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Presente Continuo

Sobre el blog

Un historiador echa un vistazo al presente. Éstas no son las noticias de las nueve. Pero a las nueve o a las diez hay actualidad, un presente continuo que sólo se entiende cuando se escribe: cuando se escribe la historia.

Sobre el autor

Justo Serna

es catedrático de la Universidad de Valencia. Es especialista en historia contemporánea. Colabora habitualmente en prensa desde el año 2000 y ha escrito varios libros y ensayos. Es especialista en historia cultural y ha coeditado volúmenes de Antonio Gramsci, Carlo Ginzburg, Joan Fuster, etcétera. De ese etcétera se está ocupando ahora.

Eskup

Elvira Lindo, David Trueba y Javier Cámara

Por: | 20 de mayo de 2014

Uno. Los amigos allí reunidos dedicamos unos minutos a charlar sobre Ocho apellidos vascos (2014), la película taquillera del cine español, el éxito imprevisto. Multitudes de espectadores han ido a verla y no parece que el fenómeno decaiga. Una buena parte del éxito se debe, sin duda, al gracejo y donaire de Javier-CamaraAnaJimenezparaLaVamnguardiaDani Rovira, Er Rovi, según leí en El País Semanal.

Los cuatro amigos estábamos asombrados. La actitud era de estupor, casi. No nos explicábamos este suceso cinematográfico y confirmábamos una y otra vez que la película es un atadijo de tópicos, que el film es un repertorio de estereotipos: que mucha gente, el público municipal y espeso, se ríe con caca, culo, pedo y pis.

Con la excusa de burlarse de los lugares comunes, Emilio Martínez-Lázaro había dirigido una historia absolutamente convencional y previsible: ¿lejanamente inspirada en qué? Por supuesto no en la mejor comedia de Luis García Berlanga, aunque tal vez sí en la peor. Alguno de nosotros apuntó Bienvenidos al Norte, como la referencia última o primera de esta película.

En ambos films, el español y el francés, lo de ir al Norte, atravesar una frontera física, orográfica o emocional, es una forma de hacer antropología salvaje, una manera de exhibir lo peor de los septentrionales y la inadaptación de los meridionales, del observador en este caso. ¿Eso es inteligente, humor inteligente?

Uno de los cuatro que allí estábamos tomando cervezas con el ánimo de repasar y componer el mundo entre sorbo y sorbo dijo que no se había reído nada. Los demás corroboramos en parte ese diagnóstico. Muy pocos chistes me hicieron gracia y esos pocos sacaban lo más bajo y rastrero de mi alma. No me avergüenzo, por Dios. No soy tan finolis. Simplemente es que seguía y sigo sin ver qué hay de inteligente en este film. Lo mostrado se nos presenta sin aleación, si refinamiento alguno.

Otra de las personas que hablaba sobre Ocho apellidos vascos admitió que se había dormido a mitad de proyección: vamos, que a estas alturas aún ignora el colofón tan racial de la película. No sabemos qué pensará cuando consiga mantenerse despierta para poder acabar el film. Únicamente le preparamos tarareando con mucho sentimiento Sevilla tiene un color especial.

La tercera persona confirmaba su juicio temprano: cuando salió de la sala de cine, la propia semana del estreno, no hacía más que negar con la cabeza para decir que no, que no era una gran película ni mucho menos, que todas las bromas eran predecibles y que el tópico resistía. Simpática la película, como simpático es un tipo pesado que cuenta chistes en la barra de un bar.

Yo era el cuarto individuo que habiendo visto el film afirmaba su descontento, incluso su decepción. Llamarlo decepción es haber tenido expectativas. Lo que uno esperaba, en efecto, era reírse, reírse inteligentemente viendo cómo esos tópicos que son el armazón de la película caían. En la película caían, sí, caían en gracia: es decir, los estereotipos quedaban reforzados por las risas que corroboraban la ocurrencia. O la concurrencia, en fin. Así son los vascos; así son los andaluces, etcétera. Desde este punto de vista, el film era, pues, decepcionante.

