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Presente Continuo

Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

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Recomendamos

Muchas caras

Por: | 29 de febrero de 2012

Uno. Cuando todo está hecho, cerrado y consumado, manifestarse parece servir de poco. ¿Es así? MarianoRajoyAlbertoFabraEFEPensemos en lo que ahora ocurre con los recortes. Quienes tienen el poder y pueden cambiar las cosas ya tienen todo arbitrado. Por muchas personas que den la cara en la calle, eso no les hará cambiar una decisión. Ya veremos.

Recibieron un grueso respaldo electoral de gentes esperanzadas que casi creían en el prodigio. Pero quienes prometían cambios de hoy para mañana, merecen reprobación si los augurios les fallan. ¿La culpa la tienen los otros, los anteriores? Menudo rostro. Quienes vaticinaban una muda espiritual y un vuelco material, merecen reproche si la mediocridad es el resultado de su gestión.

Dos. La economía es también un estado de ánimo. Mariano Rajoy y sus ministros no nos han aliviado la pesadumbre. Por tanto, han fracasado pronto: ellos dijeron que tempranamente nos iban a sacar de la depresión. Alegren la cara, por Dios. Deprimidos estamos y el señor Rajoy está prácticamente desaparecido. Casi no habla.  Es una esfinge.

RodrigoRatoPublicoEs que estamos en ello, estamos trabajando en ello, dirán los ministros del Gobierno central: estamos, sí, cambiando las cosas y no nos dejan precisamente quienes se manifiestan y se oponen a las transformaciones.

Decir que hay que hacer una reforma laboral mientras estás cómodamente instalado en un despacho presidencial o ministerial es un sarcasmo; decir que hay que flexibilizar cuando tú vas a tener una pensionaza es una hipocresía; decir que el Estado es rígido, cuando tú disfrutas de todo tipo de ventajas, es tener mucha cara. 

¿Recuerdan a Rodrigo Rato? Pasó del Ministerio español al Mundo Mundial y de ahí a la Banca local. Recientemente hizo declaraciones como presidente de Bankia en las que pedía flexibilizar el mercado y rebajar los salarios. No quiero pensar lo que él cobra, que me mareo. Mucho rostro...

Tres. El Presidente valenciano Alberto Fabra no es un caradura. Más bien pone cara angelical mientras la estructura de su partido se derrumba y una parte de sus muchachos se hunden. Interviene y depura levemente. Si lo hiciera con más ahínco, no RafaelBlascoporBielAliñoEFEsería una depuración, sino una purga. Pero aquí no pasa nada.

En la Comunidad Valenciana estamos tan ricamente: estamos, sí, con el Partido Popular gobernando tropecientos años.

Acumulamos déficit y malestar. Y, sin embargo, la ciudadanía vota mayoritariamente a dicha formación. Somos así de rumbosos. Le echamos cara. Cuando éramos ricos y ahora, que estamos en crisis.

Gracias a Rafael Blasco, sabemos que el Partido Popular cambia de líderes, pero su esencia permanece: los grandes, los más grandes, continúan. Él mismo es un dirigente que se agiganta con el paso de los años. En cambio, las imágenes de Eduardo Zaplana, Francisco Camps o Alberto Fabra se volatilizan o se volatizarán.

Blasco sigue. Echándole rostro o dando la cara. Ahí lo tienen. Como siempre.

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Rafael Blasco en 1988 en una instantánea de Carles Francesc para  El País:

JoanLermaRafaelBlasco

El señor de los ruidillos

Por: | 27 de febrero de 2012

Uno. Justamente ahora, en este momento, trabajo en casa completando unos textos que debo entregar en los próximos días. Intento abstraerme del contexto. Veo que no es posible. El entorno me invade.

Por un lado, unos operarios abrillantan el suelo de mi escalera, de mi rellano, con esa máquina deslizante que pule. Por otro, las brigadas municipales de jardinería podan los árboles de mi calle con un entusiasmo Lamatanzadetexasenvidiable: con entusiasmo y con motosierras la mar de eficaces.

Es lo que toca, ¿no? Antes de que llegue la primavera, la primavera valenciana, los expertos hacen estas cosas para bien de la botánica y de la ciudadanía.

