Red de Casas del Ministerio de Exteriores

Agustín Guimerá

El gobernador español de Luisiana, general Bernardo de Gálvez (1746-1786) fue todo un líder durante la guerra de Independencia de los Estados Unidos. La conquista en 1781 de Panzacola, capital de la Florida Occidental, constituye un buen ejemplo de esta valía. 

Cuando España declara finalmente la guerra a Gran Bretaña, en abril de 1779, uno de sus  objetivos es la recuperación de Florida, que había sido entregada a los británicos en 1763. Suponía, junto a Las Bahamas, una amenaza directa a la navegación y comercio del golfo de México, La Habana y el estrecho de la Florida, salida natural del Caribe hacia Europa, verdadero “cuello de botella” estratégico. Gálvez era el hombre idóneo para dicha estrategia española en el golfo de Méjico. Se conjugaban en su persona un buen conocimiento del terreno, la amistad con algunas tribus indias, la simpatía con los rebeldes, el respeto de sus enemigos británicos y sus contactos con la élite de Nueva Orleans, debido a sus conocimientos de francés y su matrimonio con una dama perteneciente a la alta sociedad de Luisiana.  

Una vez iniciada la guerra, Gálvez decide pasar a la ofensiva desde Nueva Orleans. En menos de un mes (27 agosto-21 septiembre 1779), con pocos soldados y escasa artillería, captura por sorpresa una serie de fuertes enemigos del Misisipi, liberando así de la amenaza británica la cuenca baja del gran río. El 13 de marzo de 1780, tras dos meses de campaña, toma Mobila, que, junto con Panzacola, era la llave de la Florida occidental. A continuación, Gálvez se embarca en la aventura de conquistar esta última plaza. 

Panzacola se hallaba emplazada en el fondo de la bahía, a unos 10 kilómetros lineales de la boca. En su entrada – de unos 1.700 metros de ancho- existen todavía peligrosos bancos de arena y piedra. La costa es arenosa y llana, salvo una elevación que domina la boca de la bahía: Barrancas Coloradas o Red Cliffs. Allí los británicos habían levantado un  fuerte de madera, dotado de una potente artillería. Esta batería alcanzaba con su fuego el otro lado de la boca: la isla de Santa Rosa. Dado su emplazamiento en altura, el fuerte no era batible por la artillería de los buques.  No era factible atacar Panzacola por tierra, pues constituía una verdadera odisea: unos 90 kilómetros de trayecto desde Mobila, atravesando bosques espesos de coníferas y ríos caudalosos, que dificultaba la operación militar. La ciudad debía pues ser tomada desde el mar. El factor sorpresa no existía. 

Tras forcejeos, dilaciones y algún que otro percance naval, la expedición de conquista  parte de La Habana el 28 de  febrero. La tenacidad de Gálvez, que contaba sólo treinta y cinco años, había dado sus frutos. La escolta de guerra estaba compuesta por  1 navío, 3 fragatas y 2 buques menores. El convoy lo formaban 18 transportes y 2 lanchas cañoneras. A estas fuerzas se unen 1 navío y 1 fragata franceses.  La tropa sumaba 1.543 soldados, a las que se uniría un grupo de indios aliados, una fuerza pequeña para tamaña empresa, pues la guarnición británica de Panzacola reunía a 2.679 hombres, entre ellos 1.800 soldados y 500 indios. Era pues una operación anfibia compleja.  

El 9 de marzo la expedición española llega a su destino. Tras fondear el convoy y su escolta frente a la isla de Santa Rosa, se lleva a cabo con éxito el desembarco esa misma noche, poniendo en tierra 1.300 hombres en sólo cuatro horas. En una marcha de unas cinco horas, estas unidades llegan a la Punta Sigüenza, en la boca de la bahía, frente al fuerte de Barrancas Coloradas, emplazado en la otra orilla. La primera fase de la operación ha terminado. 

Pronto Gálvez se enfrenta al momento más crítico de su campaña, donde mostraría sus dotes de líder. Es el hecho más famoso de su biografía, la forja de su leyenda. El navío de guerra español sufre una varada durante el reconocimiento de la boca de la bahía, aunque finalmente puede liberarse. Un fuerte viento augura un temporal del sureste. Todo indica que el fuerte de Barrancas Coloradas impide, con el alcance de sus cañones, la entrada en la bahía. No hay seguridad de que el calado de la entrada permita el paso de las embarcaciones a vela. Durante seis largos días –entre el 12 y 18 de marzo- Gálvez discute con el comandante naval sobre la posibilidad de entrar en la bahía con todas las embarcaciones, pero este último se niega.  

