Red de Casas del Ministerio de Exteriores

Asimov: un científico contra el aburrimiento

Por: Red de Casas

29 mar 2017

José Manuel Tenorio

Sobrevivir en el Instituto de Bachillerato de La Elipa en 1982 no fue una tarea fácil. Los estudiantes del horario nocturno no eran precisamente los más motivados de la galaxia y pasaban más tiempo visitando los bares cercanos que yendo a clase. Aunque quizá para algunos de los docentes, las aulas vacías eran preferibles a lidiar con unos muchachos a los que el desencanto y falta de oportunidades habían hecho madurar demasiado rápido.

A mis 14 años la perspectiva de ir a la universidad me parecía tan improbable como visitar Marte.

Una tarde de primavera decidimos cargarnos de razones para no ir a clase y con gran asombro por parte  del director del centro, montar una huelga por “La guerra de las Malvinas”. En la “sentada reivindicativa” que sirvió de excusa a nuestras pellas, acerté a protestar al lado de un chaval del que solo recuerdo su nombre, Zenón. Llevaba en las manos una novela, Fundación e Imperio, que, tras una agradable conversación sobre aficiones comunes, decidió prestarme. Y el bueno de Isaac Asimov entró en mi vida.
La leí con avidez y quedé prendado del Imperio Galáctico, de Trántor , de “El Mulo” y Hari Seldon.


Esa mezcla perfecta de aventura, predicción histórica y viajes espaciales que hacen de la ciencia ficción mi género preferido. Después de ésta vinieron muchas más: El ciclo de los Robots, Bóvedas de Acero, Estoy en Puerto Marte sin Hilda, Los Propios Dioses...


Sería bonito decirles que éstos y otros relatos abrieron en mí la puerta de la curiosidad científica, que enderecé el expediente académico y ahora soy un reputado investigador de los misterios insondables del cosmos. Desgraciadamente mis notas siguieron siendo mediocres pero la afición por la especulación científica ya no me abandonaría jamás. Pero Asimov guardaba más sorpresas.
Pronto descubrí que había otra manera de aprender ciencia. Que gracias a un maravilloso libro de divulgación, El electrón es zurdo, estaba a mi alcance entender complejos principios físicos sin escribir una sola formula. ¡Podías explicar lo que era el spin del electrón y hablar sobre su paridad comparándolo con el mundo de Alicia en el País de Las Maravillas! Suponiendo que hubiera encontrado a alguien en mi entorno interesado en escucharme, misión tan difícil como entender que, en el mundo subatómico, las partículas pueden “estar y no estar” en un sitio  a la vez, consecuencia del “Principio de Incertidumbre”. Heisenberg, Schrödinguer y su famoso gato, también llegaron de la mano del Buen Doctor. Hoy en día cualquier librería del mundo tiene sus estanterías llenas de obras que tratan de explicar la ciencia de forma accesible para el gran público. Creo que en gran medida es gracias a Asimov y sus ensayos.


No me atrevería a decir que Isaac Asimov era un hombre religioso, nunca renegó de sus orígenes y de su ascendencia judía, pero como científico, su mente racional buscaba una explicación física a los misterios del universo. Aunque podemos encontrar un planteamiento espiritual en la mayor de sus sagas, Fundación, en la que propone una galaxia consciente, como un gigantesco ser vivo del que los humanos serían solo una parte.


La historia fue otro de sus temas preferidos. Escribió una gran Historia universal Asimov compuesta por diferentes volúmenes que abarcan desde los albores de la humanidad hasta el nacimiento de Estados Unidos. Una vez más y gracias a él, conocí las intrigas de Artajerjes en la antigua Persia, las hazañas de Alejandro y cómo el Imperio Romano terminó con la caída de Constantinopla a manos de Mehmed II.


Durante toda su vida tuvo el empeño de enseñar, de hacer accesible lo que hasta entonces estaba reservado a una elite intelectual. Según sus propias palabras “Intento escribir con un vocabulario muy reducido de 3000 palabras que me pueda entender un granjero de Kansas”.


