Red de Casas del Ministerio de Exteriores

Magnetismo filipino

Por: Red de Casas

31 ene 2018

Ramón Vilaró

 

Visitar Filipinas es una experiencia única, incluso para los viajeros más bregados. Se trata de un país lleno de sorpresas y contrastes que no dejan indiferente. Es, también, moverse por una sociedad caracterizada por la hospitalidad del pueblo filipino. En mi condición de viajero y cronista de oficio he tenido el privilegio de moverme un poco a todos los niveles. Desde los más humildes que viven en playas, campos o montañas, sin olvidar los barrios menos favorecidos de las grandes urbes, hasta lujosas mansiones de personajes políticos de primera fila, pasando por empresarios, escritores, académicos o religiosos. Puedo garantizar que todos comparten hacia el visitante el espíritu de bienvenida, mabuhay en tagalo, el idioma nacional del país.

Con decenas de viajes, a lo largo de cuatro décadas, viví  sacudidas políticas como testigo directo, como el final de la dictadura de Ferdinand Marcos tras el movimiento del poder popular, People Power, que llevaron al poder a Cory Aquino. Así como los múltiples intentos golpistas que intentaron derrocar a la presidenta Aquino, pero igualmente su fracaso de reforma agraria. También los gobiernos que le sucedieron, junto al auge económico, sobre todo visibles en las grandes ciudades como la capital, Manila, o Cebú, sin olvidar Davao, en Mindanao, donde forjó sus polémicas tablas políticas el actual presidente Rodrigo Duterte. Un presidente, sin embargo, que ha dado un giro total a las tradicionales relaciones de Filipinas con Estados Unidos, e incluso hacia la Unión Europea, para inclinarse por el pragmatismo de vínculos políticos y económicos con la gigante y vecina República Popular China. 

El viajero también hallará en Filipinas las huellas de más de tres siglos de colonización española. En Baler resistieron "los últimos de Filipinas" y en el valle de Cagayán algunos aún recuerdan las visitas de Jaime Gil de Biedma, empleado de la Compañía General de Tabacos de Filipinas. Perviven ciertas tradiciones culinarias y apellidos españoles —impuestos a la población cuando se elaboró el primer censo— y en Zamboanga del Sur hablan el idioma español antiguo, aquí denominado 'chabacano'. Y hay decenas de palabras españolas que se mezclan con el tagalo, el idioma oficial, o el visayo. Al igual que existen algunas sagas familiares de origen español en la cúspide de la sociedad filipina.

Filipinas es el único país católico en el continente asiático, otra herencia española, aunque están en auge otras creencias religiosas, en especial la Iglesia Ni Cristo, de gran influencia. Pero las iglesias y conventos – juntos a universidades de élite – forman el legado católico. Sin olvidar la devoción y romería memorable en honor de la figura del Santo Niño, en Cebú, la talla de madera que llegó con Ferdinand de Magallanes, que conquistó y pereció en aquel archipiélago en 1521. Casi medio siglo después llegó el adelantado Miguel López de Legazpi, que bautizó el país con el nombre de Filipinas, en honor del rey Felipe II, y fundó la ciudad de Manila. Su tumba, en el convento-museo de San Agustín, en Intramuros, es visita obligada para entrar en la historia del país.

Mansiones señoriales, sobre todo en Vigan, ingenios azucareros, en Negros, pequeños poblados playeros, iglesias casi siempre llenas y un amplio patrimonio gastronómico y cultural, suponen  toda una invitación a emprender un viaje a un país tan próximo como lejano, tan desconocido como, a veces,  familiar para el visitante hispano. Y, además, con una variedad inabarcable de playas paradisíacas pero también de montañas y parques naturales que le convierten, en mi opinión, en la última frontera a descubrir el magnetismo de ese país del sureste asiático.

 

Ramón Vilaró es autor de  "Mabuhay. Bienvenido a Filipinas" (Ediciones Península, 2017). Su artículo se enmarca en la presentación de su libro, que se celebrará el 1 de febrero en la sede de Casa Asia en Barcelona.