Galvéz se encuentra así en un aparente callejón de salida.  Sabe que los posibles refuerzos de La Habana pueden tardar semanas, como así fue. No puede quedarse inactivo en la isla de Santa Rosa y correr el riesgo de quedar aislado del mundo exterior, si el temporal obligase a las fuerzas navales a alejarse de la costa. No se resigna tampoco a volver a Cuba con las manos vacías.  Está convencido de que es posible entrar en la bahía, que hay suficiente calado –ha ordenado una noche el sondeo del canal, de forma particular, con éxito- y que los cañones del fuerte británico no constituyen un fuerte obstáculo. 

Entonces asume con valentía y resolución un riesgo personal. Como un buen líder pasional, se juega ahora todo a una sola carta. La puesta en escena es digna de una obra teatral de su época.  A primera hora de la mañana del 18 de marzo, envía al comandante del navío español una bala de treinta y dos libras –la de mayor calibre que posee el enemigo-, que había sido disparada por el fuerte de Barrancas Coloradas y hallada en la isla de Santa Rosa. La nota adjunta ya forma parte de su leyenda: “El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el [bergantín] Galveztown para quitarle el miedo.” Con su bergantín personal, una balandra y dos lanchas cañoneras –que Calvo había previamente puesto bajo el mando exclusivo de Gálvez-, el general se coloca en la toldilla de su buque, junto a la bandera, enarbolando su insignia de grado y haciendo el saludo reglamentario al enemigo -15 cañonazos-, como si fuese una visita de cortesía a un puerto amigo. La flotilla atraviesa rápidamente la boca de la bahía, en el canal más alejado del fuerte británico, que dispara 28 cañonazos y provoca averías en las jarcias y velas del bergantín. Pero las embarcaciones arriban a la bahía sin mayores daños. Las tropas desplegadas en la isla de Santa Rosa prorrumpen en vítores ante la hazaña de su jefe, echando al aire sus gorros. El entusiasmo es general.  

Lo que viene a continuación ya pertenece a la historia. Los capitanes de fragata reaccionan favorablemente y piden permiso a su comandante para llevar a cabo la operación. Al día siguiente  -19 de marzo- las tres fragatas y el paquebote atraviesan la boca de la bahía, con todo el convoy. El fuerte dispara 140 cañonazos, que ocasiona averías en los mercantes, pero los españoles fondean finalmente en la bahía.  

A partir de este momento, el relato parece tomado de un manual de poliorcética, aquella operación de sitio y conquista de una plaza fuerte. La situación militar de los españoles mejora rápidamente. A los pocos días, llegan refuerzos de Mobila y Nueva Orleans. Ahora Gálvez cuenta con 4.070 efectivos. Su tropa desembarca entonces cerca de Panzacola el 24 de marzo, aislando al fuerte de Barrancas Coloradas. Construye finalmente un campamento de sitio el 2 de abril, para tomar por asalto los tres fuertes que protegen Panzacola.  Para ello tiene que vencer la resistencia de los indios aliados de Gran Bretaña, que acosan a sus hombres. Aquella típica lucha de guerrillas  en aquellos bosques frondosos podría ser hoy objeto de una película de aventuras.  

Gálvez es herido durante un reconocimiento del terreno, pero los españoles se preparan para cavar trincheras y reductos de artillería e iniciar el ataque. El 18 de abril tiene lugar un acontecimiento extraordinario: la llegada de grandes refuerzos desde La Habana.  La escuadra está compuesta nada menos que de 19 navíos, 6 fragatas y 5 buques menores, incluidas algunas unidades francesas. Suman estas fuerzas un total de 30 embarcaciones. La escuadra transporta 2.754 hombres de tropa. Ahora las fuerzas españolas –soldados, marinería e infantes de marina- suman 7.677 hombres. El panorama ha cambiado radicalmente. Los asaltantes superan al enemigo en una proporción de tres a uno. La escuadra colabora activamente en las labores de sitio, pese a sufrir un fuerte temporal en los días siguientes. 

