Red de Casas del Ministerio de Exteriores

Francisco Sánchez y Rosana Hernández Nieto


Han pasado 18 años desde que la primera Cumbre Unión Europea-América Latina y Caribe (UE-ALC) de Jefes de Estado y de Gobierno estableciera en la Declaración de Río de Janeiro su intención de fortalecer la cooperación para crear un espacio birregional de educación, ciencia y tecnología. Sin embargo, los avances son poco significativos a pesar de los esfuerzos realizados por los actores implicados. Además de las dificultades que conllevan las diferencias entre las estructuras legales e institucionales de los países de ALC y del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), hay dos problemas subyacentes: la falta de confianza y la falta de intercambio de información, identificadas ya como razones por las que el Convenio Regional de Convalidación de Estudios, Títulos y Diplomas de Educación en América Latina y el Caribe de 1974 nunca entró en funcionamiento.

Las universidades públicas y privadas son actores fundamentales en la puesta en marcha del espacio birregional común, entre otras cosas, porque tienen un importante margen de actuación en un buen número de países. Sin embargo, existen dos realidades que no pueden ser abordadas sin voluntad política. La primera, en el caso de ALC, es la falta de suficientes instrumentos legales o institucionales de carácter regional con los que sí contaban los países europeos cuando decidieron poner en marcha el EEES. Organizaciones internacionales como la Fundación EU-LAC, UNESCO, CELAC, OEI o SEGIB, entre otras, pueden constituir puntos iniciales de encuentro entre los diferentes actores institucionales.

La segunda realidad es que un espacio requerirá cambios legislativos y regulatorios. El gran reto de este proyecto birregional es político y es esencial una mayor implicación de los gobiernos porque, sin modificaciones legislativas de gran calado, no será posible el ejercicio profesional en sectores como las profesiones sanitarias u otras ocupaciones regladas. Uno de los fallos de algunos foros surgidos a propósito de este futuro espacio ha sido mirar a la universidad desde el ideal romántico de «cuna del saber», sin tomar en cuenta que también es la institución a la que muchas personas acuden para adquirir conocimientos y capacidades que les permitan acceder al mercado laboral.

Identificadas las dificultades, por otra parte, evidentes, el reto está en emprender procesos políticos que generen las estructuras e instrumentos para reducir las barreras a la movilidad estudiantil, docente e investigadora y fomentar la creación de redes institucionales y de investigación. Contar con un mapa de las estructuras de los sistemas de educación superior, ciencia y tecnología de los países implicados y conocerlos en profundidad son dos pasos hacia la construcción del espacio birregional, sobre todo en el aspecto de la información. El análisis de los programas de becas y movilidad en ALC, a menudo iniciativas particulares con escasos ejemplos de alcance generalizado, también pone de manifiesto la necesidad de intercambiar y sistematizar las experiencias e identificar posibles modelos de cara a un futuro proyecto regional o birregional. Lo mismo sucede con las redes de universidades o los centros de investigación existentes.

Pero el gran reto siguen siendo los mecanismos de confianza. Una unidad común de medida del trabajo académico (sistemas de créditos/horas); los reconocimientos, convalidaciones y homologaciones; y la existencia de agencias de evaluación y acreditación de la calidad que cuenten con el beneplácito de los países implicados son herramientas destinadas a que estudiantes, profesores, investigadores, universidades y estados puedan confiar en que su trabajo y sus títulos serán reconocidos en otros países. Éste no es un proceso fácil: el propio EEES sigue teniendo problemas de confianza e intercambio de información según algunas evaluaciones. Por ejemplo, continúan existiendo importantes dificultades para el reconocimiento de titulaciones a pesar de la abundante normativa europea destinada a garantizar la libre circulación de los trabajadores. Pese a esto, el EEES constituye una experiencia que debe ser considerada y analizada en detalle, no para ser replicada, sino como un proceso que ya se ha enfrentado a obstáculos similares.

Para terminar, esas actuaciones deberían considerar dos elementos cruciales. El primero es la necesidad de actuar sobre los docentes, el actor olvidado en la mayoría de los sistemas educativos de ALC. El segundo tiene que ver con la financiación de las becas y de las movilidades y el diseño de programas que impidan que, como ya se observa en ocasiones en la actualidad, los recursos acaben en instituciones, estudiantes y docentes que pueden asumir los gastos.

