Maria O´Donnell

Sobre el autor

Maria O'Donnell. Periodista, licenciada en Ciencia Política, trabajó en dos diarios a lo largo de 15 años, fue corresponsal en Washington, y publicó dos libros políticos de actualidad (El Aparato y Propaganda K) Conduce La Vuelta por las tardes en Radio Continental.

Justicia y medios, vías paralelas

Por: | 28 de febrero de 2013

Tribunales

Tengo la sensación de estar viendo la misma película otra vez, sólo que ahora se traslada al Poder Judicial. 

Así como el kirchernismo impulsó y sancionó una nueva ley de servicios de comunicación arropado en la bandera de la "democratización" de los medios, ahora levanta el mismo concepto para promover cambios en el funcionamiento de la Justicia. 

Llegó la hora -nos dicen- de "democratizar" el funcionamiento de los Tribunales.

Como había ocurrido ya con la discusión sobre los medios, el kirchnerismo alimenta su discurso con el trabajo de muchos académicos, en este caso juristas, de prestigio, progresistas, que vienen hace años planteando fuertes críticas (diríamos por izquierda) al funcionamiento interno del Poder Judicial.

Estos debates, que antes sólo se daban en círculos reducidos, por fuera del mainstream (del público en general) pasan a ser alentados desde la Casa Rosada y en todos sus medios de propaganda y afines. De manera inevitable, en el proceso, estos debates se transforman y adquieren otros sentidos, porque empiezan a jugar otros intereses.

¿Cristina Fernández de Kirchner quiere democratizar a la Justicia o sólo busca una excusa para extinguir focos de rebeldía al Poder Ejecutivo?. Con los medios, la pregunta equivalente era si pretendía terminar con el Grupo Clarín y las posiciones dominantes del mercado de cable o barrer también con cualquier expresión de periodismo crítico. 

Uno y otro son procesos emparentados: la Casa Rosada posó la lupa sobre los Tribunales a partir del enojo con las medidas cautelares y el lento trámite que la ley de medios ha tenido en la Justicia (que aún dirime un planteo del Grupo Clarín en contra del artículo que lo obligaría a desprenderse de parte de sus medios y un centenar de licencias de cable para adecuarse a la normativa sancionada en el año 2009). 

Deben haber colaborado también los disgustos que ocasiones con sus fallos le depara la Corte Suprema de Justicia co al Ejecutivo, aún cuando su actual composición, que la convierte en la de mayor credibilidad de esta etapa de la democracia, es mérito de las designaciones y los procedimientos que puso en marcha Néstor Kirchner. La causa que compromete al vicepresidente Amado Boudou y a su socio comercial en las gestiones para sacar de la quiebra y entregar a manos amigas la imprenta Ciccone Calcográfica marcó también un punto de inflexión en la relación con el Poder Judicial. 

El Procurador General, Esteban Righi, pagó con su cargo el no haber impedido que le allanaran un departamento a Boudou y el fiscal Carlos Rívolo se quedó sin la causa. Así y todo, el caso de Boudou es una excepción, porque el expediente aún camina, lento, pero camina. Los jueces federales no suelen hurgar en el poder, los fiscales no tienen autonomía para investigar, faltan recursos para combatir delitos complejos y los funcionarios y ex funcionarios aprovechan las ventajas que ofrece el código procesal para alargar las causas hasta el punto de la prescripción. 

La reforma que propone el kirchnerismo, por lo que escuchamos hasta ahora, no busca apuntalar las debilidades del sistema judicial para perseguir casos de corrupción, ni pone el foco en las trayectorias dudosas y las vidas ostentosas de ciertos de jueces federales. Por ahora se trata de un concepto que el Gobierno no tradujo en medidas o propuestas concretas, pero la presidenta podría darle contenido a la "democratización de la justicia" cuando presente mañana sus prioridades para el año legislativo 2013.

Pero ya conocemos ciertos rasgos del discurso que va tomando forma. Cristina Fernández de Kirchner postula que ciertas corporaciones económicas y los medios comunicación ejercen una enorme influencia sobre las decisiones los jueces, fiscales y camaristas. Alega que, si bien siempre se denuncian presiones del Poder Ejecutivo, tanto medios como jueces responden, en realidad, a intereses concentrados de grupos de poder que no aceptan la voluntad de las mayorías. La independencia del Poder Judicial o la libertad de expresión se deprecian en ese movimiento discursivo hasta transformarse en consignas del antiguo régimen.

