Maria O´Donnell

Sobre el autor

Maria O'Donnell. Periodista, licenciada en Ciencia Política, trabajó en dos diarios a lo largo de 15 años, fue corresponsal en Washington, y publicó dos libros políticos de actualidad (El Aparato y Propaganda K) Conduce La Vuelta por las tardes en Radio Continental.

Un dilema bien argentino

Por: | 23 de agosto de 2013

Cupula congreso

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sin haber ganado las elecciones legislativas que valen, las del 27 octubre, algunos dirigentes de la oposición ya han comenzado a especular con el siguiente escenario: ¿qué tal si después del recambio juntan fuerzas en la Cámara de Diputados y entre todos eligen a un presidente que sustituya a sus actuales autoridades?. 

!Golpe institucional!, gritan por anticipado desde la bancada oficialista.

No es para tanto.

Sin embargo, el Gobierno tiene argumentos a su favor.

Aún cuando para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sobrevenga una catástrofe, peor que el resultado de las primarias del 11 de agosto, el oficialismo retendrá la primera minoría en ambas Cámaras del Congreso (porque no arriesga demasiado: pone en juego las bancas obtenidas con su peor porcentaje electoral hasta la fecha, el del 2009). 

El reglamento de Diputados sólo fija una mayoría simple como requisito para la elección del presidente; pero, por usos y costumbres, el bloque individual más numeroso se ha ganado el derecho a conducir la Cámara, aún cuando los demás partidos, todos juntos, pudieran arrebatarle una votación.

Entonces, aquello que un sector de oposición propone no viola el reglamento, pero rompería con una tradición republicana que facilita la gobernabilidad. 

Ahora, el dilema: ¿corresponde cuidar las formas en deferencia a un Gobierno que nunca entendió la diferencia entre ser mayoría y representar a la primera minoría? 

Hace dos años que Fernández de Kirchner, y el bloque oficialista del Congreso, imponen su voluntad sin atender minorías, auditorías ni organismos de control; hace años que manejan los asuntos públicos sin brindar información pública elemental y en una confusión permanente entre asuntos partidarios, propaganda y gestión de Gobierno. Su lógica: ganamos las elecciones, interpretamos la voluntad popular, y al que no le guste, que vaya a las urnas a ver si lo eligen para gobernar

Desde que la presidenta fue reelecta en el 2011 y tomó el control del Congreso con el 54 por ciento de los votos, tan sólo la Corte Suprema de Justicia significó un contrapeso a la elevada concentración del poder en manos del Ejecutivo.

Aunque faltan aún las elecciones de octubre, el resultado de las primarias alcanzó para debilitar la fuerza del discurso de una mayoría prepotente y todopoderosa. El kirchnerismo ya no invoca mayorías, sino que defiende los derechos de una minoría, los de la primera minoría (en agosto, el Frente para la Victoria sumó en todo el país el 26 por ciento de los votos).

Volvamos a la pregunta original: ¿Sería legítimo que todos los opositores, de colores varios, se unieran con el único fin de sacar del cargo a Julián Domínguez?.

Estamos frente a un dilema muy argentino. 

Me refiero a la tentación de ignorar las reglas del juego, de hacer una trampa, considerada menor, frente a los pecados del verdadero tramposo, que no trepidaría en aplastarme si estuviera en mi lugar. El mecanismo justifica la falta propia porque otros hacen cosas mucho peores (en materia de impuestos ya es un lugar común argumentar: no me van a pedir a mi que pague todo, siendo que otros evaden, roban y se gastan toda la plata en corrupción…) 

El peronismo, como fuerza colectiva, no se plantea este tipo de dudas. A lo largo de la historia ha demostrado que no necesita encontrar excusas: ejercita el poder sin especial cuidado por las instituciones ni culpa. 

El problema de fondo es que, más allá de cualquier consideración sobre la legitimidad de sumar voluntades con el único fin de deponer a otro, los rejuntes de la oposición tampoco han logrado ofrecer alternativas eficaces para la alternancia en el poder.