 

Francisco Sánchez es subdirector del Instituto de Iberoamérica en la Universidad de Salamanca; y Rosana Hernández Nieto es en la actualidad becaria de la Fundación Rafael del Pino en el Observatorio del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard. Ambos son los autores del informe 'Bases institucionales y normativas para la construcción del Espacio Europeo, Latinoamericano y Caribeño de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación' presentando en Casa de América el pasado 13 de septiembre.

La Fuerza de Acción Marítima

Por: Red de Casas

20 sep 2017

José Ramón Vallespín


La Fuerza de Acción Marítima (FAM) está especializada en lo que se conoce de forma genérica como misiones de Seguridad Marítima, entendiéndose estas como aquellas que tienen por objetivo proteger los intereses marítimos nacionales y controlar los espacios marítimos de soberanía, además de las zonas declaradas de interés nacional. Estas últimas pueden estar situadas en cualquier lugar del planeta en donde el Estado español determine que ese interés existe, y actualmente son consideradas como tales áreas del Mediterráneo, el Cuerno de África y el Golfo de Guinea. Estas misiones de Seguridad Marítima se hacen en estrecha colaboración con los diversos organismos de la Administración que tienen competencias en el ámbito marítimo. Todo ello constituye la contribución de la Armada a la Acción del Estado en la Mar que se concreta en una serie actividades definidas como “funciones guardacostas”, en cuyo desarrollo la Armada puede ser actor primario o bien actuar en apoyo de otras instituciones: control de pesca y apoyo a la flota pesquera, supervisión del tráfico marítimo, lucha contra la contaminación marina, búsqueda y salvamento, cooperación en tareas de protección civil, labores de investigación científica e hidrográficas, protección del patrimonio arqueológico subacuático y apoyo en la lucha contra tráficos ilícitos, principalmente.


La estructura de la FAM está encabezada por el Almirante de la Fuerza de Acción Marítima (ALMART), que cuenta en su cuartel General con los órganos de apoyo al mando necesarios para ejercer sus funciones. En particular, con el Centro de Operaciones y Vigilancia de Acción Marítima (el COVAM) donde, a través de distintas fuentes y equipos informáticos, personal altamente cualificado realiza una vigilancia las 24 horas del entrono marítimo, mediante la recepción, fusión, compilación y análisis de toda la información marítima disponible. Este control y la gestión de la información marítima, debidamente clasificada, puede ser puesta a disposición de los organismos oficiales que la requieran. Las comandancias navales son los agentes del ALMART en el litoral y, entre otras funciones, gestionan localmente las responsabilidades que la Ley de Navegación Marítima asigna a la Armada.


Las operaciones humanitarias han supuesto un cambio radical de la concepción del empleo de la fuerza naval, en donde la capacidad de combatir y de operar en escenarios de alta intensidad era casi de forma exclusiva el único rol que se daba a nuestra unidades, y el único en el que se adiestraban. Por ello, los nuevos buques de la Armada se diseñan y construyen teniendo en cuenta un perfil de misión de ayuda humanitaria. Así se ha hecho con los buques de acción marítima (BAM), los buques anfibios o los de aprovisionamiento.


No es de extrañar que sean los buques de mayor tamaño los mejor dotados para colaborar en este tipo de misiones, ya que disponen de mayor capacidad de alojamiento, embarcaciones menores y embarcaciones anfibias para transportes hasta y desde tierra, de medios de helitransporte, de mejores sistemas de mando y control y de modernas y más capaces instalaciones para apoyo sanitario. Por eso son estos buques los que mejor optimizan todos los recursos en las misiones de ayuda humanitaria. En el seno de la FAM, los BAM, por su tamaño, son buques aptos para este tipo de misiones, si bien normalmente lo harán complementando a buques de mayor tamaño de la Fuerza de Acción Naval (buques anfibios, de aprovisionamiento o escoltas).


Los Buques de Acción Marítima (BAM) son los más importantes de la Fuerza de Acción Marítima por las capacidades y prestaciones que proporcionan en cometidos de seguridad marítima. No obstante, la FAM cuenta con unidades especializadas cuyos cometidos no pueden ser realizados por otras (unidades de buceo de medidas contra minas) y por lo tanto de un valor incalculable.


