Gonzalo Rodríguez Marín
Marruecos, “la tierra por donde se pone el sol” en su denominación árabe, parece que se resiste al ocaso y la luz brilla como nunca en su economía. Y es que el reino alauita se encuentra en plena expansión económica.
Son muchos los proyectos que se están ejecutando y que van a contribuir al desarrollo de nuestro país vecino, como el tren de alta velocidad que unirá los 340 kilómetros entre Tánger y Casablanca en dos horas, las importantes mejoras del aeropuerto Ibn Batuta en Tánger, que duplicarán su capacidad actual, el desarrollo portuario de esa misma ciudad o la creación de nuevos parques tecnológicos . Parece evidente el esfuerzo en la modernización del norte del país durante el reinado de Mohamed VI.
La inversión pública ha aumentado un 17,7% y la privada un 3,1% solo en 2016. Además, es significativo el esfuerzo de mejora en la adaptación de su legislación para atraer inversiones del exterior.
También cabe destacar el cambio de coyuntura económica que está experimentando el país de la mano del desarrollo de una nueva y pujante industria automovilística, que solo en 2016 exportó 5.444 millones de euros, un 12% más que el año anterior, superando a la tradicional industria de los fosfatos.
En este contexto, además, se prevén inversiones de al menos 1.000 millones de dólares para crear un “ecosistema Boeing” también en el norte del país y el desarrollo de interesantes proyectos en energías renovables o en el sector TICs (tecnologías de la información y comunicación), ambos sectores con crecimientos espectaculares en los últimos años.
En definitiva, Marruecos vive un periodo de transformación económica positivo, aún con sus sombras en términos de desigualdad y empleo, en un país donde más de la mitad de su población tiene menos de 24 años.
Para España, Marruecos representa mucho más que un vecino; la estabilidad de Marruecos es clave para nuestra tranquilidad y ofrece una oportunidad de desarrollo también para nuestra economía. Es evidente que las relaciones entre ambos reinos atraviesan un momento inmejorable y tal vez por ello España ha superado a Francia como primer país receptor de sus exportaciones e igualmente como socio comercial. Son más de 330 las empresas españolas establecidas en Marruecos, especialmente en sectores como la automoción, aeronáutica, transporte, logística, TICs o renovables.
Y es en este marco en el que surge el desarrollo de una nueva industria financiera en el país, las llamadas finanzas participativas, esto es, la creación de un nuevo ecosistema de banca islámica.
En un artículo que escribí en el diario económico Cinco Días hace unos meses ya advertía del surgimiento de esta industria financiera en el reino alauita tras un largo proceso que ha culminado con la concesión de nuevas licencias bancarias, toda vez que el Banco Central de Marruecos aprobara la creación de cinco bancos islámicos y permitía que tres filiales de bancos franceses (Société Générale, BNP Paribas y Crédit Agricole) ofrecieran productos financieros islámicos.
Este hecho supone de entrada una importante inyección de capital extranjero para Marruecos, y es que se estima que la industria financiera islámica pueda llegar a representar en 2018 entre un 3% y 5% del sistema financiero marroquí, así como atraer importantes inversiones de la región del Golfo y del sudeste asiático por valor de al menos 7 billones de dólares.
Evidentemente, España tiene ante sí una oportunidad de posicionamiento también ante este hecho. Los nuevos bancos islámicos con sus fondos de inversión podrían encontrar en nuestro país un buen mercado, estable y cercano, para garantizar inversiones en multitud de sectores absolutamente compatibles con la banca islámica como el turismo, las energías renovables, las nuevas tecnologías, las infraestructuras, el sector inmobiliario o la agricultura, entre muchos otros.
La oportunidad es evidente y el momento ideal, en mi opinión, si sabemos como país tener una estrategia de acercamiento y entendimiento hacia un mercado natural como es Marruecos, en plena expansión y tremendamente joven. En definitiva, el sol que cada día se acuesta en Marruecos también debería reflejarse en España.
Gonzalo Rodríguez Marín es abogado y actualmente es el coordinador general del SCIEF (Saudi-Spanish Centre for Islamic Economics and Finance) en el Instituto de Empresa. El texto se enmarca en el contexto de su participación en la conferencia que tuvo lugar en Casa Árabe el pasado día 31 de mayo sobre “Finanzas islámicas en el norte de África: desarrollo y perspectivas de crecimiento en Marruecos”.
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