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Presente Continuo

Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

Eskup

Con Bob Dylan

Por: | 31 de mayo de 2012

Uno. La prensa ha informado de unos galardones recientemente concedidos. Entre otras personas, Bob Dylan ha recibido del presidente Obama la Medalla de la Libertad. Dichas medallas se entregaron en la Sala Este de la Casa Blanca. No conozco esa parte del palacio presidencial. No la frecuento.

AlaoesteFrecuento El Ala Oeste (1999-2006), serie con la que ahora me evado, gracias al DVD que me regalaron unos amigos. No puedo dar crédito a lo que veo: el presidente Josiah Jed Bartlet y los miembros de su equipo son atractivos, sensatos, irónicos, cultos, bienhumorados, aceptablemente íntegros, humanos.

Digo que no puedo dar crédito porque echo un vistazo a los mandatarios y los magnates que hoy y aquí nos rodean y lamento la mediocridad o la ambición ramplona.

En fin, éstos son los males de la ficción: que te hacen confundir la realidad y lo inventado en un delirio ocasional. Decía Sigmund Freud que de la ficción se sale indemne. No está claro: de los mundos imaginados es difícil volver. Por eso, de esta realidad tan odiosa y heladora procuro mantenerme alejado. Regresemos. Dejemos a Bartlet.

Dos. La Medalla de la Libertad es un premio que corresponde a personas que han destacado en el ámbito cultural, social y político. El presidente Obama subrayó las cualidades de los BobDylanObamaporMandelNGAN AFPgalardonados. Le habían cambiado la vida, añadió. Quiso ser especialmente delicado con Bob Dylan. "Obama bromeó sobre el hecho de que su tierra natal, Minnesota, era demasiado fría para iniciar la revolución. Todos rieron la ocurrencia, salvo el cantante que se mantuvo impávido", leo en El País.

La broma dejó helado al cantante, podríamos decir. Se mostró frío, sí, con ese aire desdeñoso o escéptico que tantas veces adopta. Tal vez, "su rostro tiene la extraña propiedad de exhibir todas las edades y las etapas por las que han pasado todos los Dylan. Y eso que los Dylan son muchos hasta la fecha", leemos en Aire de Dylan (2011), de Enrique Vila-Matas. Muchos rostros: fotografiados entre otros por Daniel Kramer. ¿Cuáles?

ConBobDylanDanielKramer1965"El admirador de Woody Guthrie (...), el cantante de protesta, el mesías electrificado, un músico convertido en creyente, un poeta andrógino que revolucionó el folk, el ermitaño doméstico, el gitano divorciado, el Oblomov que se encogía de hombros y al que nada le importaba durante los años ochenta y, finalmente y por encima de todos, el cowboy crepuscular de hoy en día cabalgando hacia no sabemos dónde".

Tres. En cualquier caso, a Obama no le falta razón: la meteorología de Minnesota es extrema. Pero eso es algo ya tópico, algo ya sabido y reflejado por ejemplo en No Direction Home (2005), el documental que Martin Scorsese dedicara a Bob Dylan, al primer Bob Dylan. Allí en un momento dado, el cantante recuerda su infancia y su primera juventud admitiendo que en Duluth (la ciudad en la que nace) y luego en Hibbing (el pueblo en donde crecerá) hacía muchísimo frío. Precisamente por ello, no podía rebelarse, declara Dylan ante la cámara de Scorsese. Con esas temperaturas tan bajas no podía idearse maldad alguna.

  Dylan por Daniel Kramer2"Para ser malo, realmente malo, tenías que marchar en motocicleta luciendo una cazadora de cuero como única ropa de abrigo", leo en la biografía que le dedicó Robert Shelton (No Direction Home. The Life and Music of Bob Dylan, 1986). Una Triumph y una Perfecto: es lo que el joven Bob había visto en las películas a mediados de los cincuenta, películas ambientadas en climas más benignos. Así se hará fotografiar: con 15 años posaba ya como James Dean, como Marlon Brando, como Elvis Presley.

Pero allí en Hibbing, Minnesota, la meteorología todo lo iguala, reconoce el cantante ante Scorsese. Por ejemplo, ¿a quién se le iba a ocurrir perpetrar un BobDylanTriumphatraco subido a lomos de una Triumph protegiéndose únicamente con una chupa de cuero? No. No había filosofía, ideología o meteorología a las que enfrentarse...