Además del estrépito, del que no me aísla el doble vidrio de mis ventanas, tengo que soportar los trabajos de sastrería de una familia vecina. Si no me equivoco, en esa casa realizan unas primorosas tareas con tela de fallera.

Cosidos, pespuntes, bordados, remates, no sé. El caso es que mis vecinos tienen una máquina que produce un ruido industrial (iba a decir infernal).  A mi alrededor, todo tiembla.

Digo todo esto y parezco un cascarrabias. Me veo a mí mismo como una réplica menor de Javier Marías, siempre quejoso del ruido municipal y espeso. O me veo como una copia desdibujada de aquel personaje que interpretaba Antonio Muñoz Molina en Ataque verbal (2000), la película de Miguel Albaladejo con guión del propio director y de Elvira Lindo.

Digo Elvira Lindo, hablo de cine, y no puedo dejar de mencionar la columna tan sabia que dedicaba al cine español el pasado domingo.  Digo cine y no puedo dejar de pensar en The Artist (2011), el film del que todos hablan y la cinta en la que nadie habla: una historia que tanto me gustó y sobre la que vuelvo en mi blog personal. Sólo hay ruidos, muy eventualmente.

Dos. Ayer, hubo palabras y hubo convocatorias. Una invitación, la Crida, para acudir a las Fallas. Tenía intención de  ir. Con afán antropológico, eso sí. Finalmente no acudí y bien que lo lamento.

CridaporMonicaTorresElPaisLa última vez que estuve en la convocatoria fallera fue  en 1977. Recuerdo que era domingo, claro, y que un amigo y yo acabábamos de salir del cine Xerea. El cine Xerea. Era una Sala de Arte y Ensayo. Qué cosas.

¿Qué habíamos visto? El desencanto (1976), de Jaime Chávarri. Marchábamos impresionados, cabizbajos, aturdidos tras la historia de la familia Panero, tan leonesa. Nos sorprendían esa exhibición, ese impudor. Íbamos reflexivos, con dieciséis o diecisiete años a cuestas. Nos estábamos interrogando como individuos.

De repente nos tropezamos con aquello, con la Crida o, como entonces se decía, la Cridà. Fue una nueva impresión: igualmente ruidosa y multitudinaria. Aún mo me he repuesto. Era todo tan valenciano...

En defensa de lo público

Por: | 25 de febrero de 2012

Uno. Sábado, 25 de febrero. Hay convocadas distintas Manifestaciones en defensa de lo público.

Manifestacion1Una de ellas transcurre en Valencia, la ciudad en la que jóvenes y adultos han recibido golpes, mamporros y empujones durante la última semana; la ciudad en la que han sido detenidos bastantes muchachos: tal era el número de los enemigos.

¿Cuál es el estado de ánimo ahora? Hay muy buen clima. Tras horas y horas de espléndido sol en esta localidad, las gentes salen a la calle a hacer ruido, a dar sonido, a manifestarse. Un gentío se concentra y una multitud festiva avanza. Las primeras noticias de la concentración asombran: tal es el número de los que allí están. Les paso inmediatamente las fotografías que me manda mi corresponsal: el autor de las instantáneas es Monigote Valencia.

Manifestacion2Hay bandas de música que ponen en solfa. ¿A quién? Ah, los músicos lo hacen con arte y con sonido. La multitud corea. Ya saben que esto es muy valenciano: lo de poner viento y percusión a las reclamaciones; y lo de callejear, también: tan mediterráneo.

Según nuestros informantes en distintos puntos de la manifestación, no pasa nada. No hay alborotos que pongan en riesgo el orden civil. Según esas misma fuentes, no se divisa al enemigo.

Dos. Como puede verse en la serie de fotografías remitidas por Monigote Valencia, la multitud se agolpa cuando aún es de día. Durante horas, el discurrir cotidiano queda suspendido. En las últimas instantáneas ya es noche cerrada. Hacia las 18 horas, el gentío se convoca y se concentra en los aledaños del Instituto Lluís Vives, muy cerca de la Plaza de San Agustín y, desde allí, comienza la marcha en dirección a la Calle de Colón, Porta de la Mar, Alameda. Es un itinerario diferente del habitual.

