Maria O´Donnell

Sobre el autor

Maria O'Donnell. Periodista, licenciada en Ciencia Política, trabajó en dos diarios a lo largo de 15 años, fue corresponsal en Washington, y publicó dos libros políticos de actualidad (El Aparato y Propaganda K) Conduce La Vuelta por las tardes en Radio Continental.

En manos de un recién llegado

Por: | 29 de diciembre de 2013

Capitanich

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De cara al 2014, encuentro a Cristina Kirchner cambiada.

Hablo de algo más profundo que el cambio del color de su vestimenta, distinto a las prendas blancas que ahora alterna con el negro riguroso que había adoptado tras la muerte de su compañero, el ex presidente Néstor Kirchner.

Pero la novedad de la que hablo y la de su vestuario coinciden en el tiempo.

El 18 de noviembre, la Presidenta completó un reposo de 40 días sin actividad, indicado después de la operación de un hematoma en el cerebro (secuela de una caída misteriosa: nunca nadie informó cómo se había producido el golpe). Reapareció con una camisa blanca y con una nueva rutina de trabajo, en apariencia, mucho más relajada.

Por razones desconocidas -podría ser una indicación médica, aunque no surge de ningún parte difundido hasta la fecha- la Presidenta delegó la gestión cotidiana de los asuntos de Gobierno en el jefe de gabinete. Hace semanas que no participa de las reuniones con sindicalistas, empresarios o gobernadores convocados a la Casa Rosada. Tampoco atiende llamados como antes.

El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, contó que, desde que la Presidenta pasó por última vez por el quirófano, él ya no llama para conversar con ella; prefiere hablar con intermediarios para no importunarla con asuntos que pueden ser menores, como la pelea interna del peronismo en la provincia de Buenos Aires.

De recorridas por el conurbano o el interior del país ni hablar. Cristina Kirchner no ha viajado más que al sur para recluirse en su mansión a descansar por un tiempo prolongado. Partió antes de la Navidad y su regreso está previsto para el 10 de enero próximo (la fecha, como tantas otras cosas alrededor de la Presidenta, no es más que un trascendido sin confirmación oficial).

Desde que regresó de su licencia médica participó de cinco actos en total y ninguno fue trasmitido en cadena oficial (otra novedad).  Una rareza adicional: en alguna ocasión presidió actos sin pronunciar palabra delante del micrófono. Ocurrió, por ejemplo, durante la ceremonia de ascenso a teniente general del jefe del Ejército, César Milani, sospechado de casos de desaparición forzada de personas durante la última dictadura e investigado por enriquecimiento ilícito en una de las pocas causas con impulso de la Oficina Anticorrupción.

Las escasas apariciones públicas de Cristina Kirchner no encuentran compensación en las redes sociales como Twitter o Facebook, que en otros tiempos fueron espacios para la catarsis presidencial. Sólo se molestó en aclarar que no será candidata a nada el 2015, para contradecir al diputado Carlos Kunkel, uno de esos fieles hasta el final, que había hablado de una Cristina Kirchner como protagonista de las próximas elecciones. La desmentida de la Presidenta llegó a través de un cable de Télam, la agencia estatal que funciona al servicio de las necesidades políticas del Poder Ejecutivo.

Otra noticia logró provocar alguna reacción de la Presidenta en las últimas semanas (y no es el caso de los cortes de luz que padecen miles y miles de usuarios en el área metropolitana, en medio de una ola de calor sin precedente, que no mereció opinión de parte de la Presidenta). Me refiero a la investigación de alto impacto que publicó en el diario La Nación el periodista Hugo Alconada Mon.

Con los libros contables de las empresas de Lázaro Baéz en la mano, Alconada demostró que gran parte del crecimiento patrimonial declarado de los Kirchner se debe a pagos millonarios que han percibido de Báez y de sus empresas.

En teoría, los pagos responden a contratos de alquiler de propiedades y habitaciones en los hoteles que forman parte del patrimonio de la presidenta y de su familia. Durante la década kirchnerista, Báez, el inquilino, pasó de ser un empleado bancario al principal contratista de obra pública nacional en la provincia de Santa Cruz. Debemos pensar que es, como mínimo, un hombre agradecido.

A las revelaciones de Alconada, la Presidenta respondió con un comunicado del secretario general, Oscar Parrilli, quien refirió a todo tipo de conspiraciones en contra del Gobierno y alcanzó a decir que se trata de contratos “entre privados”.

Para este nuevo modelo de gestión, tercerizado, Cristina Kirchner debió desplazar a Juan Manuel Abal Medina, un funcionario obsecuente sin ningún tipo de poder propio ni delegado, y traer del Chaco a un gobernador con algo más de autoridad sobre sus pares y ministros del gabinete. Las razones por las cuales pasó por alto Sergio Urribarri, el gobernador de Entre Ríos, mucho más afín a la hinchada kirchnerista, es otro misterio para cual no tienen explicación ni los medios oficialistas.

