José Manuel Tenorio
Sobrevivir en el Instituto de Bachillerato de La Elipa en 1982 no fue una tarea fácil. Los estudiantes del horario nocturno no eran precisamente los más motivados de la galaxia y pasaban más tiempo visitando los bares cercanos que yendo a clase. Aunque quizá para algunos de los docentes, las aulas vacías eran preferibles a lidiar con unos muchachos a los que el desencanto y falta de oportunidades habían hecho madurar demasiado rápido.
A mis 14 años la perspectiva de ir a la universidad me parecía tan improbable como visitar Marte.
Una tarde de primavera decidimos cargarnos de razones para no ir a clase y con gran asombro por parte del director del centro, montar una huelga por “La guerra de las Malvinas”. En la “sentada reivindicativa” que sirvió de excusa a nuestras pellas, acerté a protestar al lado de un chaval del que solo recuerdo su nombre, Zenón. Llevaba en las manos una novela, Fundación e Imperio, que, tras una agradable conversación sobre aficiones comunes, decidió prestarme. Y el bueno de Isaac Asimov entró en mi vida.
La leí con avidez y quedé prendado del Imperio Galáctico, de Trántor , de “El Mulo” y Hari Seldon.
Esa mezcla perfecta de aventura, predicción histórica y viajes espaciales que hacen de la ciencia ficción mi género preferido. Después de ésta vinieron muchas más: El ciclo de los Robots, Bóvedas de Acero, Estoy en Puerto Marte sin Hilda, Los Propios Dioses...
Sería bonito decirles que éstos y otros relatos abrieron en mí la puerta de la curiosidad científica, que enderecé el expediente académico y ahora soy un reputado investigador de los misterios insondables del cosmos. Desgraciadamente mis notas siguieron siendo mediocres pero la afición por la especulación científica ya no me abandonaría jamás. Pero Asimov guardaba más sorpresas.
Pronto descubrí que había otra manera de aprender ciencia. Que gracias a un maravilloso libro de divulgación, El electrón es zurdo, estaba a mi alcance entender complejos principios físicos sin escribir una sola formula. ¡Podías explicar lo que era el spin del electrón y hablar sobre su paridad comparándolo con el mundo de Alicia en el País de Las Maravillas! Suponiendo que hubiera encontrado a alguien en mi entorno interesado en escucharme, misión tan difícil como entender que, en el mundo subatómico, las partículas pueden “estar y no estar” en un sitio a la vez, consecuencia del “Principio de Incertidumbre”. Heisenberg, Schrödinguer y su famoso gato, también llegaron de la mano del Buen Doctor. Hoy en día cualquier librería del mundo tiene sus estanterías llenas de obras que tratan de explicar la ciencia de forma accesible para el gran público. Creo que en gran medida es gracias a Asimov y sus ensayos.
No me atrevería a decir que Isaac Asimov era un hombre religioso, nunca renegó de sus orígenes y de su ascendencia judía, pero como científico, su mente racional buscaba una explicación física a los misterios del universo. Aunque podemos encontrar un planteamiento espiritual en la mayor de sus sagas, Fundación, en la que propone una galaxia consciente, como un gigantesco ser vivo del que los humanos serían solo una parte.
La historia fue otro de sus temas preferidos. Escribió una gran Historia universal Asimov compuesta por diferentes volúmenes que abarcan desde los albores de la humanidad hasta el nacimiento de Estados Unidos. Una vez más y gracias a él, conocí las intrigas de Artajerjes en la antigua Persia, las hazañas de Alejandro y cómo el Imperio Romano terminó con la caída de Constantinopla a manos de Mehmed II.
Durante toda su vida tuvo el empeño de enseñar, de hacer accesible lo que hasta entonces estaba reservado a una elite intelectual. Según sus propias palabras “Intento escribir con un vocabulario muy reducido de 3000 palabras que me pueda entender un granjero de Kansas”.
Era claustrofílico, un gran cantante de operetas, capaz de formular las leyes de la robótica en sus novelas y que sean pieza fundamental en el desarrollo real de esta ciencia o de predecir con gran exactitud cómo sería el mundo en 2014 solo basado en su correcta interpretación del avance de la ciencia. Detestaba Encuentros en la tercera fase al igual que no hay lector de sus novelas que no odie las adaptaciones que al cine que se han realizado de sus relatos. Temo el día que Hari Seldon sea llevado a la pantalla.
Asimov no hizo de mí un científico pero gracias a él supe que la ciencia es atractiva, que sin entender la historia pasada no podemos analizar nuestro presente y que el espacio está ahí afuera esperando que nuestras naves espaciales nos lleven a descubrir sus secretos. Algún día habrá un mundo habitado por humanos que lleve su nombre.
PD: A unos trescientos cincuenta millones de kilómetros del Sol, orbita el 5020 Asimov. Una pequeña roca del cinturón de asteroides descubierta en 1981 y bautizada así en honor del escritor. Y aunque quizá mereciera que un astro más importante llevara su nombre, creo que don Isaac estaría complacido. Esta piedra sideral ronda cerca del gigantesco asteroide donde transcurre su primer relato publicado: Varados frente a Vesta, 1939, en Amazing Stories.
Este artículo de José Manuel Tenorio, director de la agencia cultural Pop Producciones y ganador del premio Goya 2011 al mejor cortometraje, se enmarca en el ciclo de tres conferencias acerca de Isaac Asimov que organizó el Centro Sefarad - Israel los días 2, 9 y 16 de marzo de 2017 con motivo del centenario de su nacimiento.