De todo eso hablamos en COVERS, la Exposición que de la que somos comisarios Alejandro Lillo y yo y en la que participan muchas personas (entre ellas, varios amigos de este blog). Pronto se inaugurará en La Nau (Universitat de València). Tras las vacaciones de verano: antes de que llegue el frío. O antes de que nos quedemos helados.

No damos crédito

Por: | 29 de mayo de 2012

Bankia¿El ser humano no tiene precio? Yo no voy a incendiar lo que queda de Bankia. Es más espero que no quede calcinada. Digo esto por puro altruismo: allí trabaja gente responsable, seria, concienzuda.

Pero, además, no voy a hacer chistes fáciles con la banca por otra razón. Por puro egoísmo: en primer lugar, por los caudales que me tienen guardados; en segundo término, por el dinero que les adeudo. Cuando todo rodaba, yo no fui engañado por los banqueros ni por los bancarios: soy muy conservador, financieramente hablando: si pedías un préstamo, sabías a qué interés estaba en ese momento. Y si te metías en fondos o en acciones, pues igualmente sabías la hondura a la que te podías caer. No quiero que me den palos. Pero los palos los estoy recibiendo ahora con cada nueva noticia referida a Bankia y al sector financiero.

¿Había alguien ahí, en las alturas,? ¿Había algún directivo de esta o de aquella entidad que dijera cosas verdaderas? No se puede mentir tanto, a tantos y tanto tiempo. Justamente ahora me entero de que un directivo de Bankia se lleva 14 millones de indemnización. Probablemente por mi escasa imaginación económica, este concepto nunca lo he entendido: alguien cobra miles y miles de euros y además consigue un contrato blindado por el que, si vienen mal dadas, recibe un saco de dinero aunque la empresa tenga dificultades. De verdad que mi mentalidad modesta (campesina, pequeñoburguesa, no sé) me impide concebir este ventajismo.

No me refiero a que te indemnicen. Me refiero a los millones de euros. No doy crédito. ¿Alguien ha visto esa cantidad alguna vez? Es posible que el agraciado --por no decir otra cosa-- crea ahora que negoció a la baja y que finalmente obtendrá una suma inferior a su capacidad o cualidad. Desde luego, el ser humano no tiene precio. Eso dicen. Pero yo no conozco a nadie que su saber y su valor coticen tan alto: 14 millones. Debe de ser porque me muevo en un plano terrenal. O estoy en el limbo.

Estoy en las nubes y no me entero de lo que todos parecían saber. La derecha económica está a lo que está: a forrarse y a hacer como si ello fuera natural. Y como si los demás fuéramos tontos. Un poco sí, ¿no? Y la izquierda radical está para --católicamente-- condenarnos: conozco jóvenes purísimos y viejos sublimes que se sienten ninguneados, que se dan golpes de pecho. Mientras tanto, la gente corriente, los ciudadanos que pagamos impuestos y no somos nada relevantes, exigimos menos purismos o menos impurezas. Reclamamos el orden previsible y mediocre de las cosas.

Continuará...

Paul Preston

Por: | 23 de mayo de 2012

Uno. Paul Preston pronuncia una conferencia en Valencia. Siempre es una suerte contar con él: Columnaescuchar lo que dice o consultar lo que laboriosamente investiga. Ustedes no saben lo que cuesta escribir. A veces, lectores muy generosos me preguntan cuánto me lleva redactar una columna periodística, una columnita. Cincuenta y tantos años, respondo.

No es broma: para poder condensar en pocos caracteres con espacios una idea (o dos, como máximo) has de tener una larga experiencia. En esas líneas, además, ha de caber un dato erudito, una nota de actualidad y una broma. Sí, lo habrán adivinado: para escribir corto hay que emplear mucho tiempo.

Dos. Ahora imaginen a alguien nacido en una cultura ajena, nativo de otra lengua, instruido en referencias distantes. Imaginen a un lector que ha de hacerse una idea cabal de un país, de una historia, de una literatura, de un arte que no son los suyos. Imaginen, en fin, a alguien que ha de frecuentar archivos extraños, consultar documentos remotos, entender y transferir lo que otros escribieron décadas atrás. Ahí tienen a un hispanista, por ejemplo. Ahí tienen a un historiador que se interesa por aquello que en principio no le concierne. Ahí tienen a Preston.

PRESTONPaul es experto en la Guerra Civil y es sabedor de nuestra historia reciente. Pero, sobre todo, conoce como nadie a Francisco Franco. No lo trató personalmente, pero supo y pudo reconstruir su vida cotidiana, esas largas jornadas en El Pardo o de cacería, esas sesiones ministeriales o esas recepciones diplomáticas.

