Vuelvo a Pío Baroja. ¿Pasa algo? No. Baroja es un referente inexcusable (qué querrá decir esto). Baroja es el narrador por antonomasia. Es el novelista feliz y cascarrabias que nos hace leer, que nos hace disfrutar. Para él, lo peor que puede suceder es aburrir, impedir el pensamiento, desechar la reflexión. Cuando lees te examinas y a la vez sales de ti. Justamente esto es lo que estoy escribiendo para una obra que publicará Caro-Raggio Editores después del verano.
Cuando yo era muy joven empecé a leer a Baroja gracias a mi padre. Mi progenitor y yo nunca tuvimos mucho en común, salvo la lectura. A veces ni eso. A él le gustaban autores por los que yo no tenía ningún interés. Aún recuerdo cuando con porfía me recomedaba Madrid Costa Fleming, de Ángel Palomino. Recuerdo lo que le dije aquella tarde: hasta aquí hemos llegado, papá. Esto es un espanto.
Luego, yo cambié. Me hice menos intolerante y mi padre se hizo más sensato. Hubo un momento de coincidencia y de gloria. A veces me descubría escritores que finalmente compartiríamos y celebraríamos: como Antonio Muñoz Molina. Otras veces, yo le hacía leer autores, por ejemplo Arturo Pérez-Reverte, que le aburrían mortalmente. Mortalmente: mi padre falleció y no tuvo la posibilidad de defenderse. Pérez-Reverte fue un dolor para él. Me pedía, por favor, que no le regalara más libros de don Arturo...
Entre los autores que compartíamos con gusto están Miguel Delibes y Pío Baroja. Cuando yo leía a este último mi padre se alegraba, se maravillaba. En una palabra: difrutaba. Si una novela como El convento de Monsant la hubiera podido leer ahora, me habría contado con pelos y señales su trama. Si le hubiera dicho que en la reedición yo la prologaba, su satisfacción habría sido inconmensurable. Vamos, que no habría podido medirla.
Por desgracia, mi padre ya no está para compartir esta alegría y este honor que me brinda Pío Caro-Baroja al encargarme el prólogo de El convento de Monsant, una obra que pertenece a la serie Memorias de un hombre de accióny que puede leerse con goce sin saber nada de Baroja.
Les quiero reproducir parte de la contracubierta del libro de Baroja que he prologado. Puede leerse esto: "El convento de Monsant (1916) es una novela de aventuras, de intrigas, de amores, de militares esforzados y de viajeros imaginativos. De españoles más o menos castizos y de británicos más o menos flemáticos. De extranjeros de mucha gracia y de naturales algo rústicos. Como dice Azorín y ahora recoge Francisco Fuster en su obra Ante Baroja (2012): “El convento de Monsant puede figurar entre lo más profundo, bello y original que ha escrito Baroja”.
"Es más: su lectura nos modifica, dependiendo de nuestro estado de ánimo. Es un relato que inspira simpatía y dicha, la felicidad de leer, dado que los episodios van transcurriendo segun lo programado por sus personajes: ese hecho nos hace ser solidarios de sus lances, de los que van saliendo con bien. ¿Y si no salen según lo previsto? Es en las ficciones en donde a los personajes les caen los chuzos de punta, a quienes la vida se les tuerce..."
Va por ti, papá.
Hay 2 Comentarios
Oh, vaya. Todo tiene remedio. Usted podría hablar aquí de Warren Farrell. Yo no quería homenajearle con este título, de 2001. Lo que yo quería era remitir a aquella preciosa canción de Paul Simon: 'Mother and Child Reunion' (1972). Punto.
Publicado por: Justo Serna | 28/05/2014 19:03:24
Y yo que creía que iba a comentar el libro de Warren Farrell con ese mismo título... Qué decepción...
Publicado por: En sendero de Warren Farrell... | 28/05/2014 15:46:10