Las fotos del ganador

Por: | 12 de agosto de 2013

Massa

Cuando se supo ganador, después de las nueve de la noche, Sergio Massa apareció eufórico en el centro de convenciones Pipa, ubicado detrás del Puerto de Frutos de Tigre, transformado ya a esa hora en un polo de atracción de economistas y peronistas que alguna vez ocuparon cargos destacados en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. 

Massa había presentado en las urnas una lista que mezcla intendentes -sobrevivientes algunos de infinitas batallas, otros representantes de la nueva camada- del conurbano y del interior de la provincia; con sindicalistas ortodoxos (Héctor Daer); dirigentes llegados de otras fuerzas (Coalición Cívica); integrantes del PRO de Mauricio Macri, un ex gobernador de la provincia (Felipe Solá); un empresario industrial (José Ignacio De Mendiguren); un actor (Fabián Gianola); y una periodista especializada en asuntos previsionales (Mirta Tundis). 

Pero a la hora del festejo, en el galpón revestido de carteles negro, rojo y amarillo de la campaña de Massa, con el sonido ensordecedor de los bombos que portaban hinchas de Tigre, aparecieron otros protagonistas; dirigentes que también ocuparon, como el intendente de Tigre, cargos relevantes en el Gobierno que ahora aspira a suceder. 

Massa, ex titular de la ANSES, reemplazó como jefe de gabinete de la presidenta Cristina Fernández a Alberto Fernández, el más duradero de la historia del kirchernismo, que ahí estaba, sonriente sobre el escenario. Dos ex ministros de Economía de Kirchner, Rodolfo Lavagna y Miguel Peirano, también se dejaron ver en el centro de convenciones que recibía el viento helado del Río Luján; mientras que el ex titular del Banco Central, Martín Redrado, quedó en una estratégica primera fila. 

Demasiados economistas para celebrar un resultado de una primaria para elegir candidatos a diputados, pero los suficientes como para expresar una apuesta de ciertos sectores al relevo presidencial del 2015.

La foto de quienes subieron al escenario se completaba con dirigentes que tienen su historia en el peronismo de la provincia de Buenos Aires, algunos expulsados del kirchnerismo y otros emigrados por voluntad propia. Además de sumar a Solá, Massa rehabilitó a Juan José Alvarez, el ex intendente de Hurligham y ex ministro de Justicia y Seguridad de Eduardo Duhalde, que parecía condenado al ostracismo desde que Página12 revelara que había sido agente de la SIDE durante la última dictadura militar. También Miguel Angel Toma, titular de la SIDE durante la presidencia de Duhalde, llegó hasta Tigre, aunque quedó abajo del escenario.

Entre los intendentes con muchas reelecciones a cuestas, Jesús Cariglino (Malvinas Argentinas) y Gustavo Posse (San Isidro) se felicitaban de haber dado, una vez más, el salto oportuno en el momento justo y en la dirección correcta. De origen radical, Posse supo acompañar a Néstor Kirchner, hasta que se volvió un opositor furibundo al gobierno de Cristina Kirchner. Celebraron también los representantes de la nueva camada de intendentes del conurbano, los contemporáneos de Massa, y una de las claves para entender su triunfo.

Darío Giustozzi, intendente de Almirante Brown, y segundo candidato a diputado detrás de Massa, llegó para confirmar que en la tercera sección electoral, la más poblada de la provincia, habían dado una pelea inesperada a la lista que encabezó Martín Insaurralde por el Frente para la Victoria.

En algunos municipios fundamentales de la tercera sección, como La Matanza, Avellaneda, Lanús o Lomas de Zamora, perdían por poco -contó Giustozzi- o incluso ganaban: al final, Insaurralde sacó una ventaja de unos 200 mil votos. Insuficientes para compensar el triunfo contudente que Massa y los suyos descontaban en la primera sección electoral, la segunda en importancia y su bastión territorial.

