Cuando pegó su último salto, esta vez hacia el Frente Renovador de Sergio Massa, Raúl Othacehé definió como nadie la lógica de los barones del conurbano, el núcleo duro de intendentes peronistas que gobiernan hace décadas los territorios más poblados del país (y por lo tanto, los más preciados en cualquier armado electoral).
Ante la pregunta de si lo suyo era traición a la causa justicialista, porque también supo ser un hombre cercano a Néstor y Cristina Kirchner, como lo había sido antes de Carlos Menem y de Eduardo Duhalde, el intendente de Merlo respondió sin inmutarse: “Nosotros somos el peronismo, somos preexistentes”.
Mario Ishii, ahora senador provincial y antes intendente de José C. Paz, uno de los municipios más castigados del conurbano, vecino de la zona, le había arrojado el mote de traidor. Othacehé respondió que Ishii haría bien en cuidarse de las causas judiciales que tiene pendientes y mencionó, como al pasar, una filmación.
No dijo nada más, pero supongo que habrá sido suficiente para que Ishii comprendiera el mensaje. En el oeste muchos opositores al intendente han padecido la difusión de asuntos privados, no siempre veraces, como métodos de intimidación. El obispo anterior de Merlo, Fernando María Bargalló, debió renunciar después de que se publicaran fotos y detalles muy precisos de un viaje a México que delataba una relación amorosa con una amiga suya de la infancia.
Releí para escribir este texto el capítulo dedicado a Othacehé de “El Aparato”, un libro sobre intendentes del conurbano que publiqué en el 2005. Recopilé muchos casos que demuestran cómo Othacehé, intendente desde 1991, ha perseguido de manera sistemática a todo opositor que logró llegar a ocupar una banca en el Concejo Deliberante. Muchos terminaron siendo destituidos en proceso de dudosa legalidad.
La intimidación a través de rumores que propagan desde el municipio, volantes de difamación y pintadas anónimas en lugares estratégicos son ya parte del estilo de gobierno de “El Vasco” Othacehé. Los paredones suelen tildar de “drogadicto” al adversario de turno. Ahora le llegó al turno a la diputada Victoria Donda, de Libres del Sur, que salió a criticar al intendente por televisión.
“La Donda es una enferma, o es drogadicta. Me cansé: le voy a hacer juicio”, anunció el intendente con la paciencia colmada. El juicio es otro de sus recursos: todo periodista que habla o escribe de manera crítica sobre Othacehé debe saber que está expuesto a que el intendente le inicie un juicio para ver si lo calla de una buena vez.
Dijo también por estas horas que le molesta que le digan barón, porque remite a los señores feudales, cuando lo suyo es ganar elecciones democráticas (lleva seis reelecciones consecutivas de mandatos de cuatro años). Tanto tiempo lleva en el poder que el municipio se ha vuelto un asunto familiar. En momentos diversos ha colocado en puestos estratégicos del Concejo Deliberante, el Consejo Escolar, la Legislatura provincial o el municipio a su hijo, a su esposa, a su nuera, a su cuñada y a su hermana Zulema (después de una pelea, Zulema denunció que había sido secuestrada por muchachos a sueldo del municipio, pero luego de una reconciliación ya nunca más lo repitió).
La unión de Massa con Othacehé es resultado del pragmatismo de ambos. El intendente era cortejado por allegados a Daniel Scioli, que iban a jugar al golf a Merlo y en lugar de caddies paseaban de hoyo en hoyo custodiados por hombres de seguridad armados con ametralladora. Pero el trabajo territorial no es el fuerte del gobernador de la provincia de Buenos Aires y el intendente de Merlo sintió que ya no le daban la importancia necesaria. Sufrió además el descuido de la Casa Rosada, como le ocurre a muchos intendentes tras la muerte de Néstor Kirchner: los muchachos de La Cámpora los destratan y, aunque no tienen votos propios, creen que pueden prescindir de los barones.
Supongo que Massa calculó que se exponía a ciertas críticas, pero evaluó que todo quedaría en un círculo reducido que no impacta sobre la imagen que pretende proyectar de joven intendente con ánimo renovador de cara a las elecciones del 2015, para las que todavía falta mucho.
Al final, pasó rápido. Los kirchneristas no dijeron casi nada, pues lo habían tenido en sus filas; y fueron muy pocos los periodistas que pusieron el foco sobre el abrazo de Massa con Othacehé. A cambio, el diputado con ambición de presidente envió mensaje potente de hospitalidad y sin beneficio de inventario al peronismo de la provincia de Buenos Aires.
Cuando le pregunté al ex intendente de Tigre por su más reciente incorporación, Massa me respondió: “En el Frente Renovador hacemos de la pluralidad un valor. Si discutimos todo el tiempo la historia, nunca vamos a poder mirar para adelante”. Insistí, porque una cosa es la diversidad y otra, avalar prácticas violentas, pero Massa me devolvió la misma retórica. Othacehé lo explicó con menos vueltas desde el peronismo.