Justicia Legítima, la agrupación de jueces y fiscales que (justo) ayer se lanzó en la Biblioteca Nacional, expresaba esta misma idea con las siguientes palabras: 

"Es el primer paso de un largo camino que no se agota en la indignación y en el rechazo a una manera falaz e intencionada de “invocar independencia” para encubrir sumisión a grupos, intereses y poderes partidarios, económicos, mediáticos a cambio de ventajas y beneficios incompatibles con un servicio de justicia en un Estado de Derecho. (…)

"Llegó la hora de mirar hacia adentro del sistema de administración de justicia y hacer pública nuestra autocrítica a fin de dar sentido a la diferencia entre el accionar corporativo y una “justicia legítima”. (…)

Justicia Legítima -liderada entre otros por la nueva jefa de los fiscales, Alejandra Gils Carbó y la Defensora General de la Nación, Stella Maris Martínez- propone entre otros puntos: "discutir cómo se forma a los jueces, magistrados, funcionarios y agentes; cómo y por quienes se llevan adelante los procesos de selección para ingresar y permanecer en la institución judicial en todos sus niveles", para eliminar un sistema de designaciones dominado por parentescos y amistades que ha sabido construir la así llamada familia judicial.

(Sólo un paréntesis para enfatizar una de las incoherencias típicas del kirchnerismo: el mismo grado de discrecionalidad, con alta dosis de nepotismo, impera en las contrataciones de los otros dos poderes, de modo que sería deseable que las nuevas reglas a todos abarquen. Lo mismo vale para regalos, viajes y pago de ganancias. No resulta defendible el privilegio auto-concedido por el Poder Judicial a sus integrantes para que no paguen ganancias, pero debemos apuntar que los legisladores no se aplican a sí mismos ningún código de ética, y que la mitad del salario de bolsillo que cobran está exceptuado del pago de ganancias, porque lo perciben en concepto de viáticos y gastos de representación).

Como ocurrió ya en otros ámbitos con la ley de medios, entre los académicos y juristas y empleados del Poder Judicial que venían bregando por una mayor democracia se está produciendo un quiebre. Están quienes prestan sus voces y su trayectoria para legitimar los planes del Poder Ejecutivo y quienes alertan que la maniobra resulta demasiado peligrosa como para ser avalada. 

Entre los más críticos de los críticos se ubica el académico Roberto Gargarella. Describió en el blog de su cátedra como "repulsiva" la cercanía "que muchos integrantes de Justicia Legítima muestran en relación con el poder político", enumeró sus "peros" a las propuestas de la agrupación recién nacida y destacó la siguiente como su objeción más importante:

"Está perfecto que tomen partido en los asuntos públicos (frente a la bobada del "prejuzgamiento"), que tengan ideología, que sientan simpatía por el gobierno de turno. Pero nunca, nunca, nunca, ello debe empañar del modo en que lo hace el contenido de la agenda, para forzar el ocultamiento de problemas de escándalo, la protección de los corruptos amigos, la puesta de la justicia al servicio del mismo poder político que debe ser controlado. Aquí no vale la zoncera de que "poder también es el poder económico": ya lo dije antes, el récord de nuestras cárceles habla bien de qué selección han hecho ustedes entre pobres y ricos (cárcel para los primeros, cobijo feliz para los últimos)."

Continuará: la experiencia con la ley de medios indica que esto recién empieza.

Los árboles son sagrados (en Calafate)

Por: | 18 de febrero de 2013

  Tala

A punto de cumplir 60 años, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se ha instalado por algunos días en El Calafate, su "lugar en el mundo": una pequeña villa turística de imponentes glaciares a orillas del Lago Argentino, en la que construyó una mansión y un par de hoteles de lujo.

Muy involucrada en las obras para consolidar a su-lugar-en-el mundo como un destino turístico de categoría internacional, aprovechó el viaje para inaugurar la ampliación del aeropuerto y un paseo para la Fiesta Nacional de Lago. Allí sostuvo, como una máxima moral, que ningún árbol debe ser sacrificado por un cambio arquitectónico. 

"Los árboles son sagrados", sentenció la presidenta. 

Afirmación muy útil para alimentar una pelea mediática y superficial con Mauricio Macri (el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que no trepida en talar y mudar árboles de lugar en la Avenida 9 de julio para avanzar con el Metrobús, un espacio de carriles exclusivos para colectivos) pero inconsistente con el desinterés por la preservación de bosques que ha mostrado el kirchnerismo en diez años de Gobierno.

En El Calafate, Cristina Kirchner introdujo el tema de los árboles con una sonrisa pícara y la rápida aprobación de su comitiva, que celebró con aplausos el siguiente párrafo: 

 - Ustedes saben lo que me gusta a mi el tema constructivo (sic). La idea es utilizar el predio con sus magníficos árboles. No vamos a tirar un sólo árbol. Los árboles son sagrados. Los árboles no se tocan, por lo menos en El Calafate… Sobre mi cadáver únicamente. !Sobre mi cadáver!.