La biografía que Preston escribió sobre el Caudillo (1994) --traducida al español por Enrique Moradiellos-- le cambió la vida: tuvo que convivir con un espectro y tuvo que imaginar lo que había sido una España imperial y raquítica.

A mí, como lector, también me cambio la vida... académica: su libro me demostró que se puede investigar sin ser tedioso; que se puede analizar sin ser obvio; que se puede estudiar a un individuo repelente sin rematar al personaje, sin demostrar tu odio o tu ojeriza constantemente.

Tres. Preston escribió una biografía del Generalísimo. Era un volumen breve de mil páginas. Digo breve Francoporque la existencia da para mucho: y la de Franco duró años y años. El historiador británico la condensó en unas pocas planas (ya digo: unas mil) y nos reveló los personajes que el anterior Jefe de Estado había encarnado. Desde el héroe africanista hasta el anciano civil, desde el militar católico hasta el falangista espúreo, desde el estadista suspicaz hasta el abuelo anticomunista que no ceja en su empeño. Pero ante todo Preston supo mostrar la violencia de un Régimen afirmado y asentado sobre la Guerra.

Ahora, años después, vuelve sobre este asunto, el de la represión, con un volumen de muchas páginas y  título polémico (El holocausto español, 2011). No he podido leerlo aún, cosa que me disgusta. ¿Qué puedo decir? No sé: no se pierdan un libro de Preston. No pestañeen: en sus obras no hay tiempos muertos, no hay retórica. 

¿A que no hay bolas?

Por: | 22 de mayo de 2012

Uno. Identifiquese. "Vamos, identifíquese". Eso decía la policía en el Franquismo si unos agentes se tropezaban con dos o tres estudiantes reunidos. ¿A qué epoca me refiero? Esas cosas pasaban en aquellos últimos años de un régimen milenario y mineral. Don Francisco Franco, el Generalísmo, esperaba durar. De hecho duró. Y el Caudillo pensaba que su dictadura se iba a prolongar durante décadas: ¿por qué no mil años? Como una bola que no parara de rodar.

AntidisturbiosDos. Sería un irresponsable si yo dijera ahora que el sistema franquista se perpetuó. No, señores. La Constitución de 1978 --para algunos, tan escueta, tan estrecha-- reconocía derechos fundamentales y, por tanto, liquidaba los Principios Fundamentales del Movimiento.

El Movimiento no era una corriente pop ni una convulsión estética. Era un sistema de partido único con falangistas valerosos, con policías de la porra y con prensa azul y monocorde: eso sí, hacia el final tenía enanos infiltrados, es decir, gente sensata que se reciclaba. Esto era lo que denunciaba don Blas Piñar, un franquista irredento que alertaba al Caudillo sobre los enemigos interiores.

Por ello, la policía no miraba: sospechaba. Sospechaba de todo lo que se movía. Como el señor Piñar o como tantos otros camisas viejas que veían desmoronarse el Régimen. Lástima.

Tres. Hoy, 22 de mayo de 2012, muchos años después, la policía ha exigido a unos jóvenes que estaban por allí, por la Consellería de Educación en Valencia, que se identificaran. ¿Había pasado algo? No. Según las noticias de la radio, no había ocurrido nada, pero los gendarmes tomaban medidas por si después había disturbios. Creo que es una medida sensatísima. A la policía habría que pedirle lo mismo: que se identificara. ¿Llevar un uniforme es garantía? En las películas y en la series americanas hemos aprendido que la bofia muestra su placa, que los polis enseñan sus credenciales: que se identifican, vaya. Imaginemos a unos desaprensivos usurpando la identidad de la gendarmería; imaginemos a unos tipos disfrazándose de guardias. ¿Qué seguridad tenemos de que son policías? ¿Qué garantías hay de que son agentes del orden?

22 de mayo, exterior tarde. Hay convocada una manifestación en favor de la enseñanza pública. Voy --vamos-- a acudir a ella. Masivamente, aunque luego digan que somos cuatro y el de la guitarra. Veré --veremos-- a personas de uniforme. De uniforme. ¿Hay certidumbre de que son lo que parecen ser? No voy a detenerme, pero me dan ganas de pedirles que se identifiquen. Oiga, agente, hágame el favor. ¿Usted es un guardia de la porra? Yo soy profesor, soy padre. Soy ciudadano, soy contribuyente: acabo de dejar en el gestor mi declaración de la renta. ¿Usted me garantiza que los defraudadores fiscales serán severamente reprimidos, perseguidos, castigados? No me mire a mí, que soy persona de orden. Mire a los alborotadores del parqué, de la Bolsa. Mire a los que se han llevado la bolsa y las bolas.

