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Presente Continuo

Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

Eskup

¿República o Monarquía?

Por: | 28 de enero de 2013

Esperanza-aguirre-ebook-9788499704593Lunes 28 de enero de 2013. Leo en la sección 'Enfoque', de Abc (o ABC, como dicen los puristas) un artículo de Esperanza Aguirre. ¿Su título? "La República". La autora, que firma como presidenta del PP de Madrid, critica a quienes hoy en día exhiben banderas tricolores: la enseña de la II República española.

No sé. Yo, que jamás exhibo bandera alguna, me sorprende su malestar.  Entiendo que quienes tienen seguras y firmes sus pertenencias nacionales saquen pendones. Los estandartes servían para distinguir a las tropas frente al enemigo. Por eso, en un mundo de Estados-nación supongo que los naturales harán ondear las enseñas.

No me verán jamás en esa circunstancia. Como mínimo, es una lata. Para mí. Yo nunca he querido significarme en este sentido: no por mantenerme a buen recaudo, sino porque me molesta la ostentación de símbolos, sean locales o universales. ¿Por qué? ¿Acaso por falta de sentimientos? No. Como decía Jessica Rabbit, no soy malo; es que me dibujaron así...

Admite Esperanza Aguirre que le preocupa y que le entristece "ver el entusiasmo, no sé si ingenuo o malvado, con que se exhibe la bandera que simboliza uno de los periodos más nefastos de nuestra Historia, en el que se enconaron los odios, se despreció al adversario político hasta llegar a su eliminación física y las libertades estuvieron constantemente amenazadas". Vamos a analizar esta afirmación.

Hemos de admitir que la II República española acabó mal. ¿Por qué? Entre otras cosas, por la tensión, por la crispación entre partidos, por el repudio del otro. Y por el Alzamiento Nacional, que fracasó y se prolongó como guerra... De todos modos, no era un problema exclusiva o estrictamente republicano. Era un dislate español y circunstancial: los años treinta son un período de gran violencia en Europa.

Además, en la España de esas fechas, la cultura política era prácticamente inexistente. ¿A quién se le había enseñado qué era la democracia? ¿Cuál era la experiencia española del parlamentarismo y del sistema de partidos? Por abreviar: el turno de las organizaciones dinásticas y los encasillados, la oligarquía y el caciquismo.

La República no fracasó. Lo que fracasó fue la experiencia parlamentaria española tras un siglo de sectarismo. Y fracasó también la tradición institucional: en una sociedad de clientelismo y patronazgo, el respeto democrático es impensable. Pero hay más.

Si la República fue uno de los regímenes más nefastos, según Esperanza Aguirre, ¿qué podríamos decir de la Monarquía borbónica? Los siglos XIX y XX son la confirmación del gran fracaso dinástico y modernizador de los soberanos españoles. La Corona se rodeó en el Ochocientos y en el Novecientos de una Corte de negociantes, aduladores, curas, monjas: vamos, la Corte de los Milagros. Qué le vamos a hacer.

Además, por culpa de los problemas dinásticos y por otros factores sociales, la España decimonónica fue una sucesión de violencias. ¿Sangre? ¿Quieren sangre? Pues empiecen con 1808 y sigan con las Guerras Carlistas. Alguna responsabilidad tuvieron los reyes, ¿no? Tanto Fernando VII, como Isabel II, como Alfonso XII, como Alfonso XIII fueron calamitosos.

Yo no ondearé la enseña republicana, pero cuando cualquiera de ustedes empuñe el mástil de la bandera bicolor piense un instante en los Borbones del pasado. Y mira que me duele decir esto… No soy bueno; es que me dibujaron así.

¿Operación Avispa?

Por: | 25 de enero de 2013

1209227563N2e5AvLeo en El País: "Operación contra la mafia rusa en el Ayuntamiento de Lloret de Mar". Figura en portada de la edición digital.

Y los redactores añaden: "La Guardia Civil ha detenido esta mañana en Girona a cuatro personas vinculadas a la mafia rusa. Además, el instituto armado está reclamando documentación en el Ayuntamiento de Lloret del Mar, gobernado por CiU. Se trata de una investigación derivada de la Operación Avispa, coordinada por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, y que se ha saldado con la detención de este grupo, formado por un empresario y sus colaboradores. La operación está bajo secreto de sumario".

Francamente: ignoraba que existiese la Operación Avispa. Suena a aguijón, a pinchazo, a picotazo. ¿Imaginan el dolor? Te taladran y luego tienes venenos o líquidos extraños en tu cuerpo. Perdonen mi prosa torpe: no sé nada de estos bichos, salvo el dolor que te produce su picadura.