 

Nora Gaon


El 27 de enero de 1945 tropas soviéticas entran al campo de exterminio de Auschwitz – Birkenau, el último que todavía funcionaba. De más de un millón de personas allí asesinadas, encontraron 7.000 supervivientes.

Primo Levi recuerda aquel ansiado día del cierre de Auschwitz:

“Eran cuatro soldados jóvenes a caballo que avanzaban cautelosamente metralleta en mano. Cuando llegaron a las alambradas se pararon a mirar intercambiando palabras breves y tímidas, dirigiendo miradas llenas de un extraño embarazo a los cadáveres descompuestos, a los barracones destruidos y a los pocos vivos que allí estábamos. No nos saludaban, no sonreían; parecían oprimidos, más aún que por la compasión, por una timidez confusa que les sellaba la boca y clavaba su mirada sobre aquel fúnebre espectáculo. Era la misma vergüenza que conocíamos tan bien, la que nos invadía después de las selecciones, y cada vez que nos tocaba asistir a un ultraje o soportarlo; la vergüenza que los alemanes no conocían, la que siente el justo ante la culpa cometida por otro”.

Auschwitz – Birkenau fue el campo de exterminio más grande que crearon los nazis, y que con el tiempo se ha convertido en el símbolo del Holocausto y de la maldad extrema.

El Holocausto conmovió los fundamentos más profundos de la civilización occidental, cuestionando la comprensión de esa misma humanidad. Por primera vez en la Historia una nación se propuso asesinar a la totalidad de otra, sin excepción alguna. Asesinar a los judíos significaba liquidar a la civilización moderna para reemplazarla por una racista, antisemita, totalitaria y brutal.

El 1° de noviembre de 2005 las Naciones Unidas adoptaron el día 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, reconociendo el impacto de éste en nuestro mundo y fijando ese día como una jornada de reflexión y homenaje a las víctimas.

En nuestra reflexión pedimos no mirar para otro lado, pedimos hacer lo que esté al alcance de cada uno de nosotros para evitar el desarrollo de esa tendencia al exterminio del otro que la sociedad occidental podría patentar como propia, no porque le sea exclusiva, sino porque la ha desarrollado a niveles que hasta antes del siglo XX difícilmente alguien habría podido imaginar.
El genocidio es un crimen que podemos saber cuándo comienza pero no cuando termina. Como delito de lesa humanidad es de carácter permanente, continúa pasando de generación en generación y afecta a una gama muy grande personas, no sólo a las directamente involucradas.

Como sociedad no podemos avalar la indiferencia, la prescindencia, el silencio, la mentira, la falta de compromiso. No podemos callarnos ante los prejuicios, los estereotipos, la discriminación, la xenofobia, el racismo. No podemos denunciar la injusticia sólo cuando nos toca a nosotros, cuando nos duele a nosotros. Nada de lo humano nos debe ser indiferente.

A pesar de los años pasados, las heridas están todavía abiertas, las memorias vivas, y los efectos del Holocausto no se han atenuado todavía. La adhesión de la ONU a la conmemoración del Holocausto es un paso importante en la toma de conciencia del mismo y de su impacto devastador en Europa y en el Mundo.

Esta conmemoración anual dignifica a sus víctimas y a sus supervivientes e impide que se olvide el ultraje que unos pocos perpetraron contra el ser humano.

Pasaron ya 73 años del final de esa guerra y todavía nos preguntamos qué es lo que el mundo ha aprendido. Podemos decir que hemos aprendido a recordar, y al recordar un evento particular – la matanza de los judíos – podemos referirnos a su significado universal – la amenaza que implica para la sociedad moderna. ¿Es suficiente el recordar?

Un día como éste, de conmemoración, debe ser un día de reflexión. Solo estudiando y reflexionando acerca del pasado, tendremos la esperanza de asegurar el futuro, tendremos la esperanza de prevenir su reincidencia.

 

Nora Gaon es historiadora e investigadora del Holocausto, y directora del Departamento de Habla Hispana en el Museo Ghetto Figuetrs House en Israel. Su artículo se enmarca en el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto que se lleva a cabo el 27 de enero en la sede de Centro Sefarad-Israel en Madrid.