Hablando de bolas. Dice doña Esperanza Aguirre que si en la final futbolística se pita el himno (y, por tanto se ultrajan los símbolos nacionales), lo mejor es clausurar el estadio: que el partido se celebre a puerta cerrada. Qué moderada es la presidenta de la Comunidad de Madrid. Yo propondría suspender la final sine die.

¿A que no hay bolas?

El árbol de Teneré

Por: | 21 de mayo de 2012

Primero. Lunes 21 de mayo en La Casa del Libro de Valencia, a las 20 horas, presentamos El Árbol de Teneré (2012). Lo publica la editorial Calima. En la presentación estaremos Juan Planas (su autor), Javier Jover (su editor) y yo mismo. Ya es una tradición reunirnos en Valencia para celebrar su poesía: en primavera o en otoño. Reunirnos, sí, en la Casa del Libro para exaltar y constatar el sentido, lo palpable, lo externo. O para corroborar su pérdida.

"La realidad no puede ser un mal principio, dije, pero no sé a qué realidad, a cuál, pertenecemos. / He de recuperar el hilo o dejarlo escapar por completo. / Huyo con él y huimos. Huyo contigo y de mí. Huyo"

JuanPlanasSegundo. El volumen está bellamente editado y la composición material de Javier Jover es realmente acertada. Todo son contrastes: lo caligráfico y las transparencias, los colores de sus rótulos. El libro nos atrae: sin grafismos especiales, sin efectos especiales... Es una obra desasosegante, el volumen de un solitario . ¿Acaso el mensaje de un náufrago en una botella? De naufragios y astrolabios habla el poeta. Pero si digo eso, si insisto en mensajes y mares, entonces incurro en una incongruencia. ¿Por qué razón? El autor nos lo advierte a su manera en unas notas enciclopédicas que añade al final:

"...el árbol de Teneré era una solitaria acacia que fue considerada, en su momento, como el árbol más solitario y aislado de la Tierra, el único dentro de un área de 400 km a la redonda. Fue punto de referencia para las caravanas a través de la región de Teneré, en el Sáhara, al noreste de Níger (...). El árbol fue golpeado por un camión conducido por chófer libro, supuestamente ebrio, en 1973. El 8 de noviembre de 1973 el árbol muerto fue trasladado al Museo Nacional de Níger en su capital, Niamey. Ha sido reemplazado en su sitio original por una simple estructura metálica representando a un árbol".

El libro de Planas es una exposición de lo desértico: de cómo sobrevivir a pesar de la ruina. Rezuma dolor y violencia, pero también algo carnal y bíblico. ¿Acaso por esa referencia implícita a los árboles del Paraíso?  

Tercero. Interludio... A las presentaciones de libros hay que ir. Si la literatura no reúne a los adeptos, si no hace sus propios espectáculos, entonces los únicos eventos serán los catódicos o los católicos; y las únicas audiencias finalmente relevantes serán las televisivas o las masivas.

El acto físico de acudir es una molestia, sin duda: hay que desplazarse; hay que salir fuera de casa. Pero los lectores ganan si van: participan de la cofradía, de la fraternidad de los happy few. Además se convierten en espectadores de una performance. El presentador interpela, glosa, da instrucciones de lectura y representa un saber. Por ello, los públicos presentes descubren lo que no leerán. O lo que no sabían que leerán. Eso sí, en todo hay que poner entusiasmo y una chispa de erudición. Si somos capaces de transmitirlo con energía e ironía, sin cursilerías, el espectáculo rebosará buen humor. Para Estebangonzalezponsavinagrarnos la tarde ya tenemos la tele y los comunicados ministeriales: prosa administrativa sin una pizca de lirismo.

¿Lirismo? ¿He dicho lirismo? Algunos mandatarios nuestros se valen de la poesía para no llegar a nada. ¿Un ejemplo? ¿Quieren un ejemplo? Esteban González Pons saluda a Alberto Fabra, nuevo líder del PP valenciano, citando un verso muy socorrido de Walt Whitman: ¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán! En su caso, la poesía no es un arma cargada de futuro: es la forma cursi, relamida y tópica de emplear metáforas navieras o de anunciar al comandante muerto. ¿Mala uva? ¿Acaso un verso suelto?

Dejemos a González, que parece ir a la deriva.

Dejemos para mejor ocasión a Whitman. Volvamos a Planas. En su poesía sí que hay travesía.

Arbredutenere1961Cuarto. Hay travesía en estas páginas: en el desierto o en la ciudad, con amigos o con ex amigos, con amores ya extinguidos o con cariños que son firmes como rocas, como piedras. Hay resonancias veterotestamentarias. 

Planas no abusa de las metáforas. Es más, la imagen primordial, aquella que le sirve para dar título al volumen, aparece vaga, intermitentemente: como una referencia a las raíces, como un árbol aislado, solitario, al que abandonan sus viejos conocidos. Maestros que se desvanecen, amantes que se olvidan, camaradas que se pierden.

Pero el poeta emerge, irrumpe, se aúpa. Se yergue. No se deja llevar por la corriente y padece el mundo conforme lo siente. Como la flora milenaria. Ahí está o estaba: echando raíces, con pocas humedades.

Fotografías del acto (cortesía de Isabel Zarzuela):

 

http://justoserna.com/2008/07/30/juan-planas/

Responsabilidad y ejemplaridad

Por: | 16 de mayo de 2012

Uno. Miércoles 16 de mayo, presentación del libro que Ana Reig dedica a Rafael Albiñana, un prócer valenciano, un prohombre de otro tiempo. He de estar en el acto del Colegio Mayor Peset a las 19:30 horas. La autora me invitó a participar en dicha presentación junto a Román de la Calle. Y lo hago con mucho gusto, con ganas. Ana fue compañera mía de carrera, una persona con la que compartí trato afectuoso, experiencias académicas y aprendizaje treinta y tantos años atrás. Hoy, Ana es una acreditada estudiosa del pasado y del saber.

El pasado no es un tiempo remotísimo al que echar un vistazo. Lo pretérito es un presente que perdura, una actualidad cuyos efectos todavía no se han extinguido. A veces por las consecuencias de los actos; a veces por la ejemplaridad de las acciones pasadas, que aún nos sirven de referente, malo o bueno, con el que compararnos. No se trata de estar sacando lecciones continuas de lo que los antecesores hicieron o dejaron de hacer. Aunque tampoco se puede ignorar cómo intervinieron, cómo vivieron, cómo sobrevivieron. La historia no nos corrobora, pero nos concierne. ¿Es la naturaleza humana un desecho de AnaMariaReigegoísmos, pura inmundicia? Hay gentes emprendedoras, esforzadas, morigeradas, con elegancia moral.  

Dos. Observen la fotografía de la cubierta del libro. La imagen se reproduce en un bellísimo blanco y negro. Es una instantánea tierna, aleccionadora.

Al verla sentimos confianza en el género humano: confirmamos que valen la pena siglos y siglos de dolores y esfuerzos, de empeños y voluntades. Hay paz, camaradería y respeto entre los retratados.

Al echar un vistazo, así a bote pronto, no sabemos quiénes son ese señor y esa muchachita. Figuran en los créditos, pero de momento no revelaré sus nombres.

Caminan repitiendo los mismos gestos: cabizbajos, pensativos, probablemente silenciosos, con las manos a la espalda. Pasean sin premuras, reflexivamente, tal vez compartiendo algún secreto o idea u ocurrencia.

El suelo no está empedradro y, por la flora, seguramente los retratados están en un jardín o en el recodo de una calle en algún pueblecito. Son tiempos aún rurales o estivales. Se nota el buen clima que rodea. Los fríos ya son algo lejano.

La niña lleva un batita arrugada y veraniega. Calza sandalias. En cambio, el caballero que acompaña a la joven dama lleva abarcas. La estampa del señor es elegantísima: contrastan el pantalón blanco (probablemente de lino o de hilo) y las prendas superiores, ambas oscuras y preceptivas: una chaqueta y un sombrero.

És es André Lambert, el pintor de origen suizo que se afincó en Xàbia, lugar que inmortalizó en acuarelas y grabados. La instantánea, tomada hacia 1930, recoge un momento cotidiano: quien acompaña al artista es su hija, aún chiquitita. ¿Qué tiene que ver esa imagen con el contenido del libro? ¿Acaso el retratado y la niña son protagonistas de este volumen?  

 

Tres. El acto de presentación reveló y rememoró la figura de Rafael Albiñana, un político liberal, inspirado en las ideas krausistas, reformistas, regeneracionistas. Comparamos y contrastamos lo que fue su tiempo (finales del siglo XIX y principios del XX) y lo que es el nuestro, este comienzo de milenio. En ambas épocas, el desconcierto es rasgo común, una impresión de cambio vertiginoso y de crisis material, de transformación de los recursos tecnológicos y de atraso. ¿España atrasada, caciquismo, oligarquía?

Gentes como Albiñana se opusieron a la fatalidad de su tiempo, no se resignaron al determinismo de la pobreza circundante o la pérdida del talento. No se resignaron a la reclusión y minoridad de las mujeres. Es por eso por lo que se propuso planes de reforma local o provincial que tenían mucho de acciones cosmopolitas.

El libro merece una segunda edición: más lujosa, aumentada y corregida, dijo Román de la Calle. Y lo dijo porque el volumen nos despierta todo el interés, el interés por averiguar más cosas de Rafael Albiñana. Creo que la obra se lee de grado, con soltura, con el placer que dan unas páginas que han sido disfrutadas, esmeradamente escritas. Yo no sabía gran cosa de Rafael Albiñana. Tampoco tenía mucho interés en informarme sobre su vida.

Ahora, tras el libro de Ana Reig sé que ha valido la pena: que hubo personas remotas cuyas vidas merecen una exhumación y un homenaje, personas que concibieron otro mundo para las niñas, para los muchachos, para aquellos valencianos sumidos en la depresión de un desastre. A ese desastre cabía oponerle resistencia. Hay personas responsables y ejemplares, sí

 

Fotomontaje, cortesía de María Dolores Pérez-Molina

Hemeroteca Justo Serna, "Soy de Bankia", El País, 16 de mayo de 2012

De Gaia a Kindle

Por: | 11 de mayo de 2012

KindleTouch1He leído con interés y extrañeza un artículo de Joan Carles Girbés, editor, en el Quadern de El País del pasado 10 de mayo. Trata de los E-Readers, de los dispositivos de lectura electrónica.

Como soy persona de querencias cíclicas, de altibajos emocionales, ahora me encuentro en mi momento E-Book. Soy comprador habitual de libros, frecuento un día y otro también Gaia, en Valencia, una espléndida librería de barrio  que me surte y que me nutre. He escrito en favor de estos establecimientos, a los que desde niños me asomo: con dinero o sin dinero.

Ahora, aparte del papel, me he hecho con un lector electrónico. El mío es un Kindle. En concreto con el táctil. Compro libros baratos y compro ejemplares más caros. Me estoy haciendo una biblioteca y al final tendré el mismo caos bibliográfico que hay en mis estantes físicos. Pero sobre todo me pasará (ya me pasa) lo que ocurre con mis lecturas de siempre: que disfruto.

Eduardomendoza3El otro día, sin ir más lejos, adquirí la versión electrónica de La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza. Es ésta una obra que leí y releí en papel años atrás, un libro que me emocionó, que me entretuvo, que me hizo pensar con sus páginas jocundas y severas. Ahora, como digo, releo a Mendoza en mi Kindle Touch: subrayo, anoto, destaco, comparto. Estoy como un niño con zapatos nuevos (¿se dice así?). Y regreso a la Barcelona de Onofre Bouvila, su protagonista.

Aparte de todo, en el cacharro, llevo una biblioteca de libros clásicos y nuevos, algunos ya leídos y otros aún pendientes. Leí en dicho aparato FernandoDelgadoTambién la verdad se inventa, de Fernando Delgado. Ha sido tal el placer, el uso cómodo del dispositivo, que no entiendo el reproche que Girbés lanza contra este nuevo soporte y contra lo que juzga humo. Es probable que su diagnóstico sea acertado, pero no acabo de saber por qué se cumple. ¿Nadie lee en E-Readers? ¿Nadie compra E-Books? En Estados Unidos, un alto porcentaje de los libros ya se venden en formato electrónico.

Yo no sé ustedes: seguiré frecuentando librerías y, por supuesto, aumentaré mis libros electrónicos: estarán en la nube, sí: evanescemntes y bien reales. Y estarán en cada dispositivo que me permita disfrutar de mi placer. ¿Qué les puedo decir? Que no se lo pierdan.

Don Rodrigo de Rato y otros personajes de ficción

Por: | 08 de mayo de 2012

Uno. Leo, escribo, doy mis clases, atiendo en tutoría y no espero hacerme rico. Para millonarios ya IPadtenemos a los banqueros, cuyos sueldos y retiros, sencillamente obscenos, me dejan anonadado, boquiabierto. Yo no creo que una pensión pueda alacanzar las cifras que la prensa nos revela. Debe de ser un engaño: nadie atesora tanto dinero... Tal vez me equivoque: quizá las suyas sean existencias de fábula. De cine. Entonces sería como vivir en un mundo de ficción. La ficción: en el fondo es lo que me gustaría a mí. Sin duda digerí mal Peter Pan o El mago de Oz, que fueron historias de mi infancia en las que los niños tenían protagonismo. Pero, ahora que lo pienso, en ambos relatos, no había banqueros con sueldazos; no había héroes millonarios. Había gentes menesterosas o tipos de clase media que aspiraban a sobrevivir dignamente. Yo no vivo con estrecheces: soy clase media (argh!). Mi mentalidad, por tanto, es muy previsible. Simplemente deseo vivir con la satisfacción del trabajo bien hecho, aceptable. A cambio me pagan: qué menos. Ahora hay gente que está aprovechando la crisis para no abonar los servicios o para reducir el estipendio. Lamentable. Tengo la suerte de ser empleado público: todo el tiempo que dedico a estas cosas culturales que ustedes leen no lo resto a mis tareas funcionariales. Creo que mejoro lo que puedo hacer o decir en mis clases o en mis charlas de tú a tú.

KindleTouchDos. Una de esas faenas imprescindibles que me impongo es leer (no saben cuánto) y escribir (algo menos). Leo y escribo para perfilar lo que defiendo. Y lo hago con legítimo orgullo: como aquel personaje --ya citado anteriormente-- de Julio Cortázar, que decía que estaba en ello: acabando todos los libros. Yo no los acabo (la lista de volúmenes, quiero decir). Así es: mi elenco no deja de aumentar. Ahora, gracias a los dispositivos electrónicos (aparte del libro en papel), consumo más. Perdonen mi ostentación. Con el Kindle, con el iPad, con el Mac no dejo de leer. El Kindle es un maravilloso artilugio de poco peso en el que las páginas se pasan con un simple y enérgico golpecito. Disfruto muchísimo: para qué les voy a mentir. Y puedes subrayar arrastrando la yema.

TambienlaverdadseinventaTres. Acabo de terminar una interesantísima novela, inquietante: También la verdad se inventa (2012), de Fernando Delgado. El autor tuvo la deferencia de remitirme un ejemplar firmado y dedicado. Yo tuve la osadía de leer dicha obra en el Kindle: subrayando, destacando, escapando de esta realidad tan anodina o tan escandalosa que nos rodea. Durante unos pocos días viví ajeno, alienado. El punto de vista es exactísimo. Como lo es el estilo libre indirecto del libro que domina en la primera parte. El personaje principal es una locutora de radio a la que acosan y cortejan. Trabaja, pues, en una estación y vive escuchando a gente que se inventa, que se nombra ficticiamente. ¿Tarados? Sin duda hay individuos que se dan un alias y adoptan el personaje con el que se rotulan. Como le ocurre a don Rodrigo de Rato y Figueredo (Rodrigo Rato), que pertenece a una familia de origen radiofónico y que se presenta ahora con ínfulas y con títulos o rótulos. ¿Recuerdan la Cadena Rato? Allí salían personas y razonaban, argumentaban, se explicaban. Don Rodrigo de Rato y Figueredo no se explica. Dimite de su puesto al frente de Bankia y para compensar manda un comunicado de sintaxis tortuosa, con erratas. Además, no se despide. Quiero decir: desde siempre, la gente fina y principal sabía cuáles eran las fórmulas de cortesía, el protocolo. Don Rodrigo de Rato y Figueredo corta sin más. Eso, en la radio, no se puede tolerar. Y en prosa es lamentable.

Hemeroteca

Nuevo número, mayo de 2012

¿Para qué sirve un historiador?

Por: | 03 de mayo de 2012

Uno. El futuro ya está aquí. ¿Para qué sirve un historiador?, nos preguntamos. No es cuestión secundaria, pero antes 2001deberíamos preguntarnos qué es un historiador. Permítanme esta pedantería etimológica. El origen de la palabra ya lo dice todo: histor, en griego clásico, significa el que sabe, el que ve, el que investiga.

Un histor es alguien que observa y justamente porque observa está en disposición de relacionar hechos humanos. Es alguien que procura documentarse para tal fin. Es alguien que busca testimonios para obtener versiones de esos acontecimientos.

El histor sabe que no todos saben lo mismo, que no todos dicen lo mismo, que no todos conciben lo mismo. Es por eso por lo que ha de recopilar datos y relatos. ¿Para qué? Para poner en orden las informaciones y para contar las cosas con la mayor imparcialidad posible, con la mayor erudición posible. Con el máximo de rigor, vaya.

Tener una visión fundamentada del pasado te ayuda a sobrevivir, a soportar mejor lo que pasa. Tener un relato documentado de lo pretérito te alivia y te complica. Te alivia porque te hace ver que muchos de tus problemas son equivalentes o parecidos a los de los antecesores. Eso no significa que te consueles. Significa que tu crisis o tu dolor no son novedades jamás vistas. Los antepasados tuvieron que soportar ultrajes mayores, estrecheces inconcebibles, persecuciones sin cuento.

Conocer todo eso no te conforma, pues te hace ver los problemas en contexto y en proceso. Pero conocer todo eso, según decía más arriba, te complica. Cuando crees saber por qué pasa lo que pasa, cuando crees saber cuál es el proceso y el contexto de lo que ocurre, entonces –justamente entonces— descubres que la realidad humana está sometida a factores diversos; descubres que no hay una causa que todo lo explique; descubres que hay una parte previsible en el comportamiento individual y colectivo y que hay un lado azaroso, impredecible, en los actos humanos. Hacemos cosas con un fin, con una meta. ¿Y...? Como hay otros que también las hacen, la composición o el resultado no siempre pueden profetizarse.

Por tanto, el futuro es algo extraño, resistente, insólito. Estamos habituados a porvenires de ciencia-ficción: de tecnología punta y con humanos robotizados, vestidos con indumentarias plateadas o metálicas, con cascos que aíslan. Ustedes me perdonarán, pero digo futuro y pienso en Stanley Kubrick. Estamos acostumbrados a pensar el porvenir como algo deshumanizado. La literatura y cine nos han familiarizado con esas utopías negativas. En realidad, lo que anticipamos no es más que una suma de miedos bien presentes, un repertorio de males, de perversidades actuales que proyectamos con pánico en un futuro que ya no nos pertenece.

¿Tienen algo que decir los historiadores? O en otros términos: ¿pueden los historiadores anticipar lo que nos va a ocurrir? Si saben tanto del pasado, algo podrán predecir, ¿no es cierto? Los investigadores que han acumulado datos e informes de los hechos pretéritos aventuran un discurrir posible, pero a la vez sospechan el fracaso de sus predicciones. Lo que los humanos hagan dependerá de lo que quieran hacer y sobre todo de la composición y de los efectos imprevisibles que tengan sus actos sumados.

Dos. Josep Fontana participa en un acto del Claustre Obert. Es un evento organizado por la FontanaUniversitat de València y El País. Fontana regresa a Valencia, a cuya Universidad perteneció. Es un historiador prestigioso y polémico. Es prestigioso porque le avalan años y años de investigación. Sabe, como nadie, husmear la novedad historiográfica y sabe por dónde vendrán dadas las novedades de la investigación. Es polémico porque no es un estudioso recluido en su gabinete, porque no es un académico que guarde silencio. Siempre que puede y le dejan dice la suya y eso que dice suele provocar, incordiar.

Hace pensar. A mí particularmente me ha hecho pensar desde hace años. A veces, sus intervenciones me han obligado a cavilar a la contra: a la contra de lo que él dice. En principio, casi todo lo que sé de historiografía lo aprendí de sus textos, de sus recomendaciones. Sin ir más lejos: descubrí a Edward Hallet Carr, que hoy es un historiador canónico, gracias a él. Y seguramente estudié el desarrollo de la historiografía a partir de los libros que Fontana iba publicando: incluso para --modestamente-- oponerme a sus veredictos.

No voy a poder asistir a su conferencia, cosa que lamento. Si ustedes pueden, no se pierdan su charla. “La semana pasada me pidieron en un diario de Barcelona que opinase acerca de cómo sería dentro de cinco años este capitalismo con el que nos ha tocado vivir”, leo en un texto que reproduce una conferencia anterior de Josep Fontana. “Y lo que respondí fue que eso dependía de nosotros: que lo que tengamos dentro de cinco años será lo que habremos merecido”.

El historiador se mete en harina y hace pronósticos a partir de qué cosas: a partir de la acción humana, tan caprichosa, tan imprevisible.

El futuro ya está aquí. ¿Y el presente? El presente es la historia de una crisis, de un cierre. En el casco que nos hemos puesto, en la pantalla que parpadea, se reflejan los circuitos neuronales de la computadora.

Ay.

El País

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