Era claustrofílico, un gran cantante de operetas, capaz de formular las leyes de la robótica en sus novelas y que sean pieza fundamental en el desarrollo real de esta ciencia o de predecir con gran exactitud cómo sería el mundo en 2014 solo basado en su correcta interpretación del avance de la ciencia. Detestaba Encuentros en la tercera fase al igual que no hay lector de sus novelas que no odie las adaptaciones que al cine que se han realizado de sus relatos. Temo el día que Hari Seldon sea llevado a la pantalla.
Asimov no hizo de mí un científico pero gracias a él supe que la ciencia es atractiva, que sin entender la historia pasada no podemos analizar nuestro presente y que el espacio está ahí afuera esperando que nuestras naves espaciales nos lleven a descubrir sus secretos. Algún día habrá un mundo habitado por humanos que lleve su nombre.

PD: A unos trescientos cincuenta millones de kilómetros del Sol, orbita el 5020 Asimov. Una pequeña roca del cinturón de asteroides descubierta en 1981 y bautizada así en honor del escritor. Y aunque quizá mereciera que un astro más importante llevara su nombre, creo que don Isaac estaría complacido. Esta piedra sideral ronda cerca del gigantesco asteroide donde transcurre su primer relato publicado: Varados frente a Vesta, 1939, en Amazing Stories.

Este artículo de José Manuel Tenorio, director de la agencia cultural Pop Producciones y ganador del premio Goya 2011 al mejor cortometraje, se enmarca en el ciclo de tres conferencias acerca de Isaac Asimov que organizó el Centro Sefarad - Israel los días 2, 9 y 16 de marzo de 2017 con motivo del centenario de su nacimiento.

General Demetrio Muñoz García


Algunas palabras del idioma español han pasado a ser patrimonio de la humanidad, y entre ellas las palabras guerrilla y guerrillero como expresión de la acción de una población contra un invasor. Así, cuando al principio de los años 60 se crean las primeras Compañías de Operaciones Especiales en Asturias, éstas toman el nombre popular de “Compañías de guerrilleros”. Y no estaba mal empleada la acepción, ya que uno de sus cometidos era servir de base para la constitución de un movimiento guerrillero que aglutinara a los restos del Ejército y a la población, en caso de una invasión de las unidades acorazadas del Ejército ruso. Era la época de guerra fría y del miedo al poderío soviético.

    Las unidades de Operaciones Especiales evolucionaron como el resto de Ejército español, al compás de la incorporación de España a la UE y a la OTAN, hechos que se producen casi al unísono. Son los años de la caída del muro de Berlín, de los inicios de la globalización y de la creación del Mando de Operaciones Espaciales (MOE) que aglutina todas las Unidades de Operaciones Espaciales del Ejército de Tierra (ET) en Alicante. Y son los años de la proyección del Ejército español allende sus fronteras como una herramienta más de acción exterior del Estado. Así, desde el año 1993, las Unidades de Operaciones Especiales del ET español han participado en operaciones en el exterior en Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Mozambique, Irak, Afganistán, Líbano, Senegal, Mauritania, Mali, República Centroafricana, etc.

    Actualmente Unidades del MOE se encuentran desplegadas en Irak en la Operación A/I de la Coalición Internacional contra el DAESH instruyendo a Unidades del Ejército Iraquí y a milicias suníes implicadas en la recuperación de Mosul; en Mali, en la misión de AM (Asistencia Militar) de la UE de entrenamiento de las Unidades de Comandos Malienses; en Líbano en apoyo a la misión L/H de la ONU, y entrenando a las Unidades de Comandos y de Operaciones Especiales en Senegal y Mauritania dentro del concepto nacional de Seguridad Cooperativa. Y es que la seguridad de España y de los españoles se dirime no solo dentro de nuestras fronteras, sino también allende los mares. Hoy los hombres y mujeres que conforman los Ejércitos, y entre ellos los de las Unidades del MOE, materializan el concepto de “frontera avanzada” como una muestra de que la seguridad de nuestra Patria y de los españoles se juega en ocasiones a miles de kilómetros de nuestras fronteras. España, como fiel aliado de la UE, la OTAN y de la Comunidad Internacional también contribuye con estos esfuerzos y así, unidades del MOE se integran en el European Battle Group, en el Mando Componente de OEs nacional y en las Fuerzas de Respuesta de la OTAN - NRF-18 (Nato Response Force-18) del Mando Conjunto de OE.

El Mando de Operaciones del ET es una unidad joven, que aglutina el 100% de las capacidades de Operaciones Especiales del ET, y que aporta más del 70% de capacidades de Operaciones Especiales totales de las FAS en términos cuantitativos, mientras que en términos cualitativos, aporta capacidades únicas de Operaciones Especiales en las FAS. El MOE dispone de cuatro Grupos de Operaciones Especiales (GOE) y un Grupo de Cuartel General (GCG) que le proporciona apoyo logístico y de combate a la totalidad de las Unidades del MOE.