Ana López Castelló

 

La situación actual de las mujeres en los países del Norte de África y Oriente Medio es un universo de luces y sombras, tanto en la igualdad formal como en la real. Sin embargo, al acercar el foco y tomar contacto con las diferentes realidades nacionales, se puede apreciar que existen luchas compartidas, espacios de cambio y, lo más importante, la fuerza de millones de mujeres que cada día se enfrentan a un mundo que quieren cambiar para las generaciones futuras.

Muchas de las Constituciones reconocen el principio de igualdad entre hombres y mujeres, pero tanto las leyes como la interpretación en su aplicación distan mucho de respetar ese principio. En numerosos casos, las propias leyes son explícitamente discriminatorias en su articulado y, cuando no lo son, la dificultad estriba en lograr que los jueces y abogados las apliquen. Ejemplo de todo ello son las discriminaciones en las penas relativas a los delitos de violencia hacia las mujeres, y en los derechos respecto al matrimonio, al divorcio, la custodia de menores, la herencia y la nacionalidad, en los que las mujeres se encuentran en una posición de clara desigualdad frente a los hombres. La tradición y las costumbres ejercen una influencia aplastante.

La persistencia de interpretaciones machistas de los preceptos religiosos en el seno de sociedades patriarcales hace que las mujeres árabes no vean reconocidos sus derechos en las resoluciones judiciales, cuando no en las propias normas. Contra eso dedican todos sus esfuerzos las organizaciones feministas y de derechos humanos en toda la región. Estas organizaciones han sido, son y serán claves en los cambios a favor de la igualdad.

Una de estas organizaciones es Arab Women’s Legal Network (AWLN), con sede en Amán, Jordania, y que apuesta por el trabajo en red de las mujeres juristas árabes en favor de la igualdad de género.  La Red AWLN y la Unidad de Género del Centro Superior de Estudios de Gestión, Análisis y Evaluación de la Universidad Complutense de Madrid son socias de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), en el marco de su Programa Masar, para el desarrollo una serie de tres seminarios orientados a identificar retos y espacios de cambio para la igualdad de género en Palestina, Líbano, Jordania, Egipto, Argelia, Túnez, Marruecos y Mauritania. Los resultados de los seminarios desembocarán en la definición de propuestas de trabajo futuro para AECID en el ámbito de la legislación sobre la lucha contra la violencia de género y el Derecho de Familia.

Estos tres encuentros han reunido a expertas árabes reconocidas en sus países en la lucha por los derechos de las mujeres. Entre ellas, dos diputadas tunecinas que han participado en los cambios legislativos más recientes, la primera jueza de un tribunal de Sharía en Palestina, juezas y magistradas de tribunales penales y de familia, activistas de la sociedad civil, y abogadas especialistas en casos de violencia de género y en Derecho de Familia. Todas ellas coincidieron en señalar la importancia de que países como España, referencia en el ámbito de la igualdad de género, apoyen tanto a las instituciones públicas como a la sociedad civil en estos procesos de cambio que pueden producir avances cualitativos en los próximos años.

El hito más reciente y celebrado de estos avances ha sido la Ley relativa a la Violencia hacia las Mujeres, aprobada por el Parlamento tunecino en julio de 2017 y que entrará en vigor en enero de 2018. Esta ley, inspirada en las legislaciones sueca y española, es más amplia que las europeas en su concepción y contempla los ámbitos de la prevención, la protección, la atención y el seguimiento. Este éxito sin precedentes en el mundo árabe es fruto del riguroso y arduo trabajo llevado a cabo por las organizaciones feministas junto con las diputadas tunecinas. El desafío ahora es lograr los recursos y apoyos necesarios para su implementación.

En otros casos, como el de Argelia, las organizaciones feministas han realizado un férreo trabajo de incidencia que se ha reflejado en la aprobación de modificaciones en el Código Penal, el Código de Familia y en otras leyes sobre las que se han llevado a cabo mejoras fundamentales en este sentido a lo largo de los últimos 20 años.