Los BAM han supuesto un salto generacional respecto a los diseños anteriores, y han despertado el interés de otras muchas naciones (entre las que se encuentra EE.UU). Su diseño y sistemas buscan la comunalidad con el resto de unidades de la Armada de última generación, abaratando los costes de obtención y de sostenimiento. Están especialmente diseñados para dar respuesta los desafíos más probables contra los intereses marítimos nacionales, que se producen en escenarios de baja intensidad. Su gran tamaño y autonomía les permiten poder operar alejados del territorio nacional, donde España mantiene intereses marítimos que deben preservarse de riesgos y amenazas. La dotación reducida y su sistema hibrido de propulsión los convierten en un plataforma muy económica y valiosa militarmente.


Aunque en el Cuerno de África en los últimos años se ha reducido considerablemente la amenaza de la piratería marítima, sigue muy latente en diversas regiones del Planeta, especialmente asociada a zonas con países en vías de desarrollo que no disfrutan de estructuras de seguridad consolidadas para hacerle frente, evitarla o perseguirla judicialmente. La aparición de organizaciones criminales da lugar a la aparición de piratas y a las conexiones de éstos con redes de crimen organizado, creándose un círculo vicioso que solo se puede erradicar mediante el compromiso y determinación de organizaciones de defensa o a través de alianzas de cooperación internacionales.


José Ramón Vallespín es Comandante Naval de Alicante. Su artículo se enmarca en la entrevista- coloquio sobre la Fuerza de Acción Marítima de la Armada de España celebrada el pasado mes de junio en la sede de Casa Mediterráneo.

“Yo soy el Rey”

Por: Red de Casas

13 sep 2017

Juan Castell

Era aquel del siglo XIV un tiempo difícil para los hijos de Israel, pero no más que otros anteriores ni los que esperaban por venir, que todos lo fueron y serían desde que fuesen expulsados de la tierra que les prometió Adonai, y que con ello se vieron limitados en sus posibilidades de desarrollar las muchas capacidades que poseían; impelidos a ganarse la vida como bien pudieron. Entre ellas la medicina, como físicos, que tenían prohibido el acceso a la enseñanza del arte de la medicina en los cenobios primero, y en las escuelas que con el devenir de los tiempos fueron apareciendo en Occidente, después.

Es por ello que el personaje principal de Luz de Sefarad hubo de aprender el arte de los suyos, pero también de los musulmanes, que en un tiempo anterior a éste de la baja Edad Media fueron los depositarios del saber clásico de griegos y romanos, y conservaron el conocimiento de las escuelas de Hipócrates de Cos o de Galeno, entre otros, y ello les proporcionó prestigio y grandes figuras de la medicina. Por ello, los judíos siempre estuvieron en la proximidad de aquellos que podían decidir sobre sus vidas: los poderosos, que los apreciaron por sus conocimientos, gozando de enorme prestigio en el ejercicio de este arte como lo atestiguan figuras tan elevadas como lo fueron los profesores de la escuela de Montpellier o el propio Avicena.

Pero, a pesar de ello, tenían prohibido no solo el acceso a los lugares donde se enseñaba, sino al propio ejercicio de la medicina con los cristianos, lo que no era óbice para que los más poderosos y, a la cabeza de ellos los reyes, se procuraran físicos judíos a su servicio, como es el caso de los dos protagonistas de Luz de Sefarad, Muerte en Sevilla y Yo soy el Rey, en los que sus protagonistas muestran sus capacidades para afrontar los fenómenos de salud y enfermedad, no solo con los individuos como personas aisladas, sino haciendo frente a la mayor de las catástrofes sanitarias que conocieran los tiempos como fue la llegada de la gran mortandad, como se llamó en la mitad del siglo XIV a la Peste Negra. Y, valiéndose de los conocimientos de la época, y de una capacidad para interpretar las formas en las que Adonai materializaba el castigo de la enfermedad en los cuerpos, lograron ver en la tiniebla.

No menos cierto era que los judíos siempre tuvieron cierta superioridad intelectual sobre el común de los cristianos. Su obligación de leer la Torá ante la comunidad en su bar mitzvá; en esa ceremonia que le confería al niño judío su paso a miembro adulto de la aljama, le obligaba de forma ineludible a estar alfabetizado en una sociedad en la que el analfabetismo entre los cristianos estaba generalizado, incluso las mujeres judías que vivían en un ambiente familiar de hombres cultivados adquirían unas capacidades que no poseían las cristianas en general.