Poco a poco, con lentitud procesional, la muchedumbre festiva avanza a lo largo de un recorrido que interrumpe el tráfico, que altera el orden mercantil, que impide el paso de transeúntes y automóviles. Si es por el desorden que una manifestación provoca en el Centro Comercial había razones fundadas para que los guardias de la porra repartieran leña. ¿Que no reprimieron porque era legal, porque había sido autorizada? La policía ha de defender la esfera pública, ha de proteger a los ciudadanos. No está para provocar mayores desórdenes o para marcar el terreno. No hay un frente de batalla. Y esto no es territorio comanche.

Lo público es el dominio de los servicios comunes, el lugar en el que los recursos se ponen al servicio de todos. Pero es también la arena, el teatro de operaciones, dicho esto en un sentido dramático, que no bélico.

El espacio público es el ámbito de la libertad, nos decía Hannah Arendt: es el lugar de la comunicación, allá en donde se vuelcan los diferentes puntos de vista: el número cuenta. Es la esfera de la expresión libre, ese sitio en el que cada opinión pesa y en el que cada individuo la razona fundamentando el habla. Allí, cada persona no vale por su cuna, por su habilidad o por su patrimonio. En el espacio público se argumenta, añade Arendt.

Y es allí en donde se manifiesta la vida activa frente a la contemplativa o productiva. Allí se expresa la colectividad y no el individuo aislado. Arendt defiende la acción frente a la contemplación y frente a la mera fabricación. Y acción aquí significa eso: participar libremente, ejercer el derecho a manifestarse, intervenir razonando. No está mal recordar todo esto cuando pronto nuestras calles serán ocupadas, invadidas, tomadas, cercadas...

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Pornografía local

Por: | 24 de febrero de 2012

Uno. La política valenciana abochorna. Salvo que tengas sangre de horchata, las noticias locales te calientan. Uno se sonroja. La metáfora de la sangre es tosca, ya lo sé. Pero el asunto no está para Bancalmuchas florituras. Ven, ya está.

Ahora me sale otra metáfora, en este caso botánica para mencionar al Partido Popular: a poco que me descuide hablaré de las mala hierbas, de que hay que arrancarlas, etcétera.

¿Malas hierbas? Ya no quedan verbos, ni adjetivos, ni imágenes, ni esquemas que puedan servirnos para explicar lo que pasa y lo que ha estado pasando durante años y años. Ya no quedan venenos ni insecticidas. Tenemos perdidito el bancal.

Pero no hay que desesperar. Algún día se hará inventario de estas legislaturas del Partido Popular. Las cosas habrán cambiado... Para entonces, la Comunidad Valenciana será una autonomía normal, ni siquiera modélica. Nuestros descendientes ya no tendrán que aguantar a los malvados y el sobresalto informativo no será noticia.

Los culpables habrán sido relegados, juzgados y condenados; nadie los amparará y su partido los habrá apeado de sus respectivos cargos. Es más: habrá antiguos dirigentes reprobados. ¿Con qué categorías se analizará todo esto?

Dos. La literatura, probemos con la literatura.  En ocasiones he pensado que la novela picaresca podría darnos pistas y personajes: tipos que se valen de toda clase de artimañas para sobrevivir a los Cargandolibroscoscorrones, avispados que se hacen con la hacienda de los incautos.

La novela valenciana sería una variante: sin embargo, creo que la picaresca no es suficiente para dar cuenta de lo que pasa. Aquí muchos, pero muchos, se han pasado de listos y, claro, más que una novela necesitaríamos incontables volúmenes con gorrones y aprovechados.

Intentemos otra variante. Podría ser el género fantástico, la ciencia-ficción. No piensen en quimeras tecnológicas. Me refiero a las novelas que exageran los rasgos enfermos de la sociedad: como un calco desfigurado de las tiranías de los años treinta.

¿Y cómo sería la novela fantástica valenciana que nos retratara? Me parece que tampoco nos vale. En la vida ordinaria somos muy realistas. Aquí no hay fantasía: la reservamos para las Fallas. 