En Palestina, Líbano y Egipto, sin embargo, uno de los objetivos anhelados por las mujeres es la aprobación de un único Código Civil. El caso de Palestina, donde ya existe un proyecto de ley pendiente de aprobación, es especialmente complejo debido a la ocupación israelí, que ha ampliado la división del sistema legal palestino. Esto supone que en Cisjordania y Jerusalén Este se aplique la legislación jordana, en la Franja de Gaza la legislación egipcia, y en Jerusalén Oeste la ley otomana. Además, existen tribunales de Sharía y tribunales eclesiásticos cristianos para los asuntos de Estatuto Personal. En el caso de Líbano la complejidad se debe a la existencia de 18 comunidades religiosas con diferentes legislaciones según su origen. En Egipto, la nueva Constitución, aprobada en 2012, estipula leyes de Estatuto Personal para judíos y cristianos, pero no para otras minorías religiosas.

La experiencia de España, un país que ha vivido una verdadera transformación jurídica y social en relación a los derechos de las mujeres en las últimas décadas, y que tiene también peculiaridades jurídicas y legislativas por regiones, es vista como una oportunidad para la colaboración y el intercambio.

Con esta perspectiva, se propició en los seminarios la participación de magistradas, parlamentarias, abogadas y catedráticas españolas de reconocida trayectoria y que viven en primera persona la lucha por la igualdad desde sus puestos en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y en la universidad. También formaron parte del intercambio de experiencias y conocimientos entidades como el Defensor del Pueblo, la Unidad de Familia y Mujer de la Policía Nacional, la Consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid, y la  Asociación de Juristas Themis.

Todas las propuestas recogidas en los tres encuentros, tanto en el ámbito normativo, como aquellas vinculadas la autonomía de las mujeres, y las orientadas a generar un cambio social a través de medidas de incidencia y de sensibilización, enriquecidas por el intercambio interregional, serán sin duda un punto y seguido en el largo camino de la lucha por la consecución de la igualdad real para las mujeres.

 

Ana López Castelló es Máster en Género y Desarrollo y miembro de la Unidad de Género del Centro Superior de Estudios de Gestión, Análisis y Evaluación de la Universidad Complutense de Madrid. Su artículo se enmarca en la celebración de una serie de tres seminarios sobre la igualdad de género en el Mundo Árabe que tuvieron lugar en octubre, noviembre y diciembre de 2017 y que fueron acogidos en Casa Árabe.

 

Juanjo de la Iglesia


El próximo 11 de enero el Centro Sefarad Israel me dará la oportunidad de hacer una de las cosas que más me gustan en el mundo: hablar de tebeos. Y en este caso, no de cualquier tebeo; la cosa es una conferencia con coloquio sobre la obra de uno de los grandes, nada menos que Will Eisner. 

Hablar de Eisner es hablar de uno de los pilares del cómic del siglo XX  (y parte del XXI). Uno de esos pocos artistas capaz, no sólo de asimilar con naturalidad los cambios que se producían a su alrededor al ritmo de los tiempos, sino de ser uno de los creadores de los grandes hitos de esa evolución. Eisner no sólo evolucionó con el cómic: lo hizo evolucionar. De la obra de Eisner se ha dicho, con razón, que es una enciclopedia completa de los recursos que ofrece el arte secuencial, por usar el término acuñado por el autor.

Como suele ocurrir con la obra de cualquier artista de vanguardia, llama la atención observar ya en sus primeras obras de los años treinta y cuarenta hallazgos visuales, narrativos, técnicos y estéticos, que todavía hoy parecen audaces y novedosos; de gran belleza estética, combinada con una eficacia narrativa impecable.

Tras sus primeras experiencias profesionales, a finales de los años treinta, un Eisner apenas veinteañero se asocia con Jerry Iger para fundar el Eisner-Iger Studio, desde el que se produjeron gran cantidad de cómics para todo el mundo, y en el que trabajaron dibujantes de primera línea, como Bob Kane, célebre creador de Batman, o Jack Kirby, uno de los principales creadores gráficos del universo Marvel.  En ese estudio nace, entre otros muchos, el mítico personaje  Sheena Queen of the Jungle . Ya en esta época se aprecia la impronta de  Eisner y empiezan  a hacerse palpables los resultados de su constante aspiración por perfeccionar el lenguaje de la historieta.

