Maria O´Donnell

La potencia de la austeridad

Por: | 18 de marzo de 2013

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Un periodista chileno me contó que, cuando ya había dejado la presidencia, Michelle Bachelet lo invitó a su casa, y ella misma sirvió en la mesa la comida que había preparado en un departamento sin lujos, el mismo que habitaba antes de su paso por el Palacio de la Moneda.

Nos habíamos cruzado en Cádiz, España, ambos invitados por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada por Gabriel García Márquez, a un encuentro de periodistas y políticos. La charla informal, fuera del programa, giró en esa dirección cuando reparamos en que el ex presidente de Colombia, Ernesto Samper, que formaba parte del mismo grupo, se movía sin pretensiones en un hotel que ofrecía comodidades más que suficientes para un periodista, pero tal vez limitidas para alguien habituado a los cinco estrellas.

Por esos días, el presidente uruguayo José “Pepe” Mujica había impresionado a un equipo de la televisión inglesa que visitó su finca en Montevideo y concluyó que Mujica llevaba una vida poco menos que espartana. Como me tocaba hablar de los argentinos, me sentí en falta: si hacemos a un lado a Raúl Alfonsín, el primer presidente de la transición democrática, la austeridad no ha sido la virtud de ninguno de los presidentes que gobernaron desde el final de la dictadura hasta la fecha.

¿A qué viene todo esto? Aunque lleva pocas horas como Papa, resulta evidente que Jorge Bergoglio ha decidido que la manera más clara de construir una Iglesia más cercana a sus fieles es a través de gestos que muestran a Francisco despojado del oro y de los demás lujos que son habituales en el Vaticano.

Sabemos que cambió su pasaje de clase ejecutiva por uno de económica y que donó la diferencia a obras de caridad cuando iba rumbo a Roma; que pasó por el hotel donde se alojaba a pagar él mismo la cuenta, cuando ya lo habían elegido Papa; que eligió llamarse Francisco en honor de Francisco de Asís para señalar su compromiso con los pobres; que calza los mismos zapatos de cuero negro que ha gastado en las calles de Buenos Aires; que su anillo no será de oro, como no es de oro la cruz que cuelga de la sotana blanca, sin bordados de hilo de oro a la vista tampoco; que prefiere andar en micro con los obispos en lugar de viajar en limusina, algo que no sorprende a los porteños, porque ya sabemos que como arzobispo recorría la ciudad en transporte público; y que pidió a sus amigos y conocidos en Argentina que no viajaran a Roma para la inauguración de su papado: prefiere que destinen el dinero del viaje a fines más altruistas.

No le han hecho mucho caso: son numerosos los legisladores que igual viajan a Roma, engordando una comitiva que, dadas la circunstancias, no debió ir mucho más allá de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y algunos representantes de la oposición. El jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, decretó asueto en las escuelas de la ciudad -en todas las escuelas, las estatales, laicas por definición, y en todas las privadas, incluso en las escuelas asociadas con otros credos- y partió con rumbo a Roma.

Creo que el mensaje de la austeridad -aunque muchos digan que Francisco es demagógico, que son gestos nada más, aunque muchos opten por desobedecer- resulta muy potente. Resuena fuerte porque en Argentina no estamos acostumbrados a cosas que en otros países forman parte de la normalidad: que los políticos que llegan lejos en el poder tengan, al terminar sus mandatos, vidas parecidas a tantas otras.

Porque en Argentina alcanza con ser secretario o vocero de un ministro para aspirar a viajar por Europa en primera clase, todo pago por el Estado. Difícil que un alto funcionario viaje en tren, subte o colectivo, y de ahí que los hábitos del Papa sean vistos como algo excepcional. Porque el Gobierno desdobla el discurso de sus prácticas cotidianas.

El vicepresidente Amado Boudou, que habita uno de los edificios más caros de la ciudad, ubicado en el barrio más pretencioso (Puerto Madero), defiende como si fuese natural el haber encargado en Italia un nuevo escritorio para su despacho en el Senado. Difícil que alguien lo amoneste, ya que la familia Kirchner ha comprado pisos en el mismo edificio y la presidenta utiliza aviones y demás bienes del Estado sin demasiada inquietud por el ahorro del dinero ajeno.

Mientras tanto, la novia de Boudou, Agustina Kämpfer, se despacha a través de su cuenta en Twitter contra Bergoglio, por motivos que muchos podemos compartir, como el tono condenatorio que utilizó Bergoglio para rechazar la sanción de la ley de matrimonio igualitario cuando se debatió en el Congreso. Kämpfer acaba de regresar de un prolongado viaje por la India, donde visitó el templo de su líder espiritual, Osho, en un complejo que cobra hasta las túnicas moradas que son requisito indispensable para la meditación.