Formulé yo la pregunta, pero más o menos todos nosotros compartíamos la duda, la misma cuestión. Era una forma de autoanálisis. Si tantos miles de espectadores han ido a verla, si es el film más taquillero del cine español, entonces yo me pregunto: ¿qué he hecho mal en mi vida para no compartir las risas de mis contemporáneos? ¿Qué malformación me impide reírme a carcajadas, a mandíbula batiente, si mis Lavidainesperada1compañeros de platea se desternillan con Er Rovi y sus secuaces?

 

Dos. Tras esta película he visto La vida inesperada (2014), de Jorge Torregrosa, y Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013), de David Trueba. Los guiones respectivos son de Elvira Lindo y David Trueba.

Ambas películas no son exactamente comedias: al menos no buscan el chiste, la broma que te hace partirte de risa, la carcajada. Lo que persiguen tiene un tono agridulce, raspa. Por supuesto, te ríes en ambas, pero a la vez te acercan a la vida, no a sus estereotipos: te dejan algo tocado. Te presentan personajes problemáticos que dialogan con dificultad y con gracia, según. Y te erosionan la autoestima: simplemente porque te identificas con protagonistas que allí, en sus mundos, intentan sobrevivir.

Te presentan a seres dañados y a la vez esperanzados, con metas alcanzables y con fracasos llevaderos. No te pintan un panorama sombrío o lúgubre, sino un mundo colorista, de mucho color, con sol o neones: un mundo con sombras (perdonen el tópico), unos espacios emocionales de mucha intensidad.

Los guiones de Elvira Lindo y de David Vivir_es_facil_con_los_ojos_cerrados-621115369-large   Trueba son superiores, muy superiores, al de Ocho apellidos vascos. Los actores de esta última película hacen lo que pueden con sus personajes. En cambio, los actores de los otros films sacan lo mejor de sí mismos gracias a dos escrituras poderosas en las que los sentimientos se expresan, se manifiestan sin obscenidad. Se expresan, se manifiestan con liviandad.

Javier Cámara participa en ambas y en ambas tiene el papel protagonista. En una es un actor fracasado en Nueva York, o un intérprete en horas bajas. En la otra es un profesor de inglés que viste menesterosamente y que revive el mito de The Beatles en los años sesenta.

Su buena ejecución, la hermosura de sus interpretaciones, la calidez que le da a sus personajes son tales que la emoción es intensa. Sí, con Cámara, la emoción es intensa. Llanto suave, liquidación del lastre.

No sé qué más añadir. No se las pierdan. Vayan a ver ambas películas antes de que las retiren. Vayan antes de que nos endosen una nueva Bienvenidos al sur español o La raza con fino y camarones.

Santiago Grisolía, de hidalgo a marqués

Por: | 14 de mayo de 2014

¿Marqués? ¿Santiago Grisolía, marqués? Cabalgó cómodamente a lomos de los Gobiernos que desvalijaron Grisolia.CarlesFrancesc.ElPaisla Comunidad Valenciana: los de Eduardo Zaplana Hernández-Soro y Francisco Camps. No quiero decir que los presidentes fueran  los atracadores. Dios me libre. Quiero decir que bajo sus mandatos, todo se se arruinó, se quebró.

Se jodió, como tantas veces hemos hecho decir a Mario Vargas Llosa, tan liberal y a la vez tan auspiciado por socialistas y populares.Es decir, por las instituciones políticas del Estado ('el ogro filantrópico' según Octavio Paz).

Grisolía fue su avalista intelectual, el hombre de soporte y pedestal para la Comunidad Valenciana. Con voz hueca y grave daba su plácet a los maravillosos avances de la ciencia en la esfera local. Nos salíamos del mapa... Y, además, confería su sello académico, esa rúbrica. Qué bien se sentía... No había más que verlo. Y sí: yo lo vi por Valencia como un jubilado senatorial. Con sus trajes de color claro, preferentemente azules pastel. Como un pensionista rico de Los Angeles.