Los hechos se precipitan. Tras un reconocimiento del terreno próximo a las posiciones británicas, los españoles construyen con rapidez una gran trinchera, dos reductos y una batería de sitio, para ocupar por la fuerza el primer reducto  enemigo. Las obras de sitio finalizan el 1 de mayo. Los días siguientes son  testigos de un duelo artillero y combates de infantería. Por último, el azar de la guerra favorece a los asaltantes el 8 de mayo. La voladura fortuita del almacén de pólvora y municiones que existía en aquel reducto británico es aprovechada por los españoles, que conquistan la posición. Los británicos se retiran al reducto siguiente y, tras un duelo artillero, izan bandera blanca. Su posición es ya insostenible. Las negociaciones duran el resto de la jornada y la mañana del 9 de mayo, cuando se firma la capitulación de la plaza. El 11 de mayo capitula también el fuerte de Barrancas Coloradas, que tantos disgustos había dado a los expedicionarios españoles. Tras 71 días de desembarco y 12 días de trinchera abierta, la conquista de Panzacola es una realidad. Los prisioneros británicos suman 1.700 hombres, aparte los negros e indios. Se capturaron 147 piezas de artillería, municiones, pólvora y víveres. Las bajas españolas eran asumibles en términos militares, un 4% de la fuerza conquistadora. 

La conquista de Panzacola significó el dominio español de la Florida occidental, que sería completado poco más tarde con la ocupación de Las Bahamas en mayo de 1782 por el ya teniente general Cagigal. Con esta operación anfibia, la Florida oriental cae también. En la paz de Versalles, toda la Florida retornaría a España. El liderazgo de Gálvez había dado sus frutos. 

 

Agustín Guimerá es investigador del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y participó en el acto "La independencia de EE.UU y Bernardo de Gálvez" el pasado 21 de enero de 2016 en Casa de América.

Raúl Rojas

La industria automotriz ha comenzado a desarrollar vehículos autónomos para la carretera. En la Universidad Libre de Berlín hemos armado autos que se manejan solos, incluso en el tráfico de una ciudad. Siempre que la prensa me pregunta, les digo que un vehículo autónomo es un taxi, un vehículo que nos puede llevar de un lugar a otro, solo que el taxista es una computadora. 

No deja de sorprender que apenas en esta década estemos hablando de taxis conducidos por computadora, cuando ya en 1997 una computadora de IBM pudo derrotar al campeón mundial de ajedrez. Parece contraintuitivo que manejar un auto, algo que hacemos casi de manera inconsciente, sea más complicado que jugar al ajedrez. 

La explicación de esta paradoja radica en la forma peculiar en la que opera nuestro cerebro. Hay cosas que hacemos de manera automática y prácticamente involuntaria. Reconocer la cara de un amigo, por ejemplo. Ocurre en una fracción de segundo cuando lo vemos en la calle. La corteza cerebral examina los impulsos provenientes de los ojos, en forma altamente paralela, y produce el resultado casi instantáneamente. No tenemos que aplicar reglas bien definidas – vaya, ni siquiera sabemos como ocurre todo esto. Hay otros procesos, sin embargo, en los que tenemos que pensar de manera secuencial y aplicar metódicamente reglas. Un juego de ajedrez es un buen ejemplo: tenemos que mirar el tablero y pensar explícitamente en las posiciones, en que pieza ataca a que pieza, etc. Podemos, por introspección, recrear exactamente en que orden hemos aplicado las reglas del ajedrez. 

Por eso los investigadores en el área de la computación pueden examinar un juego como el ajedrez y programar las reglas necesarias. Las computadoras son ahora extremadamente rápidas y pueden examinar millones y millones de posibles movimientos para escoger el más adecuado. Aplicar la fuerza bruta de cálculo a un sistema de reglas es lo que mejor pueden hacer las computadoras. 

Sin embargo, un campeón de ajedrez no juega así. Con su tremenda experiencia ha aprendido a reconocer de un vistazo la situación y los peligros en el tablero. Activa su procesamiento paralelo y de esa manera juega bien sin casi esforzarse. Desgraciadamente no nos puede explicar como lo hizo! No puede mirar en su cerebro para desentrañar las razones de su propio éxito. 