Tres. Podemos probar con el género sicalíptico: el pornográfico, quiero decir. De estas historias, el valenciano Luis García Berlanga fue un gran especialista. Dirigió una colección de libros cochinos titulada La Sonrisa Vertical. Algo se aprende...

Aquí, con un par, unos meten y sacan, meten y sacan, meten y sacan. Van al grano sin mayores preámbulos. Se rozan y luego, sin más, la hincan doblada. O largan la mano a ver si algo gotea y fluye. A ver si chorrea, vaya. Es muy excitante. ¿Y el público? Pues una parte del publico, bien cachonda, esperaba que le tocara participar en la coyunda. ¿Y la otra? La otra parte, bien jodida, se escandalizaba de la obscenidad.

En fin, no sigo, que me caliento. A ver si acaba el espectáculo.

¿El Enemigo?

Por: | 23 de febrero de 2012

AntonioMorenoPiqueEFEUno. Leo "Por la convivencia democrática", un artículo que firman distintos profesores... Lo encabeza Joan Romero. Critican con justeza y con dureza las cargas policiales ocurridas de días atrás y denuncian la terminología del Jefe Superior, Antonio Moreno Piquer. Concretamente deploran que el guardia --que apareció de paisano ante las cámaras-- llamase enemigos a los ciudadanos que se manifestaban: sea metáfora o lapsus, los autores del artículo lamentan esta terminología. Por supuesto, comparto esas críticas. Pero, si me permiten, quiero hacerles alguna precisión a mis colegas. Los hechos son muy conocidos, aunque convendrá volver sobre ellos.

Dos. El señor policía no tildaba de enemigos a los manifestantes. El Jefe hablaba del Enemigo. Ese singular parece cosa irrelevante y, sin embargo, no lo es. Y, además, dado el énfasis con que lo afirmaba hemos de pensar que el señor guardia empleaba la mayúscula. "No es prudente revelarle al Enemigo cuáles son mis fuerzas". Al tiempo que indicaba esto Antonio Moreno Piquer golpeaba la mesa frente a la que estaba sentado, demostrando mucho ardor guerrero. Comparecía con su superior jerárquica: Paula Sánchez de León, delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, que aquí en la fotografía de EFE vemos muy desdibujada. Como borrosa...

Tres. Analicemos ese singular. En un choque bélico no hay enemigos: hay el Enemigo. En la propaganda totalitaria del siglo XX, la figura del oponente se contamina y se condensa: aunque nuestros rivales parezcan muchos, sólo son uno; aunque tengan muchos rostros, en realidad todos tienen la misma cara. Es la regla de simplificación del adversario. Es normal que en guerra el general o el mandamás deban servirse de estas reducciones: como todos son lo mismo, lo principal es abatirlos o inutilizarlos. Pero eso es lo chocante: el jefe de los antidisturbios de Valencia concibe el orden público como asunto propiamente bélico. No está mal, nada mal. Imaginemos que sea cierto. Entonces, eso tiene consecuencias para la vida concreta del ciudadano.

Cuatro. Sin ir más lejos, si los manifestantes son el Enemigo, entonces deberé preguntarme qué soy yo.  Soy un tipo que sobrepasa los cincuenta años: ya no estoy en disposición para combatir en primera línea. De hecho, me licenciaron hace mucho tiempo. Aunque, a decir verdad, la cartilla militar aún la conservo en la mesilla de noche. Es un termor cerval, un miedo antiguo: en cualquier momento me llaman a filas. Como decía Antonio Muñoz Molina en Ardor Guerrero, también yo a veces me descubro pensando que todo ha sido un error, que no me han licenciado y que, por tanto, he de regresar al ejército. Pero no: yo ya no estoy en la milicia, no tengo traje de Romano y el petate lo entregué hace tres décadas. ¿Entonces, qué soy yo para el Jefe Superior de Policía? ¿Quizá la molesta retaguardia o acaso población civil, ese enojoso fardo que impide el avance elástico de nuestras tropas? Me estoy haciendo un lío.

Cinco. En todo caso, he de averiguarlo. Ahora bien, si escribo en prensa y critico las actuaciones policiales, me pregunto nuevamente qué soy. ¿Un columnista? No, no: en los términos del señor guardia, debo de ser un quintacolumnista que le toca las narices.

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Los triunfos del burgués. Presentación del libro por Joan Romero, Anaclet Pons y Justo Serna en Librería Tirant Lo Blanch, Calle Artes Gráficas, 14, Valencia, a las 20:15 horas.

Valencia: estamos rodeados

Por: | 21 de febrero de 2012

Uno. ¿Dónde están los antidisturbios? ¿Por qué no oponen resistencia? La gente de orden --y yo me Losjovenesconarmasconsidero un ciudadano moderado-- no puede consentir esta dejación.

Charlie puede atacar en cualquier momento. Ni siquiera se agazapa: exhibe su poderío con intimidación.

"Todo lo que se mueve es un Vietcong. Todo lo que se esté quieto es un Vietcong disciplinado", oíamos en La chaqueta metálica (1987).

Nuestras fuerzas se han retirado. ¿Y qué me dicen de las armas que esgrime el enemigo? 

Esos guerrilleros son un peligro. ¿Por qué se les deja llevar objetos contundentes? Imaginen que de repente se pusieran a disparar esos volúmenes.

Además, conociendo su mala intención, seguro que los lanzan de canto: por la parte del lomo. Como los jóvenes ya no leen, no me extrañaría que aprovecharan la ocasión para desprenderse de esa munición.

Dos. Refiriéndose a las manifestaciones de Valencia dice el presidente del Gobierno: "No podemos ManifestacionValenciaporCarlesFrancescElPaisdar esta imagen de nuestro país". Sin duda, sin duda.

Manifestarse en la calle es una cosa muy ordinaria, inelegante.

Hace unos años, don Mariano Rajoy encabezaba marchas en las que se acusaba de traición al Gabinete de entonces. El actual mandatario declaraba su santa indignación y decía actuar en nombre de todos. Íbamos a la deriva. Ahora ya hemos llegado.  

Tres. Escuchemos con recogimiento el Mater mea (1962), de Ricardo Dorado. Expresemos nuestro dolor. Es marcha procesional. Por gentileza de ZurdosTV y Monigote Valencia:

Nuestras bandas callejeras

Por: | 21 de febrero de 2012

Uno. En Valencia, somos muy dados a las bandas. A poco que nos fuercen o nos provoquen, nos organizamos y salimos a la calle. A dar la nota. Y es que tenemos un pronto...

¿Un ejemplo? ¿Quieren un ejemplo? Nuestras bandas callejeras.

Por eso y para eso: para que la policía aprenda disciplina y para que la delegada del Gobierno aprenda CimBenimacleta dirigir, les remito esta convocatoria.

Dos. Uno de los muchachos que ayer fue golpeado por los guardias es miembro del Centro Instructivo Musical, de Benimaclet.

Se trata de una organización temible: si te descuidas te dan la lata o el viento. O te tocan el timbal. De hecho, ese joven que es golpeado hasta tres veces por un gendarme es un peligrosísimo músico que en sus ratos de ocio se dedica a la percursión. Él sabe muy bien qué es eso de que te percutan o de que te repercutan.

Ahí lo tenemos: con dos bemoles.

Continuaremos.

 

Hay que poner orden

Por: | 20 de febrero de 2012

 

PaulaSanchezdeLeonUno. ¿Hay alguien ahí? ¿Hay alguien al frente de la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana? Paula Sánchez de León dirige las fuerzas de orden público en esta autonomía. Pero no lo parece. Hay que poner orden: debe dimitir.

Los jóvenes protestan ante los recortes. Son reprimidos con dureza. Responden. Manifiestan su indignación ante las cargas policiales. Los antidisturbios reparten palos. ¿Por qué? ¿Acaso por la violencia estudiantil? Que se sepa aún no ha habido graves enfrentamientos. De momento no estamos en Grecia.

Esta tarde, un numeroso grupo de jóvenes ha cortado la Avenida de Blasco Ibáñez, en Valencia: concretamente frente a la Facultad de Geografía e Historia. Los furgones policiales han llegado con el ánimo de restablecer el orden. Por lo que parece, era terrible el caos y exigía una respuesta inmediata.