Es también el Mando de Operaciones del ET una unidad especial en el aspecto de personal, nuestro bien más preciado, y lo es tanto por su alto grado de cobertura de la plantilla, como porque es la única unidad del ET cuyo personal es seleccionado a partir del resto de las unidades del ET, con independencia de su especialidad fundamental, lo que nos permite afirmar que el MOE es la unidad más selecta del ET. El personal pasa unos periodos exigentes e intensivos de formación, que pueden suponer entre dos y tres años, hasta adquirir las aptitudes y capacidades necesarias para formar parte de los Equipos Operativos de OEs.

El futuro se presenta demandante e ilusionante, el escenario actual, donde el conflicto que se desarrolla en lo que ahora se denomina la “zona gris”, por la dificultad de  definir como guerra lo que está ocurriendo, es el ideal para el empleo de las unidades OE. Los recientes conflictos de Afganistán, Irak, Libia, Sahel, etc, han puesto de manifiesto la trascendencia de las Operaciones Especiales como una herramienta versátil, flexible, poco intrusiva y eficaz en la lucha contra el enemigo del siglo XXI, el terrorismo internacional en sus múltiples y variadas formas. Tenemos unas Unidades de OE homologables a las de países más avanzados de nuestro entorno y capaces de asumir las misiones que en salvaguarda de la seguridad e intereses nacionales y de nuestros aliados, nos sean ordenadas, ya sea en Territorio Nacional o a miles de kilómetros de nuestra Patria.

Este artículo del General Demetrio Muñoz García, jefe del Mando de Operaciones Especiales, se enmarca en la entrevista-coloquio “Importancia del MOE en la seguridad de España”, organizada el 9 de febrero de 2017 por Casa Mediterráneo.

Nicène Kossentini: Los tiempos del arte

Por: Red de Casas

15 mar 2017

Christine Buci-Glucksmann


En el marco de la exposición Fugitive de Casa Árabe, querría analizar los tiempos del arte en la obra de Nicène Kossentini. Un tiempo plural hecho de memoria, de olvidos y travesías múltiples, que perfila una auténtica estética de lo efímero y de la “harmonía”.

Y es que efectivamente, en el marco de la globalización, hemos vivido una modificación de la condición de las imágenes que está transformando todas las disciplinas artísticas. Sumándose a los tipos de imagen analizados por Gilles Deleuze,  la imagen-acción y la imagen-tiempo, hemos asistido al nacimiento y multiplicación de lo que he denominado la “imagen-flujo”. Fluida en el presente y sin embargo archivada, se hace inseparable de una estética de lo efímero. Un efímero que no es el instante como corte en sección del tiempo, sino que refleja precisamente su paso, la modulación del tiempo que se ha vuelto patente entre todos los recovecos de la vida y la creación.

Sin embargo, es preciso distinguir dos modalidades de lo efímero. Un efímero melancólico, el de Hamlet, el del spleen de Baudelaire y de todas las melancolías del arte. Y un efímero positivo, cósmico y nietszcheano, cercano a lo que en Japón se denomina mujô: la impermanencia. Esta fragilidad de todas las cosas se abre a lo heterogéneo, a lo múltiple, y a todas las materias de la ausencia. Aferra el tiempo como un momento oportuno (el kairos griego) o el à propos de Montaigne. Y por consiguiente, abarca lo fluctuante, lo flotante, lo fugitivo como fuerza de arte. Ese es el tiempo del arte de Nicène Kossentini: una noción del deambular y de la relación donde los arraigos son solidarios y las raíces, rizomas.  Pues entre su país, Túnez, y Francia, Argelia, Bahréin y la Córdoba actual, Nicène Kossentini explora los recovecos de las culturas con sus temporalidades distintas.

Desde este punto de vista, me gustaría diferenciar tres tiempos en su obra:
1) el tiempo de la memoria y de la infancia, entre aparición y desaparición;
2) el tiempo de echar a volar y de la libertad, que responde a mi libro L’envol du papillon ou le mythe d’Icare revisité [‘El despegue de la mariposa o el mito de Ícaro revisitado’], y a la exposición de Sidi Bou Said en la galería de Selma Feriani (2014);
3) los tiempos cruzados de Fugitive en Córdoba, que nos propone una interpretación plástica compleja del arte de Al-Ándalus y de las “materias de la ausencia”. Lo que forma huella y signo, convergiendo con lo que Freud llamaba "lo pasajero”.

