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Presente Continuo

Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

Eskup

Karl Marx

Por: | 31 de diciembre de 2013

KarlMarxHoy me pongo grave y severo para celebrar el cambio de año. Ustedes perdonarán que hable tanto y tan seguido de historia y de lo que no es historia. Esto que digo es cosa académica. Les ruego que no se me espanten, que no se me vayan aún. Lo de la historia interesa o ha de interesar por fuerza y fuera de la Universidad.

El historiador no es aquel que echa una ojeada a lo remoto o a lo chocante de otros tiempos. Primero, porque no puede acceder a lo ya ocurrido y finalmente desaparecido: sólo a sus restos. Segundo, porque no se dedica a recopilar curiosidades o episodios pintorescos, sino a relacionar, trabar, analizar y narrar lo sucedido y lo no sucedido: es decir, lo que aconteció y también lo que no se consumó por estar sólo en las intenciones y en los pensamientos de los antepasados. De lo que se materializó quedan huellas; de una parte de lo que se pensó sin finalmente ejecutarse, también.

La historia no es una recopilación de éxitos más o menos antiguos que sirvan de orgullo patriótico. Tampoco es una cosecha de derrotas o fatalidades que nos sirvan para alimentar rencores. La historia es un saber laico, racional. Sus oficiantes deben expresarse con la mejor prosa posible administrando la información de una manera documentada, persuasiva y convincente. ¿Para qué? Para aprender del pasado, para alejarnos de los antepasados. En realidad, lo que nos preocupa es el presente, lo que hoy nos inquieta o completa. Por ello, el investigador continuamente se interroga sobre lo que pasa para contrastarlo con lo que sabemos o creemos saber del pasado.

¿Para ver repeticiones? ¿Para confirmar la fatalidad de una derrota o de una guerra cuyas heridas aún no habrían cicatrizado? ¿Para enorgullecernos de unos triunfos lejanos? Quedarse atado a lo pretérito es negarse a vivir, decía Friedrich Nietzsche en una de sus 'Consideraciones intempestivas'.

No hay repeticiones históricas. El futuro no está en el pasado. Como tantas veces se ha insistido con razón, el pasado es un país extraño, un repertorio de acciones humanas que hay que interpretar y un conjunto de circunstancias que hay que explicar. Los actos humanos tienen intenciones, justificaciones, racionalizaciones: es decir, los individuos dicen lo que hacen o lo que no hacen y eso que hacen y dicen o no dicen ha de ser comprendido por el historiador. Pero quien investiga no puede quedarse en las razones que esgrimían real o falsamente los antepasados: el historiador no es un portavoz de los muertos. Hay cosas que los vivos de aquel tiempo no pudieron saber, condiciones que les superaban y de las que eran perfectamente ignorantes. Como nos sucede a nosotros con estos tiempos de incertidumbre. El historiador sabe más que aquellos muertos y averigua las circunstancias que desconocían. Averigua el contexto de las cosas.

Y el contexto de cada época nos dice mucho acerca de nosotros mismos: podemos comparar lo que sabemos de nuestro tiempo con lo que ya está documentado para este o aquel momento de la historia. Comparar, contrastar. Lo pasado sólo subsiste en restos materiales o restos inmateriales: desde una vasija milenaria que el arqueólogo completa tentativamente, hasta unas concepciones o fantasías que sobreviven enteras, a cachos o en estado ruinoso. Todas estas ideas, archisabidas, me vienen a la cabeza al pensar en Karl Marx. Ahora diré por qué.

Debemos preguntarnos una y otra vez sobre las condiciones y el contexto de ciertos pensadores originales, osados, esos autores que tan influyentes han sido y que tanto nos han interesado o interesan: individuos que se alejan del común gracias a una gran perspicacia o inteligencia, a un empeño incluso loco por analizar las cosas.

Esos pensadores son propiamente creadores en el sentido más preciso de la palabra: llevan a cabo una tarea diferente a la de muchos y, por ello, son malinterpretados o rechazados. Eso pensaba de sí mismo Friedrich Nietzsche, por ejemplo. Podía ser capaz de sacrificarlo todo, toda su energía, a la tarea que se proponía, determinación admirable y preocupante.

Es admirable porque ese tipo de pensador se sabe dueño de su genialidad; es preocupante, sin embargo, porque no repara en sacrificios, que suele imponerse a sí mismo, pero también a las personas más cercanas. Reflexionaba sobre estas cosas, sobre los grandes creadores, y de chiripa siempre llego a Karl Marx.

Precedida de todas las recomendaciones, críticas y elogios llega la biografía que Jonathan Sperber dedica a Karl Marx para Galaxia Gutenberg. Está recién editada y su lectura me depara un placer intelectual que no me puedo callar. Aunque la traducción tiene algún defecto subsanable (ciertos giros empleados en español), lo cierto es que la obra compensa cualquier pero o reproche. Ya la había anunciado muchos meses atrás Anaclet Pons en su blog Clionauta, que en estas materias siempre va dos o tres pasos por delante de los demás. Así de avispado es mi amigo. Y de generoso, que reparte su saber e informaciones a manos llenas.

Sperber analiza a Marx en su contexto sin dar nada por supuesto procurando no llevarlo al siglo XX: este libro no es una historia del marxismo, sino una biografía de Marx como individuo del siglo XIX. ¿Qué significa nacer judío en Tréveris, Renania, en 1818? ¿Qué significa morir en 1883, como revolucionario, como estudioso entregado fanáticamente a sus obras y a sus conspiraciones? ¿Qué significa fallecer en la cúspide de la celebridad política e intelectual, en lo más alto de las simpatías y antipatías?

La intención de Sperber no es convertir a Marx en nuestro contemporáneo (cosa que se le ha reprochado), sino en lo que realmente es: un antepasado del Ochocientos que le tocó vivir en un mundo completamente distinto al nuestro, un mundo que se transformaba provocando gran incertidumbre. ¿Acaso el biógrafo manda a Marx al pasado para desactivarlo?

De momento no puedo contestar. La obra de Sperber está escrita con genio, con habilidad narrativa, con ánimo exhaustivo. El autor interpreta y explica casi siempre de manera convincente. Tiene cientos de páginas. No he querido mirar el número exacto: así, la dicha se prolongará más.