Tras disolver su sociedad con Iger, a Eisner le proponen que se encargue de un suplemento de cómics para un diario dominical. En este suplemento apareció por primera vez The Spirit, probablemente el personaje más conocido de Eisner y una de las series más célebres de los cómics de todos los tiempos. Con The Spirit, Eisner busca un personaje y un contexto a la medida de las historias que quiere contar y experimenta con nuevos recursos gráficos y narrativos que le permiten relatar esas historias en el espacio limitado de que disponía.  Son míticas sus páginas de presentación de una sola viñeta (splash page), que Eisner convierte en mucho más que una simple cubierta de la nueva historia que comienza. En palabras de Eisner, “La finalidad de la splash page es crear una atmósfera determinada con que establecer contacto con el espectador” (cosa que consigue con creces, sin lugar a dudas). Cada historieta semanal es una nueva pirueta gráfica, un adentrarse valientemente en las potencialidades expresivas del cómic, siempre consumados con éxito y siempre al servicio de la historia.
The Spirit se publicó hasta 1952, incluso realizado por otros dibujantes durante el tiempo en que Eisner estuvo movilizado por el ejército en la Segunda Guerra Mundial, y es una de las más importantes obras del cómic de todos los tiempos. Un clásico.

 A partir de ese año, el autor se aparta de la primera línea creativa para dedicarse a otros proyectos profesionales. Un paréntesis de veinticinco  años, hasta que en 1978 comienza la publicación de la serie de sus novelas gráficas. Ese formato se convierte en una de las grandes innovaciones formales, así como en el gran hallazgo comercial del cómic de las últimas décadas. Y creo que es justo decir que eso ocurre en gran parte  gracias al trabajo de Eisner. La novela gráfica plantea un soporte distinto en cuanto a tamaño de página, extensión de las historias, e incluso temática, y Will Eisner extrae de ello, una vez más, todas sus posibilidades narrativas, contribuyendo de forma fundamental al éxito de su implantación y continuidad.

Desde Contrato con Dios, la primera de estas novelas gráficas, queda claro el cambio de temática que quiere abordar el autor a partir de ese momento. Nada de cómic policíaco o de aventuras: historias costumbristas, algunas de ellas autobiográficas, que nos permiten conocer al autor y a la comunidad judía de Estados Unidos (los padres de Eisner eran inmigrantes judíos).  Eisner evoca recuerdos de su entorno, de su  familia y de él mismo, en obras como Viaje al corazón de la tormenta, en la que se narra cómo el antisemitismo afecta a la personalidad de un joven judío –él mismo- en la América de los años 20 y 30. En Las reglas del juego Eisner traza un inclemente, tragicómico y hasta tierno retrato de dos familias judías con muy diferente “status” social y económico.

De su última obra,  La conspiración. La historia secreta de “Los protocolos de los sabios de Sion”, dejó escrito su autor: “Abrigo la esperanza de que este trabajo pueda ser un clavo más que hundir en el ataúd de ese aterrador fraude vampírico”. Se trata de un magnífico análisis  de ese libelo que pretendía denunciar un supuesto plan judío para dominar el mundo y que fue desmentido por el periodista Philip Graves -nada menos que en 1921-,  cuando demostró que los Protocolos no eran más que un plagio de otra obra, convenientemente retocada por la policía zarista (un panfleto contrario a Napoleón III, publicado por Maurice Joly,  en 1864, mezclado con otros detalles de la novela antisemita de 1868  Biarritz, escrita por  Hermann Goedesche). Una magnífica reflexión sobre lo difícil que resulta luchar contra la mentira, y la contumacia con que vuelve surgir una y otra vez. La Conspiración es una obra que tiene especial importancia por ser, además, uno de los pocos ejemplos de ensayo histórico y documental realizado con formato de cómic. Un hallazgo más de Will Eisner en su exploración en busca de nuevas técnicas expresivas en la historieta.

Acaba de finalizar el año en que celebramos el centenario del nacimiento de Will Eisner, tiempo de homenajes más que merecidos. Sin duda, uno de los mejores es leer su obra, conocerla y, cómo no, hablar de ella. Si les apetece, les espero el próximo 11 de enero en el centro Sefarad Israel.

 

Juanjo de la Iglesia es director de cine, guionista, actor, locutor, presentador. Su artículo se enmarca en la conferencia “Will Eisner, un acercamiento a la cultura judía a través del cómic”, que ofrecerá el próximo 11 de enero en la sede del Centro Sefarad-Israel.

Sociedades diversas

Por: Red de Casas

03 ene 2018

Anna Terrón Cusí


Las dificultades para el gobierno de las migraciones internacionales se relacionan con las líneas divisorias que se construyen en nuestras sociedades. En el espacio común europeo, la migración, el refugio y la movilidad de personas impactan en unas democracias eminentemente nacionales e interactúan con sus dinámicas políticas, que se ven afectadas tanto por las realidades que conforman las migraciones -presentadas sistemáticamente como fuera de control-, como por los imaginarios que se construyen sobre ‘el migrante’ interpretado como la otredad y su proyección a una sociedad diversa.

Cuando hablamos de musulmanes en la Unión Europea ¿hasta qué punto hablamos de migración? Responder a esta pregunta requiere, en primer lugar, definir inmigración y, más importante aún, definir migrante. Para la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), son migrantes aquellas ‘personas y sus familiares que van a otro país o región con miras a mejorar sus condiciones sociales y materiales, y sus perspectivas y las de sus familias’. Podemos acotar pues quienes son migrantes en nuestras sociedades. Pero teniendo en cuenta que esta definición se basa en un acto concreto, debemos también preguntarnos durante cuánto tiempo esta persona debe ser categorizada así en el país de destino.

Podríamos acordar que alcanzar los requisitos de cada país para acceder a la nacionalidad -aunque en el caso de los menores ésta no pudiese ser efectiva hasta la mayoría de edad-, permite dejar de considerar a alguien, a efectos sociales y de políticas públicas, como un inmigrante. Si hacemos este ejercicio, nos encontramos con que las cifras de migrantes procedentes de países mayoritariamente musulmanes y la cifra de musulmanes va separándose en los países europeos, en función de los años pasados desde que cada uno de estos países se incorporó a la geografía migratoria euroafricana, entre otros.

Sin embargo, acostumbramos a ubicar las políticas de migración en el centro de cualquier debate sobre islam y Europa, normalmente para hablar de restricciones y hasta de medidas especiales para los musulmanes. Para ver si éste debe ser eje del debate, hay que plantearse igualmente una cuestión muy básica, pero de la mayor importancia: qué es una política de inmigración, cuáles son sus instrumentos y cuáles sus objetivos.

La política de inmigración se asienta básicamente sobre dos ejes. Por un lado, los requisitos y procedimientos que habilitan a un ciudadano de otro estado a cruzar nuestras fronteras y le legitiman a residir en nuestro territorio. Los principales instrumentos para ello son los relacionados con los procedimientos de extranjería establecidos y el control del cumplimiento de los requisitos en cada momento del proceso; así como los particulares del control de fronteras. El objetivo de todo ello es, claro está, definir el propio modelo migratorio y hacer que se cumpla.

Por otro lado, tenemos las llamadas políticas de ‘integración’, cuyo objetivo sería remover los obstáculos para que los recién llegados y sus familias puedan incorporarse a la sociedad de destino, y crear las condiciones para que esto se haga en las mejores condiciones para todos. Los instrumentos típicos de las políticas públicas de acogida e inclusión social son un conjunto de medidas específicas en aquellos ámbitos más relevantes para la socialización, desde la facilitación del acceso a los conocimientos lingüísticos -cuando se requiera- al empleo, la educación o la salud, y deberían formar parte de ellos también la facilitación de espacios de relaciones interpersonales y las estrategias de relación intercultural.  