El tiempo de echar a volar y de la libertad

Un día, una mariposa blanca penetra en su taller, revolotea indefinidamente y muere.  Y precisamente esa mariposa se convertirá en el punto de partida de su exposición en la galería Selma Feriani y de nuestro encuentro, que adoptará la forma de un libro: L’envol du papillon ou le mythe d’Icare revisité [‘El despegue de la mariposa o el mito de Ícaro revisitado’].

La mariposa siempre ha sido la metáfora de la liviandad y de una libertad frágil. Las obras que se refieren a ello son incontables: los cuadros clásicos de las Vanidades, la mariposa seca de Picasso, el Sueño de la mariposa de Benjamin Perret, los híbridos de Miró o, más recientemente, de Damien Hirst. Una suerte de alegoría de la libertad que Nicène Kossentini explora a través de distintos soportes: fotografía, vídeo, escultura.  Un ojo icario, el mismo que yo desarrollé en mi libro L’œil cartographique de l’art [‘El ojo cartográfico del arte’].

Ícaro, desobedeciendo la prohibición paterna, rechaza los límites humanos y cosmológicos para practicar la libertad total del deambular. Se quemará las alas al acercarse al sol y caerá al mar. Un trayecto que abre un nuevo espacio a la mirada y al arte, entre lo humano y lo inhumano. Una mirada libre de perspectiva, una mirada cósmica dentro del aire y del mar. La mirada misma del alejamiento. Bajo el prisma de este mito de Ícaro revisitado, la mariposa se convierte en un transitante, un objeto furtivo en ingravidez, a la vez rápido, errante y fugaz.

Entonces, entre el desafío y el riesgo, entre el vuelo y la caída, se convierte en un motivo cristalino en el sentido de Gilles Deleuze. “La coalescencia de una imagen actual y de su imagen virtual”. Perdido en el vacío del cielo de las fotografías, está ahí, con las alas replegadas en la inmensa escultura transparente en el suelo. Una suerte de alegoría de la belleza, congelada en su impulso, que se abre a ese tiempo del deambular, “The errant moment” de Fugitive.

     
Fugitive o los tiempos cruzados: Casa Árabe,  2016.
   
Así que te encuentras en Córdoba, en la Casa Árabe, este edificio mudéjar con múltiples patios, y descubres la exposición de Nicène Kossentini,  Fugitive.

La huida, el deambular, pero también el viaje y la travesía. Y es precisamente esta travesía desde el arte andalusí y dentro del mismo lo que está explorando, en una especie de segundo Oriente, con sus livianas acuarelas y su vídeo.  

El arte islámico remite a rasgos y valores específicos que conectan motivos decorativos, entre los que se cuentan tres principales: lo geométrico de los polígonos triangulares y cuadrados; lo floral y vegetal, muy presente en el arte omeya; y el caligrafismo, legible o ilegible, que cubre las paredes de escritos coránicos. Todos estos motivos dibujan una unidad cósmica de ajaracas y arabescos, con cartuchos cerrados, secciones y una gran inserción arquitectónica. Toda una estética del ornamento, como analizó Oleg Grabar, que acabó eliminando el aspecto referencial en provecho del intermediario visual y la belleza. Porque aquí en Córdoba, en la Mezquita de los omeyas transformada en catedral, se comprende hasta qué punto los ornamentos idealizados, multiplicados, transfigurados, son los ornamentos de la Idea. Y por consiguiente, de lo sagrado, como el bosque de columnas hasta el infinito o el mihrab con su cúpula decorada en polígonos. Entonces, ¿cómo trabajar sobre este arte, siempre situado entre el movimiento y la eternidad?
     
Llegarás a la sala principal y contemplarás “The errant moment”.
Los polígonos de la geometría de Al-Ándalus se separan, se sobreimprimen y van cayendo, con gran ligereza, en nuevos motivos. Como si la geometría inicial, tan compleja, se deshiciera para mostrar mejor los intervalos y el vacío que lo sagrado había suprimido. Un deambular, el tiempo doble del deambular, que paradójicamente restituye el efecto visual del original y sus procesos. En esos azulados un poco desvaídos de la acuarela, el pasado está ahí, presente y ausente a la vez. En otros motivos más circulares, una misma composición-recomposición, con sus colores claros, nos traslada siempre al origen, al tiempo del otro. El tiempo de la gloria omeya de Córdoba, el tiempo de las tres culturas que materializó su sueño y su esplendor.  