Capitanich introdujo cambios en la comunicación del Gobierno. El jefe de gabinete responde preguntas casi todos los días en la Casa Rosada, mientras que Abal Medina sólo visitaba 6.7.8 y atendía de vez en cuando algún medio amigo. Con la Presidenta bastante recluida, lo más novedoso en la materia ha sido el abandono de 6.7.8, la trinchera mediática por excelencia de estos años. Abal Medina funcionaba como una suerte de productor a cargo de los invitados, que rotaban entre ministros y amigos según creían conveniente en la Casa Rosada.

El “vacío” de un espacio de propaganda es síntoma de algo más profundo: el desconcierto de los propios frente a una Presidenta, por momentos ausente, que delega la gestión en un jefe de gabinete que no conoce el libreto de un mundo -el kirchnerista- que lo observa a él como a un recién llegado.

 

Predicar con el ejemplo

Por: | 09 de diciembre de 2013

 

Angelici macri

 

 

 

 

 

 

 

 

(Nota posterior a la redacción del post original: el lunes 9 de diciembre, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó -en una sesión marcada por la sintonía fina entre el PRO de Mauricio Macri y el Frente para la Victoria de Cristina Fernández de Kirchner- el pliego de Martín Ocampo como fiscal general y designó a Yael Bendel Asesora Tutelar del Ministerio Público.)

Mauricio Macri se vistió de republicano cuando Cristina Fernández de Kirchner pretendió avanzar con reformas que afectaban la independencia del Poder Judicial y llamó a tomar las cacerolas en repudio con un discurso bien institucionalista: “Cuando se pone en juego la Justicia, muchas cosas entran en crisis. Los que somos dirigentes políticos tenemos que alzar nuestra voz”. 

Ahora pretende ocupar la fiscalía general de la ciudad de Buenos Aires con Martín Ocampo, un abogado de confianza del presidente Boca, Daniel Angelici, que termina su mandato como legislador del PRO, el partido de Macri, en la Legislatura. Como jefe de los fiscales, Ocampo tendría directa injerencia sobre temas tan sensibles para su padrino político como el control del los eventos deportivos y del juego. 

Angelici administra bingos en provincia de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, presidió la cámara de empresarios de rubro, crió caballos de carrera y todavía disfruta de algún gran premio en el Hipódromo. De extracción radical, mantiene con Macri trato cotidiano y tiene a su cargo -según cuentan en sintonía dirigentes propios y ajenos- gestiones de asuntos sensibles para el jefe de gobierno de la ciudad que se dirimen en el Poder Judicial (rol en las sombras que en la jerga describen como operador judicial). De ahí que a ningún conocedor de la política porteña se sorprendiera cuando Ocampo, abogado de Angelici, aterrizó en las boletas del PRO.

Si actúa con independencia, el fiscal general puede chocar con los intereses del Poder Ejecutivo de la ciudad, ya que debe velar por el interés general y tiene entre sus atribuciones llevar adelante acusaciones penales contra funcionarios públicos. Un conjunto de organizaciones no gubernamentales suscribió hace pocos días un documento conjunto para advertir que un dirigente político que viene de ocupar una banca en el bloque oficialista no ofrece ninguna garantía de independencia, y objetó los antecedentes de Ocampo en materia judicial, insuficientes a su criterio para cumplir con el requisito de idoneidad.

Las organizaciones que se pronunciaron -Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), Asociación por los Derechos Civiles (ADC), Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), y Poder Ciudadano entre otras- son las mismas que llevaron adelante una campaña contra la reforma judicial del Cristina Fernández de Kirchner. Tanto entonces como ahora plantearon un reclamo republicano en defensa de la división de poderes. 

El bloque del Frente para la Victoria se debate en la Legislatura de la ciudad entre aquellos que están embarcados en una intensa negociación con el PRO de cargos y proyectos varios, y que por lo tanto subordinan su posición a un paquete mayor, y quienes se resisten a votar por Ocampo. 

Con el mismo criterio de privilegiar la subordinación política por encima de los antecedentes -y con la complicidad de los legisladores que están consumidos por el menudeo de cargos que deben ser cubiertos en esta época del año, cuando muchos de ellos están por terminar sus mandatos y son candidatos alguna de esas vacantes- Macri propuso como próxima Asesora Tutelar del Ministerio Público a Yael Bendel, cobijada por la vicejefa María Eugenia Vidal, y actual directora del Consejo de los Derechos del Niño, Niña y Adolescente.

El Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia, y la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), junto con el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) apuntaron que la asesoría tutelar ha sido –hasta ahora- muy activa a la hora de denunciar políticas del gobierno de Macri que afectan los derechos de los chicos por los cuales debe velar.

En pocas horas más la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires debe considerar a los candidatos elegidos por Macri para ocupar la fiscalía general y la asesoría tutelar. Lo que ocurre en la ciudad muestra la diferencia entre una crítica oportunista y una postura de principios, entre un planteo hipócrita cuando se trata de opinar sobre un tercero y la necesidad de predicar con el ejemplo propio.

El País

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