No puede decirse que Meryl Streep haya rodado una película sobre Florence Foster Jenkins (1868-44) como una película a costa de ella, redundando en la mitificación de un fenómeno trash que arriesga con despertar o remover de la tumba a la peor soprano de la historia.
Me consta que los servicios funerarios neoyorquinos tomaron todas las precauciones para evitar la resurrección, pero subestimaron que el “regreso” pudiera producirse a título de mofa y de escarnio. De momento, Meryl Streep protagoniza una biopic invertida a propósito de una cantante invertida también. Porque FFJ nunca fue una cantante. Ni siquiera cuando un accidente de taxi le descubrió que poseía un registro sobreagudo inesperado y digno de cultivarse en los teatros de beneficencia.