Al reinventar una especie de imagen en negativo, estas obras recorren una poética del lugar y crean un elemento decorativo fluido y aéreo, que podría incluso cubrir páginas de manuscritos, como en el Diptyque Rawq al-Hamanah (El collar de la paloma).  

Se parte de dos páginas del manuscrito El collar de la paloma de Ibn Hazm, uno de los textos más hermosos de la cultura árabe-andalusí. Ibn Hazm, el poeta de Córdoba, poeta comprometido, defensor de los omeyas y de su ciudad saqueada por la conquista bereber, tuvo una vida trágica. Perdió su casa, sus referencias, viviendo el sufrimiento y el exilio en Mallorca: “Entre los vivos me encuentro muerto de pesar, y la tristeza me ha sepultado en este mundo”.

Pese a todo, escribirá El collar de la paloma, un tratado amoroso en la tradición árabe del Libro de la flor. Amor a primera vista y amor del reencuentro, pero también amor de fidelidad.

Nicène Kossentini retoma dos páginas de ese manuscrito, manteniendo su formato, y las pone en un díptico. Recubierto de trazas de tinta rojo ladrillo, que crean un nuevo moteado, el manuscrito da lugar a un paisaje de olas, con algunos fragmentos de escritura por aquí y por allá. La idea de la huella, esa música y esa ausencia en la presencia lo ha invadido todo. Pasado de la escritura-recuerdo ilegible y presente de un viaje flotante, indeciso. Un nada sobre nada, que se convierte en todo.  

A partir de ahí, entre palabras y silencio, el vídeo Poem vuelve sobre ese tiempo doble que habita la obra de Nicène Kossentini. Sobre un mar casi estático, una boca trata en vano de articular los límites del sonido y del sentido, al igual que el díptico mostraba la materia presente-ausente de la escritura. Un espacio incierto que abre el tiempo. Un tiempo fuera del tiempo, creador de multiplicidades plásticas y conceptuales que se ensamblan, mezclan y entrelazan para alcanzar mejor la zona límite del des-ser de un inconsciente íntimo y cultural. En resumen: de la estética como ética.  

En un mundo de imágenes omnipresentes y de globalización liberal, el tiempo del arte acaba habitando esos nuevos posibles de lo imaginario que son los tránsitos de las culturas, sus intersecciones, sus huellas y sus presencias. Un tiempo múltiple, difractado, entre la disolución y la recomposición. Un arte del tiempo, que conjuga el Antaño con el Ahora en una exhalación, el momento errante en el que surge una estética de lo efímero. Dividido entre fascinación y pérdida, es lo efímero del arte, pero también de la vida. Fugitive, pues.


Este artículo de Christine Buci-Glucksmann, se enmarca en el acto inaugural de la exposición Fugitive, de Nicène Kossentini, que pudo verse entre octubre de 2016 y febrero de 2017 en la sede de Casa Árabe en Córdoba. 

Miradas cruzadas, orillas cercanas

Por: Red de Casas

08 mar 2017

Naima Benaicha Ziani

 

"Argelia empieza en los muelles de Alicante en los días en que parte el transbordador rumbo a Orán o a Argel".
Javier Reverte, El hombre de las dos patrias.

 

Antes que nada, tal vez deba advertir a los lectores que “Argelia, una mirada entre las dos orillas”, publicado por la Editorial Publicaciones UA, no es un libro al uso de los que hoy día pueblan las estanterías de la mayoría de las librerías. Es mucho más y mejor, porque se aleja de la diversión y del entretenimiento o de la mera erudición académica como únicos objetivos, aunque no está exento de todos estos aspectos.


Dicho esto, añadiría que hay infinidad de razones para escribir un libro y ninguna para no hacerlo, o eso creo yo. En nuestro caso, y quizás la que más nos instó a escribir esta obra colectiva, diseñada por su coordinadora y firmada por profesionales y académicos cada uno especialista en su campo, es la de despertar la curiosidad y difundir información de un país vecino y un socio económico importante del que la mayor parte de la población española apenas conoce nada. Deseo destacar que, a pesar de la diversidad de especialistas que han contribuido, el libro tiene una unidad que hace muy amena y atractiva su lectura.

