
La versión edulcorada de los vampiros actuales (son aplicados alumnos de instituto que brillan a la luz del sol y de noche beben true blood) parece no dejar hueco para recordar a la que, con el cambio de siglo (acuérdense, antes de que existiese la banda ancha y las descargas ilegales masivas), era la gran heroína de la ciencia ficción televisiva: Buffy Summers, rubia, poquita cosa, 'fashion victim', cazavampiros, salvadora del mundo (varias veces) y catapultadora de su creador, Joss Whedon (Firefly, Serenity, Dollhouse...).
La serie comenzó en 1997 y retomaba la historia que inició en 1992 con la película del mismo nombre. Buffy (una magistral Sarah Michelle Gellar en el que, probablemente, será el papel de su vida) se muda a Sunnydale para comenzar una nueva vida. No tarda en conocer a Giles, responsable de vigilar y guiar sus pasos, camuflado como bibliotecario (la profesión no tiene nada de aleatorio), y a Xander y Willow, sus compañeros de clase y 'ayudantes' en esa complicada tarea que es aprobar todos los exámenes al tiempo que se limpia el planeta de alimañas.