Se mantuvo impertérrito cuando todo se hundía, cuando la vergüenza a todos nos afectaba. Certificó los informes más marcianos sobre la Comunidad Valenciana con su marchamo científico. Pidió a Juan Cotino que no recortaran mucho en investigación. Las carcajadas aún resuenan.

Se mantuvo al frente de un Consejo igualmente marciano. No te jode. Hay mucho alienígena por estos pagos. Lo he comprobado: seres que vienen de lejos a enseñarnos lo que aquí hay que hacer.

¿Era preciso otorgarle título de marqués a Grisolía? Hay muy rango y mucho ringorrango en estos ennoblecimientos de chicha y nabo. Te elevas y te conceden diplomas, linajes y sucesiones. Para nada.

Ustedes me perdonarán. Creo que en el caso de Grisolía bastaba con un ennoblecimiento menor: algo así como Hidalgo del montón. O, perdónenme la maldad, bufón de tronío. Ya me gustaría alcanzar su tronío. A lo de bufón no aspiro.

Pero aquí, en el País Valenciano, hay mucho papanatismo. Un señor espigado, de aspecto anglosajón, con acento americano entreverado con el habla local, se nos presenta como un sabio. No lo dudo. Sus estudios le dieron celebridad. De eso hace décadas. Ha pasado mucho tiempo.

Mientras tanto coleguea con el Partido Popular, el mismo que nos ha arruinado. ¿Qué hacemos? ¿Batimos palmas? No. Le damos un título, el de científico honorario del Reino. Cotino aún se carcajea.

¿Y Franco qué piensa de todo esto?

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Enlaces:

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/05/14/valencia/1400064844_087132.html

 

Defensa apasionada de la lectura

Por: | 13 de mayo de 2014

Uno. Hay dos o tres cosas que se pueden hacer con los libros clásicos. Leerlos, releerlos, hojearlos. En cualquiera de los casos, los beneficios que nos procuran son muy rentables. Al tocarlos, sujetarlos, abrirlos La foto(3)o incluso terminarlos, algo se nos pega.

Nos acercan a un mundo que no es el nuestro, un mundo de seres muertos que algo dijeron. Con valor, con menos medios y con menos comodidades que las nuestras.

Por tanto, los clásicos nos hacen salir del ensimismamiento presente; nos hacen abandonar esa idea tan extendida de que lo pasado no vale o ya está caduco.

El mundo actual tiene numerosas cosas buenas, pero no nos engañemos: muchas de las preguntas que se planteaban los clásicos siguen vigentes.

¿Por qué razón? Porque las respuestas que ellos nos dieron siguen siendo parcialmente válidas o porque los problemas que esperábamos haber superado aún están por resolver.

Por supuesto, no estoy diciendo que un clásico sea como una caja de herramientas con las que enderezar lo torcido. Lo que digo es que aun sin ser enteramente satisfactorias esas preguntas y respuestas, sus palabras aún nos conciernen.

Asuntos como el género humano, como la condición humana, como la bondad o la maldad, como la utilidad o el desprendimiento, como el altruismo o la benevolencia, son materias de nuestro tiempo. Y de siempre.

Yo soy profesor de historia. Que me aspen si sé cuáles son las respuestas mejores y definitivas para los problemas humanos. Tengo conocimientos, pero no soy tonto: carezco de esa vanidad que tienen algunos con estudios, gentes que saben a ciencia cierta cuáles son las recetas mejores.

Azorín leyó vorazmente y escribió abundantemente para los periódicos. Su lectura y su escritura eran como un tanteo. ¿Qué es eso de un tanteo? Lo sostuve en la Llibreria Ramon Llull en un acto organizado con otras dos librerías, Gaia y Shalakabula. Presentábamos Libros, buquinistas y bibliotecas (2014, Fórcola Ediciones), esa obra de Azorín editada por Francisco Fuster que está teniendo un éxito significativo. 

