Recóndita Armonía

14 abr 2016

Parsifal y el tiempo

Por: Rubén Amón

La óperas de Wagner serían largas si no fuera porque el compositor germano sobrepasa en ellas las coordenadas del espacio y del tiempo. Es un misterio cuya verificación exige la audacia de un mediador dichoso en el foso, como está ocurriendo en el Teatro Real gracias a la clarividencia de Semyon Bychkov. Nunca la orquesta se ha escuchado con semejante sensibilidad y opulencia, extremos de un Parsifal  concebido desde la intensidad. Y la intensidad no es el volumen -muchas veces, lo contrario- sino una tensión implícita que sugestiona la ceremonia y que convierte el foso en un gran caldero del que emana la música.

Parsifal puede hacerse insoportable si la partitura cae en las manos equivocadas. En las manos adecuadas trasciende la rutina del reloj. Transcurren las horas sin percatarnos de cualquier relación convencional con el tiempo. Por eso no tiene sentido asombrarnos con haber estado cinco horas y media entre los bancos del templo. Menos aún cuando la música de Wagner nos sigue acompañado muchos días después, a medida de un fabuloso sortilegio.

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Más que interpretarse, se nos ha aparecido Parsifal en el Real, aunque el acontecimiento wagneriano se explica mejor aún desde la extrapolación dramatúrgica de Claus Guth. Le ha dotado de un movimiento contingente y conceptual, de forma que el escenario gira en sentido contrario a las agujas del reloj desenmascarando el ritmo interior de la obra y proporcionando el mismo desafío al tiempo que se aloja en el misterio de la respiración wagneriana.

Suya, de Guth, es la idea de plantear la ópera en el trauma de entreguerras. Y de colocar el Grial en el altar de frenopático cuyas paredes alojan a soldados trastornados. Queda predispuesto así un motivo extremo a la redención, aunque Guth deriva la dramaturgia no al mesianismo espiritual sino a la aparición providencial de un condotiero. Y a la forja de un salvador, especialmente cuando decae un linaje -el de Titurel-, se descoyunta una época y la desorientación de la sociedad predispone a la proclamación de un hombre-guía.

 

Requiere el planteamiento que la ópera sea para el personaje Parsifal un camino de iniciación: de la niñez a la madurez, de la ingenuidad a los resabios demagógicos, incluso de Rousseau a Voltaire, asumiéndose en el camino el hallazgo de que la sociedad corrompe al hombre. Sobrevuela el fantasma de Hitler, la estirpe de los redentores autocráticos, pero las alusiones atmosféricas no obedecen al sensacionalismo, sino que  emanan de entre las líneas de la partitura. El milagro de este montaje progresivo en el interés y en la intensidad radica en haber encontrado una clave estructural que representa Parsifal  en su propia naturaleza. El montaje hace respirar la música sin pretender contenerla.

Ha sido una experiencia memorable. Tanto por la competencia de los cantantes -Anja Kampe y Franz Josef Selig particularmente- como porque se ha producido una extraña coreografía entre el criterio musical de Bychkov y el concepto teatral de Guth. Creo que el tercer acto forma parte de los mayores hitos que recuerdo haber visto y escuchado nunca. Acaso con un reproche. Que no hubiera un cuarto acto. Y que llegara el final de una ópera que nunca había empezado. Wagner no es de este mundo. Y el misterio de su música neutraliza la barrera del espacio. Y del tiempo.

Hay 3 Comentarios

Un denario de plata tenía una tía para un dia lluvioso. Su hermana tenia otro. Ignora donde fue el tres..mis dos tias padecieron un Calvario perdiendo a su hija menor. En navidades me confiaron mis progenitores el Denario sin decirme ni que era ni su valor reciente..Gracias al ordenador llegué a saberlo sin tocarla. No vale 100 Euros. Es de hace 2000 Años. Del emperador Augusto...

Pienso alguna vez, Internet Se hizo PARA MI..pues eso mismo debe haberse pasado por la cabeza de este articulista con la Opera.

Tremenda!
Yo estuve el Martes y quedé cautivado. Impresionante el tercer acto y el final del primer acto y el segundo.
Lo menos bueno..Parsifal, no me pareció que estuviera al nivel de lso demás.
Se me pasó en un suspiro.

Buena crítica

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Sobre el blog

La ópera no muerde. Como mucho, aburre. Aficiónese o síganos. O haga las dos cosas a la vez. Intentaremos que no se arrepienta.

Sobre el autor

Rubén Amón

Rubén Amón Podría haber sido barítono, podría haber sido pianista, pero el autor de este blog tuvo que resignarse a un teclado más limitado, el del ordenador, para dedicarse al periodismo y explorar, incluso, uno de sus ámbitos más minoritarios, sospechosos y hasta esnobistas: la ópera y la música clásica.

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