Por estas horas, el caso de Paul Frampton despierta interés en mundos bien diferentes: su historia atrajo a los tabloides ingleses y es materia de intenso debate entre sus colegas, los físicos más importantes del mundo.
Frampton, doctorado en Oxford, académico brillante, colaborador de varios Premio Nobel, lleva casi siete meses preso en la cárcel de Villa Devoto, aquí en Buenos Aires. Lo detuvieron a mediados de enero en el aeropuerto de Ezeiza. Provenía de Bolivia y había despachado entre sus pertenencias una valija vacía, con un doble fondo, y algo más de dos kilos de cocaína escondidos en su interior.
Frampton clama desde entonces su inocencia; más bien, se declara víctima, víctima de una trampa que vía internet le habría tendido una organización de narcotraficantes que se apropió de la identidad de una atractiva mujer, a quien el físico nunca llegó a conocer, aunque por ella cometió el acto más estúpido de toda su vida.
A los 68 años, Frampton cambió la rutina de un profesor distinguido de física y astronomía de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, Estados Unidos, por la vida en una cárcel en la que conviven 80 internos, distribuidos en grandes dormitorios con 40 camas cada uno. Frampton se queja (siempre en inglés, porque no habla castellano) de la pésima calidad de la comida, de las cucarachas, de la imposibilidad de navegar por internet para conectarse con los suyos, de la severidad de las medidas judiciales que le impiden aguardar el juicio en libertad y del frío intenso que padece en el celda. Los días se le hacen eternos y sufre con una persistente tos que no lo deja tranquilo.
Su único pasatiempo es el trabajo: recibe material de sus estudiantes a través de un amigo que le lleva los CDs a la cárcel y lleva escritos cinco papers desde que cayó preso. Aunque sigue activo en la producción intelectual y no tiene la obligación de dictar más que dos clases al año, la universidad de Carolina del Norte le ha suspendido el salario hasta que aclare su situación judicial. La sanción ha generado una suerte de reacción gremial, muy inusual, entre sus colegas: 75 profesores elevaron una nota a las autoridades de la universidad para denunciar la injusticia que importa castigar a una persona que aún no tiene condena.
Como carece de ingresos para pagar hipotecas y créditos, Frampton perderá la casa y el auto si no logra revertir su situación en breve: las clases comienzan en los Estados Unidos dentro de una semana y el último plazo que tiene para cubrir deudas con el banco vence el 1 de septiembre. Anne Marie Frampton, su mujer entre 1993 y el 2008, sus amigos y muchos de sus colegas han creado una página web para difundir el caso y solicitar donaciones.
Personalidades del mundo de la física, entre ellos varios Premio Nobel, le han enviado numerosas cartas a las autoridades políticas y judiciales argentinas para advertirles que Frampton, lejos de ser un narcotraficante, es un físico brillante que padece de un trastorno de la personalidad que le impide desarrollar relaciones personales maduras; ni a su ex mujer ni a sus conocidos les llama la atención que haya actuado con la ingenuidad de un chico de tres años.
La historia según Frampton dice que él creyó haber trabado una relación amorosa vía internet (a través de la página mate1.com) con una modelo de ropa interior, de origen checo, llamada Denise Milani. Miss Bikini 2007, treinta y dos años menor que el físico, de cintura mínima y pechos enormes (más grandes que los de Moria Casán antes de su última operación de reducción de busto), Milani le propuso, al cabo de once semanas de chats y de mails, un primer encuentro en Bolivia.
Milani también reside en los Estados Unidos, pero el físico asegura que no desconfió de la propuesta de un encuentro tan lejano, porque la modelo tiene una carrera internacional que en teoría la obliga a viajar por el mundo para realizar producciones de fotos. Ella le ofreció pagar el pasaje, cosa que tampoco le llamó la atención, porque Frampton presumía que ganaba buen dinero.
Siguiendo sus instrucciones, el físico se embarcó con rumbo a Toronto, Canadá, donde le informaron que el pasaje no se podía emitir porque la tarjeta que le habían proporcionado estaba inhibida. Aguardó más de un día en Canadá, hasta que el pago se pudo realizar con otra tarjeta, y viajó hacia Santiago de Chile, donde permaneció 48 horas porque había perdido su conexión original, y de ahí a La Paz, Bolivia, al encuentro de su enamorada. Pero al llegar a destino le informaron que Milani no lo había podido esperar porque tenía compromisos en Europa, y que entonces lo aguardaría en Bruselas.
"En ese momento me tendría que haber vuelto a Estados Unidos, pero yo siempre me propongo terminar mis proyectos, como ocurre con mis trabajos académicos, y ella era mi proyecto", le dijo a la periodista Marina Aizen, quien publicó en la revista dominical Viva, del diario Clarín, la primera nota extensa sobre el caso en Argentina.
El físico igual permaneció otros diez días en el hotel de La Paz, y aceptó de buen grado trasladar a otro destino una valija que le entregó una persona cuyo nombre no podría recordar, tampoco su aspecto físico, porque fue todo muy rápido y en un lugar medio oscuro. Lo cierto es que esta persona le entregó una valija negra, vacía, para que llevara a la llamativa modelo. Frampton admite que por fin algo llamó su atención: había pensado que sería una valija de un diseñador de marca, acorde al perfil de su enamorada, pero al abrirla encontró que estaba vacía y ya no le dio más vueltas al asunto.
