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El Señor del Gran Poder

Por: | 20 de enero de 2014

La palabra que Josep Torrent emplea en su blog para calificar a Carlos Fabra es exacta, justísima: 'Un CarlosFabra2cacique en la plaza de toros' titula el post en El País.

El cacique es alguien con poder discrecional, alguien que dispone de recursos públicos y propios y que los hace valer para aumentar su dominio. La institución es su recinto, el espacio que gobierna con mano de hierro o con guante blanco pero siempre en beneficio propio.

Desde la Restauración española de la dinastía Borbónica (1874) y sobre todo desde que Joaquín Costa tipificara al cacique, esa figura nos resulta bien conocida.

Los regocijos públicos se le deben. La beneficencia y las caridades públicas se deben a él. Las infraestructuras se le deben. Las mejoras urbanas o rústicas se deben a él.

El ciudadano que vive bajo un régimen de caciquismo siente, experimenta o padece el dominio incontestable del notable local, del patrono, ese señor del gran poder capaz de remover obstáculos y capaz de imponer su criterio.

Dispensa favores, sortea la dificultades legales, administra con largueza los recursos para contentar o pagar los servicios que se le prestan, las servidumbres a que somete.

Un cacique es generalmente un varón. ¿Por qué razón? Aparte de la tradición, porque es una figura muy masculina, de poder, de dominio.

Suele ser un hombre patriarcal, el principal de una familia reconocida o temida: un patriarca, sí, que se sabe con cualidades dinásticas o atributos personales. O esa influencia le viene del parentesco o ese halo lo desprende su propio cuerpo.

El cuerpo, sí, suele acentuarlo con bigotes, barbas, cabelleras o sombreros que denoten su masculinad. Lo ideal sería lucirse con corona y manto de armiño, con oros y joyas deslumbrantes, con abalorios que despertaran la admiración de los ciudadanos-súbditos, pero finalmente estos privilegios están reservados para los soberanos. Por ello, el cacique debe contentarse con ropas más humildes, más plebeyas, pero siempre distinguidas.

El cacique no está solo. Lo normal es que tenga una guardia pretoriana, unos individuos que lo protegen y que le resuelven los obstáculos minúsculos de la vida cotidiana.

Tiene, además, una clase de servicio, un sector más amplio de tipos afines que, pagados o no, son sus portavoces, sus adalides, sus rendidos admiradores.

El cacique promete, ejecuta y resuelve con gran determinación, saltándose el ordenancismo de las instituciones y las minucias legales del Estado y sus administraciones.

El cacique es mi dueño, a él le debo lo que soy, me hizo favores que no pude rechazar y se preocupa de colocar a los desvalidos que hasta él se acercan para pordiosear ayudas.

¿Por dónde está la puerta de salida? ¿Cómo escapar de un régimen de sinecuras y presiones, de amenazas y ventajas?

Está pasando, lo estamos viendo.

Hay 1 Comentarios

Valencia...años rebañando los restos de los fondos,como... http://eskup.elpais.com/1363740089-8d027238b7146acf454350df66c34bfd

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Presente Continuo

Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

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