(El resultado de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias 2013 rompía así una creencia muy arraigada entre los politicos que conocen el conurbano: nadie gana una elección en la provincia sin haber ganado en la tercera sección electoral.)

La lista de Massa se imponía de manera cómoda y previsible en Tigre, Vicente López, San Isidro y San Martín (gestionada por su aliado Martín Katopodis); pero el intendente de San Miguel, su amigo y operador político Joaquín De la Torre, llegó con la sopresa de un resultado muy parejo en los municipios más poblados del oeste del conurbano, que también forman parte de la primera sección electoral, como Merlo, Moreno y Morón. 

Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella, ahora a cargo del AFSCA, organismo encargado de aplicar la ley de medios, conoció por primera vez la derrota en Morón; sufrieron también algunos barones expertos en alambrar sus distritos con tácticas que disuaden hasta al más valiente opositor, como Raúl Othacehé en Merlo. Muchos de los intendentes de la vieja guardia acompañaron a Insaurralde, pero pocos fueron capaces de garantizarle una victoria a la presidenta en sus distritos.

La lista de Massa sacó más de medio millón de ventaja en la primera sección electoral, sumó en el interior de la provincia, sufrió más de lo esperado en la costa Atlántica, y dio una pelea muy pareja en los distritos que a largo de estos años le habían entregado sucesivos triunfos al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires (los mismos que aguantaron el resultado para que el triunfo de Francisco De Narvaéz sobre Néstor Kirchner en el 2009 fuese muy estrecho).

La agencia oficial de noticias Télam elaboró un mapa que resulta útil para comprender el resultado de la batalla territorial entre Massa e Insaurralde:

 

Mapa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el centro de convenciones se sentían protagonistas de una hazaña: la lista de Massa había sumado tres millones de votos; y sin tener representación en ningún otro lugar del país, por el peso electoral de Buenos Aires, se ubicó como la segunda fuerza nacional, detrás del Frente para la Victoria.

El kirchnerismo había conocido la derrota en territorio bonaerense en el año 2009, cuando Néstor Kirchner, después de haber sido presidente, y antes varias veces gobernador de Santa Cruz, encabezó la lista de diputados. Massa, entonces jefe de gabinete, y otros funcionarios e intendentes afines al Gobierno, figuraron como candidatos "testimoniales" para reforzar la oferta electoral. La estrategia no alcanzó para evitar la caída frente a Francisco De Narváez, que se impuso en una elección muy pareja, mucho más pareja que la del domingo pasado.

Foto2009bis

 

En el despacho que ocupa en la municipalidad de Tigre, Massa exhibe una foto con sus compañeros de la escuela secundaria, y le gusta contar que sigue en contacto con la mayoría de ellos, porque sus amigos son los de toda la vida. Las fotos en el mundo de la política, Massa sabe muy bien, actualizan a otra velocidad.

Represor en fuga, y millonario estafador

Por: | 01 de agosto de 2013

Cayman

Jorge Antonio Olivera, el represor condenado por crímenes de la dictadura que fugó una semana atrás del Hospital Militar, podría estar ahora mismo en las aguas cristalinas de un paraíso fiscal. Podría. Dinero no le faltaría, aún cuando la Unidad de Información Financiera (UIF) ordenó congelar sus bienes, le bloqueó el acceso a cuentas bancarias y suspendió el CUIT de un fideicomiso que manejaba.

Olivera burló a la Justicia muchas veces en su vida. Las autoridades que ahora lo buscan acaban de descubrir que el ex militar tiene mucho dinero a su disposición. Según reveló en las últimas horas el ministro de Defensa, Agustín Rossi, han detectado un fideicomiso vinculado a Olivera con un balance de 9 millones y medio de pesos al mes de diciembre del 2010. Saben que el dinero proviene de honorarios que el ex militar, y abogado, fue cobrando de juicios contra el Estado de integrantes de las Fuerzas Armadas y de seguridad por salarios mal liquidados. 