No todos los libros son para todas las ocasiones. O al menos no necesariamente. Este libro es uno de ellos y la única ocasión que aquí se presta es la de despejar las típicas dudas que surgen a la hora de escuchar u oír hablar de Argelia ya sea en los informativos, en el mercado o en la cafetería del barrio.

En la introducción de la obra, se subraya el esfuerzo y la voluntad de coordinación que se tradujo en la participación de más de 20 autores y autoras de las dos orillas. También se incita  a destacar el argumento central de este libro: Argelia, el vecino y el socio económico de ayer, de hoy y de mañana.

Obra colectiva, producto del esfuerzo de académicos y profesionales comprometidos, este libro presenta un balance de las reflexiones de aquellos que, de una u otra manera, creen en la vecindad, en el intercambio económico, social y cultural, en la colaboración y en el respeto mutuo. El saber hacer de cada participante contribuye a difundir un conocimiento sumamente necesario para la convivencia pacífica de dos pueblos con un largo e intenso legado histórico común.

También cabe destacar que el carácter divulgativo de esta obra hace de este mero resumen una maniobra enunciativa; la variedad de la temática abordada nos limita casi exclusivamente al índice de la obra.

Los tres primeros artículos llevan el peso del mensaje que hemos querido transmitir a través de este libro. Leyéndolos, uno se puede crear una idea de los que siguen y la completan con brillantez.

Los artículos escritos sobre la historia, la sociedad civil, el papel de la mujer, el sistema sanitario y la seguridad social, el valioso papel del Instituto Cervantes en Argel y otros temas más, no son más que un mero pretexto para revelar que Argelia y su pueblo merecen que tanto España como otros países cercanos y no tan cercanos, apuesten a visitar, descubrir, conocer, invertir y por qué no, admirar.

Existe una gran preocupación sobre si Argelia y su sistema social, jurídico y económico son alicientes como para emprender la aventura de invertir o simplemente visitar este país vecino. Para ello, la totalidad de los artículos aquí expuestos viene a contestar a muchos de los puntos de interrogación que el lector pueda plantearse.

El artículo de la escritora Dalila Azzi, autora de Les ailes brûlées, sobre el turismo en Argelia, es el mayor ejemplo de que, a pesar de no ser un país eminentemente turístico, el pueblo argelino alimenta el deseo de poder tratar con personas de diferentes culturas.

El conjunto de artículos que componen este libro, independientemente de su extensión o profundidad, constituye claramente una importante contribución a la voluntad de querer romper con los tópicos y acabar con los prejuicios alimentados por unos y por otros y que tanto daño hacen a dos pueblos obligados a convivir y que comparten una intensa memoria histórica.

En síntesis, esta obra nacida en el ámbito académico, pensada y escrita desde el amor por una convivencia ejemplar entre las dos orillas de nuestro Mediterráneo, invita a dejarse llevar y viajar por un país que, a pesar de la cercanía, sigue siendo muy desconocido para los españoles en general y los valencianos y alicantinos en particular.

Artículo de Naima Benaicha Ziani, profesora del Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante, con motivo de la presentación del libro "Argelia, una mirada desde las dos orillas", el 18 de enero de 2017 en Casa Mediterráneo.

Albert Roca


En 2012 salía a la calle Naciones negras y cultura tras más de tres años de desvelos y trabajo. Ediciones Bellaterra y Casa África celebraban el primer largo de una extraña singladura editorial: la publicación en castellano de las dos obras fundamentales de Cheikh Anta Diop, autor casi desconocido en el mundo hispanófono, pero inmensamente popular en los estudios africanos (en particular francófonos) y afroamericanos (tal vez sobre todo en Estados Unidos). En 2016 esta aventura ha arribado a destino, al menos de momento, con la edición en castellano de Civilización y barbarie. Una antropología sin condescendencia.