Los médicos judíos actuaron como transmisores del conocimiento clásico grecolatino a través de su contacto con el mundo musulmán, y el dominio de su lengua les proporcionaba las herramientas para ello. De esta manera adquirieron unas habilidades superiores y muy apreciadas por los nobles cristianos. Y, todo ello, hacía que dentro de la oscuridad generalizada de la época, en cuanto a los conocimientos médicos, el judío proporcionase una luz, como lo hizo el físico Moshé Asher Toledano y su hijo Asher Toledano, médico, este último, formado en la escuela de Montpellier; la más prestigiosa de aquella lejana época del siglo XIV, aprovechando esa relajación de las normas prohibicionistas que permitían de facto hacer lo que la norma prohibía. Y, gracias a ello, pudo estudiar y también ser médico de reyes, de Pedro I de Castilla nada menos, y de este modo ser testigo directo de los acontecimientos de una época. Como también lo había sido su padre de las regencias de la reina María de Molina tras la muerte de su esposo el rey Sancho IV de Castilla y la minoridad de su hijo Fernando IV, primero, y posteriormente tras la prematura muerte de éste con la de su nieto Alfonso XI.

Y así, de la mano de Moshé Asher Toledano y de su hijo Asher recorreremos y analizaremos una época, una cultura; varias, una religión; tres, y un arte: el de la medicina, que aún tenía un largo, un larguísimo recorrido hasta nuestro tiempo, como el que tenían ellos por delante y, que a pesar de todo traerían luz a una tierra que estaba forjándose un futuro de injusticia y de grandeza, de valor y de ignominia; esta tierra era la suya, la nuestra: Sefarad.

 

Juan Castell es médico y escritor, autor de “Yo soy el Rey”. Su artículo se enmarca en la presentación de esta obra, que tendrá lugar el 19 de septiembre en la sede del Centro Sefarad - Israel.

En torno a «Los orígenes de al-Andalus»

Por: Red de Casas

06 sep 2017

Marcos García García


Durante la tercera de semana de julio se celebró en la sede cordobesa de Casa Árabe el curso intensivo titulado «The origins of al-Andalus. Conquest, islamization and arabization» bajo la dirección científica de Maribel Fierro (ILC-CCHS, CSIC) y Alejando García Sanjuán (UHU). Destinado a un público especializado en la historia medieval del mundo islámico en general y de al-Andalus en particular, el curso congregó a una treintena de participantes de diversas nacionalidades que pudieron asistir a diez ponencias y a una serie de visitas explicativas para conocer el patrimonio arqueológico cordobés impartidas por especialistas de renombre en los campos de la historia y la arqueología medieval en nuestro país.

Se trata de la segunda edición de este curso de verano celebrado en Casa Árabe. La temática central giró en esta ocasión en torno a tres hitos en la historia medieval peninsular como fueron la conquista árabo-beréber del 711 y los procesos, estrechamente vinculados entre sí, de islamización y arabización de la población local heredera del mundo hispanogodo. Estos fenómenos se inscriben en la dinámica formativa de la entidad histórica que conocemos como al-Andalus, un periodo que, en términos historiográficos, ha supuesto desde el siglo XIX un campo de batalla ideológico en el que diferentes visiones del pasado se han enfrentado en la búsqueda de los mimbres con los que urdir la memoria histórica que defina la identidad de la nación española moderna.

Ante discursos históricos acientíficos –algunos tan tergiversadores como perniciosos–, sobre la mesa de conferenciantes de Casa Árabe se puso una miríada de argumentos científicamente incontestables que contribuyen a construir una imagen más rica de al-Andalus como lo que fue: una sociedad islámica medieval en Occidente, parafraseando el título de la influyente obra de P. Guichard. A partir de una revisión y actualización de la información histórica disponible derivada de diversas fuentes informativas (principalmente documentales, arqueológicas, numismáticas y lingüísticas), los ponentes demostraron de manera meridiana cómo a partir del siglo VIII la realidad histórica de la Península sufrió una profunda transformación. La idea, aún sorprendentemente popular, de que el 711 no tuvo efectos de calado sobre la «nación española», que se las ingenió para mantener sin mácula su esencia patria ante la llegada de un contingente mínimo de extranjeros venidos de Oriente –ilustrada en la célebre metáfora de la gota de anilina roja vertida a un estanque de J. Ribera (m. 1934)– es, a la luz de toda la evidencia histórica, insostenible y carente del más mínimo fundamento. Y es que España, como se puso repetidas veces de manifiesto a lo largo del curso, no existía como entidad histórica en el siglo VIII, por lo que a inicios de esa centuria lo que se produjo no fue una invasión, sino una conquista por parte de un imperio en expansión que marcó el inicio de una serie de procesos que condujeron al desarrollo de una nueva sociedad que, andando el tiempo, se islamizó socialmente y se arabizó lingüísticamente. Y esto no fue ni malo ni bueno, simplemente fue, sin más. Los datos documentales y arqueológicos presentados por los doce especialistas participantes son suficientemente contundentes a este respecto como para invitar a una reflexión que tenga efectos prácticos como pudiera ser el desterramiento definitivo de nuestro diccionario de conceptos como el de Reconquista (porque únicamente se «re-conquista» lo que forzosamente hubo de ser previamente arrebatado).