¿Las mafias ahora son como aguijones que se te clavan? No es mala imagen. Si no estoy equivocado, cuando estos bichos te pican, se mueren. ¿Es así? Es decir, se entregan totalmente a la víctima. Lo mismo yerro, y las mafias sobreviven a pesar del aguijonazo. Por supuesto, lo que está en juego es una construcción. Concretamente, la construcción de un centro comercial.

Aparte de blanqueo de dinero, los periodistas destacan que al detenido "se le ha incautado un kalashnikov en su domicilio". Digo kalashnikov y pienso en la descolonización. Digo descolonización y pienso en un salacot. Cómo me habría gustado tener ese casquete.

Javier Marías ha contado en repetidas ocasiones la impresión que le causó encontrar un salacot de su padre. ¿De dónde procedía? Julián Marías viajó muchísimo desde joven y ese salacot es el resto de un mundo ya perdido.

No tengo claro que el kalashnikov sea un objeto del pasado. Tampoco las avispas. Menos aún, Convergència i Unió.

Amy Martin. El pseudónimo

Por: | 24 de enero de 2013

Irene_Zoe_Alameda_fitxaLa impostura es fingimiento o engaño con apariencia de verdad. Irene Zoe Alameda admite haber creado un pseudónimo con el que firmar textos, obras, que entregaba a la Fundación Ideas bajo contrato. Como consecuencia de su juego literario (que tiene relación con una novela en curso), su ex marido ha sido destituido: a Carlos Mulas se le atribuía el fingimiento. Alameda reconoce que no: que su ex esposo Mulas no tenía nada que ver.

"En 2009, separada sentimental y físicamente de Carlos Mulas y a sabiendas de que la Fundación Ideas buscaba colaboradores para la sección Global Observer que publicaran artículos multidisciplinares y originales tanto en inglés como en español, tomé la decisión de ponerme en contacto con la Fundación que él dirigía y de hacerme pasar por Amy Martin para ofrecer mis servicios como autora. El nombre de Amy Martin lo elegí por coincidir con el de una conocida de mis años de estudios en Nueva York..."

Una novela es una novela. Y un ensayo es un ensayo. En una novela, el autor puede aparentar escribir un ensayo; y en un ensayo, el autor puede escribir narrativamente, como si fuera efectivamente un novelista. Todo es correcto siempre que sepamos de qué va la cosa; siempre que el lector sepa que lo que lee es una novela que finge ser un ensayo o un ensayo escrito como una obra de ficción. Si los supuestos están claros, si el juego literario está avisado, si no se hace pasar lo que no es, entonces no hay impostura dolosa.

Ahora bien, si yo utilizo un pseudónimo para escarnecer, para vilipendiar, entonces soy un cobarde. Hace años, nueve nada menos, lo dije en un artículo que titulé  "¿Hay alguien ahí?"

Por otra parte, si yo empleo un alias para hacer como que existe alguien y de ello se siguen consecuencias para otros, entonces soy un caradura. Si además, digo ser progresista y de ello hago causa, entonces estafo, confundo a quienes están dispuestos a creerme. Hay mucha credulidad en este lado... Enric Marco fue un caso ejemplar de esta conducta, según me recuerda Rogelio López Blanco. De ello escribí en 2005.

No doy crédito. Todo esto me parece irresponsable. Y el comunicado de Irene Zoe Alameda, lejos de salvar a su ex marido, lo deja como un pardillo. ¿Y los dirigentes de la Fundación? Cobrar tres mil euros por un artículo --como así parece que cobró Amy Martin-- es fastuoso. ¿No tiene vergüenza Amy? Creo que Martin debería devolver hasta el último euro y creo que en la Fundación deberían dimitir en cadena, en escala, en cascada. Por pardillos, por palurdos, por catetos. ¿A quién se le paga tres mil euros por un texto? No sé si, además, aquí hay delito...

Finalmente, ¿qué es eso que dice Alameda de su ex marido? Admite estar "separada sentimental y físicamente de Carlos Mulas". Trato de pensar en esa expresión bifronte y no me cabe. Cuando estás separado sentimentalmente, no hay cuerpo, ni roce, ni caricia. Aunque te toquen, no hay nada. Esa precisión (sentimental y físicamente) me parece un pleonasmo: algo muy reprensible en una escritora. Así, me pregunto: ¿cuando hacía de Amy Martin era un ente físico o puramente sentimental? Es más: ¿tuvo estómago para cobrar tres mil euros por artículo sin sentir un cierto malestar físico? O sentimental.

Helmut Berger y Tadzio

Por: | 22 de enero de 2013

51335Uno. Helmut Berger tiene actualmente 68 años. Es decir, quince más que yo. ¿Cómo estaré cuando llegue a esa edad? Berger fue uno de los actores más guapos de los setenta. Era decir Helmut y todos callaban: su apostura rubia, su torso bien esculpido, su rostro fino, elegante... Desde hace años le había perdido la pista. Al parecer, tras décadas de desenfreno y ruina, su aspecto ha empeorado. Normal.

Conserva el pelo tintado, pero tiene el rostro abotargado de quienes han ingerido litros y litros de alcohol. Yo no soy 'gay', pero podría serlo... No tengo inconveniente en reconocer su guapeza. Admito sin problema cuando un varón es bello: en este caso, guapo de cojones. Para mí, Berger era como Tadzio, el adolescente de 'La muerte en Venecia' (1971), la película de Lucchino Visconti. No sé por qué pero voy a para a esta historia... Qué recuerdos. Permítanme volver a ella, a las cosas que ya escribí.

Dos. 'La muerte en Venecia'. “Gustav Aschenbach –o von Aschenbach, como se le conocía oficialmente desde su quincuagésimo aniversario— salió de su apartamento de la Pinzregentenstrasse, en Munich, para dar un largo paseo a solas. Era una tarde de primavera de aquel año de 19…, que durante meses mostró a nuestro continente un rostro tan amenazador y cargado de peligros. Sobreexcitado por el difícil y azaroso trabajo matinal, que le exigía justamente en esos días un máximo de cautela, perspicacia, penetración y voluntad de rigor, el escritor no había podido, ni siquiera después de la comida, detener en su interior las expansiones del impulso creador, de ese motus animi continuus en el cual reside, según Cicerón, la esencia de la oratoria, ni había encontrado tampoco ese sueño reparador que, dado el creciente desgaste de sus fuerzas, tanto necesitaba una vez al día. Por eso decidió salir de casa después del té, confiando en que un poco de aire y movimiento lo ayudarían a recuperarse y le procurarían una fructífera velada”.

TadzioLeo y reproduzco el principio de una novela corta, de una 'nouvelle', que aún me asombra y me incomoda. Lo hago en la versión de Juan del Solar. Los protagonistas son dos personajes en los que uno podría mirarse fantasiosamente: el primero, un escritor que sobrepasa la cincuentena, afligido y aburguesado, quiere ser capaz de la gran creación; el segundo, un adolescente, bello e ignorante de los efectos que provoca, es primitivo, literal o quizá perverso. Inevitablemente, al leer 'La muerte en Venecia' (1912), de Thomas Mann, no podemos dejar de pensar en la adaptación cinematográfica de Luchino Visconti.

Uno siempre llega tarde a esta novela. El lector también es espectador y recuerda a Dick Bogarde encarnando a Gustave Aschenbach. Aún ve al personaje enamorado y finalmente patético, cayéndole churretes de maquillaje derretido. Qué dramatismo grotesco: que personaje triste, descentrado, ansioso y vencido.

Dice Mario Vargas Llosa en 'La verdad de las mentiras' (1990) que esta obra “merece figurar junto a obras maestras del género”. Como las de Kafka o Tolstói. ¿Qué destaca en ella? “La excelencia formal, lo fascinante de su anécdota y, sobre todo, la casi infinita irradiación de asociaciones, simbolismos y ecos que el relato va generando en el ánimo del lector”, precisa Vargas Llosa. Sin duda, es cierto todo eso. Pero hay algo más: lo que por encima de todo sobresale en La muerte en Venecia es el problema de la creación, de la sublimación, de la expectativa artística, del triunfo o de la derrota.

¿Qué hacemos cuando queremos ser originales? ¿Es posible hacer algo nuevo, distinto, grande, propiamente irrepetible, o nos conformamos con lo alcanzado y ya ensayado? En Thomas Mann hay una pregunta recurrente: la cuestión del arte y de la vida, el interrogante sobre la relación conflictiva entre la inspiración y la existencia. El protagonista de La muerte en Venecia es un escritor, ese Gustave Aschenbach que nos revela el inicio de la novela. Es un creador ya célebre, asentado e instalado en la cumbre burguesa de su gloria. Eso le hace ser conservador en las formas y en las ideas, dedicado exclusivamente a cultivar el arte. ¿El arte por el arte?

Un día sale a la calle. Comienza el mes de mayo. Tras varias semanas de humedad y frío, el ambiente mejora, quedando “un tiempo falsamente estival”. Von Aschenbach se deja llevar por esa sugestión, que le excita grandemente. La impresión perdura. Algo le impulsa a abandonar su ciudad para establecerse provisionalmente en Venecia. Es el sur; es uno de los destinos del Grand Tour. En la ciudad italiana busca relajación y también expansión, paz, algo que amortigüe la exaltación o el impulso de su genio. ¿Es así?

Venecia es el arte, la belleza, pero también es la putrefacción, la derrota de lo elevado y espiritual. En aquella urbe triunfan lo orgánico y lo que corrompe y se corrompe. Allí, Aschenbach se enamora platónicamente de Tadzio. ¿Quién es? Un efebo de catorce años, un jovencito polaco que lo trastorna con su sola presencia.

Ambos coinciden en el Excelsior, hotel en el que se alojan. Poco a poco, el delirante amor que el artista siente aumenta, se hincha, y con ese sentimiento crece también la degradación: crece conforme se extiende la invasión del cólera asiático en la ciudad. La muerte y los sentidos destruyen la tranquilidad y la honorabilidad burguesas de Aschenbach: él, que tanto se protegía de sus propias pasiones e inclinaciones; él, que tanto se resguardaba de lo carnal con un elegante autodominio.

La novela está narrada en tercera persona bajo la perspectiva del artista. Por ello, son frecuentes las reflexiones sobre la creación, interesantes y grandilocuentes reflexiones sobre la creación. El arte es una frágil coraza, una defensa contra las ofensas de la pasión. ¿Sucumbe el personaje? ¿Le pueden la vida o el instinto de muerte? Las góndolas semejan ataúdes, y Venecia parece un cementerio marino, con sus mefíticas emanaciones. La vehemencia y el escalofrío que despiertan en el creador, el viaje que emprende como huida, el trastorno sentimental que disloca al burgués: el abismo, la humedad pantanosa y sensual que arrebata, que extenúa, que despierta lo dionisíaco, el puro desvarío. “¿Qué podían importarle ahora el arte y la virtud frente a las ventajas del caos?”, leemos en una página.

¿Quién mira y quién pervierte? ¿Quién triunfa y quién queda derrotado? ¿El creador envejecido y maquillado que busca la belleza o el joven efebo que ignora su perfección? Madurar e incluso envejecer no garantizan nada. Todo esto podría ser risible, ridículo, si no fuera por la ironía que siempre hay en la prosa de Thomas Mann y en la elegante traducción española. Pero eso es ya otra historia.

Punto final.

Asalto al Distrito de la Comisaría 13

Por: | 21 de enero de 2013

Asalto 0Esto es un dolor sin cuento. De hecho no hay cuento: hay relatos que justifican todo lo hecho y hay un asco cada vez mayor por lo ocurrido aquí y fuera de aquí. ¿Qué hacemos? ¿Rompemos con todo, enladrillamos y empezamos de nuevo?

Hay tentaciones de adanismo, sin duda. Es decir, hay la propensión de admitir que esto no tiene remedio, que esto no es democracia, que nos han hurtado lo material y la ilusión: las expectativas.

Pero creo que aún hay que sostener las instituciones. Sin éstas, el resultado es la selva. Se me dirá: con las instituciones, los cuatreros han hecho de las suyas. Cierto, cierto. Pero imaginen un mundo sin límites, sin normas, sin reglas. Ciertos liberales extremados proponen eso: fuera reglas, que el mercado es autorregulación. No, no, por favor.

Lo que nos pasa no es fruto del Estado; tampoco es fruto del liberalismo legal. Lo que nos ocurre es un asalto en toda regla a las instituciones. ¿Recuerdan aquella película? ¿Asalto a la Comisaría del Distrito 13 (1976)? Era de John Carpenter y se inspiraba en Río Bravo (1959), de Howard Hawks.

Pues eso: dentro tenemos personas dudosas, tenemos gente poco fiable, pero si estamos acosados por los villanos, los nuestros sacarán lo mejor de sí mismos haciendo causa común con los honestos. Eso quiero pensar, eso quiero esperar. No me refiero a que los acusados y condenados ahora nos vayan a ayudar. Lo que digo es que quienes delinquieron pueden redimirse cantando: los que viven cómodamente sin pena a pesar del delito han de ser capturados, procesados.

Yo tengo la impresión de estar en la Comisaría del Distrito 13. Fuera hay un ataque en toda regla. Es más: tenemos la sospecha de que algunos --no pocos-- se nos han metido ya en la Comisaría. Lo que nos ha de unir es la voluntad de mantener firme la defensa, mantener limpio el espacio y capturar a los cuatreros. No se me ocurre otra cosa.

Espero que Mariano Rajoy ordene una investigación. Compete a Asuntos Internos. Pero nos compete a todos. Si Rajoy hace como que no se entera, lo apearemos. Esperemos que no lo apee Esperanza Aguirre, firme partidaria de romper con las normas si el capitalismo de casino lo exige.

Dios...

¿Quiénes son los cuatreros?

Por: | 19 de enero de 2013

Uno. Hay una España que trabaja, si puede, y que hace las cosas con esfuerzo, con empeño, con vergüenza torera y con satisfacción. Si hay que arrimarse, se arrima; si hay que compartir, se comparte; si hay que vivir con estrecheces, se vive: eso sí, siempre que la estrechez no asfixie. Hay una España Busca-cuatreros-del-phishing-llega-el-superhe-L-hfHNQhsolidaria que elabora, labra, comercia, manufactura, pinta, escribe... con legítimo orgullo. Recibe el sobre a fin de mes. Con competencia y habilidad, con la alegría de las cosas bien hechas, se siente legítimamente pagada.

Y luego hay un país de listos y dinámicos que se valen de su presunta agudeza y de sus fraudes pícaros para llevarse las bolsas o los sobres. Son presuntos delincuentes. O cuatreros. En efecto, la España corrupta es un país de bolsas y sobres: sacos llenos de dinero, cantidades de fábula, fastuosas, como el oro de los cuentos. Aún hay algo rústico en todo esto… Los cuarenta ladrones, los villanos que se adueñan de la hacienda y de los bienes, no son propiamente figuras de cuento. Son los monstruos de una pesadilla. Y la gente que paga a Hacienda, que somos unos cuantos, nos sentimos estafados, burlados. Pero esto no acaba aquí: el cuento ya no nos convence. Las instituciones se derrumban y con ellas nuestra confianza. Nunca pensé que fuéramos a llegar a esta circunstancia.  

Dos. La corrupción urbanística y temas afines interesan, precisamente, a los valencianos: motivo de escándalo y principal deterioro de la comunidad política. Si en esta o en aquella población hay manejos o enjuagues dudosos, si hay recalificaciones escandalosas, si hay enriquecimientos deshonestos de auténticos forajidos, ¿ustedes creen que la solución es renunciar a la política? Ya lo dije años atrás: cada vez que un representante institucional, en un municipio, en una Diputación, etcétera, ejerce con arbitrariedad o abusa de la confianza aprovechándose del empleo o del cargo público se deteriora el crédito de la democracia. Siempre podrá aducirse: nuestro sistema político tiene paliativos, como la vigilancia de la oposición, la independencia del poder judicial o la observancia de la prensa.

Pero, si lo pensamos bien, el sistema ha de tener a los ciudadanos como principal instrumento de crítica. Nuestra democracia es manifiestamente mejorable y el sistema de partidos desde luego no está pensado para poner diques a la corrupción, pero somos nosotros quienes hemos de debatir, de juzgar, de castigar electoralmente. John Dewey hablaba de democracia creativa para hablar de la deliberación ciudadana. Seguramente no es preciso llamarla así. Basta con que la ciudadanía se implique en la exigencia y en la transparencia: sin grandes experimentos, desde luego, pero sin grandes renuncias… Debemos “desprendernos del hábito de concebir la democracia como algo institucional y externo, adquiriendo el hábito de tratarla como un modo de vida personal”, decía Dewey en 1939.

Tres. “Su puesta en práctica significa que la democracia sólo puede enfrentarse a los poderosos enemigos que hoy la acechan creando nuevas actitudes personales en los seres humanos individualmente considerados”, añadía Dewey. Los antagonistas de la democracia siempre han sido los totalitarios, en 1939, aunque también los acosadores que rompen las urnas o que amenazan con el viejo y el nuevo escuadrismo. Ahora volvemos a escuchar amenazas: que si estamos en 1934, que si estamos en situación de emergencia militar. Pero los enemigos de la democracia son igualmente aquellos representantes nuestros que destruyen el espíritu público, la virtud ciudadana, con lucros injustificados propios de salteadores. ¿Y qué hacer frente a ellos? ¿Votar en blanco en espera de mejor ocasión, cuando nuestro partido ideal nos salve de la decepción?

“Me inclino a creer que la base y la garantía última de la democracia se halla en las reuniones libres de vecinos en las esquinas de las calles, discutiendo y rediscutiendo las noticias del día leídas en publicaciones sin censura, y en las reuniones de amigos en los salones de sus casas, conversando libremente”, concluía John Dewey.

Pues eso. La tribu está amenazada por los cuatreros.

 

http://justoserna.com/2013/01/19/quienes-son-los-cuatreros/

Violencias masculinas

Por: | 17 de enero de 2013

01_Samuel_ArandaUno. Estuve en Barcelona viendo la Exposición World Press Photo 2012. Ubicada en el Centre de Cultura Contemporània, en pleno Raval, la visita me fue muy provechosa. Me hizo pensar y darle vueltas a lo que veía, a lo que percibía, al dolor retratado, al mal fotografiado. Ahora viene a Valencia. Gracias a Doctornopo, que la trae a la Fundación Chirivella Soriano en el Palau de Valeriola.

Como casi siempre, las instantáneas sorprenden y a la vez son predecibles. No hay individuo retratado que no tenga un precedente, que no recuerde a algo o alguien ya visto. Los individuos reproducimos poses, ademanes, gestos, mohínes. El dolor, el amor, el sopor... Todo ha sido ya esbozado reproducido, repetido.

¿Es eso un problema? No se trata de ser esforzadamente originales, sino de ser auténticos. Autenticidad es una palabra muy sobada: generalmente se usa para pasar como legítimo lo que está gastado. Auténtico es aquel que no confunde ni mezcla para provocar efectos de reconocimiento y aplauso. Auténtico es ser atrevido, osado y a la vez modesto: nada de lo que tu expreses, con la imagen o con la palabra, es nuevo, radicalmente nuevo. Todo ha tenido tratamiento. Pero puedes reproducir lo ya hecho con sinceridad y desgarro.

Cairo-940wDos. En el caso de la fotografía ganadora, de Samuel Aranda, nos hallamos ante una reproducción de la Piedad. El amor de madre; la compasión hacia el ser dañado, herido, maltratado; la ternura hacia el hijo. La humanidad penitente... La instantánea fue tomada en circunstancias excepcionales y Samuel Aranda la explica en el vídeo que acompaña a la muestra. Sus imágenes golpean y remueven nuestra vida amodorrada. Yo no puedo dejar de recordar, por ejemplo, una visión de las azoteas de El Cairo en medio de una tormenta de arena. No hay belleza superior; no hay dolor más espontáneo. Se la debemos a Aranda.

En la World Press Photo 2012 tuve esa impresión. Casi todo lo que veía era una exploración de lo ya visto, una inspección de lo repetido, pero todo me parecía nuevo. Muchas fotografías iban más allá del tópico. Sé que las circunstancias humanas que más  valoramos son poses de la tradición pictórica. Eso no es problema: el mundo se repite y los seres humanos se copian, se plagian, se solapan.

  Bbe411_129c3de8cdb0154cced1dceb5ad035c8.jpg_400Tres. Las instantáneas que vi me confirmaron una verdad terrible: el mal del mundo es preferentemente masculino. Los hombres torturan a sus congéneres; maltratan o someten a las mujeres; hacen uso de tradiciones, leyes, herramientas, utensilios, armas, cachivaches, etcétera, para humillar, para ultrajar. Ustedes no saben lo que esto es. Corroborar dicha evidencia es duro. No escapamos los varones a esa fuerza bruta que se nos atribuye, que nos creemos, que tenemos. ¿Para qué la empleamos? Para infligir daño y para ejercer el poder.

¿Ustedes se creen? ¿No deberíamos empeñarnos en cambiar el mundo? Ya sé que dicho así es una bobada de occidental bien nutrido. Pero no hay palabras para expresar la conmoción, la conmoción de esta muchacha forzada a casarse con un varón ya machucho, según vemos en la fotografía de Stephanie Sinclair. No hay eurocentrismo por mi parte; hay rabia.

'Covers'. El tiempo está de su parte

Por: | 15 de enero de 2013

487103_480561488644035_628720627_nUno. ¿Por qué se amplía el plazo de una Exposición? Las razones pueden ser distintas. En el caso de Covers, la causa es su excelente acogida, la respuesta del público. Hasta el 3 de febrero… Ahora no hay excusa: Covers estará abierta hasta el 3 de febrero. Llevamos 20 mil visitantes. Echamos en falta a unos cuantos más.

Dos. Ir a los años cincuenta es materialmente ilusorio, pero aproximarse virtualmente es posible. La América de 1950 o 1960 está desaparecida. Los restos que quedan de aquellas décadas (fotografías, vídeos, carteles, electrodomésticos, carátulas, portadas, etcétera) son numerosos y su reunión nos permite hacernos una idea, conmovernos con lo vivido.

Una impresión es un efecto sensorial: por fuerza nos obliga a reflexionar, a hacer patente lo que no está pero percibimos. Aunque para que tal cosa ocurra, para que tal consecuencia se dé, es preciso ordenar la amalgama: hay que narrar lo que juntamos y hay que contar una historia de objetos y de sentido.

Tres. En 'Covers' contamos una historia, ciertamente: los reclamos de una sociedad de consumo; la publicidad de un capitalismo doméstico. Pero también detallamos una rebeldía, la oposición de los jóvenes, el malestar de unos muchachos que hicieron del rock su afirmación. Estamos en la Norteamérica colorista y glamourosa de John F. Kennedy. Estamos en una sociedad que hace del derroche y de la juventud su gloria. ¿Por qué se oponen los adolescentes al bienestar material?

Cuatro. Covers muestra y sugiere, expone y oculta: lo que fue portada tapa a la vez la discriminación, la pobreza, lo feo, lo viejo. Estados Unidos emprende una carrera espacial que es al tiempo un torneo político, un certamen atómico. La televisión recrea y multiplica. La música retiene y difunde. El rock no es sólo sexo. Es deseo, expectativa, mezcla y porvenir. Los jóvenes lo quieren todo y los esperan todo. Únicamente falta su cumplimiento.

El tiempo está de su parte...

PSOE. C'è da spostare la macchina

Por: | 13 de enero de 2013

Reunión del Comité Federal del Partido Socialista Obrero Español. Los dirigentes de la organización Auriculares2parecen ser conscientes de que hay que cambiar muchas cosas, pero a la vez temen iniciar cualquier muda. La cosa huele. Esperan retrasar el proceso de primarias abiertas y esperan que todo discurra sin graves alteraciones. Estamos en ralentí y no escuchan.

¿He dicho sin graves alteraciones? La grave alteración se está dando fuera del Partido Socialista. Hay numerosos jóvenes que se han desentendido de la política, al menos de la política que llevan a cabo los socialistas. Ven esta organización como un organismo lento y escasamente sensible. Ven esta organización como un mero agregado de intereses: cuadros, cargos y empleados. No ven en el PSOE una esperanza, al modo de una vanguardia, sino como algo atávico, disfuncional y rezagado.

No me gusta la palabra 'vanguardia'. Tiene resonancias abiertamente militares, de confrontación. Unos pocos soldados aguerridos verían lo que la mayoría no ve y esos pocos serían los únicos capaces de emprender, de acometer. Ciertamente odio la palabra 'vanguardia'. Pero desde el punto de vista de las artes o de la sociedad, las vanguardias de principios del siglo XX atacaron el gusto burgués, el amodorramiento, las formas clásicas y adocenadas.

Conozco jóvenes con los que mantengo una excelente relación, muchachos de veintitantos que querrían activar el estado de cosas. Para estos ciudadanos, el Partido Socialista parece una institución amodorrada y, a lo que me cuentan, el debate intelectual de sus dirigentes les aburre: sus cuadros se adocenan vertiginosamente. Hace falta nivel: estudios, ganas de saber, humildad, sin convertir el Partido Socialista en el lugar de trabajo. Hace falta atrevimiento y movimiento. Están encerrados oyendo su propio sonsonete sin advertir lo que ocurre fuera, a las puertas.

No es --no puede ser-- el partido de los pensionados. Pero a la vez, a estos mismos jóvenes, les digo: los males del PSOE no son exclusivos. El sistema de partidos facilita la escasa circulación de los militantes, el descuido de los simpatizantes. Hasta yo mismo (que no formo parte de esta organización), estoy decepcionado y cada vez más desinteresado. Si eso me pasa a mí, que viví el final del franquismo y el proceso de transición con suma atención, ¿qué no sucederá entre los muchachos?

Hay que salir y empujar. Hay que facilitar el trabajo común. Y en el Partido Socialista deben desprenderse de la difidencia, de ese recelo con que observan todo cambio. En fin, no sé por qué, pero este reproche que hago al PSOE me recuerda una canción pegadiza de Francesco Salvi. Data de finales de los años ochenta.

Es la historia del vigilante de una discoteca. Custodia también el párking. Usando los micrófonos del salón pide ayuda a los que allí están para que alguien salga a desplazar un coche que tiene la marcha puesta y, además, es un diésel. Obstaculiza el paso... Pesa mucho, está anclado y él solo no puede moverlo. Necesita ayuda y todos pueden facilitársela. Nadie sale. Están cómodamente instalados. La máquina sigue allí, a las puertas: nadie empuja y así les va, así les irá...

C'è da spostare la macchina di prima, vuole venire qualcuno a darmi una mano oppure no
Che siamo qua tutti a ballare e io sono fuori a lavorare!
C'è da spostarla… e basta!
La vogliamola spostarla o no? E
basta!
Aquí y ahora ocurre lo contrario. Los jóvenes están fuera, pero de dentro del salón nadie sale.

http://justoserna.com/2013/01/13/psoe-ce-da-spostare-la-macchina/

Fuera de órbita

Por: | 11 de enero de 2013

asteroide-Apofis

Jueves, 10 de enero de 2013. Al caer la tarde leo elpais.com. Salgo deprimido. "El amenazador asteroide Apofis es mayor de lo que se creía", reza el titular. Y prosigue el texto: "La Tierra abre los ojos para intentar descartar el riesgo de colisión con la roca de 325 metros de diámetro en el año 2036". ¿La Tierra abre los ojos? ¿Esto qué es? ¿Una metáfora o un cruel despertar?

Luego sigo por el periódico digital y leo la noticia de apertura. Es la referida a Cataluña. He de frotarme los ojos. No es metáfora; es literalmente lo que hago. Leo en catalán y en castellano la Decalaración de soberanía del pueblo catalán. Me parece increíble lo mal redactada que está y los extravíos jurídicos e históricos que contiene. ¿Cómo puede titularse un manifiesto "Proposta de Resolució d'aprovació de la Declaració de Soberanía del Poble Català". Para empezar todo son cacofonías.

Leo en la Wikipedia que "un asteroide es un cuerpo rocoso, carbonáceo o metálico más pequeño que un planeta y mayor que un meteoroide, que orbita alrededor del Sol en una órbita interior a la de Neptuno". Desde luego Cataluña es un cuerpo rocoso más pequeño que España, que no es planeta, aunque ocupa una parte fundamental de la Península Ibérica y además es Estado Español (según la expresión de los redactores de la declaración). No sé si Cataluña orbita alrededor de algún Sol, pero creo que sus líderes están fuera de órbita. ¿Por qué?, se preguntarán.

Uno. "El poble de Catalunya, al llarg de la seva història, ha manifestat democràticament la voluntat d'autogovernar-se". Tal cosa no es exactamente así. El "pueblo" es una expresión que se emplea cuando no se quiere utilizar la voz "ciudadano". En todo caso, esa voluntad de autogobernarse no se ha dado "al llarg de la seva història", sino en época contemporánea, reciente. Si empleamos el adverbio "democràticament", no hay historia remota.

Dos. Se habla de modelo autonomista, que sería consecuencia de una larga transición que llevaría del régimen franquista al Estado Español. Esta expresión la empleaba el franquismo. Tras el régimen, hay una monarquía parlamentaria o un reino de España. No es un Estado Español que fue invento del anterior régimen. Por otra parte, sería más propio decir "modelo autonómico". El autonomismo es una aspiración, no un modelo, según los redactores de la declaración...

Tres. El freno del Tribunal Constitucional al proyecto de nuevo Estatuto, según CiU y ERC, habría comportado una "radical negativa a l'evolució democràtica de les voluntats col·lectives del poble català". Aparte de la lectura de la sentencia del Constitucional, lo que me llama la atención es eso de las "voluntades colectivas del pueblo catalán". No existe tal cosa. O existe la voluntad colectiva, fórmula ciertamente peligrosa; o existen las voluntades individuales que, agregadas, producen un efecto.

Intermezzo. “Sostenemos como sagradas e innegables estas verdades: que todos los hombres son creados iguales e independientes, que de esa creación igual reciben derechos inherentes e inalienables, entre los cuales están la preservación de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Eso leemos en el primer borrador de la Declaración de Independencia de Estados Unidos (1776) escrito por Thomas Jefferson. Está redactado con una prosa enérgica, de altos vuelos, con argumentación y no con mera aserción. En el texto catalán hay una sintaxis exclusivamente desiderativa. Hace falta más retórica.

Cuatro. "...el Parlament de Catalunya acorda declarar la sobirania democràtica del poble de Catalunya com a subjecte polític i jurídic..." La formulación es confusa. Un parlamento no declara una soberanía: ésta precede como acto institucional al parlamento. Por otra parte, no existe la soberanía democrática. Existe la soberanía real, la mixta, la nacional, la popular. Pero la soberanía democrática es una incongruencia. Por otro lado, Cataluña es un sujeto político y jurídico antes de esta declaración. ¿Existe o no existe la Generalitat? Si es así, entonces la institución ya está reconocida...

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