Red de Casas del Ministerio de Exteriores

Perdonar lo imperdonable: crónicas de una paz posible

Por: Red de Casas

12 oct 2016

Claudia Isabel Palacios

(Apartes del prólogo del libro de la periodista Claudia Palacios, que recoge historias de superación del conflicto armado colombiano)

Empezaré con una conclusión: para hacer la paz no es imprescindible firmar un acuerdo de paz. De hecho, Colombia ha firmado al menos cinco en los últimos treinta años y aún el país no está en paz. El año y medio que duré haciendo PERDONAR LO IMPERDONABLE, visitando muchas ciudades, municipios y veredas de Colombia, conversando con ciento veintiséis personas, entre exvíctimas, exvictimarios, expresidentes, excomisionados de paz, exnegociadores de paz, académicos, empresarios, filántropos, voluntarios, y ciudadanos del común, entre otros, me enseñó que la paz más firme, la menos vulnerable, es la que se fundamenta en la convicción personal de que cada individuo en sí mismo es un constructor o un destructor de paz. Por eso, y porque en medio de un proceso de paz, la palabra paz es significado de polarización política, me veo en la necesidad de dejar claro, desde un comienzo, que este libro no es un trabajo para apoyar o no el actual acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc en La Habana, o el que surja con el ELN. De la ruta que hice para reunir las historias que leerán en estas páginas aprendí que todos tienen razón, tanto los que piden votar no en el plebiscito porque consideran excesivos los beneficios que recibirán las Farc; como quienes invitan al sí porque entienden que es lo mejor que se puede lograr y que, como en toda negociación, vale la pena ceder si es a cambio de no aumentar el número de víctimas. En medio de la coyuntura todos tienen razón, pero una de las convicciones que me quedó después de hacer este trabajo es que tomar decisiones basadas en la coyuntura es un error, hay que tomarlas con visión de futuro, no de presente ni de pasado.

Las historias contenidas en los primeros nueve capítulos de este libro muestran que mientras líderes de este país han intentado paces, unas imperfectas, otras frustradas, otros miles de compatriotas han hecho a nivel personal, familiar, comunitario y laboral unos muy exitosos procesos de paz. El deseo de superación, el arte, el deporte, la fe y el amor han sido herramientas de enorme valor para quienes han sido víctimas o victimarios y decidieron dejar de serlo. Pero estas personas no lograron eso solas, otros miles de ciudadanos que no estuvieron en uno de los bandos de la guerra fueron fundamentales para que historias de tragedia y dolor se convirtieran en unas de superación, alegría e inspiración. Por eso la invitación a cada uno de esos cuarenta millones de colombianos que no ha sido víctima directa del conflicto, es a que encuentre su rol en la construcción de la paz de nuestro país. El convulsionado acontecer de esta tierra durante los últimos sesenta años nos ha llevado a desarrollar un nivel de resiliencia que marca el empuje y la pasión de los colombianos, pero que también nos ha hecho indiferentes. Tal vez esa es la razón por la que no nos damos cuenta de que Colombia es más grande que el pequeño universo que cada quien vive, ya sea desde la comodidad de Bogotá y de las ciudades donde ya se siente lo que se considera un posconflicto, o desde los pueblos, corregimientos y barrios donde aún los padres sienten el temor de que un grupo armado les reclute o les mate un hijo. Cuando esos dos universos se reconocen, se valoran e interactúan se producen historias llenas de creatividad, pragmatismo y dignidad que salvan del abismo a los afectados y que enriquecen y dan sentido a la vida de aquellos que creían haber hecho todo bien porque cumplían con trabajar honradamente. Buscar ese universo contrapuesto al que cada quien vive, y que puede estar a tan solo unas casas de distancia, es el primer paso para encontrar un rol que desempeñar en el camino a tener un país en paz, diferenciando entre lo que significa dar y lo que es darse. Lo primero en ocasiones es una «lavada de manos» que ayuda a tener la conciencia tranquila a través de una donación en dinero o en especie a una causa noble; lo segundo es entregar el talento, la inteligencia y el tiempo a la transformación de las realidades que nos fastidian o criticamos. No todos pueden dar, pero sin duda todos podemos darnos.

En el capítulo diez, veintidós protagonistas de anteriores procesos de paz reflexionan sobre las razones por las que estos no funcionaron, y algunos reconocen errores que en su momento cometieron creyendo que eran aciertos. No están todos los que son, algunos fueron consultados pero por falta de compatibilidad en las agendas nunca pudimos concretar las citas para entrevistas, y otros no fueron convocados porque sería necesario tener el espacio de una enciclopedia para contar las historias de todos los que han participado en procesos de paz.

Para cerrar esta introducción me robo una frase de una de las voces del libro, la del chef del restaurante El Cielo, Juan Manuel Barrientos. Él dice: «Como soy cocinero, estoy cocinando la paz de Colombia». Yo digo: como soy comunicadora, estoy comunicando la paz de Colombia; ¿usted qué es y qué va a hacer?

 

Claudia Isabel Palacios es periodista y autora del libro "Perdonar lo imperdonable", y participó en la conversación "Crónicas de una paz posible" celebrada el pasado 12 de septiembre en Casa de América

Hay 1 Comentarios

Me sorprendió el no en Colombia, esperaba que la gente tuviera más ganas de paz y que fueran capaces de perdonar, pero imagino que el conflicto, además de largo, ha sido duro, por lo que si realmente se quiere la paz habrá que trabajarla duramente.

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