Pues no. No es así. Yo he visto los hechos: simplemente mi despacho da a la Avenida y he divisado la situación. Que se corte el tráfico es una molestia evidente. ¿Eso exige una acción contundente de la policía?

Sí, claro, por supuesto. Como cuando hay fútbol. Cuando hay fútbol, la Avenida de Blasco Ibáñez de Valencia prácticamente se colapsa: el Mestalla está justamente al lado. Algunos hinchas aparcan donde les place. No parece que la policía local o los antidisturbios se vean obligados a detener ese caos. O a dejar expedita la vía pública.

Dos. La delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana no puede actuar con tanta torpeza. No concibo que tal cosa sea posible. Pero, ahora que lo pienso, no sé por qué le atribuyo una clarividencia especial.

PaulaSanchezdeLeon1Es probable que dicho empleo lo tenga como recompensa, como compensación. No sé si tiene merecimientos para ejercer dicho puesto. Pero, si los tuvo, los ha perdido. Ante las cámaras balbucea y para dar una respuesta debe leer lo que alguien le ha puesto sobre la mesa. O sobre el pupitre. Debe aprender.

Tres. He visto un vídeo de la carga policial de esta tarde en Valencia. Los hechos ocurren hacia las 15 horas, cerca del Instituto Lluís Vives.

 Vemos una calle por la que, en principio, no transita coche alguno. Hay estudiantes que vociferan. Dan miedo, sí. Mucho miedo...

De repente, los antidisturbios deciden que ya está bien. Empieza la embestida. Los estudiantes corren. Un muchacho se aparta del grupo y queda al lado de una salida de aparcamiento. Uno, dos y tres policías le dan con la porra. ¿Por qué? Ah, para calentar.

Tras minutos de tensión, los antidisturbios se retiran: se protegen como si estuvieran esperando el ataque de los enemigos. ¿Estamos en Vietnam?

Cuatro. En Facebook, Paula Sánchez de León tiene su hueco. Y en su hueco tiene su lema, la divisa que Facebookle sirve de guía. Es una cita de Winston Churchill.

"El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar".

Volvamos a leerlo. "El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar". Con frecuencia, la derecha española se ampara en Churchill.

Fue José María Aznar quien hizo ostentación de esa simpatía. ¿Por qué? Porque el líder británico salva retrospectivamente. Si uno se reconoce deudor o seguidor de Churchill, entonces queda limpia la hoja de servicios: queda justificada la belicosidad. Y además se gana una guerra en la que no se participó.

Cinco. La Asamblea de estudiantes encerrados en la Facultad de Geografia e Historia de Valencia remite a la prensa un comunicado. Son las 23 horas y pico del día 20 de febrero de 2012. Perdonen la imprecisión cronológica.

PaulaSanchezdeLwon3Les traduzco lo esencial: exigen la dimisión de la delegada del Gobierno, Paula Sánchez de León. Es más: anuncian que hasta que ella no abandone el cargo, los estudiantes no abandonarán la calle.

Además, exigen la inmediata puesta libertad sin cargos de los compañeros que han sido detenidos esta semana: detenidos por el simple derecho a manifestarse.

Reclaman igualmente --y por encima de todo-- una mejor gestión de los impuestos. Precisamente por eso se manifiestan contra los recortes.

Denuncian particularmente el despliegue policial de estos últimos días. Hacen, por otro lado, un llamamiento a la ciudadanía para salir a la calle a ejercer el derecho constitucional de manifestación.

Para acabar, añaden que aquellos que deberían estar defendiéndoles son quienes están agrediéndoles, razón por la cual manifiestan su voluntad de seguin luchando por nuestra democracia.

La vez de Esteban González Pons

Por: | 20 de febrero de 2012

EstebanGonzalezPonsCamisaBlancaDejaremos de escuchar la voz de Esteban González Pons. Al menos con la regularidad a la que nos tenía acostumbrados. Abandona la portavocía del Partido Popular y ahora pierde la vez. Es una pena.

Imagino lo que le dijo Mariano Rajoy cuando no lo nombró ministro: Esteban, en confianza, tú tienes mucho porvenir.

¿Qué debo pensar? A un hombre tan expansivo y con ese desparpajo, a una persona con tanta labia, ahora se le destina a estudios y programas. O sea: a la vicesecretaría del ramo. O sea: ha de estudiar.