La pretendida espiritualidad despojada de quienes meditan en la India y habitan en Puerto Madero choca contra su propia hipocresía. Porque la austeridad puede parecer poca cosa para quienes de cualquier modo llevan una vida de privilegios, pero tiene la potencia de iluminar grandes contrastes.

 

 

Hay 12 Comentarios

Excelente nota,
Bergoglio es así, con sus contradicicones, como todo ser humano, es un referente, en este momento que necesitamos líderes, alguien en quien confiar. El periodismo puede hacer mucho, poniendo de relieve a personas y acciones que se destaquen en su aporte al bien común. Gracias María

En la Argentina, salvo contadas excepciones, los políticos son los grandes parásitos que consumen el dinero público como si fuera de ellos para su bienestar personal sin importarles el país, los ciudadanos, la necesidades de los demás. Desgraciadamente, no creo que esto cambie, ya que América Latina es cómplice directa o indirectamente de ellos.

Te felicito por la nota, muy apropiada al momento que estamos viviendo en la Argentina, la hipocresía pura.en casi todos los políticos.

Muy buena la nota Maria, felicitaciones

En mi barrio les dicen "piojos resucitados".
Cuando lo interno, los saberes, la ética, la confianza en sí mismos no alcanza se llenan de oros por fuera.
Sólo para aparentar lo que no son necesitan tener y mostrar que tienen cosas materiales.
Lo penoso es que lo logran con dineros públicos.

Perdón, no era para vos María...

Caparrós, la verdad es que podrías tener un gesto mínimo reconociendo que precisamente los progres de Carta Abierta, los de una parte importante del Kirchnerismo y otros sectores de izquierda moderada fueron de los pocos que repudiaron el nombramiento de Bergoglio.

El sayo que pintás bien les cabe, precisamente, a ese sobreactuado sector "plural, republicano y antipopulista" al que tanto le gusta adularte para blanquearse por izquierda...

Flaco, aunque sea por una vez, regalate un mínimo de generosidad. Una autocrítica, una vez en la vida. Dale...!

No entiendo por qué cierto periodismo tiene tanta pasión por el gesto y por la forma y al mismo tiempo, tanto desdén por los temas de fondo.
Siempre pienso que el desastre de los 90s y sus consecuencias (el estallido del 2001) sólo pudieron ser posibles (entre otras razones, claro) gracias a esta forma de periodismo que, voluntaria o involuntariamente, sacó el foco de los procesos políticos y económicos para dedicarse a escandalizar pequeño-burgueses con las ferraris y las corbatas de seda de menem.

¡¡¡Tilinga!!! Siempre con esos análisis tuyos tan superficiales, tan acerca de las apariencias, tan a lo Susana!!!

Los argentinos que sufrimos las eternas cadenas nacionales donde abunda la soberbia y el "...gracias a este modelo que creamos..." y pagamos la cuenta de la vida de lujo de los gobernantes y todos sus colaboradores, desde las carteritas de decenas de miles de dolares a los que se les ocurra, y vemos por otro lado a este hombre que aunque sea en lo gestual nos dice "...no te falto el respeto, no despilfarro en un segundo lo que vos necesitas para vivir y dar de comer a tus hijos muchos días...", bueno, la diferencia en grandeza moral es abrumadora.

pipapa

La austeridad no es poca cosa, y menos en estos momentos de empobrecimiento creciente; es el gesto mínimo de respeto a los ciudadanos que puede exigirse al que detenta cualquier poder público.
Los politicos, en Argentina, y en España, como en la mayor parte del mundo, habitan un mundo de privilegios y garantías que poco, o nada, tienen que ver con la realidad de los ciudadanos a los cuales representan y cuyo dinero administran.
Que un representante público comparta la experiencia diaria de la gran mayoría de los ciudadanos; viaje en transporte público, y no en coche oficial, haga uso de la sanidad y la educación públicas, tenga que responder ante la ley sin contar con una protección especial y se jubile en las mismas condiones que el resto de los cotizantes, lo sitúa, en principio, en posición legislar y administrar con conocimiento de causa, cosa que ahora no ocurre..... y así nos va.....
El Papa, no es un representante de los ciudadanos, es la cabeza de la comunidad que forman los seguidores de Jesús; un maestro itinerante que no tenía "donde apoyar la cabeza", y sin mas posesión material que la túnica que vestía.... Cuando el Papa Bergoglio, hombre austero habla de una "iglesia pobre y para los pobres", itinerante, "caminemos, cuando nos paramos la cosa no va" escuchamos ¡al fin!, desde El Vaticano, palabras coherentes que calman nuestra irritada epidermis y nos dan algo de alegría y esperanza.

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Sobre el autor

Maria O'Donnell. Periodista, licenciada en Ciencia Política, trabajó en dos diarios a lo largo de 15 años, fue corresponsal en Washington, y publicó dos libros políticos de actualidad (El Aparato y Propaganda K) Conduce La Vuelta por las tardes en Radio Continental.

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