Ese es el problema para manejar en el tráfico con computadoras: sabemos que los humanos lo pueden hacer sin dificultad pero aún no sabemos como reconocen objetos y sobre todo gestos y acciones en fracciones de segundo. Un problema aun insoluble para cualquier computadora es, por ejemplo, el que aunque un semáforo esté prendido en rojo, si en el cruce hay un policía haciendo gestos con las manos para que los automóviles avancen, podemos simplemente ignorar el semáforo. ¿Pero cómo reconoce una persona los gestos del policía, cómo reconoce que no es simplemente un inebriado apostado en el cruce? 

El profesor Daniel Kahneman ha llamado estos dos formas de pensar (es decir, la altamente paralela y automática, contra la secuencial y deliberada) “thinking fast and slow”. Las computadoras son buenísimas para aplicar la fuerza bruta de su velocidad de cálculo a los problemas secuenciales, pero todavía no son tan buenas cuando se trata de competir con el cerebro cuando este activa su modo “rápido” de reconocimiento automático de objetos y patrones. 

Todo esto deberá cambiar en las décadas próximas. Nuevos procesadores ya no computan de manera secuencial sino altamente paralela. Comenzaron como tarjetas para gráficas y juegos de computadora pero se utilizan hoy en día para cálculos de todo tipo. En la Universidad de Berlín, por ejemplo, utilizamos estas tarjetas para que la computadora pueda reconstruir el entorno en tres dimensiones alrededor del vehículo. Examinamos el movimiento de objetos para poder identificar peatones de manera rápida y segura. Con las nuevas técnicas de redes neuronales y “deep learning” estamos aplicando algoritmos de aprendizaje para que la computadora pueda instruirse por si sola acerca de los gestos relevantes de las personas. 

Nos encontramos aún lejos de tener vehículos que puedan ya salir al mercado para actuar como taxis en la ciudad, pero la luz al final del túnel ya la vislumbramos. Para alcanzar ese objetivo, las computadoras tendrán que aprender del cerebro y tendrán que aprender a “pensar” económicamente y en forma altamente paralela. 

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Fotos: El vehículo que recorrió 2400 Km de manera autónoma en México en 2015 (de izquierda a derecha, Daniel Göhring, Raúl Rojas, Fritz Ulbrich, Tinosch Ganjineh). Vista al interior del vehículo. 

 

Raúl Rojas es profesor de Inteligencia Artificial en la Universidad Libre de Berlín y participó en la charla "¿Qué sabemos de la mente y del cerebro?" el pasado 25 de enero en Casa de América.

 

Actualidad del derecho diplomático

Por: Red de Casas

10 ago 2016

Carles Pérez-Desoy

El Derecho diplomático es un concepto generalmente desconocido para el gran público, que acostumbra a ignorar que los informativos abren frecuentemente con noticias vinculadas con esa rama del Derecho Internacional. El caso de Julian Assange, el fundador de Wikileaks asilado en la Embajada de Ecuador en Londres desde hace unos años, es un buen ejemplo. Más recientemente hemos visto como Arabia Saudita e Irán rompían relaciones diplomáticas. O cómo Cuba y EE.UU reabrían sus embajadas.  

Todas estas situaciones se gestionan con el Derecho diplomático. Podríamos decir que, de alguna manera, es el derecho procesal de las relaciones diplomáticas. ¿Cómo se negocia un tratado de paz?; ¿Cómo se relacionan entre sí dos Estados tras la ruptura de relaciones diplomáticas?; ¿Es posible detener a un jefe de Estado en viaje oficial?; ¿Cómo se expulsa a un espía? 

Por lo general estas cuestiones están reguladas por tratados internacionales, como la “Convención sobre relaciones diplomáticas” de 1961, negociada en plena Guerra Fría, en una Viena, como la de “El tercer hombre”, trufada de espías. Pero el Derecho diplomático es una disciplina muy antigua, con más de dos mil años de antigüedad, en el que la costumbre tiene gran peso como fuente de derecho. Plutarco, en sus “apotegmas”, nos refiere el caso de cierto Embajador de la Isla de Samos que habiéndose extendido demasiado con motivo de la presentación de sus cartas credenciales en Esparta, fue reprendido por el soberano con estas palabras: “Embajador, su discurso ha sido tan largo que del principio no me acuerdo; tan complicado, que la parte de en medio no la he entendido; y tan aburrido, que al final me he dormido”. 