Cuando no sabes qué hacer con alguien, le pides que amplíe conocimientos. Esteban González Pons progresa adecuadamente: tiene futuro, pero de momento María Dolores de Cospedal le manda que se calle. ¿Por qué? Imagino lo que le dice su secretaria general: Esteban, más que voz, tú eres cerebro. Estudia.

Leí su blog, leí su libro de memorias. Admito el derrame de su verbo (o de su poesía, porque también escribe versos). Camisa blanca (2011) se titula su última obra. Como dije tiempo atrás,

...es posible que en la librería el volumen figure entre las autobiografías. Yo lo pondría en la sección de fantasía, de fantasías inanimadas. Leer a González Pons es inflamarse con una prosa de adornos. Prosa de adornos: eso decía Pío Baroja de la escritura hinchada y vacua. Hay quien piensa que escribir bien es abrumar al lector con afectación: precisamente aquello que detestaba Baroja. Las galas retóricas son ornamentos, sí; pero son aderezos de cementerio, cosas rancias que se notan muertas, de ultratumba, decía el escritor vasco...

Yo no creo que la sintaxis de González Pons sea exactamente rancia. Es, sí, lírica y afectada. Pero es prometedora. ¿Ha perdido la vez? No sé. Tiene un gran futuro: de él puede esperarse cualquier cosa.

¿Todos los políticos son iguales?

Por: | 19 de febrero de 2012

Hay un tópico que circula habitualmente. Es aquel que reza así: todos los políticos son lo mismo. Siempre me ha parecido una descalificación intolerable.

La política es tarea egregia, valiosa: un arte difícil para el que se precisan ciudadanos nobles y entregados, gentes con algunas convicciones y gran responsabilidad, personas con ciertos principios y mucha capacidad de negociación, de adaptación. Son los ciudadanos pasivos e intransigentes quienes pervierten el gobierno de las cosas.

Un político es alguien que tiene unas ideas generales, proyectos, planes; alguien que tiene unas convicciones por las que merece la pena batirse. ¿Cuál es el buen político? ¿Aquel que hace valer en primer lugar y sobre todo esas ideas y esas convicciones? No, dirá Max Weber. Es buen político quien obra con responsabilidad para AnaBotellaadaptarse.

¿Quiere decir eso que el político weberiano es un chaquetero, un pancista, alguien dispuesto a sacrificar cualquier principio? Por supuesto que no.

Es, por el contrario, un tipo responsable. Tiene como fin último unos principios que cree moralmente dignos, unos principios que cree buenos, pero es capaz de transigir en lo accidental y en lo negociable; es capaz de llegar a pactos para no agravar el estado del mundo.

En cambio, el político que dice guiarse por la convicción y sólo por la convicción es un tipo temible. Si además tiene los guardias de la porra a su servicio, entonces podemos esperar lo peor.

Ana Botella fue la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana. Ejerció el cargo en momentos de grave tensión. Supo contener los riesgos y supo mantener los equilibrios necesarios para que el orden no se quebrara.

Durante las jornadas del 15-M demostró inteligencia y responsabilidad: ella no estaba allí, ejerciendo su empleo, para agravar el estado de las cosas.

Es una mujer cultivada y no le recuerdo ninguna declaración cínica. Cuando el Partido Socialista perdió las elecciones, Ana Botella regresó a su trabajo.

Sé de concejales que han recuperado sus respectivos puestos de trabajo una vez concluidas las legislaturas. Sé de rectores que han regresado a la docencia tras sus mandatos. Y han vuelto con el nivel de vida que les corresponde, sin alardes ni ostentaciones, sin riquezas sobrevenidas. Sé de antiguos diputados que ahora ejercen sus profesiones de periodistas o de profesores. Admitido lo anterior, ¿seguiremos diciendo que todos los políticos son iguales?

Creerán que somos unos sentimentales, pero en casa, estos días, recordamos mucho a Ana Botella. Como nos acordábamos de ella cuando mantenía el orden con suaves maneras e inteligencia de hierro.

Más lecturas y reflexiones en: Los archivos de Justo Serna

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