Red de Casas del Ministerio de Exteriores

“Un líder para la ocasión: Bernardo de Gálvez y la conquista de Panzacola, 1781"

Por: Red de Casas

31 ago 2016

Agustín Guimerá

El gobernador español de Luisiana, general Bernardo de Gálvez (1746-1786) fue todo un líder durante la guerra de Independencia de los Estados Unidos. La conquista en 1781 de Panzacola, capital de la Florida Occidental, constituye un buen ejemplo de esta valía. 

Cuando España declara finalmente la guerra a Gran Bretaña, en abril de 1779, uno de sus  objetivos es la recuperación de Florida, que había sido entregada a los británicos en 1763. Suponía, junto a Las Bahamas, una amenaza directa a la navegación y comercio del golfo de México, La Habana y el estrecho de la Florida, salida natural del Caribe hacia Europa, verdadero “cuello de botella” estratégico. Gálvez era el hombre idóneo para dicha estrategia española en el golfo de Méjico. Se conjugaban en su persona un buen conocimiento del terreno, la amistad con algunas tribus indias, la simpatía con los rebeldes, el respeto de sus enemigos británicos y sus contactos con la élite de Nueva Orleans, debido a sus conocimientos de francés y su matrimonio con una dama perteneciente a la alta sociedad de Luisiana.  

Una vez iniciada la guerra, Gálvez decide pasar a la ofensiva desde Nueva Orleans. En menos de un mes (27 agosto-21 septiembre 1779), con pocos soldados y escasa artillería, captura por sorpresa una serie de fuertes enemigos del Misisipi, liberando así de la amenaza británica la cuenca baja del gran río. El 13 de marzo de 1780, tras dos meses de campaña, toma Mobila, que, junto con Panzacola, era la llave de la Florida occidental. A continuación, Gálvez se embarca en la aventura de conquistar esta última plaza. 

Panzacola se hallaba emplazada en el fondo de la bahía, a unos 10 kilómetros lineales de la boca. En su entrada – de unos 1.700 metros de ancho- existen todavía peligrosos bancos de arena y piedra. La costa es arenosa y llana, salvo una elevación que domina la boca de la bahía: Barrancas Coloradas o Red Cliffs. Allí los británicos habían levantado un  fuerte de madera, dotado de una potente artillería. Esta batería alcanzaba con su fuego el otro lado de la boca: la isla de Santa Rosa. Dado su emplazamiento en altura, el fuerte no era batible por la artillería de los buques.  No era factible atacar Panzacola por tierra, pues constituía una verdadera odisea: unos 90 kilómetros de trayecto desde Mobila, atravesando bosques espesos de coníferas y ríos caudalosos, que dificultaba la operación militar. La ciudad debía pues ser tomada desde el mar. El factor sorpresa no existía. 

Tras forcejeos, dilaciones y algún que otro percance naval, la expedición de conquista  parte de La Habana el 28 de  febrero. La tenacidad de Gálvez, que contaba sólo treinta y cinco años, había dado sus frutos. La escolta de guerra estaba compuesta por  1 navío, 3 fragatas y 2 buques menores. El convoy lo formaban 18 transportes y 2 lanchas cañoneras. A estas fuerzas se unen 1 navío y 1 fragata franceses.  La tropa sumaba 1.543 soldados, a las que se uniría un grupo de indios aliados, una fuerza pequeña para tamaña empresa, pues la guarnición británica de Panzacola reunía a 2.679 hombres, entre ellos 1.800 soldados y 500 indios. Era pues una operación anfibia compleja.  

El 9 de marzo la expedición española llega a su destino. Tras fondear el convoy y su escolta frente a la isla de Santa Rosa, se lleva a cabo con éxito el desembarco esa misma noche, poniendo en tierra 1.300 hombres en sólo cuatro horas. En una marcha de unas cinco horas, estas unidades llegan a la Punta Sigüenza, en la boca de la bahía, frente al fuerte de Barrancas Coloradas, emplazado en la otra orilla. La primera fase de la operación ha terminado. 

Pronto Gálvez se enfrenta al momento más crítico de su campaña, donde mostraría sus dotes de líder. Es el hecho más famoso de su biografía, la forja de su leyenda. El navío de guerra español sufre una varada durante el reconocimiento de la boca de la bahía, aunque finalmente puede liberarse. Un fuerte viento augura un temporal del sureste. Todo indica que el fuerte de Barrancas Coloradas impide, con el alcance de sus cañones, la entrada en la bahía. No hay seguridad de que el calado de la entrada permita el paso de las embarcaciones a vela. Durante seis largos días –entre el 12 y 18 de marzo- Gálvez discute con el comandante naval sobre la posibilidad de entrar en la bahía con todas las embarcaciones, pero este último se niega.  

Galvéz se encuentra así en un aparente callejón de salida.  Sabe que los posibles refuerzos de La Habana pueden tardar semanas, como así fue. No puede quedarse inactivo en la isla de Santa Rosa y correr el riesgo de quedar aislado del mundo exterior, si el temporal obligase a las fuerzas navales a alejarse de la costa. No se resigna tampoco a volver a Cuba con las manos vacías.  Está convencido de que es posible entrar en la bahía, que hay suficiente calado –ha ordenado una noche el sondeo del canal, de forma particular, con éxito- y que los cañones del fuerte británico no constituyen un fuerte obstáculo. 