Parece claro que cuando hablamos de musulmanes en Europa no hablamos sólo de migración y, consecuentemente, que las políticas de inmigración no son suficientes para abordar la gestión de la creciente diversidad en nuestras sociedades, aunque algunos de sus instrumentos puedan ser útiles para ello. La diversidad es ya una característica de nuestras sociedades, de la cual la pluralidad religiosa es un exponente más. Aunque sea obvio, no es baladí recordar que, por mucho que se restringiese en la Unión Europea la entrada a nuevos migrantes y por mucho que se endureciesen los requisitos para mantener la residencia, nuestras sociedades europeas seguirían siendo diversas. La gestión de la diversidad va más allá de la política de inmigración e inclusión social, aunque los instrumentos que tenemos para trabajar por la cohesión social puedan ser usados para ambas cosas.

Igualmente, es relevante entender que la categoría ‘migrante’, incluso en la amplia acepción que hemos usado, difiere de la de ‘extranjero’. La confusión es especialmente dañina cuando hablamos de seguridad interior y de amenazas exteriores. Quien cruza una frontera internacional con el objetivo de cometer un delito o reclutar a otros para que lo hagan, escapa a toda definición de migrante, aunque intente amparar su situación con las herramientas de la política migratoria, e intente obtener un permiso de residencia, como intentará conseguir cualquier bien o servicio que le facilite sus propósitos. El control migratorio comparte instrumentos con la política de seguridad y, como tantas otras políticas, contiene elementos de prevención y seguridad, pero no podemos confundir la una con la otra, a riesgo de equivocarnos en ambas.  

Para salir de la situación de emergencia en que parece instalada la gestión de las migraciones y volver a un modelo eficaz, debemos acotarla a la realidad su margen de actuación. Es urgente ’desextranjerizar’ al diferente, y reconocer que nuestros conciudadanos son distintos y plurales. Desde la aceptación de esta pluralidad debemos garantizar la cohesión social, basada en el respeto a nuestro ordenamiento jurídico -que es la forma en que una sociedad democrática objetiva y hace operativos sus valores-. Los problemas están ahí y son evidentes, pero focalizar lo patológico para intervenir sobre ello requiere iluminar primero el conjunto, reconocer aquello que compartimos, y enrolar a la mayor parte de nosotros -un ‘nosotros’ lo más inclusivo posible- en la identificación y lucha contra lo que hemos convenido en considerar indeseable. La diversidad intrínseca de nuestras sociedades debe considerarse en el diseño y desarrollo de todas nuestras políticas públicas.

En un momento de inseguridad e inquietud sobre el propio bienestar, y en un marco global en el que los límites entre el dentro y el fuera están definitivamente desdibujados, confundir la igualdad con la homogeneidad y abrazar la idea simbólica de frontera como algo que separa a nuestra comunidad idealizada de un exterior que contiene todos los peligros puede ser tan reconfortante como peligroso. Dar carta de naturaleza, y empujar desde la política el anhelo de (¿volver a?) una comunidad mitificada donde seríamos todos (¿de nuevo?) tal como cada uno imagina que debe ser un conciudadano de “su” nación que se esconde tras la narrativa del control migratorio no resolverá los problemas que enfrentamos y, en el terreno de la realidad, añadirá nuevos problemas que llevarán a una siguiente vuelta de tuerca en la escalada conflictiva.

Superar las líneas divisorias sin perder las referencias, creando dinámicas inclusivas desde el marco local al europeo e internacional, puede parecer un camino largo e inseguro, pero es el único que vale la pena transitar. Tenemos la experiencia histórica de que las líneas divisivas impuestas acaban siempre por romperse de forma violenta.  

 

Anna Terrón Cusí es presidenta de Instrategies. Su artículo se enmarca en el seminario “Integración de musulmanes en Europa”, celebrado el pasado mes de noviembre en la sede de Casa Árabe en Madrid.

Sobre el blog

La Red de Casas es un instrumento de la diplomacia pública española, compuesto por Casa África, Casa de América, Casa Árabe, Casa Asia, Casa del Mediterráneo y Centro Sefarad-Israel. Su finalidad es fortalecer la cooperación política y económica, el diálogo intercultural, el mutuo conocimiento y los lazos de España con los distintos ámbitos geográficos en los que actúan. Este blog dará voz a las personalidades políticas, institucionales, sociales y culturales que participan en las actividades de las Casas y servirá para invitar a las actividades que se organizan. Web: www.reddecasas.es Twitter: @ReddeCasas.

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