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De tiros largos

Por: | 14 de abril de 2012

Uno. La ficción está obligada a ser verosímil; la realidad, no. Los personajes inventados han de ser creíbles. Las personas simplemente sobreviven.

EduardoMendozaLeo la última novela de Eduardo Mendoza, El enredo de la bolsa o la vida (2012). Está protagonizada por un loquito cuyo nombre ignoramos. Apareció por primera vez en El misterio de la  cripta embrujada (1979) y desde entonces sus andanzas empeñosas y patéticas nos conmueven. Como siempre, la obra está narrada en primera persona.

Me troncho con el lenguaje que este tipo emplea. El personaje se expresa con extrema corrección, incluso con un deje arcaico, rancio, excesivamente cortés. Y me río con las tundas que le da la vida, con las apostillas pertinentes o dementes que hace, con las lecciones que aprende y que imparte. Como el Lazarillo, a cuya progenie pertenece: el de Tormes, pregonero de Toledo; el de Mendoza, peluquero de Barcelona.

  EduardoMendozaporCarlesRibasElPaisDos. Cómo envidio la sarna del novelista, sus cáusticas observaciones, sus moralejas desencantadas. En cuanto puedo miro la realidad valiéndome de Mendoza. Leo y releo sus páginas una, dos, tres veces... Y lo hago para ver si hay manera de entender algo, que es cosa de locos lo que ahora y siempre nos pasa.

Por ejemplo, ciertos ministros del actual Gobierno, tan pomposos, parecen personajes secundarios de Mendoza. Otros mandatarios son tan suyos y engolan tanto la voz que no serían creíbles en los folletines del novelista. ¿Y los banqueros? Pues los banqueros… Algunos repiten y prolongan la mejor tradición española: la de la picaresca, con esa codicia de pobretones que acaparan.

 Tres. ¿Y el Rey? Por lo que parece, al soberano español le pierde ElReyporEFEel deporte de la escopeta, tan castizo. Leo en la prensa del día que Don Juan Carlos ha sido operado tras haber sufrido una caída. Estaba de caza en Botswana. Se ha roto la cadera y se le ha colocado una prótesis.

Ya sé que el monarca español no tiene nada que ver con el Caudillo, pero qué quieren: pienso en este accidente y recuerdo las cacerías de Francisco Franco: sus accidentes y sus proezas.

Me pregunto a la vez qué hacía el soberano en Botswana. ¿Era preciso? ¿No se conforma con el Coto de Doñana o con PortAventura? Yo tenía previsto un viaje a Nueva York, pero por la crisis decidí hacer economías. He pasado unos días visitando la provincia de Jaén. Como el personaje menor de una novela costumbrista.

En fin, deseo el pronto restablecimiento del Rey y deseo, por Dios, que se contenga, que recorte el objetivo, la escopeta o el rifle. Si sigue así de desenvuelto, si sigue así de aventurero y pinturero, pronto lo veremos debutando de tiros largos en una novela de Eduardo Mendoza.

No me lo voy a creer.

Hay 3 Comentarios

Triste es la circunstancia de un monarca que ha de ir periódicamene de safari. ¿Nos ponemos superferolíticos y criticamos la incorrección política del Rey? Cayo Lara, con esa tosquedad expresiva que le es característica, habla de falta de ética. Se equivoca. No es cosa de moral: es mal ejemplo político.

El Rey tiene perfecto derecho a ir de vacaciones (aunque haya una crisis morrocotuda). Pero ha de cuidar las formas. Una cacería es una cacería es una cacería. En efecto, es cosa del pasado, de cuando los monarcas y la gente principal exhibían sus artes predatorias; cuando el dominio del mundo natural era cosa distinguida; cuando el arma, artefacto tan masculino, daba proyeción y extensión al falo dudoso. No me refiero al pene. Aludo al falo, que en términos psicoanalíticos es asunto bien distinto.

Ignoro el Estado del miembro, si está en plena forma, si está para la coyunda. Pero sí sé lo jodido que está el Estado español, del que el Rey es Jefe. Al monarca le pediría circunspección y sobriedad: nos pone en un aprieto a quienes valoramos su Augusta figura y además desentierra todos los fantasmas y a todos los hostiles. ¿Los republicanos? No, los peñafieles.

Eduardo Mendoza, cuando se lo propone, o cuando no hace por evitarlo, es un guasón literario de mucho cuidado, lo que es de agradecer. Que el rey se retablezca en un domicilio privado, pagado con su dinero, y deje de hacernos sentir profunda verguenza y rabia por sus intolerables aficiones carniceras.

http://casaquerida.com/2012/04/13/los-chorizos-inauguran-una-panaderia/

Si en sus ficciones Eduardo Mendoza pusiera un Rey que se marcha a Botswana a cazar elefantes, diríamos que es una exageración. Su última novela, como otras anteriores que tanto nos divirtieron, está "entre la picaresca y el esperpento, dos géneros literarios exclusivamente nuestros”. El episodio de Botswana está más cerca del esperpento: de don Ramón María de Valle-Inclán, de la Corte de los Milagros. Por los clavos de Cristo, ¿no podría alguien influyente recomendar sensatez, mesura, contención a nuestros políticos?

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Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

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