Elvira Lindo

Por: | 26 de diciembre de 2013

ElviraLindoporRicardoMartinMe da mucha pena que Elvira Lindo deje la columna que cada semana ha publicado en la contra de 'El País'. Yo le he leído todas sus novelas y de algunas he escrito. De las primeras, mi padre fue fiel seguidor. Tuvo que morirse para abandonar a la novelista...

Pero una cosa es ser autora de ficción y otra es ser articulista. Resulta difícil escribir con brevedad y gracia. Con ideas e ironía. En la contra y a la contra, pues --como ella misma confiesa-- no ha querido adoctrinar ni pontificar.

La columna parece un género sencillo: total, unas pocas palabras puede escribirlas cualquiera. Un motivo de actualidad, una opinión, una prosa aseada y un chiste: con ese mejunje basta. Estoy seguro de que no es poca la gente que cree que el columnismo es eso.

No obstante, escribir brevemente es un don que se tiene o no se tiene. Pero se puede aprender, vaya. Hay universitarios que necesitan largas tesis o tratados para emitir un juicio, un sólo juicio. No es malo: cuanto más se razone, mejor. Eso es lo que
solemos pensar.

Sin embargo, eso mismo no siempre se cumple. Conozco a colegas que emplean los artificios y longitudes del discurso académico para lanzar tinta, tinta de calamar. Es decir, para no mojarse, lo cual es un arte no menor si de opiniones hablamos.

En cambio, en una columna te comprometes y te la juegas. No puedes ampararte en el anonimato ni en el alias. Es lo que ha venido haciendo Elvira Lindo: a cara descubierta y a tumba abierta. En sus escritos no hay tiempos muertos ni demoras. Se expresa en trescientas diez palabras y de ahí no puede pasar. Tiene toda la libertad del mundo para describir, optar, enjuiciar; y tiene la restricción inamovible de los caracteres con espacio.

Yo le he leído temas de actualidad con diversos tonos. Con desenfado, con descaro, con severidad. Esboza lo real y evita las retóricas insufribles de aquellos que se saben inmensamente literatos y egotistas. Sus columnas son lúcidas y muy lucidas: con mucho salero, quiero decir. Y con un estilo personal en el que mezcla la alta cultura y el saber popular, del que no hay que avergonzarse.

Ejerce la pedagogía frente al fanatismo, pero no puede extenderse por falta de espacio, cosa que la ha enseñado a ser humilde. O no. A lo mejor ya venía humilde de casa. De casa hay que salir aseados y con simpatía. Para atacar el mundo ya están los doctrinarios y los legionarios, dicho con todo el respeto. Los legionarios de Cristo, de la madre patria o de la madre que los parió.

Yo seguiré leyéndola, en corto o en largo. Con ficción o sin ella. No me la voy a perder.

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Fotografía: Elvira Lindo por Ricardo Martín, detalle.

http://www.elviralindo.com/blog/articulos-opinion/la-ultima/

Qué discurso del rey

Por: | 25 de diciembre de 2013

ReyABCCada 24 de diciembre, el rey pronuncia un mensaje ante las cámaras de televisión. Lo digo por si alguien no se ha enterado, que hay gente muy despistada. El público espectador asiste expectante a sus palabras, gestos y silencios. Habla el máximo mandatario del país y su discurso cobra gran importancia. O eso parece.

Nos saluda con hieratismo y campechanía, con proximidad y gravedad, como es su costumbre. Con ese tono algo chabacano y severo que es propio de los Borbones. Y nos habla con soltura, leyendo, sin excesivos problemas de dicción. No se traba y las cámaras lo miman. O eso parece.

No le hace falta declamar o hacer aspavientos para persuadir a su público: con mostrarse cercano, despierta la atención. No nos amonesta, sencillamente nos aconseja y los espectadores seguro que asienten. O eso parece.

En casa solemos verlo y oírlo, con interés intermitente. Es decir: lo vemos y no lo vemos; lo oímos y no lo oímos. Hacemos por enterarnos. No sé, a ver si habla de Urdangarín, de su queridísima hija Cristina. Hacemos por sondear y examinar sus silencios. ¿Por qué calla sobre esto o aquello? Escrutamos. O eso parece.

En tiempos nos parecía un ritual simpático e intrascendente. No le dábamos mayor importancia, pero procurábamos escuchar las cosas que el monarca indicaba. Poníamos cara de preocupación. O eso parecía.

Algunas de esas palabras eran y son evidencias a las que no te puedes negar; otras eran y son frases bienintencionadas. Inevitablemente, todo los años rinde homenaje a los parados, a los españoles distantes, a las clases desfavorecidas y, de paso, muestra su orgullo por reinar en un país de tan admirables logros. O eso parece.

Mi problema es que la noche del 24 de diciembre de 2013 no oí al rey. Éramos muchos a cenar y por hache o por be, el caso es que no me enteré de lo que pronunció. Los asistentes a la cena familiar hablaban sin parar y, por tanto no hubo manera de poder atender. Imaginé que diría lo mismo de todos los años. O eso parece.

Mi desinterés era creciente, claro. Comenzaba a aburrirme. Y me volví a la única persona de la casa que miraba fijamente la pantalla. Era mi señora madre política. Creí que algo podría decirme. Y algo me dijo: "el rei ha envellit moltíssim". Ah, confirmé. Luego me acordé de que mi suegra padece una gran sordera. Aunque a veces no lo parece.

Miguel Blesa

Por: | 19 de diciembre de 2013

En La economía política del rentista, un libro de 1919, Nicolai Bujarin hablaba del sector más parasitario de la burguesía. Hacía una crítica durísima de su naturaleza improductiva. Se refería, sí, a los rentistas, RatoBlesaEFEque lejos de contribuir a aumentar la riqueza serían meros consumidores o, mejor aún, auténticos destructores del excedente.

Sólo se preocuparían por el lujo, la ostentación, el carpe diem. Dispondrían de bienes prohibitivos y dedicarían sus días a disfrutar de "caballos de carrera, tapices de lujo, aromáticos cigarros, vinos finos".

Recuerdo haber leído este libro hace más de veinte años, cuando el comportamiento de los burgueses decimonónicos era, entre otras, mi obsesión académica. Decimonónicos.