Rossi no debe saber con certeza, o al menos no lo dijo ante los periodistas, que su presa posee además una cuenta en el exterior, a nombre de una sociedad extranjera, con fondos también millonarios. En dólares. La cuenta se alimentó -según la documentación que acompaña una denuncia penal- de una estafa que Olivera consumó contra CarVal Investors, una empresa financiera que forma parte del grupo Cargill, la principal exportadora de granos del mundo, a la que le vendió esa cartera de juicios.

Este otro capítulo de la historia de Olivera arranca en su anterior etapa de prófugo, que se extendió a lo largo de ocho años. Como el ex militar se negaba a compadecer cuando lo requerían, dos jueces de la provincia de San Juan le dictaron sendas órdenes de captura en el año 2000. Con el grado de teniente del regimiento de Infantería, Olivera había integrado el grupo de tareas que secuestró a la modelo franco-argentina Marianne Erize, que permanece desaparecida; y luego se probaría que también participó de las sesiones de tortura que padeció Margarita Camus, hija de un ex gobernador de San Juan. 

El 3 de noviembre del 2008, un equipo dedicado a la búsqueda de personas de la Policía Federal detuvo a Olivera cuando salía de su casa en Vicente López, conurbano norte de la provincia de Buenos Aires. No se había escondido en ningún lado; no había modificado su aspecto, tampoco su identidad. Con su nombre había amasado una fortuna en litigios contra el Estado.

A pesar de su condición de prófugo, Olivera ejerció esos años la profesión de abogado y visitó con frecuencia a los tribunales administrativos de la ciudad de Buenos Aires. En sociedad con Jorge Humberto Appiani (en la actualidad preso en Entre Ríos, también por crímenes de lesa humanidad) Olivera había montado un estudio que encontró en los litigios contra el Estado, en su enorme mayoría de integrantes de la Prefectura, un negocio tan espectacular que le permitió generar una cartera de honorarios en juicios por cobrar valuada en ocho millones de dólares.

Los doctores Olivera y Appiani sólo tenían apuro: sabían que no disponían del tiempo necesario para cobrar todo ese dinero, proveniente de unas 20 mil causas judiciales. A través de un intermediario que se llevó una comisión, ofrecieron a la financiera CarVal que le comprara la cartera de juicios a la mitad de precio. 

Tentado por la alta rentabilidad que prometía, un gerente de CarVal cerró la operación: pagaría 2 millones de dólares a cambio de 4 millones por cobrar en un primer tramo, garantizado sobre el total de la cartera. Luego, a medida que fueran cobrando los demás juicios, irían desembolsando el pago por el resto de la cartera. Crearon un fideicomiso y otro de garantía, e idearon un mecanismo para que los abogados cobraran su parte en una cuenta en el exterior a nombre de una sociedad radicada en Estados Unidos. El estudio jurídico Nicholson & Cano certificó los juicios, pero nadie investigó a la contraparte, cuyos antecedentes habrían saltado con una sencilla búsqueda en Google.

Olivera y Appiani cayeron presos enseguida. Desde la cárcel se las arreglaron para vaciar el fideicomiso de los honorarios que ya habían cedido a cambio del depósito en el exterior. Los informes que el administrador del fideicomiso no presentaba y el resultado de una auditoría encendieron las alarmas en CarVal cuando ya era demasiado tarde. 

Olivera se preparaba para recibir una condena a prisión perpetua. Conoció el fallo el 4 de julio pasado, y a las tres semanas, con alguna complicidad que falta determinar por parte del Servicio Penitenciario y del Poder Judicial, logró un permiso para un traslado temporario a Buenos Aires y otro para acudir a una consulta en el Hospital Militar. El resto es historia conocida: ahí le perdieron el rastro.

 

El País

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