Me tomé unos días de vacaciones de invierno con mi familia, viajé a los Esteros del Iberá, en la provincia de Corrientes, al nordeste de la Argentina, y me encontré con una historia apasionante.
Los esteros -un humedal gigantesco que se alimenta sólo por agua de lluvia, generador de un ecosistema único por su flora y fauna, al que acuden muchos turistas del mundo entero para observar aves, carpinchos, ñadúes, yacarés y vizcachas- tienen muchos puntos de acceso. Nosotros ingresamos desde Carlos Pellegrini.
Localidad pequeña, con una docena de hosterías y un camping con vista privilegiada a una laguna, en las calles de tierra de Pellegrini se advierte un tiene un único tema de debate: las intenciones de un millonario norteamericano llamado Douglas Tompkins.
Recorriendo las pocas manzanas del pueblo, me topé con dos únicos carteles, bien vistosos: ambos acusan a Tompkins de estar urdiendo un plan para arrebartarle los esteros a los correntinos.
Al final del camino, el plan de Tompkins exige el regreso del máximo predador de este territorio: el yaguareté, un animal poderoso, que vendría a ser el rey de los esteros en el mundo animal. El rey de los esteros se extinguió en Corrientes por la caza indiscriminada, alentada por los terratenientes locales y la amenaza que representa para el ganado.
El yaguareté ha sido un símbolo de la hombría y del coraje para los correntinos, parte de las letras del chamamé, ritmo típico de la zona, y ha inspirado también al seleccionado argentino de rugby.
Conocidos como Los Pumas, por su garra, los integrantes del equipo nacional de rugby le deben su logo a los yaguaretés. La prueba irrefutable está en el logo con pintas. Ningún puma tiene pintas, su pelaje es liso; pintas tiene el yaguareté. Pero no es un animal tan conocido en el mundo, de modo los rugbiers argentinos quedaron con nombre de puma y logo de yaguareté.
Tompinks y su mujer Kristine, creadora de otra marca de ropa de mucho éxito en los Estados Unidos, Patagonia, vendieron sus acciones en las empresas hace unos cuantos años y empezaron a comprar grandes extensiones de tierra, con riqueza natural, en Chile y en el sur de la Argentina, en las provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego. Pero llevan más de una década muy concentrados en los Esteros del Iberá.
Por ahora han conformando una reserva privada, sólo accesible desde sus estancias, El Rincón del Socorro y Los Alonsos, donde funcionan pequeñas hosterías para turistas de alto poder adquisitivo, en su mayoría ecoturistas. La pareja ha prometido que al final de camino, como ya lo hizo en el sur, donará las 130 mil hectáreas -algunas figuran a nombre de la pareja, otras de la Fundación Conservation Land Trust- para conformar un Parque Nacional.
Con una condición: siempre y cuando la provincia Corrientes también done con la misma finalidad las 600 mil hectáreas que le pertenecen.
Los Esteros del Iberá gozan de una cierta protección desde que, en el año 1983, se creó un parque provincial; pero los campos que los rodean, dedicados a la agricultura y la producción de arroz, alteran o aprovechan los humedales en función de sus necesidades de producción. Si en los esteros se conformara un parque nacional, con un mayor grado de protección al de una reserva provincial, las condiciones podrían cambiar en función de la necesidad de preservar el medio ambiente.
Con el auspicio de hacendados de la zona, la Fundación Iberá Patrimonio de los Correntinos ha movilizado el sentimiento nacionalista en contra de Tompkins. También Luis D' Elia, en el año 1996, irrumpió en sus campos y acusó al norteamericano de impedir el paso de los pobladores locales.
Mientras tanto, los Tompkins siguen adelante con su plan de reintroducir las especies que se han extinguido en la zona.
Empezaron con los osos hormigueros, para lo cual la fundación ha contratado a un equipo de biólogos y veterinarios que recorre la provincia de Santiago de Estero rescatando ejemplares en peligro.
Karina Spoerring, una joven danesa especializada en comportamiento animal que trabaja para la fundación, me contó que las crías viajan en el lomo de sus madres y que muchas veces quedan huérfanas, porque los cazadores y sus perros matan a las madres. Su trabajo consiste en alimentarlas hasta que estén en condiciones de ser liberadas en los esteros, con un collar que le permite a ella seguir cada ejemplar con una antena, realizar exámenes médicos, controles regulares durante meses, y finalmente, perder el rastro cuando considera que ya se pueden arreglar sin su ayuda.
El equipo de la fundación también reintrodujo ciervos y el próximo gran proyecto es el regreso del yaguareté. Aún evalúan si conviene traer uno salvaje o tomar una pareja que vive en cautiverio, y realizar el proceso inverso con una cría: lo llaman proceso de "asalvajamiento", y consiste en criarlo en condiciones que recrean lo salvaje para poder liberarlo sin que corra peligro su supervivencia.
Los hacendados y muchos lugareños están, una vez más, en guardia contra los Tompkins. Temen que el rey de los esteros ataque a humanos, algo poco probable, o que se consuma el ganado, y ni la promesa del matrimonio de pagar por las vacas que puedan morir les trae sosiego: algunos dicen que la pelea por crear un parque nacional no es más que una excusa para enajenar a los correntinos de los esteros que les pertenecen.