Cómo han cambiado las cosas. O no tanto. Desde los tiempos de Bujarin, los bienes de lujo, esos que menciona, son ahora productos al alcance de la clases medias o al menos de lo que queda de las clases medias. Ello no significa que todos tengamos caballos, pero disponemos de automóviles. Ello no significa que todo pisemos tapices persas, pero una buena alfombra, sin grandes alardes, ya no es un lujo prohibitivo. Lo mismo podríamos decir de los cigarros aromáticos y de los vinos finos: que un día es un día y que para ciertas celebraciones despilfarramos con los caldos, por ejemplo.

Hoy, por el contrario, el poder y el lujo se manifiestan con un Ferrari, con grandes cacerías, con viajes de ensueño, con la capacidad estricta de destruir dinero, con la gracia de no importarte el precio de las cosas. No se trata de que uno sea rentista y el otro gran capitalista. De lo que se trata es de la conducta ostentosa, sin remilgos. Los pobres son eso: pobres. La gente de medio pelo es eso: gente de medio pelo. Y luego están ellos: los que no reparan en gastos, los que viven por encima, muy por encima, de nuestras posibilidades.

Miguel Blesa fue el máximo dirigente de Caja Madrid, cuando esta entidad estaba a punto del colapso. Para eso, para mandarla al carajo, ya llegó Rodrigo Rato. Blesa fue durante años su principal gestor, dudoso gestor, y por lo que ahora se está sabiendo reinaba al frente de la corporación como un sátrapa oriental. Es decir, ordenaba y mandaba rodeado de lujos inimaginables. Parece ser que repartía favores, atendía a los amigos y, salvo excepciones, les daba satisfacción.

Le sobraba el líquido y no temía ser objeto de envidia. Todo lo contrario: se chuleaba con su Ferrari y sus despilfarros. Era un hombre de derroche, no un mero hombre de trabajo. Era un consumidor conspicuo. Estas expresiones no son mías. Pertenecen a Thorstein Veblen, quien las acuñó para su libro Teoría de la clase ociosa (1899), volumen que por cierto leí por la misma época que el de Bujarin.

Si son ciertas las cosas que investigan los jueces, Miguel Blesa fue responsable del engaño de las participaciones preferentes y deuda subordinada en Caja Madrid y, por lo que revela algún correo privado, se jactaba de ello. Me imagino que eso lo hacía sentirse bien, sentirse fuerte, sentirse el más listo: él, que había empezado como inspector de Hacienda, cuando José María Aznar comenzaba también la misma ocupación tributaria. Ambos iniciaron su andadura en una ciudad de provincias, en Logroño, y eran tan amigos, pero tan amigos, que se jugaron a suertes las viviendas que las respectivas familias iban a ocupar. Luego, de funcionario, uno pasó a la política; el otro, también.

Si la política es la continuación de la guerra por otros medios; la gestión financiera es la continuación de la política con las artes o las malas artes de la guerra. Aunque, bien pensado, el conflicto bélico fue siempre cosa de ambos, de Aznar y de Blesa: estuvieron batallando en Madrid o en Bagdad, en Nueva York o en Matalascabrillas del Duque (Forges dixit). Estuvieron batallando para hacerse sus respectivos patrimonios y para hacer ostentación de sus riquezas sobrevenidas.

Es lo que tiene ser rico: no sólo puedes lucir con más garbo la ropa de entretiempo; puedes también ducharte cada jornada, comer de caliente todos los días, comprarle alguna joyita a tu esposa y darles un capricho a tus hijos, como la Play Station 2. Ellos fueron así de ricos y así de espléndidos.

Aznar se convirtió tras su paso por el Gobierno en un asesor, conferenciante, profesor y mediador. Sus ingresos se incrementaron de manera vertiginosa. De ahí que decidiera tener una segunda juventud: con aquellos pelos largos que se dejó como un hippie rezagado o como un yuppie 'casual'.

Por su parte, Blesa tras administra el cortijo de Caja Madrid se compró una ganadería de amigos instrumentales, de amigos materiales, de socios, de ricachones con los que frecuentar. Básicamente para no rozarse con los mindundis y con la puta base, esos que no se asean. Por otro lado, Blesa pudo continuar la práctica de una de sus aficiones favoritas: la caza mayor.

Osos, corzos, etcétera, con cuyos cadáveres posaba como un matón de colegio: sabedor de quién es el más fuerte, de quién mea más lejos, todos se le rinden. O no: precisamente porque no todo el mundo se le rendía, él reemplazaba las relaciones sociales, las relaciones de dominación, por la cetrería salvaje, a gran escala y de precios prohibitivos. Como en esto de los negocios los amigos son inconstantes, lo mejor es abatir unas buenas piezas con las que inmortalizarnos. Además, al cazador que vuelve con un oso o con un corzo siempre se le alaba, se le halaga, se le hacen zalemas. Tiene arma, un buen instrumento.

Yo no sé si la actividad financiera de Blesa será finalmente conceptuada, procesada y condenada por delictiva. Yo no sé si su gestión al frente de Caja Madrid fue desastrosa y atrabiliaria. Lo que sí sé es que su figura y su cara me dan grima. Un tipo de aspecto crepuscular que se inyecta botox, un galán tan ostentoso que alardea con sus cochazos, un cazador tan pagado de sí mismo, tan ufano, parece reunir los peores rasgos del varón primitivo, del hombre rústico.

Lo mejor será que se vuelva a la choza de la que salió, a la aldea de la que proceden sus ancestros antes de que lo manden al trullo. Tal posibilidad, que lo metan entre rejas, me da pena, mucha pena.

José Ignacio Goirigolzarri

Por: | 15 de diciembre de 2013

Bankia es el banco de mis ahorrillos, que no de mi querer. Era la Caja de Valencia, la de toda la vida. Era GoiriBancaja, la del ínclito José Luis Olivas. A pesar de su estatura, qué grande es este señor: destaca entre la multitud. Por eso ha abandonado su vivienda en Valencia: aquí nos conocemos todos.