Civilización y barbarie ha sido considerada por muchos como la opus magna del frecuentemente mal llamado afrocentrismo, etiqueta, por cierto, que Diop ignoró olímpicamente. Como todos los trabajos algo extensos del autor, presenta un carácter “compuesto” que, al principio, desconcierta a quien lo lee. Para empezar, el libro se divide en cuatro partes muy desiguales. Tanto que a cualquiera se le ocurren reorganizaciones mil de su enorme y heterogéneo contenido. Aquí va una. La tercera de estas partes, que examina brevemente lo que el autor considera los componentes básicos de la identidad colectiva (historia, lengua y psicología), bien podría introducir el libro en su conjunto. Veamos cómo se enfrenta a los supuestos “estereotipos” africanos, tras cantar el rol de cohesión social de la historiografía científica del continente, construida desde el continente –liberada, pues, de los sesgos de la historiografía colonial e incluyendo temas como la comprensión de la unidad profunda de la diversidad lingüística africana.


Diop afronta los dilemas de la modernización, esos mismos que hicieron hablar a Erich Fromm de “miedo a la libertad” o a Zygmunt Bauman de la nostalgia por la pérdida del “calor” de la comunidad, y lo hace con un optimismo africano al cual, como veremos, se adhiere durante toda la obra. A mi parecer, Diop, al recluir el “uso” de las tradiciones africanas al ámbito –necesario, pero limitado- de la conciencia colectiva, estaba infravalorando su elasticidad y su capacidad operativa en las mil facetas de la actividad humana. Con todo, las visibilizó y postuló la necesidad de su conocimiento científico, abriendo todo un espectro de posibilidades aunque él mismo no pudiese aprovecharlas: hay que reconocer que le faltaba la perspectiva que nos ha conferido la observación de cómo el continente ha sobrevivido a la larga crisis que apenas se iniciaba en el momento de publicar el libro. En cualquier caso, no se puede negar que Diop tenía una visión progresista de la sociedad africana, sin renunciar por ello a su idiosincrasia.

El optimismo epistemológico explica en buena medida dos rasgos de Civilización y barbarie que muchos han interpretado como indicios de la “falta de profesionalidad”, de ausencia de esa especialización que ahora parece la marca de toda “verdadera” ciencia. Sin embargo, al ser ponderadas más allá de los inconfesables celos disciplinares, dichas características se revelan como fuentes de la riqueza de la aportación de Diop, surgida de la tensión entre su voluntad de modernización –y de convergencia con el patrimonio de la humanidad- y su exigencia de construir a partir de la conciencia, histórica y cultural, de la singularidad africana.

Cheikh Anta Diop nunca dejó de ser una especie de “cimarrón” intelectual, el primero de los rasgos que quería comentar. Sus críticos malentendieron lo que era autonomía intelectual como capricho autodidacta o iconoclastia ideologizada, politizada. Su independencia investigadora celebró su puesta de largo en el momento en que, en 1954, decidió publicar la tesis que nadie le quería juzgar, Naciones negras y cultura (formalmente dirigida por Marcel Griaule). Cortaba así por lo sano cualquier servidumbre de su pensamiento, lo cual no quiere decir que renunciase a la ciencia, al contrario. Como es natural, la estructura y el acabado, o más bien la falta de acabado, de Naciones negras y cultura refleja bien esta ausencia de encuadre y de “bendición” por parte de la jerarquía académica: acumulación de materiales propios de empresas distintas, sin engarces explícitos aunque pletóricos de intuiciones y pistas preciosas sobre su “vinculación profunda”; escasez de remates para las distintas secciones, de corolarios para sus argumentaciones; multiplicación de extraños capítulos últimos que parecen abrir nuevos caminos en lugar del cerrar el seguido hasta entonces…


En 1948, Diop ya hablaba de “Renacimiento Africano”. El programa no consistía en repetir de manera comprimida la experiencia europea, sino en converger con ella desde la memoria y las tradiciones africanas, desde la recuperación científica del bagaje propio. No había campo de la actividad humana del que se pudiera prescindir y los pioneros tenían forzosamente que tocar todos los palos. Y no sólo para hacer de la necesidad virtud –ante la falta de efectivos-, sino, sobre todo, porque eso los obligaría a considerar, bien que mal, las conexiones entre ramas de estudio que se habían ido separando –mientras que la realidad no responde a esa separación-, previniendo así los efectos nocivos de la “disciplinaritis” que tanto ha esclerotizado el avance científico en distintos momentos. Y esto era aún más importante cuando la introducción de una nueva perspectiva –la africana- podía cambiar substancialmente lo que hasta entonces se había creído presuntuosamente como “universal”.


¿En qué sentido el eurocentrismo puede ser fuente de error? ¿Acaso la globalización no habla el lenguaje de Europa (Occidente) debido a la superioridad adaptativa de sus soluciones históricas, con independencia del carácter justo o injusto de su expansión?

