1. Carlos Floriano. Impecablemente vestido de acuerdo con la moda de hace veinte años, Carlos Floriano se asfixia. Luce una corbata de color metalizado: con motitas. Es un señor con arrugas faciales propias de rústico. Siempre tiene la cabellera a punto de desbordarse: disfruta de ondas, puntas y extensiones. Todo en Floriano es así. Sobrante. Como sus labios gruesos, quizá sensuales, increíblemente carnosos, casi befos. Cada vez que habla me pongo a cubierto. Temo la insidia y la lascivia.
2. Esteban González Pons. Es portavoz, vale decir, carece de voz propia. Siempre habla por otros y además lo hace con énfasis y retórica, con lentitud y prosodia. O eso cree. Tiene el pelo cano, luce bronce y una dentadura blanqueada. Justo por ello le llaman El Cuerpo: se asemeja a George Clooney. Eso sí, un George Clooney atocinado, de anchísimo cuello y paquete hispano. González Pons es un señor verboso y lírico. De camisa blanca y jeans avejentados. Carece de ideología. Otros dicen que tiene ideas.
3. José Ignacio Wert. Es cabezón, pero no por su testa poderosa y calva, sino por un par de ideas que atesora y guarda en la cartera: aparte de las matrículas de honor. Las compartió con Edurne Uriarte y ahora ya no. Se sabe listo, excelente y resultón. No está confirmado que sea fino o caviloso. Le pierden su verbo airado y su genio. Viste estrecho e italiano y se ahoga en su traje de bufón. En efecto, no tiene buen color: luce una piel malsana y una sonrisa de ratón.
4. Cristóbal Montoro. Por su aspecto parece un ave, un ave picuda y salvaje. Así es. Se presenta feo, fiero y fanfarrón, como gallo de pelea. Pero es algo más. Ejerció de catedrático y ahora se conforma con el Ministerio del Ramo: el de Hacienda. Es, pues, el Hombre del Saco. Temible... De sonrisilla fácil, resulta un comeniños socarrón. Nos falta al respeto, nos quita los cuartos y nos responde siempre con cara de asco. Como hombre creyente y de sacristía bendice y nos inflige los recortes. Viva vocecilla de hombrón.
, como una jovencita intemporal. No se le conocen habilidades especiales para ejercer el mando en plaza. Empezó en la 'fontanería popular' y en eso se quedó. Eso..., aparte de casarse y separarse de don Jesús Sepúlveda, un señor con nombre de ganadero taurino, aunque sólo tenga un Jaguar. A la familia se la relaciona con el caso Gürtel. El Caso..., El Caso. La verdad es que sí: la señora Mato es un caso.