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Sondeos, ¿para qué os quiero?

Por: | 13 de octubre de 2013

RitaRusporTxemaRodriguezEl día 9 de octubre, cada 9 de octubre, El País acostumbra a publicar un sondeo con la intención de voto. Queda mucho para las elecciones, pero los resultados de la encuesta han motivado numerosos comentarios. Algunos ya se han puesto nerviosos e incluso ufanos. Menos lobos. Hay que tentarse la ropa.

Digo lo que ya sostuve tiempo atrás...

La ley del número es un instrumento muy útil en un mundo demoscópico y virtual. Preguntémonos sobre las encuestas. ¿Cómo funcionan? Me pongo severo y académico. Ustedes me perdonarán.

Empecemos por lo obvio. Una encuesta electoral es el retrato aproximado de una situación. Muestra estados de opinión, tendencias y corrientes de la gente. O al menos muestra lo que el entrevistado quiere hacer ver: en ocasiones, lo que quiere tapar, ocultar. Por eso, no es raro ni infrecuente que se den respuestas circunstanciales o variables.

Las encuestas nos dicen lo que harían ahora, en este momento, los electores. Pero los electores saben –ahora, en este momento– lo que los sondeos dicen que ellos harían justo en este instante. ¿Eso qué significa? Que los votantes pueden reforzar, modificar, desmentir, ajustar o corroborar lo que las encuentas predicen: precisamente porque saben lo que puede pasar.

Vivimos sabiendo muchas cosas, disponiendo de múltiples informaciones: en función de esos datos de la experiencia individual y colectiva obramos. No es lo mismo actuar ignorando lo que otros hacen o confiesan que van a hacer, que sabiendo lo que los restantes dicen que harán: y eso que dicen que van a hacer es lo que quieren que los demás crean. No es un galimatías. Es lo que nos sucede en la sociedad de la información.

Cuando un experto en conducta nos dice que de acuerdo con la experiencia y lo declarado, aquello que haremos será equis. De repente nos vemos retratados, fijados, anticipados. ¿Qué ocurre? No todo el mundo acepta fácilmente esta predicción del comportamiento. Hay personas que se sienten molestas con la previsón del especialista: ¿que dicen que voy a hacer esto, que soy un mero exponente de una tendencia general? Pues en ese caso haré justamente lo contrario. ¿Por qué razón? Porque a mí no me adivina nadie, porque a mí nadie me retrata.

La sociedad de los individuos informados es también la sociedad de los individuos reflexivos. Ahora, de repente, compruebo qué pasaría si otros tomaran la misma decisión que yo: miden mis respuestas y veo qué consecuencias tiene al relacionarlas con las de otros. ¿Qué hago?

No es extraño que, al informarse, algunos individuos teman los resultados de su propia acción: sabían de antemano algo, responden y luego, cuando averiguan los efectos que se siguen si hacen lo que han dicho, cambian. ¿Entonces? En otros términos, cuando tomo una decisión ese acto experimenta un efecto de composición, según indicaba Raymond Boudon en La lógica de lo social: mi acción se pone en relación con la de otros, que la frenan o la refuerzan. Tal vez corrija lo que iba a hacer al ver las consecuencias. O no. Al descubrir los efectos de mi acción individual, ese conocimiento me confirma: no hay nada más confortable que sentirse acompañado.

Ahora sólo falta que los indecisos o los indiferentes lean las encuentas. Que reflexionen. Esto va con cada uno de nosotros. Hay que movilizarse, hay que conmoverse y finalmente hay que votar. Pero no se olviden de una cosa. Quedan muchos muchos meses, los hechos se presentan, se ven, se valoran y lo que ocurra en campaña siempre afecta…

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La fotografía es de Txema Rodríguez.

Hay 2 Comentarios

Prof. Serna:


Consideración muy acertada, gracias, súmele ahora lo que se cocinan ciertas encuestas y verá que siempre van a salirnos por un pico las estadísticas. De todas formas, la pregunta que no cesa -de atormentarme- es siempre la misma: ¿cómo es posible que exista alguien que vote PP? En cierto modo, también PSOE, pero vaya, no hay punto de comparación, al menos en el gestito, en lo elevado del latrocinio y en las simpatías por el pasado próximo, infinitamente más acentuadas en aquel que en este, a pesar de que tampoco deja de haberlas. Pero Matilde también es un galimatías... No se me ocurre sino la consideración en la que se tiene a ese pasado próximo, que tan bien educó a la ciudadanía en general (en la abyección) + cómo se continuó racaneando en educación + el viejo clientelismo, de raíces mucho más recias de que lo juzgamos.


Pero, mire, le agradezco más aun la última entrada de los Archivos, no tengo con qué pagarle ese delirio de la mismisidad que es La Virgen, cómo me explica a mí misma. Dios lo bendiga, ya que andamos con monseñores.


La ciudadanía está sometida todos los días a la presión de los sondeos, desde las notas informativas de todos los medios de información.
Sacando conclusiones directa o indirectamente, por activa o por pasiva.
Colocando debajo de todos los nombres, los intereses que sacarán los provechos y beneficios.
Encontrándose casi siempre con la sorpresa, de que los ciudadanos y ciudadanas casi nunca están presentes.
Salvo como paganos.
La lista es enorme, de sumas y restas.
Quedando siempre las notas en suspensos clamorosos, por decantarse siempre la balanza hacia un lado.
Que algo llevará el río, cuando suena tanto.
No solo por cubrir el futuro, sino por el presente rácano y el inmediato pasado.
Triste e impresentable ante los ojos de la justicia y la decencia mas elemental.
De las personas ciudadanas.
Faltan créditos, cuando se dan rescates.
Pero no para comprarnos las deudas con intereses.
Y así hasta el infinito.

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Presente Continuo

Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

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