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Julio Camba

Por: | 30 de septiembre de 2013

Cero. Observen esa mirada retadora. Julio Camba casi hipnotiza al retratista. O lo interpela. No da miedo, pues tras esa penetrante mirada hay un resto de socarronería. Es también algo distinto. Esos ojos 1377620_10201867513430036_1700836624_nrevelan un punto de demencia, de locura seminal. Acaba de escribir y aún no se ha quitado. O, por el contrario, está a punto de regresar a su escritorio para escribir la columna, que ya está en su cabeza. Esperaremos.

Uno. ¿Aún no han leído a Julio Camba? Pues resulta imperdonable. O perdonable, porque el propio Camba no se daba tanto pisto. Sólo era un periodista, un periodista gallego siempre atento y armado con su ironía, con un humor fino de mucho efecto. Echó un vistazo al siglo XX y le salieron unas crónicas muy perspicaces. Se equivocó con frecuencia en sus juicios y diagnósticos, pero sus paradojas aún son imbatibles.

Murió en 1962, tras residir en una habitación del Hotel Palace durante dos décadas. Como un dandi, bien instalado en el franquismo. Su fama ha ido creciendo y ahora se le reconoce como el gran cronista que fue, como el gran columnista que demostró ser. Hoy en día es muy fácil acceder a su literatura de oficio, de prensa, de diario. Gracias a las numerosas recopilaciones que se están haciendo de sus artículos periodísticos, es sencillo leer algunas de sus piezas. Nuevos y venturosos libros de Camba abarrotan el mercado a precios muy accesibles. En Fórcola, en Reino de Cordelia, en Renacimiento. Etcétera. O también la primera antología de todas, 'Mi páginas mejores': datada en 1956, esta obra seleccionada por el propio Camba la ha recuperado felizmente la editorial Pepitas de calabaza.

Dos. Hace años, Arcadi Espada quiso poner de moda a Camba. Camba sería al periodismo español lo que Josep Pla podría ser al catalán. Tipos negados para novelar, pero artistas de la descripción y del adjetivo. No es mala comparación... Como Espada es inflexible con las mezclas de ficción y realidad, el periodista catalán se buscó santos patrones para su egregia empresa. Uno de ellos fue, precisamente, Camba. Hizo bastante con él y por él. No pudo ser.

Quizá era un Camba demasiado envarado, polemista y canónico el que Espada defendía: Camba, el periodista que no hacía literatura: Camba, el cronista que detestaba la ficción; Camba, el periodista de lo real. De hecho, algunos sospechábamos que Arcadi Espada se describía a sí mismo, con ese gesto airado y sarcástico que tan bien sabe interpretar, con ese ademán afectado de quién ya está en la crecida de la edad. El resultado fue, claro, un retrato avinagrado de Julio Camba, un humorista con rencores y estertores.

Tres. Ahora, sin embargo, Camba regresa joven y en pequeñas y prestigiosas editoriales de la mano de Francisco Fuster, entre otros: sin milicias ni militancias, con el gusto por la buena escritura, por la buena literatura. Fuster es reclamado por esta o por aquella editorial para prologar una nueva recopilación. O el propio Fuster propone un libro jamás concebido, con intuición, con oficio, con habilidades insospechadas. Así fue en 'Caricaturas y retratos' (Fórcola) y así es en 'Maneras de ser periodista' (Libros del K. O.), por ejemplo. Lo he disfrutado con auténtico placer: hay mucha socarronería en su mirada.

Camba no era un escritor de domingo, sino un galeote de la pluma. Un esforzado prosista de lo corriente, un escritor de lo ordinario, que escribía con fértil poesía. Perdónenme esta cursilería. Confeccionar una columna es un arte que si se hace bien, con un artificio presuntamente natural, parece sencillo. Hay que sentarse a escribir, sin contemplaciones, sin excusas, y de ese empeño y desempeño sale el artículo. Hay fecha y hora de entrega.

Cuatro. ¿Un artículo genial? ¿Inspiradísimo? ¿Una solemne tontería? A Camba no se le puede pedir más que observación penetrante y abarcadora, un estímulo externo y una habilidad letrada, capacidad de síntesis. El articulista, decía Camba, es como un avestruz: "lo convierte todo en cosa de comer y lo digiere todo". Reduciéndolo, eso sí, a bolo alimenticio, tan nutritivo y tan excrementicio: el artículo ya es materia orgánica de la que te olvidas.

No se olviden de Camba y lean los prólogos de Francisco Fuster, tan correctos y circunstanciados. Lean buen periodismo y disfruten con su hijuela: la columna de opinión.

Hay 5 Comentarios

Justo Serna. Vamos, que en el lapsus se me ve el plumero. Ya está comprado el libro: sale a 13 euros con tapa blanda. Muy buen precio también.

¡¡¡Y Julio Serna también, claro!!! Soy un maleducado y no tengo perdón.

Gracias Javier Fórcola, y a Justo Serna también, claro. Allá que voy a comprarlo. Le estoy dando vueltas a eso que has dicho... Taboada, Camba, Joaquín Vidal, Juan José Millás cuando se pone, Enric González, los mejores artículos en España nos los han escrito periodistas que se saben vencidos de antemano pero nos cuentan la crónica de su derrota con gracia.

Entusiasmo encuentro en tu artículo, querido Justo: entusiasmo por el buen periodismo, aquél que está al servicio de despertar inquietudes e inteligencias, aquél que logra hacernos más sabios con una sonrisa en la mirada. Y sí, contestando a José: gracias al riguroso y excelente trabajo de Francisco Fuster, que ha rastreado en archivos y bibliotecas españolas y argentinas, hoy podemos publicar un "nuevo Camba", aquél que quedó olvidado en hemerotecas y que nunca apareció publicado en España o en forma de libro. Camba se rió de la derrota, asegurada desde el principio. Fue el caballero del Palace, señor y cronista de una época que ya pasó Pero... ¡cuánto que aprender de Julio camba!

Pensaba que de Camba está publicado ya todo. ¿Hay algo nuevo en estos libros? La foto no me ha gustado porque se le ve demasiado mayor. Yo no lo veo retador, al revés, yo creo que ya estaba derrotado.

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Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

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