Imaginen una habitación en penumbra. O, mejor, en semipenumbra. Yo estoy dentro y mis ojos se acostumbran a esa oscuridad. Poco a poco empiezo a distinguir algunas formas de objetos conocidos y de otras sospecho o conjeturo lo que pueden ser. Extiendo mis brazos con el fin de tocar esas cosas y de confirmar con el tacto lo que mi escasa visión no me puede confirmar. Es decir, tanteo. No tendré la certeza de que eso y aquello son lo que creo que son, pero con dicho ejercicio me habré hecho una idea más o menos cabal de lo que hay en la habitación, de lo que contiene. Probablemente tropezaré con algún objeto imprevisto. Iré a tientas pero no exactamente a ciegas, tanteando, avanzando.

Azorín leí y escribía. ¿Para qué? Para ganarse un sustento y también para dar significado a su presente, un presente que no era sólo lo que tenía a dos palmos de sus narices. Leer y escribir era para él tantear. Era como estar en una pieza oscura: de hecho, el mundo es una pieza oscura y con la lectura y la escritura nos damos respuestas, probablemente insuficientes.

Hay incertidumbre, pero no nos resignamos. Queremos luz, más luz, antes de morirnos. Desde la Ilustración, desde el Iluminismo, esto se arregla con hachones, perillas y libros. La electricidad ayuda, sin duda.

Pero si no hay luces, si no hay luces... No hay tu tía.

 

Dos. En un página del primer tomo de Desde la última vuelta del camino (1944), las memorias de Pío Baroja, el autor recuerda lecturas juveniles o no tanto.

Recuerda incluso la geografía de esos clásicos leídos y en algún caso vueltos a leer, textos que no eran canónicos en los años cuarenta y que hoy forman parte de la lista de los más apreciados.

"Los estudiantes no leíamos apenas literatura española contemporánea, más que nada, porque los libros nuevos recientemente publicados nos parecían caros, y lo eran para nuestro bolsillo. Efectivamente, con tres o cuatro pesetas se podía llevar a casa una porción de tomos [antiguos], para leer una semana; en cambio, no se podía comprar más un tomo de un autor contemporáneo".

Más aún, añade Baroja, "la literatura clásica se desconocía en absoluto. Creo que no conocí a ningún estudiante compañero mío que hubiese leído de verdad el 'Quijote'. Se hablaba de él, naturalmente, pero no se leía", admite con sinceridad.

"Yo devoraba en la juventud todo lo que caía en mis manos, principalmente novelas, sin fijarme si el autor tenía fama o no, si era bien o mal considerado por los críticos". Eso confiesa Baroja.

"En Pamplona, los autores y libros leídos por mí fueron: Julio Verne, Federico Marryat, Gustavo Almard, el 'Robinson', algunos folletines: 'Las tragedias de París, 'El coche número 13' y 'Creación y redención' de Dumas. En Madrid, mis favoritos eran: V. Hugo, E. Sue, Balzac, J. Sand, Zola. Espronceda y Bécquer. En Valencia y Cestona: Schpenhauer, Poe y Baudelaire. Después, en Madrid: Dickens, Stendahl, Turgueniev, Dostoyevski, Tolstói, Ibsen y Nietzsche".

Etcétera.


Tres. No es preciso convenir con Baroja en esa lista, en esa prelación y en esa relación. No es necesario admitirle un orden tan exacto. El recuerdo de lo leído se mezcla con la evocación de lo leído de segunda mano, de lo disfrutado vicariamente.

Salvando las distancias: a la altura de 1982, yo me hice un plan de lecturas futuras --preferentemente clásicas-- que, de haberlo cumplido, me habría tenido ocupado al menos un par de décadas completas. Aquel listado no lo cumplí a rajatabla, pero fue una falsilla de lo que quería o podía leer. Los renglones torcidos, vaya. En cierto aspecto no me fui mucho del proyecto inicial.

En este sentido no discrepo de Baroja: recordar lo leído o presuntamente leído y señalar lo venidero ayudan a hacerse un plan, un orden vital, un lugar en el mundo. No hay por qué satisfacer cada una de las cláusulas.

Los eruditos barojianos estudian la biblioteca del autor. Examinan sus anotaciones en los volúmenes efectivamente leídos. Especulan con mucho interés sobre sus aprendizajes, sobre su asimilación de Kant o Nietzsche, por ejemplo.

Resulta a todas luces evidente que Baroja leyó a Inmanuel Kant o a Freidrich Nietzsche al margen de lo que él declare en sus memorias. Si uno repasa sus obras descubre inmediatamente a estos clásicos, esa huella de racionalismo y humor agrio. Como descubre también la felicidad, los reyes del folletín. Del folletín y de la filosofía sale Baroja.

De la lectura, de la amistad lectora con Baroja y de su sabiduría, sale Azorín. José Martínez Ruiz es impesable sin don Pío. No hay más que leer Ante Baroja (2012) editado por Francisco Fuster y publicado por la Universidad de Alicante para advertirlo.

Sin los clásicos, Baroja o Azorín no serían nada.

 

He tenido malos pensamientos

Por: | 09 de mayo de 2014

Leo con pasión las Máximas y malos pensamientos (2014), de Santiago Rusiñol, que ha traducido, anotado y prologado Francisco Fuster para Vaso Roto Ediciones. Digo que leo con pasión porque a pesar de ser un volumen publicado en 1927 conserva mucha actualidad.
Vasoroto
Las 'máximas' suenan a dichos pomposos de gran antigüedad, reglas de urbanidad y buen comportamiento concebidas por moralistas estrictos. En cambio, 'malos pensamientos' suena deliciosamente pecaminoso.

"¿Hijo, has tenido malos pensamientos?" Esas cosas podía preguntarlas un cura en el acto de la confesión. Entonces, cada uno de los feligreses podía contestar dándose golpes de pecho. "Sí, padre, lo admito. He tenido malos pensamientos e incluso ha habido tocamientos".

Observemos la coincidencia sonora, incluso la rima forzada que podríamos provocar. Pensamiento y tocamiento. Si piensas, lo haces con el cuerpo mortal que Dios te ha concedido (llámale Dios, llámale...). Si realizas tocamientos, entonces comienzas con ese cuerpo mortal: la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Esa idea de pecado, de falta cometida contra Dios, es extraordinaria: aquello con lo que cuentas, este organismo pronto achacoso, es motivo de tocamientos a causa de malos pensamientos.

Sé que Santiago Rusiñol no habría suscrito esta loca presentación que hago de su obra. Pero sé que Francisco Fuster me la perdonará. No sé si él tiene malos pensamientos. Me refiero a Fuster. Yo, por mi parte, no dejo de pervertirme. Traduce Fuster el subtítulo: "Piensa mal y no errarás", una versión muy próxima al catalán. Yo habría dejado, quizá, el dicho tradicional. Piensa mal y acertarás.

Algunos, Fuster incluido, llevamos años pensando mal. ¿En qué sentido? No en la suspicacia ante el comportamiento ajeno; no en la sospecha roñosa. Pensar mal es abrir la mente, es romper el sentido común imperante. Pensar mal es quebrar el orden establecido y las ideas inevitables, forzadas. No se si acertaremos. Yo, desde luego, no impido con ello morirme. Quiero decir: si pensar bien me evitara el Infierno, a lo mejor me esforzaba. Pero no es así. El propio Rusiñol lo dice con crudeza en alguno de sus aforismos más deslenguados.

Sin duda, hay aspectos de Santiago Rusiñol que hoy nos escandalizan: incompatibles con un pensamiento políticamente correcto o con la moralidad rigurosa de nuestros días. No está mal que eso suceda así. Los autores no permanecen incólumes y sus obras sufren inevitables deterioros o trastocamientos. Pero lo que queda, sin duda, es un estilo, una forma de compendiar y de sintetizar, una manera de abrevar en las fuentes de la experiencia y de abreviar el pensamiento resultante. Épater le bourgeois.

El autor vuelca lucidez y acidez, misantropía y misoginia, una misoginia tontorrona y hoy delictiva. Tiene malos pensamientos, como reza el título. Sin duda, el prologuista y traductor, Francisco Fuster, ha hecho bien en no maquillar los aspectos más antipáticos de Rusiñol. También Friedrich Nietzsche fue un consumado misógino. Qué le vamos a hacer: las buenas ideas e incluso los malos pensamientos no impiden el tópico, la idea recibida, las palabras mal dichas y peor concebidas.

El aforismo es un género creciente. No es una paradoja lo que escribo: tampoco es un aforismo involuntario. Es, por contra, una realidad constatable. Leo a Ramón Eder y ya echo en falta mi suministro, sus libros, que tanto alimento espiritual me proporcionan. Lo descubrí gracias a Francisco Fuster. Leo a Rodrigo Cortés, el cineasta, autor de A las 3 que son las 2, que me regaló Almudena Amador (de la Librería Ramon Llull), y me maravillan los malos pensamientos de este joven ingenioso y genial en los tiempos del Twittter.

Los malos tiempos, las premuras, los desconciertos, las ruinas del pensamiento y de los sistemas, de las certidumbres y de las expectativas, nos llevan a catar bocados. No nos comprometemos con un empacho, sino que preferimos degustar un poquito de lucidez. O mala uva.

Ah, qué gusto.

Catacombes. Historias del subsuelo de París

Por: | 07 de mayo de 2014

CarteldeCatacombesNota de Prensa
 
El próximo viernes 9 de Mayo se estrena en la Rambleta (Bulevar Sur, esq. Pío IX) a las 20h el webdocumental interactivo Catacombes. Historias del subsuelo de París, un proyecto de Víctor Serna coproducido por Barret Films. 
 
Las Catacumbas conforman una red de casi 300 kilómetros de galerías donde existen multitud de salas y espacios como búnkers de la Segunda Guerra Mundial. El acceso a las galerías está prohibido, pero aun así el documental interactivo nos ofrece la posibilidad de pasear por ellas, de conocer qué se esconde a treinta metros bajo el suelo de París. El joven realizador valenciano Víctor Serna inició el proyecto con 21 años, cuando un grupo de cataphiles le confió los secretos de la exploración subterránea. Tres años después se hace público, tras un proceso costoso de grabación, edición y diseño interactivo.​​
 
Aunque el panorama audiovisual actual y las oportunidades para jóvenes realizadores sean más negras que el mismo fondo de las Catacumbas, queremos compartir esta presentación con quien quiera venir a mostrarnos su apoyo, a conocer el proyecto y a demostrar que hay quien sigue confiando en la creatividad y el empeño de la juventud. La entrada es libre y gratuita y nos encantará veros por allí.
 
¡Gracias!
 

VIERNES 9 DE MAYO 20h
SALA DE LA CAMBRA (Espai Rambleta)
 

Si queréis saber más sobre el proyecto...

 

Enamorado de Ri Sol-ju

Por: | 05 de mayo de 2014

Kim Jong-un, señala El País, es un hombre zarandeado por tres
KimJongUnyRiSolJuinfluyentes mujeres. Zarandeado o acosado. No sé. Cuando leo cosas así me entra un sudor frío...

He leído con sumo interés la crónica de Zigor Aldama desde Shangái. Las damas que son objeto del reportaje son la tía del dictador, Kim Kyung-hui, "que llegó a ser considerada la mujer más poderosa del régimen norcoreano y la persona que movía los hilos del país en la sombra. Hasta que el imberbe dictador ordenó ejecutar a su esposo, Jang Song-thaek".

¿Movía los hilos del país en la sombra? La verdad es que suena a folletín decimonónico, casi casi a novelón de Umberto Eco, por lo menos a  su última obra: El cementerio de Praga, con conjuras y seres pérfidos. La viuda ha de regresar para desbancar al sobrinito. Le obligará a hacer autocrítica.

Por otra parte, lo del imberbe dictador, tal como califica el cronista a Kim Jong-un, suena  innecesariamente ofensivo. Que el muchacho tenga escasa barba no significa que sea un inexperto. En poco tiempo, Kim Jong-un ha adquirido los conocimientos básicos para mantenerse en el poder desalojando a los desafectos. Sin ir más lejos: su queridísimo tío Jang Song-thaek fue eliminado sin miramientos. (¿Por qué siempre que decimos esto, eliminar, añadimos ese tópico expresivo: sin miramientos?).

He leído también las observaciones que se hacen sobre la hermana pequeña: Kim Yo-jong. Al parecer tiene un cerebro muy bien amueblado. Ha estudiado en la sombra (el sol asiático es desaconsejable) y desde chiquitita (lo sigue siendo) ha cultivado una maldad que se le supone. Insisto tiene un cráneo privilegiado. No sé para qué, la verdad. Quiero decir, no sé para qué puede emplear sus bien entrenadas neuronas. Ya veremos si triunfa en esta carrera presidencial.

Finalmente, quien me ha obnubilado por su belleza simpar es la esposa del dictador, Ri Sol-ju. Se ve que tiene una piel finísima la joven dama. Se ve que tiene una figura bien torneada y que su sonrisa desconcierta: no es posible que sea sabedora de las acciones de su esposo. No es posible.

Con luminosas resonancias, Ri Sol-ju es paseada en inauguraciones y demás. Leo en El País que "muchos critican a esta última por ser poco más que un florero, a lo sumo una bailarina mediocre, que acompaña al Brillante Camarada en inauguraciones y actos protocolarios varios".

Ah, una bailarina mediocre (¿Quién es el crítico que hace esta valoración? ¿Carlos Boyero?). Una bailarina mediocre frente a una viuda negra o frente a una hermana de prodigiosa y probablemente maligna inteligencia. La saca tanto Kim Jong-un que "la gente puede pensar que el líder está excesivamente embebido en trivialidades”, aseguró un desertor, antiguo alto cargo norcoreano, al portal de noticias Daily NK.

"¿Embebido de trivialidades?" No acierto a entender. ¿Acaso el comunismo norcoreano tacha de triviales las inauguraciones? ¿O es, por el contrario, la belleza envidiada por todos los habitantes del país aquello que es trivial? Yo, si fuera norcoreano o norcoreana, la envidiaría desde luego.

La crónica de Zigor Aldama desde Shangái es impagable. Se crece conforme avanza. Además, el reportero hace un esfuerzo cultural para traducirnos lo que no tiene desperdicio o indicio, lo que no tiene grado o significado. Purgas políticas, dictadores imberbes, mujeres-florero, damas negras.

De verdad, de verdad, ¿existe esto o es una película de Álex de la Iglesia en ciernes? Sé que él tiene o tenía como gran proyecto cinematográfico rodar Fumanchú. No sé si Kin Jong-un podría servirle de alternativa. Pero a quien debería rescatar para el cine occidental es a Ro Sol-ju. Está claro que es un sol, un ser sin aparente maldad. Eso quiero creer: seducido por su belleza y discreción, la imagino angelical. ¿O acaso es una esposa que reunirá a desafectos para encabezar la banda de los cuatro?

En fin, me estoy haciendo un lío.

El País

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