Ahora, Bankia es una entidad oscura, hermética, y bien financiada. Está al otro lado de la fuerza. Allí, en las bodegas de la corporación, en los sótanos de la entidad, están mis euros. Imagino una caja fuerte con mis billetes, atados con cordel. Quizá han aprovechado una caja de galletas. Al lado, como un guardián, veo a un señor con manguitos, un probo empleado que los desanuda cada día para volver a contarlos. ¿Muchos? No, la verdad. Sólo los que buenamente he podido ahorrar con mi trabajo decente. No hay dinero negro. No tengo Caja B.

Porque soy decente, ¿saben? Tras años de contribuyente fiel, con pagos regulares y religiosamente satisfechos a Hacienda, he sido maltratado por Bankia. Maltratado por Bankia. Qué pena, qué pena de entidad. Es un ente extraño que trata con suficiencia o desprecio a los clientes de cartera reducida... La mía es de cuero, típica cartera de profesor. ¿Por qué, señor, por qué? ¡Tener que llegar a decir esto!

Yo disponía un dinero en subordinadas que alguien de la entidad me vendió en un momento de despiste. O mientras yo pestañeaba o bostezaba. No soy analfabeto ni fronterizo. Sé de cuentas, aunque me van más las letras. Soy conservador: nada temerario, ya digo. Un sencillo ahorrador. Eso es lo que dije a los superiores de dicho ente.

En plena crisis, cuando Bankia era felizmente rescatada del sumidero, me cambiaron las subordinadas por unas acciones que yo no quería, unas acciones cuyo valor era y es ridículamente bajo.

Meses después, me ofrecieron la posibilidad de recuperar mis ahorros gracias a un arbitraje. Imagino a los árbitros: éste sí, éste no, éste sí, este no..., mientras leen un párrafo y mascan chicle. Ahora se ha resuelto. He recibido una carta de Bankia o de la corporación delegada en la que me niegan tal posibilidad. Deniegan mi solicitud, vaya. Rechazan mi petición con prosa árida, distante, dejándome con el culo al aire. ¿A que suena feo? ¿A que sí?

Sin duda puedo acudir a los tribunales para recuperar mi dinero y de paso afearles la conducta a los señores banqueros. Tengo suelto para pagar las tasas judiciales. Las puedo perder, pero sé que si eso ocurriera la entidad Bankia sería siempre objeto de todo mi rencor.

Señores Bankeros, ¿han pensado bien el daño que les puedo hacer? Un cliente insatisfecho es un corrosivo de alto poder, un disolvente en la era de la informaciòn, un portavoz de lo malo: ahora sí, el lado oscuro de la fuerza. Si me pongo a escribir sobre ustedes no paro...

La persona que me atiende es un joven bancario, un hombre de palabra y honrado a carta cabal. Contra él no tengo nada: me trata con deferencia y cortesía antiguas. Pero si me pregunta cualquiera de ustedes diré que detesto a la entidad que me gestiona los ahorros. Rodrigo de Rato fue un manirroto y un economista al que ni jarto de vino confiaría mis ahorrillos. Ah, qué mala suerte. Llegué tarde. De Rato sólo puedo pensar eso. Si digo algo más de este señor, me lleva al Juzgado.

¿Recibiré mejor trato de sus máximos y actuales dirigentes? Me refiero a José Ignacio Goirigolzarri. ¿Qué digo? Yo sólo soy un profesor. Él, por el contrario, es un banquero de postín.

Leo en la Wikipedia:

"En la actualidad, José Ignacio Goirigolzarri es consejero de la Asociación para el Progreso de la Dirección, patrono de Everis, de Orkestra y de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) y vicepresidente de Deusto Business School. Es, además, impulsor de Garum Fundatio y Presidente del Consejo Asesor del Instituto Americano de Investigación Benjamin Franklin".

Déjenme que me recupere, que respire... Qué currículum. Sólo le falta recibir la Laureada de San Fernando. Yo, en cambio, sólo soy un docente y un investigador de letras, el tonto útil de las subordinadas. Ah, y un funcionario, uno de esos que cobran como rajás por no hacer nada de provecho. No hago nada de provecho: no estoy en ninguna Escuela de Negocios. Equivoqué mi licenciatura. Debería haber emprendido una carrera espacial. Para estar allí arriba, con Dios y los banqueros.

Jordi Évole dedica un programa de Salvados a las preferentes y subordinadas. Cuidadín... Seguro que tiene mucha repercursión y que su entidad, señor Goiri, va a estar en el centro de la jeremíada. Estoy por mandarle mi dossier. A ver si hacemos ruido con la hucha petitoria y, de paso, a ver si me devuelven lo que es mío. Les explico cómo encontrar mi dinero: está allí abajo, en la bodega del banco, entre telarañas y ratas que corretean hay una caja metálica que pone Serna. Con letra gótica y cursiva.

Se va a enterar, Goiri. Se va a enterar.

¿España contra Cataluña?

Por: | 13 de diciembre de 2013

EspanacontraCatalunaEl simposio que paga la Generalitat catalana tiene un título desastroso pero finalmente revelador: Espanya contra Catalunya.

Si una entidad abstracta como España hizo mal a otra entidad abstracta durante tres siglos, eso significa que esas entidades eran seres concretos con intenciones y determinaciones, con voluntades propias e incluso con planes. Puede incluso haberse hecho daño pergeñando un plan para los tres siglos venideros.

Que yo sepa el único hilo conductor que dura tres siglos sin graves modificaciones o alteraciones es la dinastía de los Borbones, un linaje a cuya instalación en España habría que atribuir presuntamente la decadencia de Cataluña. ¿Por qué los organizadores del simposio no se han atrevido a titular su congreso así? Los Borbones contra Cataluña.

Creo que con ser erróneo el planteamiento habría sido más aproximado. Pero culpar a los Borbones, a todos los Borbones, es un atrevimiento mayor. Con este Gobierno que tenemos, lo mismo te mandan a la Guardia Civil a clausurar el simposio. ¿Eso habría sido la prueba de la maldad de España?

No hay naciones iguales a sí mismas que hayan perdurado tres siglos; no hay Estados que tengan el mismo perfil y las mismas políticas durante trescientos años; no hay vencedores que tres siglos duren frente a vencidos que trescientos años padezcan sin ventaja alguna.