Entonces asume con valentía y resolución un riesgo personal. Como un buen líder pasional, se juega ahora todo a una sola carta. La puesta en escena es digna de una obra teatral de su época.  A primera hora de la mañana del 18 de marzo, envía al comandante del navío español una bala de treinta y dos libras –la de mayor calibre que posee el enemigo-, que había sido disparada por el fuerte de Barrancas Coloradas y hallada en la isla de Santa Rosa. La nota adjunta ya forma parte de su leyenda: “El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el [bergantín] Galveztown para quitarle el miedo.” Con su bergantín personal, una balandra y dos lanchas cañoneras –que Calvo había previamente puesto bajo el mando exclusivo de Gálvez-, el general se coloca en la toldilla de su buque, junto a la bandera, enarbolando su insignia de grado y haciendo el saludo reglamentario al enemigo -15 cañonazos-, como si fuese una visita de cortesía a un puerto amigo. La flotilla atraviesa rápidamente la boca de la bahía, en el canal más alejado del fuerte británico, que dispara 28 cañonazos y provoca averías en las jarcias y velas del bergantín. Pero las embarcaciones arriban a la bahía sin mayores daños. Las tropas desplegadas en la isla de Santa Rosa prorrumpen en vítores ante la hazaña de su jefe, echando al aire sus gorros. El entusiasmo es general.  

Lo que viene a continuación ya pertenece a la historia. Los capitanes de fragata reaccionan favorablemente y piden permiso a su comandante para llevar a cabo la operación. Al día siguiente  -19 de marzo- las tres fragatas y el paquebote atraviesan la boca de la bahía, con todo el convoy. El fuerte dispara 140 cañonazos, que ocasiona averías en los mercantes, pero los españoles fondean finalmente en la bahía.  

A partir de este momento, el relato parece tomado de un manual de poliorcética, aquella operación de sitio y conquista de una plaza fuerte. La situación militar de los españoles mejora rápidamente. A los pocos días, llegan refuerzos de Mobila y Nueva Orleans. Ahora Gálvez cuenta con 4.070 efectivos. Su tropa desembarca entonces cerca de Panzacola el 24 de marzo, aislando al fuerte de Barrancas Coloradas. Construye finalmente un campamento de sitio el 2 de abril, para tomar por asalto los tres fuertes que protegen Panzacola.  Para ello tiene que vencer la resistencia de los indios aliados de Gran Bretaña, que acosan a sus hombres. Aquella típica lucha de guerrillas  en aquellos bosques frondosos podría ser hoy objeto de una película de aventuras.  

Gálvez es herido durante un reconocimiento del terreno, pero los españoles se preparan para cavar trincheras y reductos de artillería e iniciar el ataque. El 18 de abril tiene lugar un acontecimiento extraordinario: la llegada de grandes refuerzos desde La Habana.  La escuadra está compuesta nada menos que de 19 navíos, 6 fragatas y 5 buques menores, incluidas algunas unidades francesas. Suman estas fuerzas un total de 30 embarcaciones. La escuadra transporta 2.754 hombres de tropa. Ahora las fuerzas españolas –soldados, marinería e infantes de marina- suman 7.677 hombres. El panorama ha cambiado radicalmente. Los asaltantes superan al enemigo en una proporción de tres a uno. La escuadra colabora activamente en las labores de sitio, pese a sufrir un fuerte temporal en los días siguientes. 

Los hechos se precipitan. Tras un reconocimiento del terreno próximo a las posiciones británicas, los españoles construyen con rapidez una gran trinchera, dos reductos y una batería de sitio, para ocupar por la fuerza el primer reducto  enemigo. Las obras de sitio finalizan el 1 de mayo. Los días siguientes son  testigos de un duelo artillero y combates de infantería. Por último, el azar de la guerra favorece a los asaltantes el 8 de mayo. La voladura fortuita del almacén de pólvora y municiones que existía en aquel reducto británico es aprovechada por los españoles, que conquistan la posición. Los británicos se retiran al reducto siguiente y, tras un duelo artillero, izan bandera blanca. Su posición es ya insostenible. Las negociaciones duran el resto de la jornada y la mañana del 9 de mayo, cuando se firma la capitulación de la plaza. El 11 de mayo capitula también el fuerte de Barrancas Coloradas, que tantos disgustos había dado a los expedicionarios españoles. Tras 71 días de desembarco y 12 días de trinchera abierta, la conquista de Panzacola es una realidad. Los prisioneros británicos suman 1.700 hombres, aparte los negros e indios. Se capturaron 147 piezas de artillería, municiones, pólvora y víveres. Las bajas españolas eran asumibles en términos militares, un 4% de la fuerza conquistadora. 

La conquista de Panzacola significó el dominio español de la Florida occidental, que sería completado poco más tarde con la ocupación de Las Bahamas en mayo de 1782 por el ya teniente general Cagigal. Con esta operación anfibia, la Florida oriental cae también. En la paz de Versalles, toda la Florida retornaría a España. El liderazgo de Gálvez había dado sus frutos. 

 

Agustín Guimerá es investigador del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y participó en el acto "La independencia de EE.UU y Bernardo de Gálvez" el pasado 21 de enero de 2016 en Casa de América.

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