Un amigo suyo, John Dixon, ex físico y abogado en ejercicio, con quien intercambiaba mails, se alarmó. A modo de advertencia, Dixon le comentó por mail el caso de Sharon Amstrong, una ex funcionaria del gobierno de Nueva Zelanda, experta en el lenguaje maorí, que había viajado a Buenos Aires en busca de su amor, a quien también había conocido supuestamente por internet, y aquí le pidieron que le alcanzara a su enamorado una valija a otro destino al que había viajado de imprevisto… y toda la historia terminaba con la mujer presa por contrabando de drogas.
Frampton igual embarcó desde La Paz hacia Buenos Aires y despachó la valija. A esa altura, su destino era un poco incierto porque con tantos días transcurridos, pensaba desistir del viaje Bruselas, para regresar a su puesto de catedrático en Carolina del Norte. Sus opciones se extinguieron cuando escuchó que era convocado por los parlantes en el aeropuerto de Ezeiza: habían detectado 2.080 kilos de cocaína escondidos en un doble fondo de la valija negra. Quedó detenido el 23 de enero del 2012.
Los jueces y la fiscal que trabajaron en la primera etapa de la investigación, hasta solicitar el pedido de elevación a juicio oral, no quedaron para nada convencidos de la inocencia de Frampton. Un funcionario judicial con conocimiento del expediente me aseguró que entre los mails de Frampton y su supuesta enamorada había menciones a los perros que olfatean drogas en los aeropuertos, aunque el físico aseguró que se trataba de una broma medio erótica entre ellos. Para los investigadores, la sucesión de hechos resulta inexplicable frente a la única coartada que ofrece el físico: que cayó en una trampa obvia para todos los demás, menos para él, por su extrema ingenuidad.
Los médicos forenses que lo examinaron a pedido del juzgado penal económico que intervino en el caso no detectaron ninguna anomalía en su carácter. Después de examinar las pruebas, elevaron un pedido para que se lo juzgue por el delito de contrabando doblemente agravado, que tiene un máximo de 16 años de cárcel. Frampton solicitó aguardar el juicio oral bajo el régimen de libertad condicional, pero le denegaron dos pedidos de excarcelación, el último el 31 de mayo.
Ni las cartas que algunos de los físicos más prestigiosos del mundo le enviaron al ministerio de Ciencia y Tecnología y a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (Frampton trabajó con Sheldon Glashow, George Smoot y Yoichiro Nambu); ni las notas de la Universidad de Buenos Aires y de Universidad La Plata, cuyas autoridades se declararon ansiosas y dispuestas a darle un empleo temporario para que los departamentos de física puedan entrar en contacto con una eminencia como Frampton. Nada cambió su suerte.
Tan sólo el informe de un psiquiatra que, a pedido de su abogado, lo ha visitado por estos días en la cárcel le ha dado alguna esperanza, porque le entregó un diagnóstico basado en los trabajos de Stephen Greenspan. Frampton padecería el "trastorno de la personalidad ingenua", elaborado por el psicólogo social Greenspan (en inglés: gullibility character disorder) para describir a las personas carentes de inteligencia social, muy expuestas al engaño de un tercero.
Greenspan sostiene que los más proclives a padecer este mal (que rastrea hasta Caperucita Roja y su tendencia a creer las historias del lobo) son los niños, los ancianos y las personas con capacidades diferentes. Pero el psicólogo también ha desarrollado teorías sobre la ingenuidad de gente muy inteligente en otros campos, como los inversores que confiaron sus ahorros de toda la vida a Bernard Madoff, para sacar conclusiones acerca de la importancia del escepticismo como un mecanismo de defensa en las relaciones humanas.
"Soy un caso de ingenuidad y de inteligencia extrema", declaró Frampton al tabloide inglés The Daily Mail, que se ha fascinado por su historia. El autor de la nota rastreó también a la modelo checa, que se encontraba de vacaciones en su ciudad natal. "Estoy muerta de miedo, porque esta gente, quienes quieren que sean, han utilizado mi identidad para engañar a alguien y yo no quiero que nadie crea que yo estoy metida con la droga", dijo Milani al diario inglés.
El problema de Frampton es que la legislación argentina es muy severa con las "mulas", aún cuando puedan haber jugado un rol menor dentro de una organización de narcotraficantes, y no distingue entre quienes transportan la droga a cambio de dinero y quienes lo hacen sin saberlo, por un engaño. Si la historia de Amstrong sirviera otra vez de parámetro para predecir su suerte, el físico debe preocuparse.
La funcionaria de Nueva Zelanda pudo probar durante el desarrollo del juicio que había sido víctima de su ingenuidad y en todo caso, de su corazón enamoradizo. Así y todo fue condenada a cuatro años y diez meses de prisión; Amstrong resultó la única condenada por el caso: no hay ni rastros de los responsables de haber colocado cinco kilos de cocaína en la valija que ella embarcó a su nombre, creyendo que contenía documentos para un novio al que había conocido por internet.