La reflexión de Diop cuenta con el atractivo innegable de conectar el pasado más remoto con el presente, para mirar al futuro, un atractivo que sólo pueden convertir en “miedo” las prevenciones puristas de algún académico fanático de la” torre de marfil”, y no la del rosario… Véase, por ejemplo, una perla que anunciaba la crisis de las democracias representativas en las que hoy estamos inmersos (y desde antes de la ya infausta crisis del 2008), y que propone un amplísimo y prometedor campo comparativo.

Se puede pensar que en estas palabras no hay lugar alguno para la tradición africana, más allá del recuerdo legitimador, pero hay que recordar que Diop no estaba dictando un recetario, ni siquiera estaba propugnando un programa. Hay que leer todo el libro, que constituye en sí mismo un intento de respuesta. El autor senegalés estaba explorando las posibilidades que África y su larga trayectoria ofrecía a la ciencia –y, con ella, a la Humanidad- y viceversa. Estaba abriendo camino a un horizonte de futuro que desborda incluso sus propias expectativas hasta unirse a las actuales llamadas, en pleno siglo XXI, del Banco Mundial a poner en valor el capital social o el Indigenous Knowledge, de la Organización Mundial de la Salud a hacer otro tanto con la medicina tradicional o de la UNESCO para reclamar el rol en el desarrollo sostenible de los sistemas de conocimiento local. Lo más triste es que la necesidad de ahondar en las premisas de Diop ha sido demasiado a menudo rechazada –o al menos retrasada- sin realmente discutirla, en nombre del valor universal del ser humano. Y, sin embargo, el reconocimiento de la diversidad, más allá incluso del método científico o de los consensos jurídicos internacionales, es una necesidad para generar proyectos que impliquen en el sentido renaniano al conjunto de la Humanidad. Y, tal como bien vio Diop, ese reconocimiento no es una mera una decisión política, sino, también, una tarea científica y, por lo tanto, potencialmente utilitaria.


No sé si todo el mundo debería leer a Cheikh Anta Diop: me cuesta hablar de él en términos de obligación. Sí creo que resulta irresponsable prescindir de su lectura –y de su discusión-, en la universidad, en la investigación para el desarrollo, en la escuela… La obra de Diop es una via regia para entender un pasado africano de interacciones complejas, muy lejos de los pulcros estadios de los evolucionistas decimonónicos, que habían expulsado “asépticamente” de la historia al África y a la mayoría de la población mundial. Y esa complejidad africana constituye la fértil tierra sobre la que se pueden construir impensadas –pero estudiables- soluciones adaptativas para las gentes del siglo XXI en adelante, soluciones que se difundan desde el África a todo el planeta. La obra del modernizador Diop, tan atento a la tradición, del físico Diop, tan recordado como historiador, del respetuoso lingüista Diop, tan temerario y sugerente como lexicólogo, continúa siendo una fuente de inspiración sobre las formas y potenciales que puede engendrar tal complejidad. Permitidme cerrar esta invitación a la lectura con un ejemplo diopista de tirabuzón histórico preñado de posibilidades:


¿Se puede imaginar mayor optimismo que convertir el legado de la esclavitud en motivo de esperanza global? ¿Se puede ser más inclusivo? Vero o ben trovato, en el sentido de la “verdad” de los pragmatistas americanos, se trata del material con el que se construye un futuro común de manera rigurosa y participativa a la vez, con el que se construyen los sueños colectivos.



Artículo escrito por Albert Roca, traductor y editor científico, en el marco del Encuentro entre think tanks sobre África Subsahariana: Desafíos para el desarrollo social y económico de África, celebrado en Casa África,  el 14 de diciembre de 2016.

Sobre el blog

La Red de Casas es un instrumento de la diplomacia pública española, compuesto por Casa África, Casa de América, Casa Árabe, Casa Asia, Casa del Mediterráneo y Centro Sefarad-Israel. Su finalidad es fortalecer la cooperación política y económica, el diálogo intercultural, el mutuo conocimiento y los lazos de España con los distintos ámbitos geográficos en los que actúan. Este blog dará voz a las personalidades políticas, institucionales, sociales y culturales que participan en las actividades de las Casas y servirá para invitar a las actividades que se organizan. Web: www.reddecasas.es Twitter: @ReddeCasas.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal