Entre mis pequeñas excentricidades está odiar la exhibición de banderas; detesto hacer ostensible los símbolos que nos unen; me incomoda manifestarme bajo un trapo que a otros conmueve. La cosa podría no tener interés alguno, incluso podría ser una patología mía. He acudido a manifestaciones públicas, por supuesto, pero procuro evitar los pendones, marchar bajo los pendones. ¿Agarofobia? En absoluto: me desenvuelvo normalmente. Sólo que los actos colectivos, que a otros excitan, a mí me enervan. Los nacionalistas pueden reprocharme mi nacionalismo banal: estás tan seguro de tu orden simbólico, que puedes rechazar los trapos comunes; eres tan narcisista, que no quieres sumarte a algo que desinvidualiza. Por eso te puedes permitir el lujo de rechazar las banderas. Pues no, es una razón más trivial y, quién sabe, tal vez más consecuente: detesto exhibirme con un trapo colectivo porque no siento nada. Nada.
Cuando hice el servicio militar, la jura de bandera fue un acto fracasado: llovía a mares y, justamente por ello, debimos realizarlo en un gimnasio. El acontecimiento perdía todo su brillo, todo debía acelerarse y todo quedaba seriamente deslucido. Fue para mí un alivio. Tanta bandera, tanta enseña, tanto besuqueo me ponía enfermo. ¿Acaso por la bandera de España? No, no le tengo tirria especial a la enseña nacional española. Me habría pasado lo mismo sí el besuqueo textil hubiera estado destinado a cualquier otro pendón. ¿Acaso por odio a lo que significa? ¿Defender la patria con tu vida? No: de darse el caso, yo no habría defendido patria alguna con mi vida. Padezco una moral indolora, que dijo Gilles Lipovetsky. Que no me aten. Que no me maten.
No es deseable ni siquiera posible la sujeción de las personas a las propiedades que las encadenan real o supuestamente a las comunidades de origen o de pertenencia, a las familias o a las naciones. Hacerlo así, forzar lo que nos ata, es violentarnos a cada uno de nosotros, es asociarnos con idéntico perfil a quienes por fuerza son distintos. Nos obliga dicha operación a vivir solidarios con una imagen predefinida de cada uno, esto es, al vincularnos por fuerza a nuestro grupo de pertenencia se multiplican efectivamente las diferencias que hay en el mundo entre los distintos grupos étnicos o culturales, pero a la vez se empobrece dicho planeta, pues éste o aquél, tú o yo, por mucho que compartamos rasgos que nos alejen de otros, somos algo más que autómatas obligados a comportarse fatalmente. Es decir, que la alegre defensa de la diferencia étnica, en el fondo, oculta la auténtica diversidad de cada cual o, en otros términos, la murga de los rasgos colectivos irrevocables que me definen impediría la diferencia efectiva.
En el pasado, en el siglo XIX, por ejemplo, los individuos carecían de plurales fuentes de información y lo común era abastecerse con un único canal a través del cual se recibían las percepciones de lo real y las actuaciones prescritas a que estaba obligado cada uno. El hijo de un rico hacendado tendía a reproducir lo obvio, lo que era indiscutible para sus mayores y lo que por tradición o herencia le llegaba, que no era sólo un conjunto de bienes materiales, sino también una concepción del mundo congruente con el medio del que procedía. La educación formal, la socialización y la propia maduración del individuo en un espacio afín reforzaban ese patrimonio inmaterial que era el sentido común heredado (o lo que Marx llamó ideología).
Desde hace tiempo, las cosas ya no son exactamente así. La vastedad y la variedad de fuentes de información, tan contradictorias, el debilitamiento de las reglas comunes y prescriptivas (sustituidas, en parte, por eso que Gilles Lipovetsky llamó la moral indolora) han hecho de nuestro tiempo un mundo efectivamente hecho pedazos. La circunstancia nos concede una gran libertad, pues ni el padre, ni la familia, ni la escuela, ni las autoridades pueden sujetar una socialización que se desborda y en la que la coherencia de los datos acopiados se hace casi imposible. Pero es también nuestro infierno. Es tal la avalancha que los muchachos pueden crecer angustiados por la saturación informativa (por la vecindad de lo alto, de lo bajo, de lo relevante, de lo irrelevante) y por el deterioro o la falta de criterios de discriminación. De ahí que la identificación colectiva que se estimula con sentimiento logre lo que la razón no alcanza. Las banderas resurgen, los himnos nacionales se entonan, los sentimientos de pertenencia se excitan. No sé si soy un bicho raro (creo que no, creo que soy muy normalito), pero ya les digo que no me pillarán vivo envolviéndose en una bandera, la que sea, o enfundándome una camiseta patriótica. No me pillarán vivo.
