El día 9 de octubre, cada 9
de octubre, El País acostumbra a publicar un sondeo con la intención
de voto. Queda mucho para las elecciones, pero los resultados de la
encuesta han motivado numerosos comentarios. Algunos ya se han puesto nerviosos e incluso ufanos. Menos lobos. Hay que tentarse la ropa.
Digo lo que ya sostuve tiempo atrás...
La ley del número es un instrumento muy útil en un mundo demoscópico y
virtual. Preguntémonos sobre las encuestas. ¿Cómo funcionan? Me pongo
severo y académico. Ustedes me perdonarán.
Empecemos por lo
obvio. Una encuesta electoral es el retrato aproximado de una situación.
Muestra estados de opinión, tendencias y corrientes de la gente. O al
menos muestra lo que el entrevistado quiere hacer ver: en ocasiones, lo
que quiere tapar, ocultar. Por eso, no es raro ni infrecuente que se den
respuestas circunstanciales o variables.
Las encuestas nos
dicen lo que harían ahora, en este momento, los electores. Pero los
electores saben –ahora, en este momento– lo que los sondeos dicen que
ellos harían justo en este instante. ¿Eso qué significa? Que los
votantes pueden reforzar, modificar, desmentir, ajustar o corroborar lo
que las encuentas predicen: precisamente porque saben lo que puede
pasar.
Vivimos sabiendo muchas cosas, disponiendo de múltiples
informaciones: en función de esos datos de la experiencia individual y
colectiva obramos. No es lo mismo actuar ignorando lo que otros hacen o
confiesan que van a hacer, que sabiendo lo que los restantes dicen que
harán: y eso que dicen que van a hacer es lo que quieren que los demás
crean. No es un galimatías. Es lo que nos sucede en la sociedad de la
información.
Cuando un experto en conducta nos dice que de
acuerdo con la experiencia y lo declarado, aquello que haremos será
equis. De repente nos vemos retratados, fijados, anticipados. ¿Qué
ocurre? No todo el mundo acepta fácilmente esta predicción del
comportamiento. Hay personas que se sienten molestas con la previsón del
especialista: ¿que dicen que voy a hacer esto, que soy un mero
exponente de una tendencia general? Pues en ese caso haré justamente lo
contrario. ¿Por qué razón? Porque a mí no me adivina nadie, porque a mí
nadie me retrata.
La sociedad de los individuos informados es
también la sociedad de los individuos reflexivos. Ahora, de repente,
compruebo qué pasaría si otros tomaran la misma decisión que yo: miden
mis respuestas y veo qué consecuencias tiene al relacionarlas con las de
otros. ¿Qué hago?
No es extraño que, al informarse, algunos
individuos teman los resultados de su propia acción: sabían de antemano
algo, responden y luego, cuando averiguan los efectos que se siguen si
hacen lo que han dicho, cambian. ¿Entonces? En otros términos, cuando
tomo una decisión ese acto experimenta un efecto de composición, según
indicaba Raymond Boudon en La lógica de lo social: mi acción se pone
en relación con la de otros, que la frenan o la refuerzan. Tal vez
corrija lo que iba a hacer al ver las consecuencias. O no. Al descubrir
los efectos de mi acción individual, ese conocimiento me confirma: no
hay nada más confortable que sentirse acompañado.
Ahora sólo
falta que los indecisos o los indiferentes lean las encuentas. Que
reflexionen. Esto va con cada uno de nosotros. Hay que movilizarse, hay
que conmoverse y finalmente hay que votar. Pero no se olviden de una
cosa. Quedan muchos muchos meses, los hechos se presentan, se ven, se
valoran y lo que ocurra en campaña siempre afecta…
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La fotografía es de Txema Rodríguez.
Hay 2 Comentarios
Prof. Serna:
Consideración muy acertada, gracias, súmele ahora lo que se cocinan ciertas encuestas y verá que siempre van a salirnos por un pico las estadísticas. De todas formas, la pregunta que no cesa -de atormentarme- es siempre la misma: ¿cómo es posible que exista alguien que vote PP? En cierto modo, también PSOE, pero vaya, no hay punto de comparación, al menos en el gestito, en lo elevado del latrocinio y en las simpatías por el pasado próximo, infinitamente más acentuadas en aquel que en este, a pesar de que tampoco deja de haberlas. Pero Matilde también es un galimatías... No se me ocurre sino la consideración en la que se tiene a ese pasado próximo, que tan bien educó a la ciudadanía en general (en la abyección) + cómo se continuó racaneando en educación + el viejo clientelismo, de raíces mucho más recias de que lo juzgamos.
Pero, mire, le agradezco más aun la última entrada de los Archivos, no tengo con qué pagarle ese delirio de la mismisidad que es La Virgen, cómo me explica a mí misma. Dios lo bendiga, ya que andamos con monseñores.
Publicado por: Hanna | 19/10/2013 1:08:26
La ciudadanía está sometida todos los días a la presión de los sondeos, desde las notas informativas de todos los medios de información.
Sacando conclusiones directa o indirectamente, por activa o por pasiva.
Colocando debajo de todos los nombres, los intereses que sacarán los provechos y beneficios.
Encontrándose casi siempre con la sorpresa, de que los ciudadanos y ciudadanas casi nunca están presentes.
Salvo como paganos.
La lista es enorme, de sumas y restas.
Quedando siempre las notas en suspensos clamorosos, por decantarse siempre la balanza hacia un lado.
Que algo llevará el río, cuando suena tanto.
No solo por cubrir el futuro, sino por el presente rácano y el inmediato pasado.
Triste e impresentable ante los ojos de la justicia y la decencia mas elemental.
De las personas ciudadanas.
Faltan créditos, cuando se dan rescates.
Pero no para comprarnos las deudas con intereses.
Y así hasta el infinito.
Publicado por: Matilde | 13/10/2013 9:51:45