Muchos pensamos –escribía tiempo atrás– que el uso de la historia no puede fundarse ya en la reminiscencia que afirma una supuesta continuidad (en este caso de Cataluña), sino que, por el contrario, debería adentrarnos en lo extraño, en lo que nos incomoda, en lo que desestabiliza esa identidad o ese perfil que creemos de una pieza.

Estamos hechos de retales históricos, de trozos que no casan fácilmente, de junturas abiertas. La historia (¿esa Memoria con mayúsculas?) no puede servir ya, pues, para la celebración de la continuidad, el relato que confirma el presente y que nos permite rehacer los tiempos remotos amoldando fechas y circunstancias muy diversas. El pasado no es esa patria primera, el limo original, el paraíso que algunos añoran: siempre es algo extraño cuyo significado se nos resiste.

Pero, claro, eso se aprende en las aulas y leyendo sin anteojeras. Sin duda hay académicos, universitarios, que piensan la historia como un campo de batalla, como un frente en el que ganar retrospectivamente la pérdida o la herida que se arrastra. Como hay doctores que creen en el poder sanador de la oración. Como hay arquitectos que rezan antes de concluir las obras.

Hay pérdidas reales como hay heridas concretas: solazarse en la derrota y en el victimismo es muy reparador. Te impide responsabilizarte. Es una melancolía muy consoladora. Siempre le puedes echar la culpa a España, a Cataluña o al puñetero diablo.

Recordando a Pablo de Azcárate (1890-1971)

Por: | 12 de diciembre de 2013

lix Vidal

Pablo de Azcárate fue un importante diplomático español que desempeñó destacadas funciones a lo largo de su carrera diplomática. El primero de esos empleos lo tuvo en la Sociedad de Naciones (SdN), PabloAzcarateinstitución en la que llegará a alcanzar el puesto de Secretario General Adjunto. Posteriormente desempeñará el cargo de embajador de la República en Londres. ¿Cuándo? Durante los años cruciales de la Guerra Civil. Por último, tendrá una nueva ocupación: la de Secretario de la Comisión de la ONU para Palestina en 1948, justo cuando se creaba el Estado de Israel. Intervino en la puesta en marcha de la ONU participando, al lado del Dr. Juan Negrín, en la Conferencia fundacional de Lake Sucess (Nueva York). Ningún español  desempeñará empleos internacionales de rango tan alto hasta la llegada de la  democracia en 1977.

Pablo de Azcárate Flórez nace en Madrid el 30 de julio de 1890 en el seno de una familia leonesa perteneciente a la burguesía liberal. Su padre, Cayo, alcanzará el grado de coronel de Ingenieros y su tío Gumersindo será uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza (ILE).

 Cursa estudios en la ILE, donde será alumno de Giner de los Ríos y de  Manuel B. Cossío, y en la Universidad Central. Sin duda es un estudiante aventajado. A la edad de 23 años obtiene la cátedra de Derecho Administrativo en la Universidad de Santiago, convirtiéndose así en el catedrático más joven de España. Posteriormente, obtendrá la misma cátedra en la Universidad de Granada, institución en laque conoce y entabla amistad con Fernando de los Ríos, también catedrático y futuro ministro del Gobierno de la República. En 1918resulta elegido diputado al Congreso por la provincia de León en la candidatura del Partido Reformistaque lideraMelquíades Álvarez. Renunciará al escaño y durante un tiempo desempeñará las funciones de patrono-administrador en la Fundación Sierra Pambley en León

 Durante una estancia en Londres, becado por la Junta para la Ampliación de Estudios, contacta con medios diplomáticos, lo que le permitirá presentar su candidatura para ocupar un puesto de funcionario en la recién creada SdN en Ginebra. En 1923  lo consigue empezando a trabajar en su Sección de Protección deMinorías. De ese modo se convierte en uno de los primeros funcionarios cuyo trabajo no depende de un Estado sino de una institución de carácter internacional. En Ginebra coincidirá con otro español, amigo suyo, que ya había iniciado su singladura internacional, el ilustre coruñés  don Salvador de Madariaga.

 Azcárate tendrá que afrontar múltiples retos en sus trece años de servicio en la SdN. Las nuevas fronteras establecidas en los Tratados de Paz de la posguerra habían sido delineadas según dos factores básicos: las demandas de los movimientos nacionalistas emergentes durante la I Guerra Mundial y los intereses geoestratégicos de las potencias vencedoras. La Sección de Minorías, que dirige Azcárate desde 1928 hasta 1934, se encargará de recibir las quejas de estas poblaciones, investigar en qué medida estaban  justificadas y redactar los informes pertinentes. El prestigio de Azcárate irá aumentando en los círculos diplomáticos de Ginebra: su casa será frecuentada por embajadores, ministros y jefes de gobierno como Anthony Eden, Edouard Herriot, Paul Boncour o Litvinov entre otros muchos. Uno de sus vecinos, con el que la familia Azcárate entablará una gran amistad, es el guitarrista Andrés Segovia.

 En 1933, con el apoyo, entre otros, de los gobiernos de Francia y Gran Bretaña, será nombrado Secretario General Adjunto de la SdN. Azcárate se convierte así en el número dos de la organización internacional más importante de la época. Durante su mandato, entres otros relevantes logrosestarán el proyecto y el impulso de la construcción de la sede de la SdN en Ginebra. En la actualidad alberga diversos organismos dependientes de la ONU.

 Cuando en el verano de 1936 se produce la sublevación militar en España, Fernando de los Ríos se encuentra disfrutando de unos días  de vacaciones en la casa de Azcárate en Ginebra. Por indicación de Indalecio Prieto, Azcárate y de los Ríos se trasladan aParís para hacerse cargo de la embajada que había quedado vacante por la deserción del embajador Cárdenas. En los primeros días de agostose produce la deserción de otro embajador, en este caso López Oliván, que se encuentra en Londres. El Gobierno de la República solicitaal gabinete británico el plácet para el nombramiento de Azcárate como embajador en Londres. En este momento, el Duque de Alba ya reside en Londres como representante oficioso de Franco: los británicos no tendrán especial interés en recibir a un embajador de la República Española. Ahora bien, dado el indudable prestigio internacional de Azcárate, el plácet será concedido presentando éste sus cartas credenciales ante el rey  Eduardo VIII  el día 13 de septiembre.