Más allá de las anécdotas, conviene no olvidar que en todos los conflictos entre Estados - incluso en las guerras -, las partes enfrentadas deberán, siempre, en algún u otro momento sentarse a negociar. Sea el intercambio de prisioneros, la prohibición de usar determinado tipo de armas, o los términos de la paz. Durante las conversaciones de París que pusieron fin a la guerra del Vietnam, los beligerantes estuvieron negociando durante meses algo aparentemente menor como la forma de la mesa, a la espera de que finalmente se diesen las condiciones para acordar la paz. Pero para que todo eso pueda suceder, es imprescindible que existan canales y mecanismos de diálogo entre los adversarios que únicamente el Derecho diplomático garantiza. 

El cine ha sido un excelente cliente del Derecho diplomático. Alfred Hitchcock en “El hombre que sabía demasiado” plantea la cuestión de qué es lo que sucede cuando se comete un delito (un secuestro en este caso) en el interior de una Embajada. ¿Puede entrar la policía en la sede diplomática?; ¿Es posible juzgar a los presuntos culpables? En la película “Con la muerte en los talones”, Hitchcock aborda de nuevo la comisión de un posible delito, pero en este caso no en una Embajada, sino en un organismo internacional: la sede de la ONU en Nueva York ¿Puede intervenir la policía local?; ¿Qué sucede si el autor del crimen tiene inmunidad diplomática?. En la actualidad, una serie televisiva de éxito, “Madam Secretary”, aborda con frecuencia estas y otras cuestiones clave del Derecho diplomático desde la más rabiosa actualidad. ¿Es posible enviar tropas para proteger una Embajada amenazada?; ¿Cómo se regula el asilo diplomático?

También la literatura se ha ocupado con frecuencia de estas cuestiones. En “El jardinero fiel” John LeCarré plantea una cuestión polémica. ¿Es posible ampararse en la inmunidad diplomática para investigar la presunta comisión de delitos en el Estado receptor?. En “La alternativa del Diablo” Frederick Forsyth plantea, en el marco de la Guerra Fría, la posible utilización de una valija diplomática para introducir clandestinamente en otro país material nuclear destinado a armar una bomba atómica. 

Es frecuente la asociación de la palabra diplomacia con recepciones y cócteles, ignorando que ésta - y muy particularmente el Derecho diplomático - revela su verdadera eficacia no cuando las cosas van bien, sino cuando van mal... Sobre todo cuando van realmente mal... Los viejos tiempos de estabilidad que garantizaba la Guerra Fría se fueron, y no volverán. Al contrario. Todo parece indicar que vamos hacia un mundo cada vez más multipolar e inestable, en el que los conflictos de todo tipo entre Estados proliferarán, y en el que las artes de la diplomacia serán tanto o más necesarias de lo que lo vienen siendo desde hace más de dos mil años. 

 

Carles Pérez-Desoy es Subdirector General de Cancillería en el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, y participó en el seminario sobre las relaciones diplomáticas contemporaneas en la Universidad Miguel Hernández de Elche, en el marco del acuerdo de colaboración de esa institución con la Casa Mediterráneo.

El pasado judío de Madrid

Por: Red de Casas

03 ago 2016

Mª Teresa Fernández Talaya

El Centro Sefarad-Israel de Madrid y el Instituto de Estudios Madrileños, adscrito al Centro de Ciencias Humanas y Sociales del C.S.I.C. van a organizar un ciclo de conferencias que tendrá por título “El pasado judío de Madrid: evidencias desde la arqueología, la documentación y la historia”. Se impartirán en el Palacio de Cañete, sede del Centro Sefarad-Israel, Calle Mayor, 69.

En los sesenta y cinco años que median entre la fundación del Instituto de Estudios Madrileños y la actualidad viene desarrollando una fecunda labor en la promoción, estudio y difusión de la cultura de la Comunidad de Madrid, tanto en el pasado histórico como en la actualidad. El resultado ha sido la publicación de las distintas series de conferencias dedicadas a los más variados aspectos de Madrid y su historia, la edición de libros y, sobre todo, la revista Anales del Instituto de Estudios Madrileños, cuya edición ha sido objeto de las actualizaciones propias de las revistas de categoría científica; y de publicaciones de tema madrileño, muy especialmente de aquellas tesis doctorales que tienen como objeto los más variados aspectos relacionados con la Villa y Corte o con los territorios del antiguo entorno provincial.

El Instituto de Estudios Madrileños está en posesión del título de Cronista Honorario de la Villa como homenaje público por la labor desarrollada por todos y cada uno de sus miembros y la Medalla de Madrid, en su categoría de Oro, «en reconocimiento de su singular labor de investigación, estudio y divulgación de temas madrileños y del alto nivel científico alcanzado en el desarrollo de su tarea institucional».

Las conferencias comenzarán presentando las “Fuentes documentales para la historia de los judíos en Madrid” a través de la documentación que se encuentra en el Archivo de Villa de Madrid. Su directora, Carmen Cayetano Martín, nos comentará como a través de esas fuentes documentales los judíos aparecen como objeto de disposiciones o de negocios jurídicos en contratos de compra-venta y de servicios. Tenemos noticias de los mismos desde el siglo XIII y más tarde aparecen diversas noticias en documentos reales, como cédulas y provisiones, sobre tributos y deudas con los vecinos de Madrid. En los libros de actas concejiles son muchas las noticias donde los judíos aparecen con nombre propio al igual que en los registros notariales del siglo XV. También tenemos noticias sobre judíos en otros archivos municipales y eclesiásticos.

El catedrático, Enrique Cantera Montenegro nos hablará de “Los judíos del reino de Castilla en los siglos XI al XV”. Desde el inicio de la Edad Media los judíos castellanos jugaron un papel importante, formando aljamas o comunidades de naturaleza e importancia desigual, según los territorios. Se dedicaron a actividades económicas fundamentalmente urbanas como la artesanía, el comercio y las finanzas, disfrutando de una gran autonomía administrativa, jurisdiccional y religiosa mediante un régimen especial fiscal y de gobierno. Sus relaciones con los cristianos fueron pacíficas hasta el siglo XIV, con un antijudaismo que fue creciendo hasta finales del XV con su persecución por la Inquisición y su obligada conversión o expulsión.

Esther Andreu, como directora de las excavaciones arqueológicas en la Plaza de Oriente y en la de la Armería de Madrid, pondrá de manifiesto la existencia de un campamento o guarnición militar de origen islámico, que fue transformándose desde el siglo XI, tras la conquista cristiana por Alfonso VI con gentes provenientes de Toledo, constituyéndose un reducto para los judíos conocido en las fuentes documentales como “el castillo de los judíos”, que la arqueología ha descubierto, señalando su ubicación.

“La judería de Madrid en el contexto social y económico de la Edad Media” será analizada por el profesor Tomás Puñal. La judería de Madrid pertenece al conjunto de las del reino de Toledo en la Edad Media. Ubicada junto al alcázar, centro del poder real, estuvo muy vinculada social y económicamente a la gran judería toledana, de donde procedían muchos de sus miembros. Predominaron en ella dos grandes linajes dedicados al comercio de alimentos de primera necesidad, las materias primas y las finanzas, con el arrendamiento de rentas reales, municipales y eclesiásticas, que permitió a los judíos madrileños disponer de una capacidad económica importante e intervenir en todos los resortes de la economía local. Todo ello dentro de una convivencia pacífica con el resto de cristianos y musulmanes.

Predominaron en ella dos grandes linajes dedicados al comercio de alimentos de primera necesidad, las materias primas y las finanzas, con el arrendamiento de rentas reales, municipales y eclesiásticas, que permitió a los judíos madrileños disponer de una capacidad económica importante e intervenir en todos los resortes de la economía local. Todo ello dentro de una convivencia pacífica con el resto de cristianos y musulmanes.

 

Mª Teresa Fernández Talaya es Presidenta del Instituto de Estudios Madrileños y participó en el encuentro "El pasado judío de Madrid: evidencias desde la arqueología, la documentación y la historia" en el Centro Sefarad-Israel.

Sobre el blog

La Red de Casas es un instrumento de la diplomacia pública española, compuesto por Casa África, Casa de América, Casa Árabe, Casa Asia, Casa del Mediterráneo y Centro Sefarad-Israel. Su finalidad es fortalecer la cooperación política y económica, el diálogo intercultural, el mutuo conocimiento y los lazos de España con los distintos ámbitos geográficos en los que actúan. Este blog dará voz a las personalidades políticas, institucionales, sociales y culturales que participan en las actividades de las Casas y servirá para invitar a las actividades que se organizan. Web: www.reddecasas.es Twitter: @ReddeCasas.

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