruidosa y multitudinaria. Aún mo me he repuesto. Era todo tan valenciano...

Hay 4 Comentarios

Ruidillos… y olorcillos, Sr. Serna. ¿Recuerda el aroma tan agradable que desprenden calles, callejones y callejuelas valencianas, por las mañanas, bien tempranito, después de apasionantes noches de fiesta fallera?


Paciència.

Yo pensé que en Valencia el peor ruído era Rita dando botes y escupiendo risotadas broncas.

Supongo que el rollo ese de los petardos, las charangas y los palurdos debe ser como si los personajes de 13 rue del Percebe salieran por la calle a hacer de las suyas.

Mi peor enemigo es el ruido de la aspiradora en casa. Aunque me encierre con el PC y los auriculares, hay una joven polaca que me persigue con el mango ese que ruge como debió hacerlo el T Rex.

Mi perrita se esconde entre mis piernas bajo la mesa y, asustada, me muerde las zapatillas con el fin de que me ponga calzado de calle y huyamos.

Son otros ruidillos nacionales.

Saludos,

Bart.

Ruidos, estrépito, fritanga, troncos y paellas... Mi valencianía está por lo suelos.

Sr. Serna, se queja de vicio. Ruidos, ruidillos... ya le dije que el bajo y el entresuelo de la finca en la que vivo lo ocupa un casal fallero. Y yo no tengo doble cristal en las ventanas. Y además como la zona es un poco pija, son falleros muy educados, con lo cual, cuando quieren fumar salen a la calle. Asi que desde el tercer piso en el que vivo, me entero de "esta como un queso, ese estas fallas cae, la niña me tiene hasta las narices con los moños" y todas esas conversaciones tan interesantes que se tienen con un cubata en una mano y un cigarro en la otra.
Por dios Señor Serna no se queje usted!!!!

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Presente Continuo

Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

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