Rubén Hernández Sabaté
El avance industrial de Asia está fuera de toda duda. Antes se decía que China era “la fábrica del mundo”; hoy en día esta afirmación, que no deja de ser cierta, cada vez tiene más motivos para ampliar sus fronteras.
Más de un tercio de las exportaciones mundiales tienen su origen en China y otros países de la región, considerando como tales la zona ASEAN, Corea del Sur, Japón, Pakistán, India y Bangladesh, por lo que se trata de una de las principales fuentes de aprovisionamiento para grupos empresariales de todo el mundo.
China es y seguirá siendo el principal proveedor de mercancías a nivel mundial y uno de los principales de las empresas españolas, con casi veinticuatro mil millones de euros en mercancías vendidas en 2016, lo que le convierte en nuestro tercer proveedor. Su fuerte industrialización, impulsada por la determinación de sus dirigentes en fomentar la competitividad exterior de sus empresas, ha tenido como consecuencia un rápido desarrollo de las infraestructuras de ciertas zonas del país y la creación de un tejido industrial capaz de proporcionar una gran diversidad de productos de cada vez mayor complejidad y calidad. El fuerte desarrollo de la economía china ha incrementado notablemente el nivel de renta en gran parte de la población, que empieza a consumir cada vez más productos y de mayor sofisticación. Esta situación ha provocado que el foco de las medidas económicas ya no se oriente únicamente a favorecer las exportaciones, sino que trata de dinamizar y abastecer un consumo interno de cada vez mayor peso en su producto interior bruto. Como consecuencia, el tradicional superávit comercial chino cada vez es menor, como ya se ha visto en febrero de este año, cuando alcanzó déficit comercial mensual por primera vez en tres años.
Otros países asiáticos están experimentando un rápido avance en su capacidad industrial con unos costes de producción mucho más contenidos que los de China, convirtiéndose en una alternativa para aquellas empresas que deciden acometer sus aprovisionamientos en ellos.
Sirva como ejemplo los casos de Bangladesh, India, Pakistán, Filipinas, Camboya, Laos o Vietnam, que se encuentran entre los 20 países con mayor índice de crecimiento industrial del planeta.
Vietnam, que exporta más del doble de lo que lo hacía en 2010, es el exponente más actual de avance económico e industrial. Desde mediados de los años 80 se están implementando reformas (el denominado “Doi Moi”) de gran éxito económico que han desembocado en un país con una industria diversificada y productiva (equipos electrónicos, telecomunicaciones, maquinaria, textil…). Vietnam además cuenta con bajos costes laborales, convirtiéndose en una alternativa real a China para muchas compañías que han decidido deslocalizar su producción.
Las empresas del sector textil pueden encontrar grandes oportunidades en países como Pakistán, Bangladesh, Camboya y, cada vez más, Myanmar. No son países sencillos, presentan carencias energéticas y sus infraestructuras de transporte necesitan mucho desarrollo; además algunos son políticamente inestables, pero ofrecen fuertes ventajas en costes y un clúster textil que merece la pena ser explorado por las empresas del sector; como ya han hecho varias firmas españolas, que en la actualidad compran casi 3.800 millones de euros al año en estos países, cuando a finales de 2010 lo hacían por valor de 1.200 millones.
Indonesia e India también han apoyado su industrialización en el sector textil, pero son economías más diversificadas y con más ramas de actividad, como por ejemplo componentes de automoción, industria química, recursos naturales y, especialmente en el caso de India, la ejecución de servicios tecnológicos que a tantas empresas ha convencido.
Otro emergente proveedor de servicios en la zona es Filipinas, donde muchas compañías han realizado la deslocalización de algunos de sus servicios, sin olvidarnos de otras industrias como la alimentaria o químico-farmacéutica.
No podemos olvidarnos de países más avanzados y tradicionales que presentan una economía más diversificada, un sistema político estable y un gran nivel de infraestructuras como lo son Corea, Japón, Malasia o Singapur. Si bien en los últimos años han visto que la mayor competitividad de los países comentados les hacen perder protagonismo como proveedores internacionales (en 2010 suponían el 37% del valor de las exportaciones originadas en la zona, mientras que en la actualidad representan el 30,1%), siguen siendo opciones muy interesantes para aprovisionarse de productos específicos con mayor nivel de calidad y componente tecnológico. Tailandia es otro país interesante, con economía diversificada y buenas infraestructuras, aunque políticamente no es tan estable como los cuatro mencionados.
Un denominador común que nos encontramos en casi todos los países de la región, con excepciones como Japón o Corea del Sur, es la dificultad en el acceso a la financiación que padecen las empresas locales. En este sentido, es habitual que las negociaciones de las condiciones de pago sean complicadas, cobrando mucha relevancia la elección de una fórmula de pago que permita a las empresas locales obtener los recursos económicos que necesitan sin comprometer ni la tesorería ni la seguridad del comprador.
Uno de los aspectos en los que más se está haciendo hincapié en la zona es en la mejora de las infraestructuras en aquellas áreas donde existe déficit energético y logístico. Todos los países están llevando a cabo más o menos esfuerzos en adaptar sus infraestructuras, siendo China quien más está haciendo a este respecto. El país posee fuertes vínculos comerciales en toda la región y se ha propuesto mejorar la conectividad Euroasiática con una ambiciosa estrategia a ejecutar en los próximos años denominada “OBOR” (One Belt One Road), plan bajo el que ya se están ejecutando proyectos, principalmente de los sectores de transporte y energético.
Hemos comentado cómo en Asia se pueden encontrar costes de producción más bajos que en otras partes del mundo, pero no se debe olvidar estudiar otros costes asociados a la cadena de suministro como el transporte, los seguros, impuestos y aranceles, viajes o auditorías de producción; ni pasar por alto el incremento de algunos riesgos como son los políticos, jurídicos, tipo de cambio, pérdida de control en la producción, retrasos, pérdida de propiedad intelectual, etc.
Es muy recomendable asesorarse en todo momento por personal con conocimiento local en cada una de las áreas que componen el proceso. En Bankia, contamos con una Oficina de Representación en Shanghai, la primera del sistema financiero español en instalarse en la ciudad con más comercio internacional del mundo, para orientar la actividad de nuestros clientes en una zona tan compleja. Del mismo modo, Bankia dispone de un equipo de especialistas en Comercio Exterior volcado en ofrecer soluciones a las empresas que se abastecen en la región gracias a productos como el Confirming Internacional, emisión de Créditos Documentarios y su posterior anticipo o la posibilidad de efectuar pagos en las principales divisas, incluyendo el Renmimbi.
Todos los sectores tienen cabida, y aunque tras estudiarlo puede no siempre merecer la pena, a la hora de diseñar una estrategia de abastecimiento no se debe olvidar explorar la opción asiática en toda su dimensión. “La fábrica del mundo” ya no es sólo China, hay un polígono más grande llamado Asia.
Rubén Hernández Sabaté es responsable de Comercio Exterior Asia-Pacífico en Bankia. Su artículo se enmarca en la jornada "Sourcing en Asia: evolución y factores a considerar para un correcto aprovisionamiento", celebrada en Casa Asia el 12 de mayo de 2017.
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