'The Larry Sanders Show', cuando Garry Shandling transformó la televisión

Por: | 21 de abril de 2016

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Garry Shandling estuvo a punto de ser el nuevo Letterman, tener el puesto de Conan O’Brien y quitarle el trabajo a Jon Stewart. Era el cómico mejor posicionado para brillar en una de las instituciones de la televisión estadounidense: los programas de entrevistas late night. “Si hubiera aceptado esos trabajos, hoy seguiría detrás de una mesa y sería miserable”, decía Shandling al recordar aquellas tentativas en WTF con Marc Maron. El guionista acabó en una de esas mesas, aunque con un giro de guion: terminó en un talk-show ficticio, sin necesidad de entrevistas aburridas y repetitivas. Shandling estaba obsesionado con el mundo del espectáculo, pero lo estaba más todavía con analizar la condición humana. Antes que presentar, prefería estudiar ese fenómeno y hacer una comedia sobre el drama de vivir en la cabeza de uno de los hombres con los que se acostaba EE UU. Llegar a la esencia de un icono televisivo que cambia de cara tras salir por la cortina. "No era solo sobre el tipo que presenta, es sobre la humanidad". Así nació The Larry Sanders Show, una comedia cruel y real en las bambalinas de la industria. Una serie llamada a cambiar todo lo que vendría después. Una pionera de la edad dorada de la televisión.

 

Shandling llegó a HBO antes de que el canal de cable dejara de ser televisión, antes de que fuera prestigioso hacer una serie en la cadena que emitía películas y boxeo, aunque ya con la libertad de la que no habría gozado en una cadena generalista. Era algo único. “Quería crear un mundo que ni siquiera existía. Un ambiente que ninguna otra serie había tenido. Era lo nunca visto. No era un poco de esto y un poco de aquello. Era original”, contaba Shandling. Era una comedia ambientada en el lugar de trabajo, sí, pero también era tan realista y cruda que dolía un poco.

El Show de Larry Sanders tuvo desde el primer momento un nutrido seguimiento de culto, pero con el tiempo fue a más, hasta gorjar un estilo televisivo. No tenía risas enlatadas, ni público en directo y el ritmo de los chistes no estaba calculado para crear un latiguillo en el momento álgido de la frase. Eran, aparentemente casuales. En 2016 todas estas características son normales en el humor estadounidense, pero a principios de los noventa, era toda una innovación. Sin Larry Sanders la televisión no hubiera superado las clásicas tres cámaras, no habría habido comedia incómoda. 30 Rock, Arrested Development, The Office, Louie o Curb Your Enthusiasm son hijas de Sanders. "La serie se convirtió en un laboratorio de exploración del ser humano. Cada capítulo tenía un sentido, iba sobre algo". Después de Shandling, la comedia sobre la infelicidad nunca pasaría de moda. Después de Sanders, la sitcom pasaría a ser algo más que el entretenimiento sin fondo al que no debes prestar atención y que te invita a apagar tus pensamientos. La comedia televisiva vive hoy en el mundo de Larry Sanders.

 

El concepto, como en todas las grandes comedias estadounidenses, era, sin embargo, aparentemente simple: Larry Sanders era un infeliz e inseguro presentador en el epicentro de una loca redacción. Él era la estrella. La serie, al contrario que por ejemplo 30 Rock, nunca dejaba de ser sobre la televisión en su máxima bajeza, con poderosos ejecutivos, guionistas inseguros y famosos de diversa alcurnia. Un día, Shandling tendría sueños húmedos con David Duchovny y otro pondría una araña en la cabeza de Carol Burnett (tras una confesión en directo). El Show de Larry Sanders trataba de ser, además, un late night real. El programa de entrevistas funcionaba exactamente igual que uno de los espacios que comenzaron a multiplicarse en los noventa, con monólogo, sketches, estrellas y actuación musical. Era divertido por sí solo, pero se disfrutaba más cuando el espectador conocía las penurias que acaecían tras la cortina, los silencios incómodos y relaciones conflictivas que no podían aparecer en pantalla. Detrás de las cámaras, todo tenía una ambientación casi documental. Y eso también acabó influyendo en mucha de la comedia realista que vendría más tarde. No era todavía un falso documental (mockumentary) pero ya estaba rodada con ese aura tan reconocible hoy.

 

Shandling era un amante de los silencios, un tipo profundo, a menudo incómodo e introspectivo, uno de de estos cómicos que solo parecía feliz cuando hacía reír a la gente. Así era también su Larry Sanders, un hombre infeliz, inconformista, hipocondríaco y que odiaba su trabajo, pero que se las apañaba para cada noche salir de detrás de su cortina para contar unos cuantos chistes y entrevistar a un famoso. Horas después, se postraba en su cama para ver el programa y fustigarse frente al televisor, o hacer el amor mientras se miraba. Necesitaba amor y sentirse adorado, todo lo que precisamente Shandling rechazó cuando dijo no al dinero que le hubiera concedido presentar un late-night. Las decisiones habían llevado a la persona y el personaje por caminos distintos.

 

Su opuesto era 'Hey now' Hank Kingsley, el sidekick, el Ed McMahon de Johnny Carson, objetivo de las burlas y un personaje patético, ególatra, inconsciente y con extrañas tendencias sexuales. Todos los episodios empezaban con su voz calentando al público: “You folks see that flashing sign up there? Now, that sign says: "Applesauce." No, no, I'm kidding. It says "applause”. Detrás de ese bigote se escondía Jeffrey Tambor, ese gran secundario al que años después redescubriríamos en Arrested Development y ahora en Transparent. Su frase, Hey now, se convirtió en el gran latiguillo de la serie, pero en realidad representaba todo lo que Shandling odiaba de la antigua comedia. El elenco en estado de gloria incluía, asimismo, al veterano Rip Torn y a los jóvenes Janeane Garofalo, Sarah Silverman, Mary Lynn Rajskub, Bob Odenkirk (el genial representante de Sanders) o Jeremy Piven. Incluso Judd Apatow logró allí uno de sus primeros trabajos como guionista, director y show-runner. Todos sus éxitos en cine y televisión están marcados por aquella experiencia.

 

El pasado 24 de marzo fue un día que quedará marcado en el mundo de la comedia estadounidense para siempre. Shandling murió. Unos días más tarde, un grupo de cómicos liderados por Apatow, Silverman y Tambor jugó un partido de baloncesto en su casa. Un partido secreto que se venía jugando desde hace décadas. Se lo dedicaban a su amigo y maestro, el rey del chiste y los monólogos, uno de los grandes invitados de los late-night... Shandling logró revolucionar en dos décadas distintas la comedia televisiva: con It’s the Garry Shandling show (una sitcom tradicional con su particular humor y en la que los personajes se saltaban la cuarta pared) y The Larry Sanders show (1992-1998). Y, sin embargo, para muchos, sigue siendo un desconocido.

Hoy su última entrevista en el imprescindible Comedians in Cars Getting Coffe es algo triste y casi paradójica. Con su antiguo amigo Jerry Seinfeld habló de su muerte, su funeral y de cuando se enteró que Robin Williams había fallecido: “En CNN dijeron que tenía 63, 'era demasiado joven'. Y me sentí relajado. Tenía mi misma edad y era considerado joven. Pero me di cuenta de que era para lo único que uno es joven con 63”. Garry Shandling murió con 66 años. Quizás era demasiado joven. Quizás nunca fue del todo feliz. Quizás cambió la televisión para siempre. No flipping

 

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Gracias. Acabo de ver el primer episodio en YouTube y ahora me estoy bajando la primera temporada.

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