La decisión de aceptar el nombramiento como embajador en el Reino Unido sorprenderá en los medios de la SdN en Ginebra, pues la opinión generalizada es en aquellos momentos la de que el Gobierno de la República Española tiene los días contados. A nivel personal, la decisión tampoco va a resultar fácil por motivos familiares. Por aquellas fechas, su hermano Justino se encuentra encarcelado y condenado a muerte en Valladolid. Azcárate sufrirá presiones y chantajes de todo tipo con el fin de que renuncie a la  embajada. Al final, Justino será canjeado por el falangista Raimundo Fernández Cuesta  y puesto en libertad en 1938.

Durante los casi tres años que permanece en Londres, Azcárate intentará demostrar que Alemania e Italia prestan a Franco una ingente ayuda financiera y de material bélico, desmontando así la farsa de la “No Intervención”. Mantendrá un estrecho contacto con sectores liberales de la sociedad británica, así como con una parte de la prensa y de los intelectuales más prestigiosos que apoyan la causa republicana, entre los que podemos destacar al liberal Archival Sinclair y  a la Duquesa de Atholl y a Lord Cecil of Chelwood, diputados del Partido Conservador.

 Varios factores, sin embargo, actúan contra Azcárate y la República: Chamberlain mantiene en la Cámara de los Comunes una sólida mayoría a favor del apaciguamiento,los gobernantes británicos albergan una gran hostilidad hacia la revolución social desencadenada en la zona republicana tras el alzamiento del 18 de julio. A parte de ello, un número considerable de políticos consideran que existe un influjo PablodeAzcarateJUanNegrinpreponderante de la URSS sobre la República. Para Azcárate, su “gran fracaso” será no convencer a Churchill para que defienda la República frente a la intervención germano-italiana, pues éste lideraba el grupo de los conservadores enfrentados con Chamberlain y partidarios de la firmeza frente a Hitler.

 En 1939, derrotada la República, se trasladará a París para poner en marcha y dirigir el Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles (SERE) por encargo de Juan Negrín, presidente del Gobierno republicano en el exilio. En los años siguientes, Azcárate desarrollará desde el exterior una intensa labor en defensa de la República junto al Dr. Negrín.

 En 1948, Azcárate inicia su última etapa profesional trabajando para las Naciones Unidas en la cuestión de Oriente Próximo. Nombrado secretario de la Comisión de Palestina, su labor consistirá en participar en la aplicación del plan de partición de la ONU de 1947, que recomienda la creación de un Estado palestino y otro judío. No obstante, este propósito no se podrá alcanzar, dadas las condiciones en Palestina y las relaciones entre los actores directamente implicados. Después de la llegada de la Comisión en un clima de violencia generalizada, el Estado de Israel será fundado. Estamos en mayo de 1948. Es entonces cuando se desencadena la primera guerra árabe-israelí. Azcárate desempeñará desde entonces hasta 1952 varios cargos importantes: secretario de la Comisión consular de tregua, comisario municipal (alcalde) de Jerusalén, representante del mediador ante los países árabes y, tras el fin de la guerra, secretario de la Comisión de conciliación de Palestina. Éste es el organismo que intentará, por primera vez, conseguir una paz entre israelíes y árabes que todavía no ha llegado en la actualidad.

PablodeAzcárate Concluida su misión en Palestina se retira en 1952 a Ginebra. Allí escribirá numerosos ensayos, entre ellos: Gumersindo de Azcárate, estudio biográfico y documental, Wellington y España, sobre la Guerra de la Independencia, La Guerra del 98 y dos libros de memorias: Mi embajada en Londres durante la Guerra Civil Española, recientemente reeditado con un prólogo del profesor Ángel Viñas, y Misión en Palestina.

 Pablo de Azcárate fallece en Ginebra el 12 de diciembre de 1971. Sus cenizas, por expreso deseo suyo, reposan en el cementerio civil de Madrid.

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Este artículo lo publica también La Nueva Crónica, de León

Fotografías:

Primera: Pablo de Azcárate (izda.) con Pau Casals en una recepción en el Instituto Español en Londres (agosto de 1945).

Segunda: Pablo de Azcárate (izda.) con Juan Negrín en la Asamblea General de la ONU en Nueva York (noviembre 1947).

Tercera: Pablo de Azcárate en su casa de Ginebra (1965)

 

Manuel Ardit, in memoriam

Por: | 08 de diciembre de 2013

ManuelArditHa muerto un historiador, un gran historiador. El cáncer se lo ha llevado, esa enfermedad que nos amenaza a todos, ese mal que un historiador del futuro investigará como realidad social y como metáfora. Como dolor insoportable.

Ha muerto una persona meticulosa, experta y prudente. Ha muerto un compañero del alma. El alma es un espacio de bondad o maldad, ese espacio chiquitito en donde se albergan nuestras intenciones. Pues bien Ardit fue una persona buena, abierta y secretamente disponible. Incluso para quienes no lo tratábamos con frecuencia, Manuel Ardit siempre estaba dispuesto a comportarse como la persona amistosa y entregada que era.

En Valencia no estamos sobrados de maestros, de grandes investigadores, de sutiles analistas. Nos van más el petardo, la detonación. Dedicar años y años a estudiar el pasado valenciano no tiene recompensa en esta sociedad de brillos opacos y de dorados falsos. Aquí nos desvivimos por la ostentación.

Manuel Ardit fue un hombre de cuyas virtudes jamás hizo ostentación. Era modesto, de una humildad sabia. Escribía bien, incluso muy bien, cuando las jergas abstrusas invadieron la disciplina histórica.

Fue valencianista y se alejó de todo españolismo, pero no se le conocen fanatismos. De hecho, con su talante nadie le recuerda un grito destemplado. Fue profesor de Enseñanzas Medias y seguro que transmitió su inmenso
Revolucionliberalyrevueltacampesinasaber. Fue docente en la Universidad de Valencia, profesor titular, un hombre que estaba por encima de las rencillas y de las rivalidades más triviales y más tribales.

Tuvo gran capacidad para hablar, para parlamentar, para tratar con respeto. Fue muy amigo de sus amigos, un compañero generoso al que se le pudo rendir homenaje en Gandia, en 2008, con motivo del trigésimo aniversario de su obra más conocida: 'Revolución liberal y revuelta campesina'. Quienes lo conocimos lo lloramos y lo echamos en falta.

 

Siempre estará presente en las aulas.

Ana Botella de Aznar

Por: | 08 de diciembre de 2013

ImageSí, ya sé que llego tarde; ya sé que todo el mundo ha comentado, glosado, examinado, ridiculizado y vituperado la intervención de Ana Botella ante el Comité Olímpico Internacional para defender la candidatura de Madrid veinte veinte.

Llego tarde porque la difusión de esas imágenes ha sido viral y vital: nadie puede quedar inmune, impune, incólume ante esas cosas tan bonitas que proclamó. Ante esa ardorosa defensa que hizo de la Villa y Corte. Para eso ejercía de alcaldesa... por accidente.

Lástima que su dominio de la lengua fuera precario. Su inglés era comprensible, sí, quizá demasiado comprensible: no como el del Principe de Asturias, al que se le notaban los estudios de prosodia.

Y lástima que el escenario que pone el COI fuera tan hostil. Aquello parecía un examen de reválida ante un severísimo Tribunal. La cosa no salió bien y de aquel episodio una persona no puede quedar indemne, en efecto. Sale tocadita, con el ánimo por los suelos.

Hay que decir en su descargo que el encomio de una sede olímpica, que el ditirambo de una ciudad divertida y hospitalaria, es un género literario menor: como componer un ripio en prosa o un eslogan en verso. Es como el grito primitivo comparado con una romanza. O es como el silbido con hueso comparado con una pieza tocada con trombón de varas. Ana Botella lo tenía difícil para hacer un papel digno. Y no lo hizo. Pero se esforzó.

La vi entonar con énfasis de principiante; la vi actuar con gestos de convicción y de histrión. Iba peinada con ondas atrevidas, un modelo quizá anacrónico salido de tiempos remotos: de cuando ella era niña, de cuando había chabolismo y de cuando los tranvías circulaban por Madrid. Más aún: era un cardado y eran unos oleajes propios de los cuarenta, como los de Gilda. Luego, transcurridos unos días o semanas, Gilda , digo Ana, se alisó el cabello.

Pero la esposa de José María Aznar es audaz e incluso, por momentos, temeraria. En otro momento, que fue su gran momento, comparó las peras con las manzanas para desechar el matrimonio gay. Es como si yo comparo el dominó con la baraja para rechazar la gestión de la Santa Madre Iglesia.

Alguien siempre me podría preguntar: ¿pero por qué coteja dicha institución con los juegos de azar? ¿Acaso el Vaticano lo fía todo a la suerte o a Dios, que echa los dados? Yo --responderé-- comparo dos juegos de azar, dos juegos de paciencia, que es lo que tiene el Altísimo con las peras, las manzanas, el hombre y el resto de la Creación: paciencia.

No sé, me estoy perdiendo, como la señora Botella, que siempre anda como perdida, falta de orientación. Me digo: a ver si hay suerte y la analogía me sale fina. Pero no sale y, claro, doña Ana Botella y yo metemos la pata. Que me suceda a mí es normal: vengo de una familia del montón, de gentes menesterosas que se esforzaron para que yo estudiara. Pero los estudios no te lo dan todo: a mí no me dieron clase ni refinamiento. Aulas, las que quieran, pero clase... Y sí, es raro que esto le ocurra a la señora Botella: una persona educada en una familia numerosa y rancia y de posibles es más cautelosa; una dama criada en un entorno postinero es más prudente.

Pero no: Ana Botella se dejó la piel y la cabellera, el gesto y el rojo pasión. Miraba a todos lados, hablaba del Relaxing Cup, que a mí me suena a bar de alterne: Relaxing Club, Relaxing Boite (ustedes perdonen). Y hablaba de Madrid como una ciudad 'fun'. La verdad es que sí: en esa Villa y Corte nació y creció Ana Botella, un lugar de perdición. Madrid perdió y yo no me lo explico.

Tenía a Dios, el de los dados, de su parte. Eso dijo el presidente del Comité Olímpico Español. Y tenía 'El Mundo' entero, también, con portadas dementes que anunciaban ya el evento, portadas concebidas quizá para hundir a la gran esperanza política de Madrid. 'El Mundo' no necesita esposas, sino esperanzas. Y Aguirre llegará, que a Ana buena hará.

Han pasado las semanas y la suerte de Ana Botella empeora. Una huelga de limpieza la dejó noqueada, con una gestión de risa si no fuera porque trataba de la salud, de la higiene y del trabajo de los barrenderos y de los madrileños. Supo ponerse el abrigo de visón para verificar el estado de salubridad de la capital, para fiscalizar los trabajos de desescombro. Supo elevar la voz para decir lo que mejor podía haber callado.

Pero no. Ana es así: habla con dificultad, con balbuceos y frases mal acabadas, aunque eso no es obstáculo para lucir una cháchara fantasiosa. En plenos municipales, en sesiones políticas, en conferencias en el Siglo XXI, sus palabras arrancan con tropiezos y cuando lee lo hace con ardor e inseguridad. No bastan el énfasis o el histrionismo. No basta con ser ingeniosa o temerosa de Dios.

Hay que practicar la oratoria, desarrollar el pensamiento y ajustar el verbo. Es escritora, eso dice alguna ficha suya: recopila cuentos para la familia y para los niños, con glosas de mucha moralidad. Tiene un libro político del que yo dispongo un ejemplar Mis ocho años en La Moncloa'. El título será fuente de inspiración para el que marido publicará meses después ('Ocho años de Gobierno').

Y con prosa esmerada e intención moral, la autora se revela como una insólita escritora. Toda primera dama ha de narrar su experiencia tras abandonar la sede presidencial. Ella no fue primera dama, pero organizó la vida de palacio con mano de hierro.

BodaAgagAznar"¡Cómo ha cambiado la vida en ocho años! Cuando llegué a la Moncloa en 1996 yo era una mujer en la última etapa de la juventud, con dos hijos adolescentes y uno pequeño, y una gran ilusión por cambiar las cosas que sentía que no funcionaban a mi alrededor. En 2004 cierro la puerta de lo que ha sido mi hogar durante este tiempo y lo hago con tres hijos adultos, una casada y un nieto en camino.. Las cosas han cambiado, pero la ilusión sigue firme", admitía en 2004.

Algún día les contaré qué fue esa boda, la de la niña Aznar casada con todo un Agag. Tal vez, les adelanto, fue uno de esos "momentos mágicos" que, según confiesa, le depararon los años de Gobierno en la Moncloa. La magia de la boda de El Escorial.

Decía que algún día les contaría... Pues bien ese día ha llegado: aquí pueden leer qué fue de Ana Aznar Botella, su boda con Alejandro Agag. Y lo que Ana Botella dijo en su libro de memorias.

No busquen a Francisco Correa o Álvaro Perez 'El Bigotes'.

Bernie Ecclestone

Por: | 01 de diciembre de 2013

ImageEn junio de 2010, los responsables políticos de Canal Nou alardeaban de los derechos de transmisión de la prueba de Fórmula 1 en Valencia. Todo era lujo y esplendor. Declaraban a la prensa sus logros con ufanía, con ese bienestar ostentoso de los ricos sobrevenidos.

Por entonces, las emisiones de moda en las televisiones españolas eran los programas dedicados al lujo. Eran espacios que marcaban tendencia, pero a la vez tenían su guasa. De ellos podías aprender qué es el lujo flotante, el mal gusto o lo kitsch.

¿Qué es lo kitsch? El lector no está obligado a saber qué significa esa abstrusa palabra, ese terminacho, un préstamo que procedente del alemán ha llegado a todas las lenguas cultas. En su idioma de origen, designa lo cursi, el mal gusto, y con esa acepción se ha extendido en su uso corriente. Fue Umberto Eco uno de los primeros que empleó académicamente esa expresión y lo hizo en los años sesenta, en uno de aquellos capítulos que componían su 'Apocalípticos e integrados'.

Según precisara el semiótico italiano, lo kitsch no es exactamente el mal gusto o lo cursi o lo hortera o lo chabacano, como si éstos fueran vicios intrínsecos de una obra, de cualquier obra. Lo kitsch es, por el contrario, un efecto, la afectación de buen gusto, la impostación exhibicionista de los propios recursos, puestos enfáticamente de relieve para así demostrar lo culto o sobrado que uno es. O lo ricacho que ha llegado a ser.

La Valencia de entonces, la de 2010, aún era la expresión máxima de lo kitsch, de la exhibición y del alarde. Por esas mismas fechas, 'Notícies 9', el telediario del Canal Nou, dedicaba minutos y minutos al automovilismo; nos informaba también del lujo flotante, de los restaurantes Vip; nos aseguraba del mucho movimiento que había en la ciudad. Ahora sabemos que la rescisión del contrato de la Fórmula 1 en Valencia le cuesta a las arcas públicas un total de 13,5 millones de euros.

Bernie Ecclestone es un ricacho. ¿Acaso un rentista? Decía Bujarin que la acumulación capitalista llevaba aparejado el crecimiento de un sector social formado justamente por rentistas que se desentienden de la producción. Serían los poseedores de valores con un interés fijo y aquellos otros que, habiendo atesorado una fortuna, la reinvierten en bienes raíces o en otras fuentes de lucro para obtener rentas seguras y duraderas. El rentista por antonomasia hace ostentación del consumo y, sobre todo, se exhibe con el gasto suntuario. Yo no creo que Ecclestone sea un rentista según el prototipo exacto descrito por Bujarin. Sus riquezas no se basan en bienes raíces con un interés fijo, pero no es menos cierto que cuando se ha desprendido de su patrimonio urbano o rústico obtiene unas ganancias escandalosamente altas. Por otra parte, Ecclestone es uno de esos tipos de la prensa rosa que brilla en los templos del consumo.

Es el patrón del automovilismo, un capitalista, y es, por tanto, a quien las instituciones valencianas adeudan esos 13,5 millones de euros. Bernie es un tipo feo, incluso feísimo. Es bajo, al menos para las aspiraciones de que ha hecho gala durante toda su vida. Y su pelo lacio sería original si su cara anciana y amojamada no contrastara con el cabello del jovencito que peina. . Tiene una biografía la mar de aburrida: sus negocios tempranos con los motores, con las motos, con los coches, con las contratas, con donaciones a partidos, con chicas esculturales que compensan su anatomía lamentablemente liliputiense. Sus escándalos de corrupción...

Es un individuo que se hace odiar. Es raro firmar un contrato con alguien que tiene esa cara. Sólo con ver cómo sonríe, te preguntas por el sentido de la vida y por la naturaleza de sus intenciones. Si además estrecha la mano y comparte risas con Francisco Camps o con Rita Barberá, entonces te pellizcas para ruborizarte: la náusea te ha quitado el color. Con él, Valencia fue el colmo de lo kitsch. Nos creíamos ricos y famosos, ganadores de un certamen: con un lujo de libras, dólares y euros. Sobraba todo y de todo.

Luego nos enteramos de sus ideas políticas, al menos las que expresó en público. Por aquellas fechas o quizá un poco antes, Ecclestone hizo unas declaraciones a la prensa, en concreto a 'The Times' en las que hacía una defensa de Adolf Hitler: un hombre con mucha determinación, añadió. A la vez aprovechó la ocasión que le brindaba el periódico para censurar los sistemas democráticos, regímenes menos eficientes que el ideado por el Führer: y tan aburridos...

Por supuesto, esas palabras provocaron un escándalo y el Congreso Mundial Judío pidió su dimisión. Como un ser estúpido porfía, Ecclestone no se dio por vencido, de ahí que responsabilizara de la crisis económica mundial a los judíos. ¿No les suena? . Cada vez que lo veo en televisión o en algún yate surcando las páginas de la prensa rosa, me digo que nos merecemos poco. Que no se puede negociar con alguien cuya oferta no vas a poder rechazar. Lo aprendimos hace años, pero en la Valencia kitsch faltaba cultura: nuestros dirigentes aceptaron ofrendas que no podían rechazar.

Ustedes ya me entienden.

El País

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