Como ciencia social, la disciplina histórica moderna debe huir de esencialismos y discursos epidérmicos y contribuir, desapasionadamente, a la generación de conocimiento de utilidad que ayude a mejorar la comprensión de las sociedades sobre su pasado. La historia ha de ser, al menos así la concibo, una herramienta de análisis del tiempo pretérito con un fin que no puede ser otro que el cambio social del presente. En un terreno abonado para la confrontación ideológica en torno a la formación de identidades nacionales antagónicas como es la historia medieval europea, la celebración de eventos de altísima calidad científica como el curso reseñado resulta tan útil como necesaria. Su alta demanda y la asistencia al mismo de especialistas y profesionales de la historia procedentes de las más punteras instituciones internacionales de investigación no sólo dan buena cuenta del nivel del evento –índice evidente de la vitalidad y buena salud de la que goza el medievalismo en nuestro país–, sino que reflejan además el profundo interés que despierta fuera de nuestras fronteras la historia medieval de la Península Ibérica. A pesar de que la percepción y valoración de las cualidades de lo propio no siempre resulta sencilla, los poderes públicos –particularmente los locales– debieran tomar nota y contribuir al fomento de actividades como ésta colaborando activamente a su desarrollo y financiación.
En un tiempo como el que nos ha tocado vivir, resulta esencial tomar conciencia del importante papel que la Historia desempeña en la construcción de las identidades y la memoria colectiva de las sociedades. Sean cuales sean los colores de su bandera, la derecha conservadora ha sido siempre consciente de ello (quizá lo es hoy más que nunca) y ha sabido usar el pasado en su beneficio –que, lógicamente, es el de los poderosos–. La Historia es, por lo tanto, un arma de doble filo, porque las lecturas que se hacen sobre el pasado pueden contribuir a construir tanto como a destruir espacios y marcos comunes de convivencia entre diferentes que ayuden al acercamiento o fomenten el alejamiento de sociedades y culturas diversas.

Iniciativas como el curso organizado por Fierro y García Sanjuán en Casa Árabe de Córdoba contribuyen digna y meritoriamente a la divulgación de conocimiento histórico de calidad sobre lo que verdaderamente fue al-Andalus, pero es preciso que este conocimiento rebase el ámbito académico y sea fácilmente accesible a un público más amplio. Ésta es, creo, la gran asignatura pendiente que tiene la profesión de la Historia, por lo que todos los agentes implicados debieran esforzarse por lograr que el discurso histórico generado y asentado en los círculos académicos permee a la sociedad. Eventos como éste son, en definitiva, de una utilidad social tal que todas las instituciones con responsabilidad debieran darles prioridad, fomentarlas y respaldarlas, porque nos guste o no, en comprender el pasado nos va el futuro.


Marcos García García es doctorando en la Universidad de Granada. Su artículo versa sobre el curso "Los orígenes de al-Andalus: conquista, islamización y arabización" celebrado en la sede de Casa Árabe en Córdoba entre el 17 y el 22 de julio de 2017.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre el blog

La Red de Casas es un instrumento de la diplomacia pública española, compuesto por Casa África, Casa de América, Casa Árabe, Casa Asia, Casa del Mediterráneo y Centro Sefarad-Israel. Su finalidad es fortalecer la cooperación política y económica, el diálogo intercultural, el mutuo conocimiento y los lazos de España con los distintos ámbitos geográficos en los que actúan. Este blog dará voz a las personalidades políticas, institucionales, sociales y culturales que participan en las actividades de las Casas y servirá para invitar a las actividades que se organizan. Web: www.reddecasas.es Twitter: @ReddeCasas.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal