Recóndita Armonía

24 may 2016

James Levine, insustituible

Por: Rubén Amón

Tenía uno pendiente escribir sobre James Levine, incluso evocar una reciente visita a su camerino del Met. No estaba el maestro porque anduvimos a deshora, pero tuve la sensación de violentar un espacio privado. Un sofá de piel burdeos. Un piano cuyo cordaje ha repasado el repertorio universal. Unas flores recientes. Unas fotos antiguas.

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16 may 2016

El misterio del latín

Por: Rubén Amón

Ayer me despertaron las campanas de la iglesia de San Sebastián en Salzburgo. Tanto tiempo sonaron y lo hicieron con tanta intensidad que atribuí al fenómeno el valor de una convocatoria. Me citaban las campanas. Me emplazaban a las misa de 9,30.

Conozco bien el templo de la Linzergasse porque su claustro aloja un cementerio de personajes ilustres. Ninguno tan enigmático como Paracelso. Ninguno tan sepultado de flores como Leopold Mozart, el padre del mesías. O como su  otra hija, Nannerl.

Y no me gustan los cementerios. Ni me inspiran confianza las personas que encuentran en ellos sosiego y paz espiritual. "La pace dei sepolcri", objeta Posa a Felipe II cuando trata de recriminarle al rey las campañas militares contra los flamencos.

No me gustan los cementerios, pero tengo cariño al de San Sebastián. Una rosa siempre fresca, siempre viva, custodia la lápida de Paracelso. Como si el propio sabio suizo se las hubiera arreglado para recrear su leyenda de taumaturgo. Fue proscrito como un brujo y un curandero. Lo fue hasta que la propia Iglesia rectificó su diagnóstico. Igual que hizo la ciencia.

La Universidad de Salzburgo lo canonizó como a un clarividente y un pionero, aunque los honores no han alcanzado a atribuirle la transmutación del plomo en oro. Más difícil es convertir las cenizas en una rosa. Y la rosa de Paracelso -de la que hizo un cuento Borges- custodia su tumba como si la reanimara desde el más allá con el rocío.

Celsus

Repicando y en misa estaba un servidor ayer. Porque acudí a la liturgia de  las 9,30, no por razones de fe ni de costumbre, ni siquiera para implorar la curación de unos males en la garganta, sino porque el rito prometía un acontecimiento cultural.

Y lo fue. No ya por la instrucción musical de los salzburgueses. Por la cualificación del organista. Por la sensibilidad del coro aficionado. O por la voz de heldentenor que trasladaba el pater en el mascarón de proa del púlpito, sino  por tratarse de un rito en latín, oficiado de espaldas a los feligreses, concebido según los criterios preconciliares.

La liturgia sugestiona el orden espiritual. La lengua muerta adquiere el impulso de la resurrección. Y deja en ridículo las razones prácticas que se han valorado en España para suprimir el latín y el griego de los planes educativos. No discuto la utilidad del chino. Lamento sólo que se pervierta el patrimonio cultural.

Y es una lástima que se haya degradado la resonancia metafísica del latín y que se haya profanado la liturgia con las contingencias parroquianas o parroquiales. Tanto se ha "acercado" la celebración, tanto se ha alejado el misterio. Se ha despojado  a la misa de su proyección trascendental, de su esencia mistérica,  no digamos ya cuando el patrimonio musical eclesiástico degenera en el estribillo del Señor, la barca, la orilla, Tú nombre y la búsqueda de otro mar, corrompiendo hasta la fe de los corazones más dispuestos.

Habla uno desde la perspectiva del agnóstico. Y de quien, no creyendo por hondas convicciones, acepta el placebo de la fe por el camino de la estética. Lo tiene escrito Thomas Mann en "La muerte en Venecia". La Belleza -en mayúsculas lo escribe Mann, en sentido aspiracional- es el camino del hombre sensible hacia el espíritu.

No se trata de entender la misa, sino de vivir el misterio. Y de aprovechar el oleaje de las lenguas antiguas para llegar a la tierra prometida. El Papa Ratzinger quiso demostrarlo cuando restauró la misa tridentina. Y lo malentendieron sus detractores. Pensaron que pretendía Benedicto XVI restaurar el Antiguo Régimen. Y nunca supieron que la ópera favorita del papa alemán era el "Don Giovanni" de Mozart.

  

06 may 2016

Soldado Gergiev (qué vergüenza)

Por: Rubén Amón

 

El soldado  Valery Gergiev ha vuelto a obedecer las consignas propagandísticas del presidente Putin. Y ha oficiado un concierto en Palmira abusando de Bach y de Prokofiev para que el régimen del zar pudiera escenificar la liberación del yacimiento sirio. Fue la razón del despliegue mediático a la gloria de Vladimir Putin. Y el motivo por el que el concierto,  llevado a cabo este jueves con las huestes del Teatro Mariinski,  alternó los pasajes estrictamente musicales con los alardes castrenses, expuestos estos últimos  en grandes pantallas de vídeo que narraban la evacuación militar del Estado Islámico a iniciativa de la alianza  libertadora de Rusia y Siria.

 

No iba a abstraerse de esta ceremonia onanista el propio Putin. Y no porque acudiera en persona a la ciudad romana, sino porque intervino desde la dacha del Mar Negro en el papel de príncipe de la paz, insistiendo incluso en el sacrifico que han asumido los soldados rusos para conseguir extirpar de Siria la amenaza terrorista.Estremecía la sumisión de Valery Gergiev al propósito de su padrino, pero todavía resultaba más embarazoso que el concierto de la paz  incluyera entre sus artistas invitados al chelista Sergei Roldugin, cuya fama mundial no proviene de sus cualidades artísticas, sino de su papel de testaferro en las cuentas paradisiacas de Putin.

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02 may 2016

El "Bolero" de Ravel no es de Ravel

Por: Rubén Amón

Los derechos de autor no han supuesto nunca un problema para recurrir al Bolero de Ravel como himno orgiástico o como publicidad de un coche, pero han sido liberados de toda implicación pecuniaria desde el 1 de mayo. Y no porque se cumplan los canónicos 70 años desde el estreno -la obra nació en 1928-, sino porque los compositores afectados por las guerras mundiales adquirieron ciertas compensaciones temporales para disfrute, muchas veces, de sus manirrotos sucesores.

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Sobre el blog

La ópera no muerde. Como mucho, aburre. Aficiónese o síganos. O haga las dos cosas a la vez. Intentaremos que no se arrepienta.

Sobre el autor

Rubén Amón

Rubén Amón Podría haber sido barítono, podría haber sido pianista, pero el autor de este blog tuvo que resignarse a un teclado más limitado, el del ordenador, para dedicarse al periodismo y explorar, incluso, uno de sus ámbitos más minoritarios, sospechosos y hasta esnobistas: la ópera y la música clásica.

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