 

Gracias a la obra inconsulta con los vecinos que lleva adelante Macri en la avenida más emblemática del país, muchos funcionarios y dirigentes kirchneristas se han revelado de manera repentina como grandes ecologistas.

Ricardo Forster, filósofo de Carta Abierta, agrupación de intelectuales afines del Gobierno, se inspiró para escribir en el diario Página 12 un extenso artículo titulado: "En elogio y defensa de los árboles de Buenos Aires". 

Aunque adhiere a las políticas de un Gobierno que defiende la minería a cielo abierto, Forster escribió un texto conmovido por el destino incierto de 500 árboles: "Sepa disculparme el lector por estas líneas en las que, apabullado por la maldad que contempló en la avenida 9 de Julio cuando en noches infaustas brigadas vestidas de amarillo destruyen y dañan esas indefensas criaturas que nos ofrecen su belleza, su oxígeno purificado y su sombra a cambio de nada, de que simplemente los dejemos estar ahí, no puedo sino expresar mi indignación y mi tristeza ante lo irrecuperable".

A Macri la justicia porteña le prohibió que siga removiendo árboles hasta que demuestre que el Metrobús no tendrá un impacto ambiental irreparable. Por cierto: el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires tampoco se ha revelado nunca como un dirigente con inquietudes de ecologista y es difícil imaginar que haya regado una planta alguna vez.

Pero alguien le habrá soplado que en Internet circulaban imágenes de Google Earth que, supuestamente, demostraban que, para construir Tecnópolis -una feria innovadora sobre ciencia, arte y tecnología montada en el municipio de Vicente López, con una dosis infaltable de propaganda oficialista- el Gobierno había talado un pequeño bosque.

La crítica del jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires disparó un comunicado de las autoridades de Tecnópolis, y otro del secretario general de la presidencia, Oscar Parrilli, el funcionario a cargo de la feria, para desmentir tal cosa.

“Macri demuestra que es un mentiroso y que quiere purgar sus propias incapacidades y acciones de desprecio de lo público imputándole las mismas acciones a otros gobiernos”, afirmó Parrilli. El secretario general de la Presidencia agregó que, lejos de matar árboles, para crear Tecnópolis plantaron unos cuantos y transformaron a un basural a cielo abierto en un parque.

"El podador cree que todos son de su misma condición", acotó Cristina Kirchner desde su cuenta en Twitter. 

¿Sabrá la presidenta que vecinos de los barrios de Saavedra y de Vicente López han denunciado obras del Gobierno nacional que importan la poda de importante cantidad de árboles?. ¿Sabrá que nunca fueron escuchados? 

Ahora mismo, en Saavedra, la organización Patrimonio Arbóreo se encuentra movilizada porque la ampliación de la General Paz importa el sacrificio de árboles que a muchos vecinos les interesa preservar; entre otros motivos, por la protección que ofrece la arboleda a la polución sonora en una zona de alta congestión de vehículos.

En Vicente López, cuando era gobernada por un intendente radical que se transformó al kirchnerismo, Enrique "El Japonés" García, un grupo de jóvenes resistió -sin ningún éxito- trepando árboles añejos para impedir su tala en nombre del avance del vial costero junto al río. 

Pero hay algo que la presidenta no puede ignorar: los incumplimientos a la Ley de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos (más conocida como la Ley de Bosques).

Impulsada por el diputado díscolo (que alguna vez, hace muchos años, fue K) Miguel Bonasso, la ley fue sancionada por el Congreso en el año 2007 para combatir la tala y el avance de la frontera agrícola en un país que se encuentra en emergencia forestal por haber perdido el 70 por ciento de sus bosques nativos originales, según datos de la ONG Greenpeace

El Poder Ejecutivo -Cristina Kirchner- demoró 14 meses en reglamentar la ley, y luego retaceó la asignación de fondos que requiere la ley para la protección de los bosques. Según el diputado Bonasso, el Gobierno incurre en la práctica del ninguneo presupuestario.

 "Nunca aportó al Fondo Nacional para la Conservación de los Bosques lo establecido en la propia ley: el 0,3 por ciento del presupuesto nacional y el 2 por ciento de las retenciones a las exportaciones agroganaderas y forestales", precisó Bonasso. En los últimos años, y a pesar de la sanción de la ley, la deforestación -según el diputado- aumentó en la Argentina.

Los árboles son sagrados, decretó Cristina Kirchner en El Calafate.

¿A qué árboles se refiere?.

¿A los del Calafate?.

¿A los de la Avenida 9 de julio?.

¿Y el resto?.

 

El País

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