Jacobo Israel Garzón
Se denomina jaquetía al dialecto judeo-español de Marruecos, suficientemente distinto del español, del ladino y del judeo-español vernáculo de los sefardíes de Oriente. Compuesto de castellano, con importantes incrustaciones de árabe y hebreo y algunas, bastante más escasas, de otras lenguas, fue el lenguaje propio de la población judía de las ciudades del norte de Marruecos, de Ceuta y de Melilla, y de las comunidades del exterior que con la emigración de esa población se crearon, como fue el caso de Gibraltar y Orán.
La palabra jaquetía, se formó probablemente de la raíz árabe haka [conversar] y terminación castellana y resulta interesante discernir en qué medida deriva del español hablado por los judíos en la España cristiana.
Los judíos medievales españoles hablaban el español corriente, aunque tuvieran especificidades léxicas derivadas de la traducción palabra por palabra de sus libros sagrados y la incorporación de palabras hebreas para designar fiestas, ritos de paso, oraciones, etc. Esto se hizo incrustando en el español hablado por los judíos determinados términos hebreos, y por lo tanto ampliando el espectro fonético del español con sonidos hebreos (la ‘het’, la ‘ayin’, la ‘qaf’, la ‘vav’ y algunos otros), inexistentes en las lenguas hispánicas medievales.
Ya los escritores españoles y portugueses de los siglos XIV y XV habían hecho notar los hebraísmos utilizados por los judíos, que se hicieron patentes para la población cristiana a partir de las conversiones forzadas masivas, tras las matanzas de 1391 y las “exhortaciones” de Vicente Ferrer hacia 1415, que provocaron la incorporación a la sociedad cristiana de unos judíos cristianizados que seguían teniendo familiares de confesión judía y que no cambiaron su idioma ni sus costumbres por el bautismo obligado.
Los hablantes judíos hispano-marroquíes de la jaquetía tuvieron contacto con el español, inicialmente a través de las ciudades españolas y portuguesas incrustadas en la costa norte del reino; en el siglo XIX tras la guerra hispano-marroquí de 1860 y la ocupación española de Tetuán; y ya en el siglo XX, con el establecimiento del Protectorado español en la zona del país habitada por los hablantes de la jaquetía.
Si el judeo-español levantino sintió un efecto importante del francés a través de las escuelas de la Alliance Israélite Universelle -lo que se ha dado en llamar su frañolización- el judeo-español marroquí sintió un influjo más directo de su más importante componente, el español, lo que produjo un efecto de “dialecto de frontera” sobre la jaquetía, complejo de inferioridad que provocó en sus hablantes el impulso de “corregir” su dialecto y sustituirlo por el español fonética y sintácticamente, lo que produjo paulatinamente la muerte de la jaquetía.
El sistema gramatical dominante de la jaquetía es el de la lengua española, origen a su vez de la mayoría de los términos usados, evolucionados de un modo propio. Así, mientras que unos pronunciaban íntegramente las palabras, otros sustituían las consonantes finales por aspiraciones. La aspiración de la ‘s’ a veces se realizaba incluso entre los compuestos: mootros por mosotros (nosotros), que otros dicen mozotros, pronunciando la ‘z’ a la francesa. También la ‘s’ la permutaban algunas familias por ‘d’ siempre que fuera antes de ‘m’, midmo, por 'mismo' y adma, por 'asma', y a veces se realizaba la permutación inversa, abrisme, por 'abridme' o subisme, por 'subidme'. Y el seseo es prácticamente generalizado al estilo del andaluz.
También el portugués, probablemente por el componente de judíos portugueses entre los desterrados y por la estancia de otros muchos judíos españoles en Portugal inmediatamente después del destierro de Castilla, tuvo influencia en la jaquetía. De este origen proceden, sin duda, algunos de los términos del dialecto, tales como preto (negro), buraco (agujero), etc., aunque esas mismas voces se pudieron utilizar en ciertas regiones españolas durante la Edad Media.
El ladino litúrgico, utilizado por los judíos hispanos como traducción ‘española’ palabra por palabra de los textos sagrados, ha contribuido por su parte a la conservación de numerosos arcaísmos hispanos.
Pero son sin duda el árabe y el hebreo los dos caladeros más importantes -después por supuesto del español- donde la jaquetía fue a recoger los términos que se iban olvidando de la lengua castellana, y aquellos otros que se iban necesitando como sinónimos o para mostrar especificidades étnico-culturales. Esta importación se realizó conservando los sonidos naturales de estos idiomas, a diferencia del modo de incorporación del léxico árabe en el español, que fue despojado de su fisonomía original. Pero no se conservó el aspecto pleno de los términos semíticos, pues se hispanizaron terminaciones verbales en –‘ar’ y –‘ear’ (que actuaron como verdaderos hispanizadores verbales), plurales en –‘s’, y géneros en –‘o’ y –‘a’, y también sufrieron otros cambios. y, entre ellos, algunos fonéticos, como la sustitución de ‘sh’ por ‘s’, por ejemplo en kiddush transformado en kiddús, shabbat transformado en sabbat (y otras veces en sabbá) y shajén transformado en sajén. Otras veces, como lo indica muy bien el profesor Bentolila1 hebraicos, se cambia el sentido propio en palabras hebraicas, como harboná, que de nombre propio pasa a significar 'paliza', o halhalá, que de 'estremecimiento' o 'temblor' pasa a significar 'prisas'.
Los términos de origen árabe designaban en general objetos o acciones de la vida cotidiana, mientras que los términos hebraicos designaban nociones u objetos rituales, ceremonias o formulaciones de cortesía. El uso de los primeros se excluía casi con carácter general en registros escritos o verbalmente formales, tanto comunitarios como religiosos: discursos sinagogales, en bar mitzva2 o en fallecimientos), que presentan una lengua hispana más prístina, aunque -eso sí- trufada de hebraísmos. Diferente fue la profusión del uso de términos de origen árabe según comunidades: eran más corrientes en el habla cotidiana de los tangerinos, sheshaunis3 o alcacereños que en la lengua habitual de los tetuaníes.
Jacobo Israel Garzón es editor y escritor, sefardí nacido en Tetuán. Su artículo se enmarca en la presentación de la obra "El mazal de los pobres" celebrada el pasado mes de junio en el Centro Sefarad-Israel.
1 Bentolila, o.c., p. 3.
2 Mayoría de edad masculina.
3 Natural de Xauen, actual Chechauen.
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