Hay 6 Comentarios
Cuando a uno no le dejan ser uno mismo debe buscar un nuevo entorno y ese entorno se encuentra en las reinvidicaciones independentistas. La bandera es un simbolo para reconocerse entre afines. Solo eso.
Publicado por: emigrant | 21/09/2013 14:20:34
Es quiza hipocresía?
O quizá, niño de papa al q no le ha faltado nada esencial? Porque cuando a un@ le falta algún componente básico entiende de golpe la idea de solidaridad, pero también conoce la de orgullo y las dos sin excepción van ligadas a supervivencia.
Es entonces cuando se entiende el por que la gente se une en torno a una idea, a un sueño, a algún odio o a alguna bandera.
Seria precioso q algún día entendiesen ustedes, por la belleza de la empatía, q a los catalanes ya nos da igual si nos entienden, si nos aceptan, si nos odian o si no provocamos reacción alguna. Nos da igual, sinceramente.
Nadie sabe como acabara todo esto, pero nosotros llegaremos hasta el final (entiéndase como final el punto justo anterior a coger las armas...eso no nos va)
Q les vaya bien bonito, como dicen.
Publicado por: gerard | 20/09/2013 15:13:17
Totalmente de acuerdo con usted, Justo. Lo cierto es que desde que tengo memoria (Nací en 1973), las banderas en general, no me han producido ningún sentido de apego o desapego colectivo. Si es cierto que me gusta ver ganar a algunas selecciones deportivas nacionales; pero nunca he sentido un odio colectivo a ninguna nación (tan remarcado en los patrioteros). Me siento identificado con el himno francés mucho más que con el español (musicalmente el español pierde por goleada con muchísimos himnos.....parece música de verbena) porque cuando lo escucho, me recuerda a la Revolución Francesa; un acontecimiento histórico que cambió el mundo inevitablemente a mejor. Musicalmente me resultan muy sugerentes el himno ruso (y antes soviético, el americano, y el británico). En cuanto a mis valores vitales, y mis referentes históricos, me identifico con valores que el imperio británico ha propagado por el mundo, así como en otros conceptos tomo como referencias de valores de los EEUU, o de Francia. En esencia valores que se centren en el avance social, cultural y científico de la humanidad, la democracia, el laicismo, y las libertades civiles (individuales y colectivas). Mis referentes culturales, son también en buena medida anglosajones, pero también incluyen a Francia, Italia, Alemania, y en general la cultura occidental. Además por encima de todo me considero ciudadano del mundo, en segundo lugar, occidental, europeo, español, y aunque tengo cierto apego por la ciudad donde nací, me siento a gusto en diferentes ciudades, pero también soy un apátrida indeciso...... aunque mi ciudad favorita es París, no me importaría vivir en otras zonas, o países del mundo.
Publicado por: Alfonso | 17/09/2013 0:07:46
El vocablo "Independencia" significa no-depender. Aplicado a lo político es anti-colonialismo, y aplicado a lo económico es anti-pobreza. Pregunto... ¿son realmente independientes los pequeños estados? Una simple ojeada a la cacareada ONU con cinco poderosos imperios, y con derecho a veto, imponen en el Mundo las reglas del juego y los demás estados, en especial los pequeños, son una caca que solo sirven para abonar las riquezas de los grandes imperios. Creo que la unidad de los pueblos y no la desunión es fundamental para poder existir en este mundo infectado de hienas. Imaginen por un momento que cada uno de los estados de Estados Unidos fuese independiente... solo bailarían al son de otros imperios.
Publicado por: RAMÓN | 14/09/2013 13:20:20
Referente a la diada,la gente que estaba alli tenia diferentes ideas de la fiesta pero todos se expresaban con alegria para dar cuenta que no nos creemos ni a ciu,erc y mucho menos pp ni psoe ,todos estaban alli para recordarles a los politicos que ya esta bien que nos enganen,no se puede tirar adelante sin que estos inutiles no den ejemplo y (Trabajen un poco)
Publicado por: Josep llovet | 14/09/2013 12:13:43
Usted siempre con la misma: enfundándose en un supuesto apatridismo, en un no nacionalismo, refrenda el estatus actual de españolismo. DE dominio e imposición del españolismo. Ese es usted!
Publicado por: jesus | 14/09/2013 11:19:38